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SINOPSIS
Explora los lazos familiares entre padres, hijos y hermanos a medida que se desarrollan complejas relaciones a través de viajes personales y conflictos generacionales...
INTÉRPRETES
DANIEL DAY-LEWIS, SEAN BEAN, SAMANTHA MORTON, SAFIA OAKLEY-GREEN, SAMUEL BOTTOMLEY, SID AKBAR, LEWIS IAN BRAY,PAUL BUTTERWORTH, KARL CAM, JP CONWAY, ANGUS COOPER, ADAM FOGERTY, RICHARD GRAHAM
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LA PRODUCCIÓN...
Una crisis familiar obliga a dos hermanos a verse de nuevo, despertando profundos resentimientos y viejos secretos en ANÉMONA, una brillante primera película del director Ronan Day-Lewis, coescrita con su padre, el tres veces oscarizado actor Daniel Day-Lewis, que también es el protagonista. El largometraje marca el esperado regreso del actor a la gran pantalla después de una ausencia de ocho años.
ANÉMONA, un intenso e inquietante drama familiar en torno a un fascinante misterio, explora un violento legado, así como los profundos y complejos lazos que existen entre padres, hijos y hermanos. “Nos gustó la idea de la familia frente a la familia, la familia de la narrativa procedente de una familia de cineastas uniéndose a nuestra pequeña, aunque esencial familia formada hace más de dos décadas. Tenía un sentido espiritual para nosotros, y nos pareció un verdadero regalo”, explica Dede Gardner, que produjo la película con Jeremy Kleiner, ambos copresidentes de Plan B Entertainment.
“El guion de Ronan y Daniel nos embelesó”, añade Jeremy Kleiner. “A medida que empezamos a conocer el lenguaje visual y las obras de arte de Ronan, nos sentíamos cada vez con más ganas de aprovechar la oportunidad para llevar su mundo, con un idioma y una cadencia propios, a la gran pantalla”.
Ronan Day-Lewis, un conocido artista visual cuyos cuadros han sido expuestos en galerías internacionales, lleva haciendo cortometrajes desde niño. “Siempre fui ese niño intentando convencer a los amigos para que hiciéramos una película en el patio de casa”, recuerda. “Empecé con mi primer guion a los quince años. Además de pintar, seguí haciendo cortos y vídeos musicales en la universidad”.
En 2018, cuando aún estaba estudiando, su cortometraje The Sheep and the Wolf (La oveja y el lobo) ganó el Premio al Mejor Corto Independiente en el Festival de Cine IFS. Al poco de licenciarse, dirigió una trilogía de vídeos musicales para la pieza “Les enfants terribles”, de Philip Glass, tocada por Katia y Marielle Labèque. “Sabía que Ronan haría más cine en los próximos años”, dice Daniel Day-Lewis. “Me entristecía darme cuenta de que nunca trabajaría con él. Pero en 2020 empezamos a intercambiar ideas pensando en la posibilidad de escribir el guion de un corto a cuatro manos”.
Ronan, que tiene dos hermanos, y Daniel Day-Lewis descubrieron que a los dos les interesaba descubrir la intimidad y el conflicto inherentes a la fraternidad. Ese interés común dio pie a la historia de Ray Stoker, un hombre que se ha autodesterrado, y de Jem Stoker, el hermano al que no ha visto en veinte años y que aparece de pronto en su puerta. Jem localiza la cabaña perdida en el bosque en la que vive Ray debido a una crisis familiar y se da cuenta de que su hermano ha entrado en una espiral de paranoia.
Al principio de la película descubrimos a Ray perdido en la más absoluta soledad, alejado del mundo moderno. Su hermano Jem encuentra consuelo en la práctica de una religiosidad punitiva y en su familia. “Cuando empezamos solo teníamos indicios acerca de qué había obligado a Ray a retirarse del mundo y de por qué iba a verle Jem después de veinte años de silencio”, explica Daniel Day-Lewis. “Sabíamos que la historia debía ser muy contenida para que pudiera realizarse a pequeña escala, sin la parafernalia que suele acompañar un rodaje. Nuestra idea era que casi todo transcurriese dentro y fuera de una cabaña destartalada que Ray construyó con sus propias manos en un bosque”.
