|
SINOPSIS
¿Quién es realmente Karim D? ¿El recién descubierto escritor adorado por los medios? ¿O su alias Arthur Rambo, autor de mensajes llenos de odio que alguien descubre en las redes sociales?...
INTÉRPRETES
SOFIAN KHAMMES, RABAH NAIT OUFELLA, ANTOINE REINARTZ, ANAËL SNOEK, ALEKSANDRA YERMAK
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
CRITICA
BANDA SONORA
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
INFORMACIÓN EXCLUSIVA
ENTREVISTA AL DIRECTOR...
Empecemos por el principio y el “caso” Mehdi Meklat...
Como mucha gente, por la mañana escuchaba a los Kids, Mehdi y Badrou, en el programa de France Inter. Me sorprendía su juventud y la fuerza de las declaraciones que se atrevían a lanzar. Sus crónicas eran eclécticas y creativas, no se limitaban a los problemas de los extrarradios. También había leído artículos del dúo en Bondy Blog; me parecían pertinentes, inteligentes y políticamente correctos. Al no ser usuario de las redes sociales, no tenía conocimiento de los célebres tuits de Mehdi Meklat. Los descubrí al día siguiente de que el caso saltara a la prensa y a la radio. Al principio me quedé estupefacto. Pero sobre todo me costaba intentar encajar las piezas, intentar entender por qué un hombre inteligente y sensible había dicho esas cosas. ¿Cómo podía caber en la misma cabeza? Luego, numerosos periodistas, intelectuales y otros intentaron analizarlo, pero me dio la sensación de que habían entrado en un bucle. La necesidad de comprender siempre se apoyaba en un discurso que quería establecer la verdad. Pero la dialéctica tiene límites. Y el discurso, por muy construido que fuera, no agotaba el misterio del personaje. Quizá una película podría intentar hacerlo de forma más sensible.
Al igual que EL EMPLEO DEL TIEMPO, ARTHUR RAMBO se inspira en un caso muy mediatizado y lo lleva a la ficción, Mehdi Meklat/Marcelin Deschamps se convierten en el ficticio Karim/Arthur Rambo. ¿Por qué?...
Ante todo no quería hacer un biopic. Debía encontrar la misma distancia que había conseguido con la vida de Jean-Claude Romand cuando escribí EL EMPLEO DEL TIEMPO. Así nació Karim, y nunca sabremos por qué escribió esos tuits, probablemente porque él tampoco llegará a saberlo. Reconozco que hay parecidos obvios entre Mehdi y él, pero no quería limitarme a la historia verdadera del primero. Toda la película se centra en los dos días en que estalla el caso. En unas pocas horas, el estatus de Karim se derrumba: le conocemos en el apogeo de la gloria y en una noche acaba siendo un paria del que todos huyen. Semejante concentración temporal permite focalizar los mecanismos de la historia, su ejemplaridad, y lo que nos dicen de esta época, de su violencia, su velocidad.
La idea del seudónimo, también título de la película – perfecta síntesis de la esquizofrenia del personaje – ¿apareció al principio del proyecto?...
El seudónimo no se hizo esperar. Me interesaba el contraste entre dos sistemas de referencia muy generacionales: la poesía de Rimbaud, que nos lleva a una idea de la cultura clásica, y la brutalidad de Rambo, el héroe popular por antonomasia. La gran distancia entre ambos describe con acierto la existente en Karim entre su ambición literaria y su rabia. También quería que dicha síntesis tuviera un toque de humor, y que este humor sedujera a los lectores de sus tuits y también a los espectadores.
La película, al mostrar los grupos en los que se mueve Karim, obliga rápidamente al espectador a plantearse interrogantes, incluso a posicionarse...
La película está construida como un juicio. Karim se ve obligado a responder constantemente a la misma pregunta: “¿Por qué escribiste esto?” El primer tribunal está presidido por la directora de la editorial.
