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SINOPSIS
Mason es un diplomático estadounidense que abandonó el Líbano en los años setenta tras producirse un incidente. Una decena después la CIA lo reclama de vuelta a Beirut con una misión bastante clara y que solo él puede llevar a cabo. Mientras una agente de la CIA se encuentra encubierta en la embajada y tiene como misión mantener a Mason con vida y que todo se lleve a cabo...
INTÉRPRETES
ROSAMUND PIKE, JON HAMM, SHEA WHINGHAM, DOUGLAS HODGE, DEAN NORRIS, MARK PELLEGRINO, KATE FLEETWOOD, JONNY COYNE, LEILA BEKHTI, ALON ABOUTBOUL, LARRY PINE, SONIA OKACHA, BEN AFFAN, IAN PORTER, MOHAMED ATTOUGUI
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LA PRODUCCIÓN...
La historia de Beirut ya le rondaba a Tony Gilroy en la cabeza antes de escribir los guiones del aclamado thriller El caso Bourne, el filme Michael Clayton, que optó al Oscar a mejor película, y Rogue One: Una historia de Star Wars, un éxito en las taquillas de todo el mundo. Allá por 1991, cuando trabajaba en la comedia romántica Pasión por el triunfo, Gilroy conoció al productor Robert Cort, que había trabajado como analista de la CIA. “Hablamos mucho sobre geopolítica y Robert me comentó que la historia de un negociador diplomático podría dar para una película fascinante”, comenta Gilroy. “Por entonces, Beirut estaba en boca de todos porque acababa de salir el libro de Tom Friedman titulado From Beirut to Jerusalem. Nos pareció que podría ser interesante contar una historia ficticia sobre un negociador con un trasfondo político real, aunque no estuviera basada en una hechos reales”.
Para escribir el guion, Gilroy se basó en algunos de los acontecimientos que ocurrieron en la ciudad, como el secuestro del jefe de la estación de la CIA William Buckley en 1984. “Me pareció que ilustraba bastante bien qué pasaría si secuestraran a un alto cargo de la CIA”, apunta Gilroy.
“De hecho, encontraron el cuerpo de Buckley justo cuando estaba terminando el guion y salió en todas las noticias, así que me vino bastante bien en ese sentido. Es una historia horrible y dramática”.
Durante el proceso de investigación, Gilroy fue descubriendo montañas de información que sirvieron de base para concebir acontecimientos que podrían haber ocurrido en el Líbano tres décadas antes. “Entre que hablé con bastante gente por teléfono y que reuní muchísima documentación, me empapé de todo lo que sucedió en el Líbano durante los tres meses que retratamos en la película”, explica Gilroy. “Descubrí un montón de cosas interesantes. Por ejemplo, no tenía ni idea de que la OLP fuera tan compleja, tan jerárquica y tan corrupta.
Tampoco conocía los rebuscados motivos por los que Israel quería entrar en el Líbano ni las vueltas que dio Israel para justificar la invasión de la zona. Sabía lo de la administración Reagan y que enviaron para allá a George Schultz, Oliver North y Robert McFarland, y lo de los acontecimientos que desencadenaron el atentado en la embajada de EE. UU. en Beirut. Pero solo me sonaban por encima, no he conocido a fondo todos los detalles hasta que me he puesto a informarme sobre la época”.
Gilroy se inspiró en el estilo literario de John Le Carré, máximo exponente del género del espionaje, para desarrollar la psicología de su protagonista al encontrarse en aquel país en ese momento de disfuncionalidad política. “Sus libros me parecen fantásticos, aunque no siempre han funcionado bien en el cine. Será porque resulta muy difícil condensar tal cantidad de información en una película”, apunta. “Me motivaba mucho crear un guion al más puro estilo Le Carré, pero adaptado a un metraje de dos horas. La idea de un personaje como Mason, que se lleva un mazazo tan importante, también es muy Le Carré”.
El protagonista de Beirut es claro precursor de los héroes imperfectos sobre los que han girado algunos de los proyectos más conocidos de Gilroy. “Con Mason empecé a interesarme por esospersonajes en busca de redención, como Jason Bourne y Michael Clayton”, confiesa Gilroy. “Al escribir Beirut quería contar la historia de estas personas que están atrapadas por una situación política, pero también la de Mason, que debe enfrentarse a su pasado y a sus inseguridades”.