Siempre que tenían tiempo en los siguientes años, volvían al guion hasta que los personajes y las escenas empezaron a aparecer sin un perfil formal. “Al principio ninguno de los dos presionó al otro para escribir”, explica el joven Day-Lewis. “Durante bastante tiempo solo le dedicamos ratos. Dejamos que los personajes nos llevaran al momento siguiente, de una escena a la otra”. Aproximadamente con las tres cuartas partes de la primera versión escrita comprendieron que se trataba de un largometraje. “Los dos teníamos dudas, pero por razones diferentes”, sigue diciendo. “Yo no estaba nada seguro de que esta historia fuese mi presentación en el mundo del largometraje, con todo lo que conlleva. Mi padre llevaba un tiempo sin trabajar y no tenía pensado volver delante de las cámaras. Pero los dos estábamos convencidos de que era algo que queríamos hacer juntos. También sabía que si dejaba pasar la oportunidad de trabajar con él, sería algo que me perseguiría toda mi vida”.
Tardaron cuatro años en terminar el guion porque siempre escribían juntos y nunca durante largos periodos de tiempo, según dice Daniel. “Pero siempre que podíamos estar juntos, escribíamos, abriéndonos camino”.
Bastante al principio decidieron que los hermanos habían tenido que ver con un conflicto militar que les afectó de modo muy diferente. Escogieron el conflicto norirlandés.
“Viví en Irlanda desde los 7 a los 13 años; fue entonces cuando me enteré del conflicto”, dice Ronan. “Mi padre creció en Inglaterra, pero tiene una profunda conexión con Irlanda. Los vínculos de ambos con Irlanda nos hicieron escoger el conflicto norirlandés como telón histórico para la película; además, también funcionaba en cuanto a la cronología. Ambos hermanos podían haber sido soldados ingleses en 1975”.
A medida que la historia cobraba forma, los personajes secundarios que habían empezado en la periferia se convirtieron en personas. “Poco a poco, las dimensiones de la cabaña empezaron a ser claustrofóbicas”, explica Daniel. “Los personajes de Nessa y Brian siempre habían estado presentes, pero únicamente en conversaciones entre los dos hermanos. Empezamos a querer conocerlos mejor, hasta el punto de entrar en sus vidas e incluso centrarnos en ellos durante un tiempo”. Mientras escribían el guion, Daniel estaba dispuesto a interpretar a Ray o a Jem. “Estaba abierto a ser cualquiera de los dos porque los dos me fascinaban. Pero hubo un momento en que supe – no recuerdo exactamente cuándo – que a pesar de conocerlos muy bien a los dos, estaba más próximo a Ray”.
“Trabajar en esta película con Ronan ha sido algo único y maravilloso”, sigue diciendo Daniel. “En mi vida he conocido a mucha gente que trabaja muy duro, pero no conozco a nadie que trabaje tanto como Ronan. Es un líder nato, inspira a los demás. Algunos grandes directores son generales, otros son microadministradores, pero él no es nada de eso. Consiguió que el reparto y el equipo técnico disfrutaran de una libertad creativa que permitió a todos dar lo mejor de sí mismos y trabajar a su manera. Hace falta mucha seguridad para que esto ocurra. Para un pintor que trabaja siempre solo puede parecer que va en contra de su intuición, pero él creó un ambiente de trabajo muy colaborativo para todos y lo hizo con suma generosidad”.
EL LAZO FRATERNAL...
En una de sus mejores interpretaciones, Daniel Day-Lewis ha creado un retrato extremo del enigmático y ermitaño Ray Stoker. Autoexiliado en plena naturaleza después de haber vivido un acontecimiento traumático, hace veinte años que Ray busca la redención negándose a sí mismo.
“Cuando le conocemos, Ray se ha impuesto una especie de muerte espiritual”, dice Ronan. “La única forma en que puede hacer frente al trauma es desapareciendo. Se ha creado una vida ardua y ascética en la que casi se funde con la naturaleza. Se refugia en el mundo natural y en las necesidades diarias básicas de supervivencia, obedeciendo a las demandas físicas brutales que se ha impuesto. Es una forma de suicidio espiritual que empezó mucho antes de que arranque la película”.
“Conozco a hombres que fueron soldados y se alejaron de la sociedad en busca de la soledad”, apunta Daniel Day-Lewis.