El estallido de las redes es antinómico con la cultura de esa mujer: para ella, el súmmum de la comunicación mediática es un programa literario en televisión. De pronto, está frente a un chico que le dice: “No pasa nada, tengo 200.000 seguidores y ninguno se quejó nunca”.
Hay una fractura generacional. Alguien que no sea un tuitero compulsivo se verá rápidamente superado por esta clase de fenómenos.
Es posible que las palabras no tengan el mismo peso en un libro que en una pantalla de móvil.
Y sus amigos parisinos le juzgan…
Otro juicio. Siempre le hacen las mismas preguntas, pero se las hacen personas de medios muy diferentes, lo que permite a Karim dar explicaciones en registros también muy diferentes, como si no hubiera una respuesta definitiva al enigma que plantea.
Este grupo de amigos parisinos representa una sección de jóvenes hijos de emigrantes que han encontrado un lugar en la cultura, la música, la moda… Pero saben que es un lugar precario, y el caso Karim representa una amenaza para ellos. “¿No te das cuenta de lo frágiles que somos?”, le pregunta con gran lucidez Rachid, presentador de un programa de televisión que, temeroso por su propio estatus, ya no quiere codearse con él.
También hace pensar en una road movie, aunque Karim se mueve andando o en metro en distancias urbanas relativamente cortas: pero está el procedimiento de desplazamiento de un punto a otro, de un medio social a otro, y el viaje geográfico se convierte en viaje interior...
Casi podríamos atrevernos a decir que su trayecto es un vía crucis. Es un trayecto lleno de caídas, pero espero no haber convertido a Karim en un mártir. Fue una de mis preocupaciones constantes, desde el guion al montaje. Aunque en ocasiones la película contempla al personaje con amabilidad, no debía intentar protegerle borrando todo lo que tiene de inaceptable. Había que oscilar constantemente entre el rechazo y la empatía. Un cabrón que escribe cabronadas no me habría interesado. Pero que un joven con el que se puede simpatizar sea capaz de redactar semejantes mensajes plantea muchas preguntas.
Karim no para de moverse, y la película se impone restituir una geografía parisina bastante precisa, con la frontera que representa el “periférico”, y define una geografía social conocida por todos, que se codean sin mezclarse. Karim es el tránsfuga, el que cruza el periférico, el que va de un mundo a otro, y que acaba pagándolo muy caro. Para llegar donde llega, Karim es consciente de que debe “traicionar” sus orígenes y a su medio social. Sabe que debe su éxito a términos medios con los que no se siente cómodo.
Con Pierre Milon, el director de fotografía, intentamos que dicha geografía fuera muy clara mediante un contraste entre los dos mundos de Karim. Cuando arranca la película, estamos en París, todo va bien, la imagen brilla, casi hiere, acorde con el mundo que está descubriendo. De vuelta a los extrarradios, la realidad cobra importancia y la imagen es más sobria.
Del otro lado del periférico, Karim se cruza con sus amigos de la web TV, y están muy enfadados con él...
Porque sus mensajes también les ponen en peligro. Ya se lo dice Mo: “No puedes pasarte la vida intentando cambiar la forma en que nos miran y escribir estas cosas”. Sabe que, siendo joven y de los extrarradios, es muy posible que le asimilen a Arthur Rambo.
Peor aún, me parece que Karim lo sabe de sobra cuando escribe los tuits. Se defiende diciendo que quería ir hasta el límite para conseguir una reacción. Pero nadie reaccionó. Estoy dispuesto a creerle, aunque nada lo demuestra.
Es posible que, en última instancia, el sistema disuelva la responsabilidad. Las personas que se codean con Karim son muy ambiguas: es muy probable que todos conocieran sus tuits, pero nadie dijo nada.
Al tocar el periplo a su fin, Karim se reencuentra con su barrio, sus vecinos, su familia… y se enfrenta a la incomprensión de su madre...