Cuando Gilroy completó el guion en 1992, muchos actores y directores de primera empezaron a tantear el proyecto, que entonces se titulaba High Wire Act. Pero el proyecto era demasiado arriesgado, nadie quería lanzarse a llevar a la pantalla este retrato ficticio sobre los tejemanejes de EE. UU., Israel y la OLP en 1982. “El problema es que el guion es muy real”, comenta Gilroy.
“El comportamiento de la OLP deja mucho que desear. Lo mismo puede decirse de Israel. Y del Departamento de Estado de EE. UU. El único que queda bien en ese momento es el protagonista de esta historia”.
Al ver que ningún estudio movía ficha con Beirut, Gilroy abandonó el proyecto y se centró en otras cosas hasta que Mike Weber, productor de Radar Pictures, desempolvó el guion en 2003.
“Fue una de las primeras cosas que leí cuando llegué a Radar”, recuerda Weber. “El guion de Beirut me encantó, pero me preocupaba cómo ponerlo en marcha sin hacer ninguna concesión, puesto que las cosas más complicadas son precisamente las que hacen que sea tan buen
proyecto. Tuve un Post-It con la palabra ‘Beirut’ pegada al monitor durante un montón de años”.
La película tomó forma de proyecto comercial después del lanzamiento de Argo en 2012.
Además de hacerse con el Oscar a la mejor película, el filme ambientado en 1979 recaudó 232 millones de dólares en todo el mundo y demostró que los thrillers políticos ambientados en Oriente Medio podían meterse a la crítica en el bolsillo y arrasar en taquilla. Con esas, Weber resucitó Beirut con la bendición de Gilroy.
“El drama seguía siendo muy intenso, pero la radioactividad política de la historia estaba muy pero que muy superada”, comenta Gilroy, que dedicó tres meses a repasar el guion. “Ya no se habla mucho de lo que pasó en el Líbano en el invierno de 1982. Llegados a este punto, nos centramos más en lo que serían los nietos de aquellos problemas originales”.
LA VISIÓN DE UN DIRECTOR...
Con la ambición renovada, Weber le propuso a Brad Anderson dirigir la película. Anderson, un director y guionista independiente con un largo currículo a sus espaldas, ya había demostrado su capacidad para dirigir películas de suspense con protagonistas intensos en proyectos como El maquinista, con Christian Bale, y Transsiberian, con Woody Harrelson. “Brad maneja a la perfección la tensión y el ritmo”, comenta Weber. “Transsiberian tiene ese ritmo frenético que queríamos para Beirut. Entendió cómo potenciar las claves del thriller y lo convirtió en una historia realmente apasionante”.
Anderson comenta que se sintió muy atraído por el ambiente exótico y el drama interpersonal que conjuga Beirut. “Me resulta muy interesante el mundo en el que se desarrolla la historia de Tony. No sabía mucho sobre Beirut, así que lo que me enganchó fueron los personajes. Me fascinó Mason: un alma en pena que intenta salvar a su amigo para redimirse. Esa es una sensibilidad dramática muy clásica”.
En cuanto al tono de la película, Anderson comenta que una de sus mayores influencias fue El año que vivimos peligrosamente, la película Peter Weir de 1982 ambientada en Indonesia. “Ese filme te traslada a un mundo tan peligroso como sensual”, dice el director. “Con unos personajes que intentan buscar bondad y esperanza en un lugar desgarrado por la guerra.
Queríamos conseguir algo así con Beirut. También nos inspiramos en películas dramáticas con final abierto, como El topo o El espía que surgió del frío, que se ambientan en esos mundos de espías”.
Cuando Rawat y Levinson se reunieron con Anderson, quedaron impresionados con el compromiso del realizador con la autenticidad. “Brad tenía una visión y sabía cómo quería contar la historia”, dice Levinson. “Enseguida empezó a hablarnos de localizaciones, así que viajamos a Marruecos para hacer una primera toma de contacto. Al pasear por Tánger, Brad ya nos fue mostrando dónde quería rodar y la película fue tomando forma en mi cabeza solo con escucharlo. En ese sentido, Brad ha profundizado mucho más en la historia de lo que hubiera imaginado al leer el guion”.
JON HAMM - EL NEGOCIADOR...
