INFORMACIÓN EXCLUSIVA
LA LEYENDA...
En 1924 se estrenó en Guayaquil el primer largometraje del cine ecuatoriano, El tesoro de Atahualpa, dirigido y producido por Augusto San Miguel. Quizás debido al desinterés o a la desidia, de la película nada ha quedado hasta nuestros días.
Solo se puede intuir, por su título, que trató sobre el mítico tesoro inca. Se dice que el botín, tras la muerte de Atahualpa a manos de los españoles, fue escondido en los Llanganates.
Desde entonces está perdido en esa región y muchos lo han buscado sin éxito.
LA PELÍCULA...
En la actualidad Atahualpa trabaja en la construcción de una carretera que va hacia el Oriente. En la zona recorre un rumor sobre un tesoro escondido a inicios de la colonia.
Una tarde, después de que Rocío, su novia, se ha ido de la ciudad, Atahualpa siente una provocación, un rumor lejano que lo traslada cien años atrás.
NOTAS DEL DIRECTOR...
Comencé con la idea de filmar en un lugar muy especifico, un trayecto que he transitado toda mi vida: la vía Aloag-Santo Domingo, el paso obligado entre la sierra y la costa desde hace mucho tiempo. La cantidad de contrastes que eso significa en sus escasos 100 kilómetros siempre me ha obsesionado. Seguramente, un trayecto similar lo realizaban nuestros antepasados.
Me gusta imaginar cómo se veía el paisaje desde el lomo de un burro, que significaba que el trayecto a pie durase más de una semana e implicase grandes peligros, qué pensaba quien se alejaba sobre un territorio desconocido.
Al Oriente es detenerse al margen de la vía. Estar ahí, en la piel de Atahualpa, un hombre que trabaja en una carretera que se busca abrir paso hacia el Oriente. Sobre él recae un complejo legado histórico que lo interpela. En un momento de hastío y crisis económica en el país, Atahualpa se pregunta por su identidad y, en un sentido muy concreto, por su nombre.