La madre se parece mucho a todas las madres que se ven superadas por una situación. Durante toda la vida ha evitado los conflictos, es una de las invisibles. Los padres y abuelos inmigrantes no tienen las mismas referencias, los mismos códigos ni los mismos comportamientos que sus hijos o nietos. La madre le dice que si él se lo explicase, quizá lo entendería, pero él solo tiene una respuesta: “No puedes entenderlo”. Lo digital profundiza aún más la brecha generacional. Pero cuando le reprocha a su hijo el contenido de los tuits y añade: “En esta casa no pensamos así”, es el momento en que Karim está realmente desnudo.
Más allá de Karim, háblenos del tema de las redes sociales, que me parece el núcleo de la película...
¿Cómo se vive con las redes sociales? ¿Qué se hace con ellas? ¿Qué peligros representan? ¿Cómo pensar en 140 caracteres? La brevedad de un tuit borra cualquier complejidad, y el efecto se ve aún más acentuado por la profusión de mensajes que se encadenan. La simplificación del discurso probablemente sea lo más dañino que han traído las redes sociales, a mi modo de ver.
Karim compara las redes a un patio de colegio donde hay que ser el más gracioso, el más fuerte, el más escandaloso. Se puede decir cualquier cosa porque se tiene la sensación de que no saldrá del patio. Pero da la casualidad de que es un patio mundial y alcanza a millones de personas. También es lo que añade interés al personaje: ignoramos realmente hasta qué punto es consciente de lo que escribe y de la memoria de Internet.
Me da la impresión de que es como un aprendiz de brujo. Al opinar de todo, tiene la secreta ambición de que puede influir en el desarrollo del mundo. De hecho, las redes sociales son un mundo paralelo cuya influencia en el mundo real me preocupa.
Estéticamente hablando, ARTHUR RAMBO sorprende con la incrustación de tuits en la pantalla que parecen estallar como bombas...
Siempre quise que los tuits formaran parte de la puesta en escena, perturbándola y perturbando la historia, como cuando hablas con alguien y saca el móvil para leer un SMS. Estos mensajes marcan el ritmo de la película y era necesario dosificar su progresión. Los primeros salen sobre fondo negro, al igual que lo rótulos de las películas mudas. Son enigmáticos, cuesta unirlos a la historia. Pero esta presentación formal les confiere un mayor impacto. Luego, poco a poco, aparecen directamente en la imagen, interfiriendo en ella, su ritmo se acelera hasta que no puedan leerse… Fue un proceso muy largo en el montaje.
Antes decía que las palabras en una pantalla de móvil tienen menos peso. Sin embargo, viendo la película, se tiene la sensación de que en la gran pantalla cobran mucha importancia...
Sí, conocía muy bien todos los tuits, ya que los había escrito, pero me impactaron cuando los vi en la pantalla. El peso de las palabras me golpeó, me di cuenta de su violencia. Fue muy delicado encontrar el equilibrio entre lo inaceptable y lo gracioso.
Durante una entrevista a Karim, señala el antisemitismo recurrente en sus mensajes...
Ojalá quede claro que en ese momento comprende lo que ha hecho. Retrocede para encontrar sus motivos. Y explica muy claramente el funcionamiento del medio que lo empujó: cuanto más impresentable, más seguidores. ¿Hay algo más repugnante que el antisemitismo? En ese momento desmonta la mecánica de las redes sociales. El medio justifica por sí solo las frases que vehicula porque se trata de tener el máximo de seguidores y de “me gusta” haciendo reír o gritar. Es el objetivo, el fin, la forma de existir: “Tuiteo, respiro, tuiteo, respiro”. En vez de expresarse libremente, solo se alimenta a la bestia.
Quiero añadir que esta escena es pura ficción. Habla Karim, no refleja en absoluto algo que hubiera dicho Mehdi Meklat. Igualmente, hemos escrito todos los tuits que se leen u oyen en la película. Pasamos muchos días escribiéndolos y reescribiéndolos con Fanny Burdino y Samuel Doux, mis dos coguionistas, sopesando precisamente el horror, así como el posible humor.
La provocación de Karim nos recuerda un poco a la de los punks de los años 70...