A Jon Hamm, ganador de un Emmy bajo el brazo por el papel de Don Draper en la exitosa serie “Mad Men”, le atrajo Beirut por ser un thriller bien hilado que llega como un soplo de aire fresco a un mundo dominado por las superproducciones palomiteras. “El cine parece haberse olvidado de los acontecimientos políticos importantes”, comenta el actor. “Me hacía ilusión participar en una película que trataba un tema importante y no recurría a la acción para llevar el peso de la trama ni estaba basado en un cómic, que parece ser la tónica habitual para las películas de gran presupuesto que se estrenan actualmente”.
A Hamm también le intrigaba el protagonista de Beirut, Mason Skiles. “Es un comunicador, no un asesino”, dice Hamm. “No llega con un martillo mágico, ni lanza un hechizo ni hace cosas que no podría hacer un ser humano. Como negociador, Mason tiene el don de hablar con la gente de manera directa, sin dobleces. Básicamente les está diciendo: ‘Tienes algo que quiero y yo tengo algo que quieres. Tenemos que llegar a un acuerdo de forma que a cada uno nos cueste algo pero que ambos salgamos ganando’”.
Hamm se inspiró en funcionarios reales para crear su personaje: un negociador pragmático con mucha sangre fría. “He tenido la enorme suerte de conocer a varios diplomáticos y siempre me ha resultado muy interesante conocer su opinión sobre determinadas situaciones”, comenta Hamm. “La gente que vive en un país no es el suyo siente un respeto tremendo por la cultura local y la política local para poder entender qué está pasando a su alrededor. Y eso es lo que he intentado hacer con el personaje de Mason. Es una especie de moderador. Quiere que ganen las dos partes. No está ahí para minar al gobierno. Hay que tener muchas tablas para ser respetuoso e inteligente en ese tipo de negociaciones”.
Al ir documentándose para el papel que interpreta en Beirut, Hamm, que ya era seguidor de la carrera de Tony Gilroy antes de trabajar en este proyecto, atosigó al autor con preguntas sobre el lío político que su guion traslada a la gran pantalla. “Tony me contó que la tensión lleva años escalando, pero que la cosa ha empezado a ponerse más serie en los últimos años, con acontecimientos como el 11-S, lo que está pasando en Siria y el tema del Estado Islámico.
Además de los candentes temas políticos que plantea Beirut, a Hamm también le apetecía explorar el trauma personal que añade humanidad al personaje de Mason. “Cuando conocemos a Mason parece tener la vida resuelta e intenta contribuir a la sociedad”. Después ve cómo su vida se va al traste en cuestión de segundos. “A Mason le cuesta mucho volver a arrancar después de esta terrible tragedia. Cuando se ve de nuevo en el sitio donde todo ocurrió, empieza a reencontrarse con la felicidad y a reconciliarse consigo mismo”.
Fue dándole cuerpo al personaje basándose en el guion de Gilroy y fiándose de que Anderson no soltara el timón una vez comenzado el rodaje. “Brad se conocía el guion de arriba abajo y sabía lo que buscaba en cada escena”, comenta Hamm. “Dicho lo cual, permitía que todos añadiéramos nuestro granito de arena para crear este buffet visual y sonoro compuesto por experiencias, palabras e imágenes. Brad ha sido como un director de orquesta, siempre atento a la música que esperaba sacar de cada uno de nosotros”.
Desde la perspectiva de Anderson, Hamm personifica ese hombre dinámico con un pasado tortuoso que había escrito Gilroy. “Jon y yo queríamos dar la sensación de que Mason es un hombre roto que vive en una ciudad rota” apunta Anderson.
ROSAMUND PIKE - LA SUPERVISORA...
La actriz británica Rosamund Pike se mueve como pez en el agua en escenarios peligrosos, como ya demostró metiéndose en la piel de Amy, la mujer fatal protagonista de Perdida. En Beirut la “chica Bond” de Muere otro día interpreta a la supervisora de Mason, una agente de la CIA llamada Sandy Crowder. “Sandy lo tiene todo bajo control”, dice Pike. “Es una especie de protofeminista que disfruta de la situaciones andrenalínicas. Supongo que también le gusta servir a su país, aunque no vaya con la bandera por delante”.
Para preparar el papel, Pike leyó el libro de Robert Fisk sobre la historia del Líbano, titulado Pity the Nation, y se documentó sobre el papel de las mujeres en la CIA hace 35 años. “Era un entorno difícil para las mujeres en los años ochenta”, comenta. “Había pocas mujeres entre los agentes. Tenían unas 14 categorías profesionales y salariales y las mujeres solían llegar hasta la séptima como mucho”.
