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SINOPSIS
Toma y Ana se enamoran locamente en la universidad. Ana tiene un pasado complicado y padece graves ataques de pánico. Toma, un joven de clase media, se queda tan atónito como fascinado con los abismos de desesperación de su amada. La apoya plenamente y la lleva a médicos. La pareja se aísla cada vez más. La debilidad de Ana parece dar fuerzas a Toma. Ana se queda embarazada y empieza a seguir una terapia basada en el psicoanálisis analítico de la que sale muy mejorada. Pero el mundo de Toma empieza a derrumbarse...
INTÉRPRETES
DIANA CAVALLIOTI, MIRCEA POSTELNICU, CARMEN TANASE, VASILE MURARU, ADRIAN TITIENI, TANIA POPA, IGOR CARAS-ROMANOV, IONUT CARAS, IOANA FLORA, VLAD IVANOV, IULIA LUMANARE, RAZVAN VASILESCU
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PREMIOS Y FESTIVALES
- Festival de Berlín 2017: Oso de plata a la Contribución artística sobresaliente
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INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
ANA, MON AMOUR es la historia de un hombre que lucha por descubrir cómo lo que no se ve, lo que no se dice, incluso lo que no se piensa consiguió moldear su vida.
"Es importante que entienda qué le mantuvo en su relación con Ana", le dicen a Toma durante una sesión de psicoanálisis. La película no trata de la erosión que sufre la relación entre Toma y Ana, sino de la imposibilidad de construir una relación. Los dos amantes se comportan como los vasos comunicantes en Física; sus necesidades insatisfechas pasan del uno al otro. Están totalmente atrapados por lo que el psicoanálisis denomina "transferencia": los sentimientos y deseos existentes se redirigen hacia un nuevo objeto. La verdad siempre encuentra la forma de aparecer, aunque se la niegue.
ENTREVISTA AL DIRECTOR...
Ha viajado mucho. Nació en Rumanía, vivió en Alemania, volvió a Rumanía... ¿Se considera rumano, europeo o ambas cosas?...
Creo que soy europeo. Fue difícil porque dejé Rumanía cuando tenía 7 años, en 1983. Mi padre huía del régimen comunista. Era médico, asistió a un congreso y no regresó. Fue en 1981. Al cabo de dos años, mi madre y yo llegamos a Alemania, después de haber conseguido los papeles. Regresé a Rumanía para estudiar Cine cuando acabé el instituto en 1994. Reconozco que no me sentía cómodo en Alemania. Fue un poco traumático porque salí de Rumanía siendo muy pequeño. Volver a Rumanía fue una buena solución, no quería ir a estudiar a Berlín o a Múnich. Fui tenista profesional hasta los 18 años, pero no tenía futuro, no estaba hecho para aquello. Tenía que estudiar algo. Me gustaba mucho ir al cine. Siempre que podía, me escapaba a ver películas. Mis amigos me animaron a seguir ese camino. Me enteré de que podía regresar a Rumanía, lo hice y me quedé.
¿Cuándo supo que quería ser cineasta? ¿Cómo llegó el cine a su vida?...
Ir a estudiar Cine fue toda una aventura. No tenía ni idea de lo que me esperaba. No soy de esos realizadores que empiezan a jugar con una cámara a los diez años. No me sentía integrado en Alemania, necesitaba irme, ver más cosas. Me gustaba el cine porque era otro mundo, pero nunca pensé en hacer cine. Mis padres se dieron cuenta de que me gustaba. Al principio pensé que era una broma, pero poco a poco empecé a decirme: "¿Y por qué no? ¿Qué tal si lo intento?" Digo que fue una aventura porque no estaba en absoluto preparado para ingresar en una escuela de cine a los 18 o 19 años. Pero no se me debió dar muy mal, sabía contar historias. Al volver a Rumanía, seguía siendo un emigrante. En Alemania era rumano y en Rumanía, alemán. Pero todo fue bien, hice películas, me dieron premios... Estudié con Christian Mungiu, entre otros.
¿Considera que hay un cine europeo o únicamente cines "nacionales"?...
Creo que se influyen mutuamente. Hay un cine europeo, existe un lenguaje europeo en el cine. Es como el cine estadounidense, hay un cine hollywoodienses, un cine para el gran público, y un cine independiente, igual que en Europa. En Francia se ruedan películas comerciales. Y casi todas ganan dinero en el país que las produce, es parte del sistema económico.
¿Cree que existen temas propios del cine europeo? Un gran número de cineastas, entre ellos Kaurismaki, que también obtuvo un premio en Berlín, tratan el tema de la emigración...
O 'Happy End', la nueva película de Michael Haneke. Sí, creo que hay tendencias. Por ejemplo, después de la caída del comunismo, el tema no interesaba. La primera película que realmente lo tocó fue la alemana La vida de los otros, ganadora del Oscar 2006. Luego, Christian Mungiu también hizo un largometraje que transcurría en la época comunista. Hay fenómenos de moda, ciclos. Temas que no funcionan hoy en día volverán a estar de moda en algunos años.