Karim reconoce esa herencia: “Arthur Rambo es un punk, solo reivindico su rabia”. Pero es un punk digital, un troll, y lo que le hace diferir básicamente de un punk o un roquero, es su perfil más bien al estilo de un joven y moderno Rastignac. Se acopla a la perfección a todos los códigos de su época. Es un camaleón, se siente cómodo donde sea, tanto en una fiesta donde se codean los autores en boga como en su barrio del extrarradio. Vivimos una época en que la seducción tiene mucha importancia. Los roqueros y los punks se oponían y criticaban las normas sociales, molestaban, y aunque Karim también quiere molestar, lo hace desde dentro del sistema.
La puesta en escena se encarga de que el caso se vea desde dentro, del otro lado del espejo mediático, con momentos de calma, de silencio, de reflexión, que contrastan con el tumulto polémico del acontecimiento...
Las escenas de tregua no son más que breves momentos en la película. El montaje de ARTHUR RAMBO es más corto y seco que en mis películas anteriores. Mathilde Muyard se ha encargado del montaje. Al contrario de mis películas precedentes, esta encontró su camino en la sala de montaje, incluso contra mi voluntad al principio. A veces era necesario ir a contrapelo del ritmo con que habíamos rodado la secuencia. Me oponía, me resistía a claudicar ante ciertas propuestas, pero sabía que la película debía ser más directa, más brutal, para acoplarse al ritmo y a la violencia de las redes sociales.
Pero en otras escenas, Karim está solo; por ejemplo, en su casa, pensando. Me refiero a la segunda parte...
Su piso es un poco como una torre donde cree poder refugiarse. Pero el caso le persigue. No es fácil escapar de Internet porque ese mundo carece de límites. Y eso mismo hace que la huida final de Karim sea bastante ilusoria. Esa marcha la veo más como el principio de un viaje interior, la búsqueda de una interioridad de la que ha huido hasta entonces, excepto en sus breves momentos solo en el piso familiar.
También hay una escena fuerte, conmovedora y desesperante con Farid, el hermano pequeño, que ha seguido todos los tuits y se siente traicionado por la reacción de arrepentimiento de Karim...
De hecho, hay un doble replanteamiento en la escena. El de Farid, que se da cuenta de su propia ceguera frente a los mensajes de su hermano, y lo vive como una traición e incluso se replantea la relación con su hermano, al que ya no reconoce. Pero sobre todo, Karim entiende que Farid y sus amigos, cuya madurez política recién nacida no pierde tiempo con complejidades, han tomado los mensajes al pie de la letra. Una vez más, Karim se da cuenta de la responsabilidad del que escribe. Probablemente sea el elemento que le empuja a irse.
Los tuits de Karim quizá fueron escritos por lealtad al mundo de donde viene. Aunque pueda representar un peligro político, me parece importante fijarse con atención en el antisemitismo que brota en los barrios de los extrarradios, no negarlo. Es un problema delicado y tampoco deben hacerse generalizaciones. Farid dice muchas cosas sin sentido, lo amalgama todo, pero en esta oleada de rencores sociales, consigue expresar preocupaciones legítimas en cuanto a la discriminación social de la que se siente víctima. Y, como siempre, nombra a varios chivos expiatorios: los “franceses”, la pasma, los judíos. Farid está herido, la situación le supera, y con la inmadurez de un adolescente de 14 años, da rienda suelta a su ira. Pero lo que realmente le altera es sentir que la relación que le unía a su hermano está rota, de pronto se queda sin referencias. Ahora, la admiración que sentía por Karim no tiene fundamento. “¿En quién voy a confiar si no puedo confiar en mi hermano mayor?”, dice. De golpe, lo social y lo íntimo se funden. Pero lo que me interesa en esta escena es que, bajo el impacto de dicho replanteamiento, se nota que la duda empieza a hacer mella. También está a punto de emprender un auténtico trabajo de reflexión.