Una de las tareas de Sandy Crowder es la de guardar secretos, algo que tiene un efecto importante en su vida privada. “Como no se fía de nadie, nunca se abre. Aunque Brad ha dirigido algunas de las escenas de manera que conseguimos entenderla un poco mejor”, apunta Pike. “Me lo he pasado en grande con Sandy porque no tenía que enamorar a un hombre, lo cual es bastante liberador. El personaje queda definido por sus acciones. Las decisiones que toma Sandy bajo presión afectan el resultado de la historia y eso me parecía bastante interesante”.
La química entre Pike y Hamm le añade todavía más dinamismo y tensión a la historia de Beirut.
“Es un placer trabajar con Ros”, dice Hamm. “Aparece en el segundo acto y es muy misteriosa, por lo que me resultó muy interesante forjar esta relación entre Mason y Sandy. Mason debe confiar en ella sin conocerla de nada. Y ahí está su duda: ¿Sandy es de fiar? Esa dinámica interpersonal encaja muy bien con la naturaleza política y la intriga que se desarrolla al ir avanzando en la trama, cuando vamos entendiendo las motivaciones que hay detrás de cada una de las acciones”.
DIPLOMÁTICOS Y ESPÍAS...
El reparto de Beirut lo completan intérpretes de la talla de Dean Norris, Shea Whigham, Mark Pellegrino y Larry Pine como agentes de la CIA y funcionarios del gobierno encargados de controlar la incontrolable situación en Beirut. “Es como una reunión en la cumbre de agentes de la CIA”, dice Anderson. “Dean, Shea, Mark y Larry se han metido mucho en sus personajes, con esos peinados ochenteros tan horribles, los trajes incómodos y todo lo demás”.
Norris, galardonado con un premio del Sindicato de Actores por el papel de “Hank” en “Breaking Bad”, está prácticamente irreconocible como el agente de la CIA Donald Gaines, con un peluquín y gafas de culo de botella. “No queríamos que la gente lo relacionara con el papel de ‘Breaking Bad’ porque eso les sacaría de la película”, comenta Anderson. Norris explica que su personaje intenta resolver los conflictos internacionales con más fuerza que maña. “Necesitas una de cal y una de arena”, comenta Norris. “Quieres que Mason consiga resolverlo por la vía diplomática, pero siempre necesitas tener a mano a alguien como Gaines por si hay que recurrir al respaldo de la CIA”.
Shea Whigham interpreta a un turbio agente político llamado Gary Ruzak. “Nos basamos en Oliver North para el personaje”, explica Anderson, refiriéndose al conocido asistente militar del presidente Ronald Reagan durante el escándalo Irán-Contra. “Ruzak siente lealtad hacia el presidente. Es un agente que llega al Líbano para arreglar la situación antes de que se vaya a pique y estaría dispuesto a negociar hasta con el diablo si hace falta”.
Whigham, que había trabajado anteriormente con Anderson en la serie dramática “Boardwalk Empire” (HBO), comenta que lo primero que hizo fue estudiar la psicología de Ruzak.
“Nunca juzgo a los personajes que interpreto. Tienes que sentir empatía por este tipo de personas que tienen que saber desenvolverse a ambos lado de la ley. Ruzak se siente agente de la CIA antes que persona, así que intenté encontrar esa profundidad y expresar las dos caras de mi personaje como ser humano”. Whigham atosigó a Gilroy con preguntas sobre el contexto en el que se desarrolla Beirut y comprendió el enorme compromiso y esfuerzo que se le exige al servicio secreto de EE. UU. “Estos agentes trabajan en la sombra y ponen su vida en peligro 365 días al año por su país”.
Mark Pellegrino (The Big Lebowski, “Sobrenatural”), que interpreta a un agente de la CIA llamado Cal, estudió a fondo las circunstancias reales que podrían haber rodeado a su personaje ficticio. “Leí libros para informarme de la locura política que retrata esta historia”, comenta Pellegrino. “Cal y Mason tienen muchísima confianza por todo lo que han pasado. Son como amigos de trincheras. Tienen un vínculo ideológico y personal muy fuerte”.
