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NOTAS DEL DIRECTOR...
Le he estado dando vueltas a la idea del crimen y al acto de matar después de haber visto una serie de televisión acerca de criminales en Rumania hace algunos años. Lo que más me sorprendió es que la mayoría de esos crímenes fueron perpetrados por personas que se conocían entre si: familiares, amigos, compañeros de trabajo o vecinos.
También me di cuenta que como ciudadano corriente tenía acceso a este “mundo del crimen” a través del cine, la literatura o la televisión. Siempre estuve convencido que los medios de comunicación transgiversan el perfil de los asesinos así como también el del acto de matar. He tratado de visualizar el perfil de un asesino comenzando por las pruebas y terminando con sus propias confesiones – a menudo el único testigo del asesinato – y poco a poco comencé a entender como se desarrollan los acontecimientos y como una cosa lleva a la otra hasta que se comete el crimen. Sin embargo, todavía sentía que me acercaba más al cine que a la vida real.
Teniendo esto en cuenta y el deseo de evitar clichés que con demasiada frecuencia se transmiten en las películas, mi propósito con AURORA es reconstruir el acto de matar mediante la integración de la historia personal del criminal en el delito y evitando cualquier forma de discurso que, a su vez, convertiría el asesinato en un acto maravilloso.
A veces la confesión de un homicida parece suficiente explicación para saber lo que pasó por su mente durante el acto de matar pero… ¿Como uno puede volver a contar con exactitud y precisión una situación tan extrema como es la de acabar con la vida de otra persona? ¿Qué comparación podemos establecer entre la experiencia de matar a alguien basándonos en nuestras propias experiencias como personas que nunca hemos matado a nadie?. Después de llevar a cabo mi investigación, me di cuenta que lo que sabía o creía saber acerca del mundo de la delincuencia no se parecía en nada a la realidad actual. Los criminales son gente normal, y es aterrador porque son tan similares como las personas que uno ve diariamente… tan similares a mi. Tan imperfecto como cualquier hombre de la calle, el delincuente, la víctima y el investigador, despojado de todo glamour de Hollywood, que obviamente pertenecen a un mundo aparte, un mundo condenado, un mundo cercano al nuestro y, al mismo tiempo, totalmente ajeno a nosotros. ¿Cómo puede captar uno el acto de matar, el contexto en el que el delito se lleva a cabo y el personaje del criminal y la víctima? ¿Puede la intención de un asesino estar contenida dentro de los límites de un discurso cinematográfico? Cuánta libertad tengo que crear, dado el hecho de que, incluso toda la representación documental puede ponerse en duda, desde el momento del crimen y el momento de la confesión, los cuales son dos situaciones completamente distintas, y no importa lo que uno haga, el crimen real se distingue del crimen relatado.
Más allá de las preguntas que puedan surgir de este tema y, más allá de mis inquietudes personales acerca de ellos, he trabajado sin descanso para hacer una película “realista” y tratar de reflejar el clima tóxico post comunista reinante en Bucarest con la mayor precisión posible. Los documentales acerca del realismo son una constante en mi visión general de la película, por lo tanto, la imágenes brutas del film están acompañadas por la grabación de sonido directo. He trabajado con actores profesionales y no profesionales, he tratado de reconstruir el acto de matar porque creo que representa el lado oscuro de la gente que veo todos los días: las personas que nunca han cometido un asesinato.