Rabah Naït Oufella interpreta a Karim. Ya estaba en LA CLASE. ¿Pensó en él inmediatamente?...
Rabah solo tenía 13 años cuando rodamos LA CLASE, pero se había impuesto en el grupo. En principio, la profesión de actor no le interesaba, no le fascinaba, y eso me había gustado. Mientras escribía el guion, pensaba en él, pero temía que le costara adoptar los códigos de joven autor de éxito. Trabajamos mucho juntos, y durante los ensayos empecé a ver que se transformaba progresivamente en Karim. Modificó su forma de hablar, supo adaptar su interpretación a los medios en que se mueve. No habla del mismo modo con su editora, con sus amigos, con su madre o su hermano.
Entre las personas cercanas a Karim está Antoine Reinartz en el papel del editor...
El personaje de Nicolas tiene un doble juego que le debilita. Es obvio que leyó los tuits en su momento y que se había reído, e incluso que los retuiteó para alimentar la popularidad de Karim. Cuando estalla el “caso”, está atrapado y prefiere fingir que los descubre ahora.
Sin embargo, siente mucho cariño por este joven con el que ha trabajado durante la escritura del libro. Está muy próximo a él, su posición es tan incómoda como poco heroica. Antoine se hace con el personaje con mucho talento, añadiendo aún más torsión y emoción de las que yo había imaginado.
Unas palabras acerca de Anne Alvaro, que está soberbia en la escena en que acoge a Karim casi sin hablar, con enorme bondad. ¿Cómo se le ocurrió ofrecerle el papel?...
Lo primero es su voz, que para mí tiene un eco muy particular. El papel necesitaba a alguien como ella, tranquila y que impusiera, incluso con algo maternal. Quería que casi no hablara. Que rompiera la tendencia de la película a intentar poner palabras a todo. Es la única que no le pide explicaciones. Hay algo un poco abstracto y fantasmagórico en ella. Es la figura del mentor. Pero también es la persona más clarividente. No juzga a Karim, no le condena, se limita a decirle que ha llegado el momento de ponerse a trabajar para entender lo que le ha pasado y quién es.
Bilel Chegrani, en el papel de Farid, demuestra una gran fuerza en un par de escenas...
Realizamos un casting y vimos a muchos adolescentes. Me dejó atónito con la escena final. No conocía el texto cuando empezamos los ensayos improvisando, y al cabo de 15 minutos se sabía todo el diálogo a pesar de ser muy largo y, en momentos, inconexo. Más que unos diálogos exactos, en esta escena quería hacer entender el estado de confusión de los personajes. Unos comentarios tan inconexos no eran fáciles de interpretar. No debía parecer tonto, sino muy conmovido, perdido.
Dice cosas que pueden desconcertar, pero que no dejan de ser conmovedoras...
Tengo la esperanza de que el mal momento por el que pasa le ayudará a salir de todo esto. Más allá de sus prejuicios, me parece un adolescente muy inteligente. Pero esa inteligencia se debe a la interpretación de Bilel gracias a un cierto distanciamiento que le permite enfrentarse con precisión a la complejidad del personaje, desgarrado entre la rabia y el amor, la admiración ciega que siente por su hermano.
ARTHUR RAMBO no tiene el mismo ritmo que sus películas anteriores, pero me parece que no se aparta de ellas en cuanto a enfrentarse a lo que le sorprende, desconcierta, hace reflexionar o se le escapa...
Cuando me interesan unos personajes, tengo la sensación de que necesitaría una vida para entenderlos y seguirles en todas sus contradicciones. Esta es la complejidad que intento encontrar en mis películas. Y evitar emitir un juicio o una certeza. En el caso de Karim, incluso al final, todo queda opaco o, al menos, abierto. Le observamos debatirse en una situación de la que no puede salir, un poco como haría un entomólogo con un insecto. La película acepta no explicarlo todo.
GALERÍA DE FOTOS
https://cineymax.es/estrenos/fichas/100-a/146196-arthur-rambo-2021#sigProIde83a66568d