En una entrevista realizada para 'Madre e hijo' (2013) dijo que, como realizador, le gustaba controlar todos los aspectos de la película y que había integrado el equipo al proceso creativo. ¿Cómo trabajó en ANA, MON AMOUR?...
Del mismo modo. La película se inspira en una novela, Luminiţa, mon amour, de Cezar Paul Badescu, que leí en 2010 cuando estaba trabajando en Madre e hijo. Quería rodar una historia de amor en torno a la dependencia. La película habla de por qué una pareja sigue junta, aunque vista desde el exterior todo indica que deben separarse. Busqué una explicación que va más allá de los personajes. Para mí es psicoanalítico, ¿cuáles son las causas? Esto era lo que yo consideraba importante de la película.
Como realizador, ¿cree que debe ser muy estricto respetando su visión artística o el equipo puede influir en el proceso creativo? Más concretamente, ¿habló del proyecto con el director de fotografía, el montador o alguien más?...
Sí, en la medida en que les impliqué en el proceso creativo, como en Madre e hijo. Era un tema emocionalmente muy personal, pero quise ser lo más objetivo posible. Pasa lo mismo con ANA, MON AMOUR. No es la adaptación de la novela, digamos que está inspirada en la novela. Hablando con Cezar Badescu me di cuenta de que la pareja, sacada de la realidad, funcionaba como una terapia para él. A medida que escribíamos el guion sentí que en él todo era subjetividad. En cierto modo, me había convertido en su psicólogo. Entonces entendí que no podía contarse la historia desde su perspectiva; había cosas verdaderas, pero otras se habían modificado, matizado, durante la narración.
Ya que no era una verdadera adaptación, ¿cómo trabajaron el guion?...
Desde el principio supe que no podía narrarse cronológicamente. La historia transcurre durante un periodo de diez años, casi podría ser una serie de televisión. Decidí escribir el guion desde el punto de vista del paciente que sigue una terapia. Eso me permitía ir y venir en el tiempo sin tener que dar explicaciones. Es el proceso mismo del psicoanálisis: decir todo lo que le pasa a uno por la cabeza.
¿Filmó cronológicamente o siguiendo el orden del guion? ¿Cómo trabajaron los actores con un guion semejante?...
Hemos rodado según las situaciones y la disponibilidad de todos. Era un guion muy complicado para los dos protagonistas, que debían ser jóvenes, de veinte y pico años, pero también aparentar treinta y pocos en algunos momentos. Tardamos mucho en encontrarlos. Incluso empecé a ensayar con otros actores. La primera actriz se fue al cabo de seis meses, era demasiado duro para ella. Fue un auténtico reto para los intérpretes ya que no sabían nada de psicología y tuvieron que documentarse. Trabajamos mucho antes de empezar a rodar. También realizamos bastantes cambios en el guion, sobre todo en los diálogos porque era difícil conseguir cierta naturalidad.
Andrei Butica, el director de fotografía, también rodó Madre e hijo. ¿Le dio las mismas indicaciones en esta película? El trabajo de la imagen es muy específico, ¿quiso guardar ese aspecto un poco documental?...
Sí, ANA, MON AMOUR también se rodó cámara en mano, pero la fotografía es menos brutal que en Madre e hijo. Hay muchos primeros planos por la necesidad de buscar realismo, para estar más cerca de los dos personajes. En esta película se comparte la intimidad de la pareja. Es diferente de la anterior, pero tiene algo de documental. Rodamos con dos cámaras por dos razones. La primera es que una película cuesta muy caro. Cada día de rodaje en Rumanía sale entre 20.000 y 30.000 euros. Si se rueda al estilo clásico europeo, se cambian las luces entre las tomas. Pero prefiero trabajar con los actores, tener más libertad, aunque se pierda algo estéticamente hablando. Si hiciera películas en la época de Fellini, podría rodar la mitad de un año sin problemas.
Haría otra cosa. Pero aquí tenemos la presión económica. Y en segundo lugar, rodamos en digital porque se tiene más libertad con los actores.
El pasado enero hubo importantes manifestaciones contra la corrupción en Rumanía. Su película 'Madre e hijo' hablaba del tema, como lo hace el largometraje 'Los exámenes', de Christian Mungiu. ¿Cree que su cine, o el cine en general, tiene un papel político?...
Creo que es un pretexto. En 'Madre e hijo', se retrata a la clase alta contra la clase popular. Me parece que la película toca un tema más universal. Pero si lo que ocurre en Rumanía pasase en Francia, en Estados Unidos o en Alemania, aunque fuera en menor grado, sería un auténtico escándalo.
Por cierto, el título internacional de la película es ANA, MON AMOUR, ¿por qué?...
El título de la novela hace referencia a "Luminiţa", pero cuesta mucho pronunciarlo. Los productores pensaron que ANA, MON AMOUR es un título más universal, que vende mejor y no necesita traducción a ningún idioma.