Sean Bean, premiado por los BAFTA, encarna a Jem con una vulnerabilidad poco habitual. “Jem ha conseguido reconciliarse más o menos con una vida plagada de violencia. Su hermano y él fueron educados de forma violenta, pasaron por pseudoorfanatos y, finalmente, estuvieron en el ejército británico durante el peor momento del conflicto norirlandés.
Ronan creció viendo a Sean Bean interpretar a Ned Stark en “Juego de tronos”, la muy popular serie de fantasía de HBO. “Conozco su trabajo y me ha gustado desde que tengo 13 años”, dice. “No me vienen a la cabeza muchos actores con la presencia, el físico y la fuerza requeridas para encarnar a Jem. Cuando pensamos en Sean, no podíamos pensar en nadie más. Sinceramente, soy incapaz de imaginar a otra persona en el papel”.
“Sean y yo empezamos a trabajar casi en la misma época”, recuerda Daniel Day-Lewis. “Creo que he visto todo lo que ha hecho. De joven hacía cosas maravillosas y me parece que mejora cada día. Sus últimas interpretaciones son soberbias”.
Igual de destrozado que su hermano por lo que vivió durante el conflicto, Jem ha encontrado consuelo en una fe de lo más severa. “Jem ha tenido la resiliencia suficiente para enfrentarse a sus demonios con el paso de los años – aunque quizá no los haya conquistado –, y vive plenamente a pesar de eso”, dice el joven director. “Ray, sin embargo, es más frágil y vulnerable. Se trata de la naturaleza versus la educación, y también porque los dos no vivieron exactamente lo mismo”.
“Ambos compartieron una educación religiosa muy estricta. Ray se alejó de la fe siendo muy joven. He descubierto que las personas procedentes de familias religiosas rechazan la fe con un fervor cuasi religioso”, explica Daniel Day-Lewis.
Hace tiempo que la relación entre ambos hermanos es inexistente y nada ha cambiado cuando Jem por fin consigue encontrar a Ray. A medida que va rompiéndose el hielo, viejos rencores y animadversiones vuelve a surgir. “Jem es un buen hombre que protege a su familia, incluso a su hermano menor”, dice Daniel. “Pero desconoce por lo que pasó Ray más allá de que vivieron juntos. Su presencia, de por sí, sacude la vida de Ray. Crea la posibilidad de que haya un cambio”.
En una película que plantea preguntas sobre la culpabilidad, el pesar y el temor a enfrentarse al pasado, cada día en el plató se convirtió en un reto psicológico, según dice Sean Bean: “Fue increíble trabajar con alguien de tanto talento como Ronan. Su pasión y energía fueron una auténtica revelación, sobre todo porque es muy joven. Su padre tampoco se queda atrás. Trabajar con Daniel fue toda una experiencia. Cuando se rueda con él no valen los atajos, solo te queda entregarte del todo al trabajo. Lo mismo me pasa a mí”.
DAÑOS COLATERALES...
Ronan recuerda ver a Samantha Morton como Morvern Callar en la película del mismo nombre, un drama psicológico dirigido por Lynne Ramsay en 2002. “Su interpretación me dejó de una pieza”, reconoce. “Era magnética, parecía venir de otro mundo, pero también era tremendamente terrenal. Tiene una presencia asombrosa. Confeccionamos una lista de candidatas para Nessa, pero no podía imaginar a nadie que no fuera Samantha. Me parece que tiene un sentido innato del misterio. Queremos saber lo que piensa, cómo es su vida interior. Me gustó mucho la forma en que respondió al personaje”.
Como compañera de Jem y madre de Brian, Samantha Morton interpreta a una mujer callada y enigmática, cuya mirada dice más de su historia que las palabras. “Samantha es una actriz a la que llevo tiempo admirando”, añade Sean Bean. “Me alegré de que interpretara a Nessa. No tenemos muchas escenas juntos, pero lo pasamos muy bien trabajando. Basta con mirarla a los ojos para darse cuenta de que es una gran intérprete. Es una actriz cautivadora que siempre impresiona”.
“El guion es precioso, conmovedor, muy personal y poético”, dice Samantha Morton. “Me interesó que hablara de la complicada historia de Inglaterra con sus soldados y el impacto que esto tiene en la dinámica de la familia, tanto en las mujeres como en los hombres. Las experiencias traumáticas de los soldados son muy complejas. El efecto en las familias no suele verse reflejado a menudo en el cine”.
“Nessa es fuerte y directa, pero también vulnerable”, sigue diciendo. “Ha tenido que aguantar mucho, como ocurre con las esposas y familias de soldados. Pero nunca se lamentará ni se quejará”.
También disfrutó mucho trabajando con el director: “Ronan se siente muy cómodo como director. Un rodaje puede llegar a ser tenso y caótico, es complicado encontrar un poco de tranquilidad entre tanto ruido. Pero él creó un ambiente muy agradable. Fue abierto y delicado con los actores, pero también muy sabio. Era amable, comprensible y solidario, sin por eso vacilar nunca en su búsqueda de la verdad. Sabía lo quería. También tenía ganas de trabajar con Sean Bean, me parece un actor extraordinario. Sinceramente, todos los actores de esta película son de un nivel muy alto”.
Completan el reparto dos jóvenes promesas, Samuel Bottomley en el papel de Brian, el hijo de Nessa y Jem, y Safia Oakley Green como Hattie, la amiga de Brian con la que parece tener una ambigua relación romántica. “Había visto a Sam en How to Have Sex y me pareció increíble entonces”, recuerda Ronan. “Cuando se presentó a la prueba, quedó claro que tenía grandes parecidos con Brian. Irradia una vida interior casi palpable incluso cuando no habla. Gran parte del recorrido de su personaje se basa en silencios mientras lucha con el peso de lo que lleva dentro desde hace años”.
“Cuando Safia llegó para la prueba, me sorprendió que fuera tan radiante, como un rayo de luz perforando la oscuridad”, sigue diciendo. “Hay muchas zonas oscuras en la película, pero Safia irradia luz, algo que me cautivó”.
LA EXIGENTE MIRADA DEL PINTOR...
En su calidad de director, Ronan Day-Lewis aporta la sensibilidad pictórica del artista a las inolvidables imágenes de ANÉMONA, capturando la trascendental belleza del campo gales que sustituye a Yorkshire, donde nacieron los Stoker, así como la inmensa y misteriosa playa que recorren los hermanos. El cineasta dice que los recuerdos de su infancia en la Irlanda rural hacen que se sienta atraído por paisajes que comunican una sensación de sublimidad, pero también de melancolía y dureza. A la hora de pintar, se inspira a menudo en el gran representante del romanticismo, J.M.W. Turner, y esto también permea la película a través de colores luminosos, paisajes cargados de emoción y nubes amenazantes.
“Estoy acostumbrado a ver el cine y la pintura como dos cosas diferentes, pero poco a poco las imágenes que me atraen en la pintura empezaron a inmiscuirse en mi visión de la película”, explica el director. “Mis cuadros son narrativos, pero una historia puede explorarse con mucha mayor profundidad en una película. Me emociona ver las imágenes moverse”.
Reconoce que su obra pictórica y la película tienen mucho en común: “Comparten una incomodidad. Las dos se sitúan en ambientes pastorales, pero con una brutalidad subyacente. Los elementos naturales siempre sobresalen de forma despiadada, con una lluvia y un viento constante, y cosas más extrañas. La sensación de un poder espiritual brutal emana de la película, un testigo del drama humano que he extrapolado de mis pinturas inconscientemente”.
Una criatura luminiscente que se le aparece a Ray en la película también procede de la obra pictórica de Ronan: “Hay momentos en la película que pueden dar la impresión de que nos alejamos de la realidad, pero son más hiperreales que surreales. Son destellos de algo que suele estar escondido”. También se inspiró en un manuscrito miniado del siglo XVI, el Libro de los Milagros de Augsburgo, en las fotografías realizadas por Nick Waplington de la ciudad de Sheffield a mediados de los noventa y en los autorretratos de Francesca Woodman. “Fueron mis luminarias, así como la música que escuchaba de forma obsesiva durante el periodo previo al rodaje y que también hacía escuchar a mis colaboradores”, sigue diciendo. “Escuché mucho shoegaze, un género que se hizo popular a mediados de los noventa en Irlanda e Inglaterra con un sonido muy característico, etéreo, cierto toque de agresividad y con la voz del cantante a punto de sobresalir a pesar de estar casi enterrada bajo capas de sonido narcótico. Me parecía que representaba a Ray”.
La banda sonora de ANÉMONA es bastante ecléctica, con música que va desde Beethoven a The Jesus and Mary Chain, además de una partitura escrita por el compositor, artista, productor musical y músico británico Bobby Krlic (The Haxan Cloak), que ya se había encargado de la película de terror Midsommar. “Estaba convencido de que captaba ideas que no eran inmediatamente comprensibles”, dice Ronan. “Le hablé de la posibilidad de explorar la guitarra distorsionada y las voces etéreas del género shoegaze sin perder el ADN clásico. Encontró un equilibro asombroso entre una guitarra intensa, distorsionada y potente con momentos muy emotivos”.
En las primeras conversaciones entre el director y el compositor hablaron sobre todo de lo que Bobby Krlic veía en la película. “Ronan no impone sus ideas, no quiere saberlo todo”, dice el compositor. “En vez de hablar de lo que debía comunicar la música, hablamos de la música que le gusta, o sea, sobre todo música orquestal minimalista, shoegaze y la guitarra lo-fi del bedroom pop. Todo parte de esto”.
La pista principal de ANÉMONA ejemplifica perfectamente la sensación que transmite la partitura. “Se trata de varias guitarras grabadas en casetes y degradadas posteriormente”, explica Bobby Krlic. “Encarna el sentimiento de recuerdo y recorrido que permea la película, acrecentándose mediante una sección orquestal en un tema plenamente lo-fi shoegaze hacia el final. Creo que esto encapsula con precisión lo que intentamos que fuera la partitura”.
La instrumentación cambia en el transcurso de la película, como también lo hace el sonido. “Nuestra idea era que la película comunicara mucho aunque hubiera pocos músicos”, sigue diciendo el compositor. “Nos limitamos a un octeto de cuerda. Todo el resto soy yo tocando en mi estudio grabando con un casete, varias guitarras acústicas y unas cuantas eléctricas conectadas a un pequeño amplificador”.
“Me esforcé mucho en comunicar algo en esta película, algo que no suele abundar en el mundo de partituras fílmicas”, acaba diciendo. “Quería que contuviera todos los sentimientos y temas de la película, pero que también tuviera vida propia, como un disco que me apeteciera mucho escuchar”.
Ben Fordesman, el director de fotografía de ANÉMONA, es uno de los más solicitados de la industria después de que el Cine Independiente Británico le premiara en dos ocasiones por Sangre en los labios y Saint Maud. “Cuando vi Sangre en los labios, me interesé inmediatamente por saber de quién era la fotografía”, recuerda Ronan. “Su sentido del color y su forma de utilizar la luz es muy especial. Cuando empecé a pensar en un director de fotografía para ANÉMONA, siempre me venía su nombre a la cabeza. Estaba convencido de que estaría dispuesto a adentrarse en caminos inesperados”.
Ben Fordesman dice que la experiencia de Ronan como pintor y su frecuente uso del color azul se convirtieron en referencias clave: “Incorporamos estas influencias en el diseño de producción y en la fotografía, a menudo rodando escenas en la ‘hora azul’ crepuscular. Las escenas a la luz de la luna también se basaban en estas premisas durante los paseos nocturnos de los personajes”.
Ronan creó una lista de tomas que revisó y aumentó con Ben Fordesman. “Dibujé detalladamente las secuencias de mayor intensidad visual. Ben creó un mundo en claroscuro donde siempre hay un misterio agazapado en la esquina. Hablamos mucho de la filosofía del movimiento de cámara, de su conexión con los elementos y la sensación de que el viento se metía cada vez más dentro de la psique de Ray. La cámara debía ser omnisciente a la hora de revelar información, pero también debía ser hipersubjetiva, como un rayo X”,
Ben Fordesman supo captar la dinámica de poder y las fluctuaciones emocionales entre Jem y Ray. “Nos inclinamos por un encuadre muy definido, a menudo aislando a los personajes en sus respectivos mundos sin por eso dejar de enfatizar lo muy conscientes que son el uno del otro”, explica. “Un trabajo de cámara subjetivo, encuadres superiores/inferiores y portales de transición cuidadosamente diseñados entre personajes muy distantes nos ayudaron a crear un lenguaje visual directamente conectado con la inmensidad de los paisajes. A la vez, ciertos elementos metafísicos invaden la vida de Ray, ofreciendo pistas de lo que fue su pasado y de lo que podría ser su futuro”.
Ambos, Ronan y Fordesman, se inclinaron por un formato 2.39:1 para abarcar los inmensos paisajes de la película. “También nos ayudó a resaltar la sensación claustrofóbica de la cabaña”, dice Ronan. “Como si Ray y Jem estuvieran metidos en un tornillo de banco imaginario que va cerrándose poco a poco. Incluso no pareció que los primerísimos planos podían asemejarse a una cámara de tortura”.
Dentro de la cabaña, la fotografía es muy concreta. “Había muy poco sitio donde esconder la iluminación tradicional”, explica Fordesman. “Las escenas de noche debían dar la impresión de estar rodadas con lámparas de aceite. Al trabajar en un lugar con tan poco espacio, la colocación de las luces era esencial”.
Ningún detalle se le escapaba a Ronan. Trabajó mucho con el colorista de la película para emular el tono del negativo Fuji. "Quería que todos los colores tuvieran la misma luminosidad. Buscaba un tono de verde muy específico que fuera fresco y también luminoso”.
El montaje de ANÉMONA siempre fue preciso e intencionado. “Nathan Nugent es un maestro de la edición”, alaba Ronan. “Tuvimos la enorme suerte de que estuviera con nosotros durante el rodaje y empezó a montar entonces. Hablábamos muy a menudo y me decía cómo progresaba”.
Las primeras charlas del diseñador de sonido Steve Fanagan con el joven director convencieron al primero de que Ronan entendía que el sonido era una herramienta creativa dentro de la película. “Nos pusimos de acuerdo durante la preproducción en qué debía grabarse por adelantado”, explica. “Nos dio una oportunidad única para crear efectos de sonido en el plató durante la tormenta de granizo o la caza de la liebre, lo que ayudó a los actores a mejorar sus interpretaciones”.
Steve Fanagan estaba en contacto constante con el equipo de sonido in situ, encabezado por Stevie Haywood. “Una colaboración estrecha fue para conseguir una banda de sonido inmersiva”, dice. “Nos centramos en grabar diálogos muy limpios, sonidos de ambiente y efectos especiales en condiciones difíciles con la idea de crear unos cimientos potentes e inmersivos para la narración”.
“El ruido del viento, de la lluvia, del duro entorno en el que vive Ray hace que el público se meta en su cabeza y oiga el mundo desde su perspectiva”, sigue diciendo. “Hablamos mucho de cómo utilizar el sonido para que el público pudiera entender de forma subconsciente del aislamiento de Ray en un entorno muy inhóspito. El uso del viento, de la lluvia y de otras inclemencias meteorológicas nos hace ver cuán peligroso es vivir allí e incluso insostenible”.
El diseñador de sonido y el director se inspiraron en cómo había utilizado el sonido otro director para subrayar sutilmente el desarrollo de la historia. “Steve trabajó meses para encontrar el viento adecuado, recuerda Ronan. “Estudiamos las escenas transicionales en los pasillos en Terciopelo azul, y una escena de Fellini 8 ½ cuando se paran en un callejón casi en silencio, excepto por el ruido del viento. Tiene una curiosa cualidad espiritual”.
En muchos aspectos, ANÉMONA fue el proyecto soñado para un diseñador de sonido, dice Steve Fanagan: “El mayor reto para el trabajo de sonido fue estar a la altura de un guion increíble, de unas magníficas interpretaciones y de un gran profesionalismo, desde una impresionante fotografía, un diseño de producción visceral, un vestuario sutil y detallado, el cuidadoso diseño de peluquería y maquillaje, hasta el perfecto montaje. El sonido debía apoyar a todos estos elementos sin que se notase, sin apabullarles. Formar parte de esta película fue muy especial, una colaboración muy gratificante para todos”.
LEJOS DE LOS CAMINOS TRILLADOS...
La mayoría de la acción transcurre en el entorno de Ray y se rodó principalmente en el País de Gales. Lo más importarte fue encontrar el decorado idóneo. Chris Oddy, el diseñador de producción, supuso que Ray, un antiguo zapador del Cuerpo de Ingenieros del Real Ejército Británico, debía tener los conocimientos suficientes para construir y mantener en pie una cabaña. “Es un hombre práctico, y cuando decidió aislarse, buscó una vieja estructura que pudiera rehabilitar”, explica. “En las islas británicas abundan; a veces solo queda la chimenea o restos de paredes”.
Mark Walledge, supervisor de localizaciones, encabezó la búsqueda de un lugar apartado donde podría construirse la cabaña. “Ray lleva veinte años alejado del mundanal ruido”, dice. “El guion no especifica un lugar exacto, solo habla de una zona remota en algún punto de Gran Bretaña, pero imaginamos que estaría cerca de Sheffield, su ciudad natal. No tardamos en descubrir algo asombroso”.
“Encontramos el sitio perfecto durante nuestra primera búsqueda”, dice Chris Oddy. “Una casa de piedra medio derruida construida en 1840. Es muy probable que siguiera habitada hasta los años setenta, pero cuando la encontramos, solo quedaban las paredes y un piso de tierra”.
La recreación de la cabaña de Ray dentro de la ruina requirió el esfuerzo combinado de Chris Oddy, Ronan y Daniel. “Chris fue muy meticuloso a la hora de diseñar la cabaña”, dice Ronan. “Tuvo en cuenta cada aspecto del entorno de Ray. ¿Cómo sobrevive en condiciones tan duras? ¿Cómo organiza un espacio tan reducido? Lo estudiamos todo, hasta qué libros tendría, con qué habría aislado el techo. Era importante colocar los muebles y los objetos de tal forma que encajaran con la vida del personaje y los requisitos de la cámara. Algunas de las tomas que ya tenía pensadas nos indicaron dónde debía estar situada la cama con relación a la chimenea, el sillón con relación a la mesa. También cuidamos mucho los colores, desde las latas en las estanterías hasta las manchas de las paredes.
Para Chris Oddy, el entorno de Ray era una especie de purgatorio autoimpuesto, un sitio seguro, pero que nada tiene que ver con un hogar. “Nos planteamos qué haría un ingeniero para que fuera vivible, pero tampoco muy cómodo. Daniel quería que todo fuera factible. Por ejemplo, ¿cómo consigue electricidad? No me imaginaba que no tuviera electricidad en 1995, sobre todo porque el guion dice que escucha música. Tiene un generador y carga las baterías. Utiliza lámparas Tilley a base de keroseno y también cocina con keroseno”.
Chris Oddy dice que Daniel Day-Lewis escogió personalmente cada uno de los objetos de la cabaña basándose en el carácter de Ray. “Hay almanaques y novelas, y discos. No hay muchos muebles y todo fue comprado de segunda mano. Ray tiene un enorme suministro de latas de sardinas y conservas de verduras de su huerto. Pensamos que habría revestido las paredes con una mezcla de barro y paja. Añadimos sacos llenos de paja y de lana de oveja para mantener el interior caliente. El tejado está hecho de trozos de hojalata que encontró y juntó. Todas sus pertenecías son prácticas y necesarias”.
Cuando acabaron con la cabaña, la chimenea era lo único que quedaba de la estructura original. “Todo lo demás, las ventanas, puertas, tejado, lo que hay dentro, se construyó para la película, incluso lo que rodea la cabaña”, explica Chris Oddy.
Pero la estructura tuvo que duplicarse con total exactitud en el plató de un estudio. “Siempre supe que había varias tomas importantes que requerían una grúa dentro de la cabaña o rodarse retirando una pared”, añade Ronan. “Se hizo una réplica de la cabaña en el plató del estudio que nos dio mayor libertad para rodar ciertas secuencias. El cuidado con los detalles que demostró Chris fue asombroso. Equiparó el suelo hasta el punto de replicar exactamente las manchas”.
EXTRAÑOS MUNDOS DESCONOCIDOS...
No hay nada realmente autobiográfico en la historia de ANÉMONA, pero hace tiempo que Ronan empezó a interesarse por lo complejas que pueden llegar a ser las relaciones entre hermanos. “Somos tres hermanos y me apetecía explorar la volatilidad e intimidad de estos lazos”, dice. “Se puede pasar del amor a la rabia en cuestión de segundos. Es algo que entendía a un nivel básico”.
Añade que una de las razones por las que siempre quiso hacer cine es crear portales que permiten entrar en otros mundos. “El mundo de la película no se parece en nada a mi mundo, y la vida de los personajes es muy diferente a la mía”, termina diciendo. “Rodar esta película ha sido casi como pintar un cuadro, aunque abarca mucho más. Es emocionante colaborar con tanta gente de forma intensa porque cuando pinto, estoy solo. Únicamente cuento conmigo mismo. Pero hacer una película equivale a crear un extraño mundo desconocido en el que todos entramos juntos”.
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