Además de un gran reparto de actores de personajes estadounidenses, Beirut presenta una cara nueva al público estadounidense: Idir Chender, un actor de origen argelino pero residente en París que interpreta a Karim de adulto. “Me quedé impresionado cuando vi el primer casting de Idir”, comenta Levinson. “Había captado muy bien el sufrimiento por el que habría pasado este personaje y los retos a los que se enfrenta como jefe de una célula terrorista”.
Cómo vestir en una ciudad multicultural:
Al leer el guión de Gilroy, el diseñador de vestuario francés Carlos Rosario se dio cuenta de que en Beirut convivían multitud de culturas, cada una con un estilo diferente. “En cuanto me puse al día de la situación geopolítica de Beirut en aquel momento, supe lo que necesitaba hacer como diseñador de vestuario”, comenta Rosario, que se formó con la oscarizada Colleen Atwood (Sleepy Hollow, Chicago) antes de debutar en solitario con el vestuario de la aclamada película independiente No respires. “Esta ciudad reúne a gente muy distinta, de clases sociales muy diferentes, y podía reflejarlo con autenticidad a través de la ropa”.
El equipo de Rosario fabricó el vestuario en Marruecos y ha querido que los estilismos fueran sinónimo de identidad cultual. “Queríamos distinguir entre los sunís, los chiíes y los drusos, y también entre los musulmanes de la parte occidental de Beirut y los cristianos del este”, comenta Rosario. “Cada etnia tiene su propio estilismo, hasta el punto de que más que crear un mundo sentía que estaba creando varios mundos habitados por personas con diferentes creencias religiosas”.
Basándose en las descripciones de Gilroy, Rosario creó un estilismo específico para cada uno de los personajes protagonistas y se documentó sobre la época viendo documentales sobre Beirut en la época. No obstante, la fuente de inspiración más valiosa fue una mujer libanesa que conoció en Marruecos durante la preproducción. “Se crió en el Líbano pero se marchó del país cuando estalló la guerra civil en el 75. Después volvió a principios de los 80, con lo que encajaba perfectamente con los años que representamos en el filme”, comenta Rosario. “Se lo pasó en grande ayudándonos. Le mandó mensajes a sus amigos en Beirut y ellos nos mandaron por email un montón de fotos de gente en Beirut a principios de los años 70 y 80. Nos ayudó muchísimo”.
Rosario creó tres cambios de vestuario para reflejar la diferentes situaciones personales de Mason. “Cuando conocemos al personaje de Jon Hamm en Beirut a principios de los 70 es un hombre extrovertido, casi fanfarrón. Por eso va como un pincel en la fiesta con ese traje blanco roto. Se siente como pez en el agua en ese cóctel, lleva las riendas de su vida”.
Diez años después, la ropa de Mason da a entender que se ha dado al alcohol en esta nueva etapa como negociador de disputas laborales y ha perdido la alegría de vivir. “Me centré en crear un estilo desaliñado para trasladar que la vida de Mason se está viniendo abajo”, dice Rosario. “Cuando vuelve a Beirut quería que el público se fijara en el personaje y en la trama más que en el estilismo, de ahí que haya tirado por americanas y camisas clásicas”.
Anderson animó a Rosario a diseñar un estilo que acentuara las dificultades de este intruso estadounidense para encontrar su sitio en una ciudad de Oriente Medio destrozada por la guerra. “Hay una escena a mitad de película en la que Mason lleva una camisa Oxford y unos mocasines mientras pasea por una plaza desierta que acaba de ser arrasada”, comenta Anderson. “Ese tipo de contraste es justo lo que buscaba, porque transmite la alienación del personaje”.
EL RODAJE EN TÁNGER...
A excepción de un día en Rhode Island, Beirut se rodó en los alrededores de Tánger, en el noroeste de Marruecos en el verano de 2016. “Tánger nos pareció la opción perfecta para recrear Beirut porque no se ha modernizado, al contrario que muchas otras zonas de la región”, dice Weber. “Al estar en Tánger con todas esas localizaciones, sentías como si hubieras viajado en el tiempo”.
Tánger resultó ser el sustituto perfecto de Beirut gracias a una circunstancia un tanto curiosa de su historia reciente. “La ciudad vivió un boom inmobiliario hace unos diez años, financiado con dinero del narcotráfico”, explica Levinson. “El gobierno paró todas las construcciones cuando se percató de la situación, por lo que hay un montón de edificios a medias. Como el gobierno no quería que se llenaran de ocupas, las destrozaron con excavadoras y martillos hidráulicos. Nos vino de perlas encontrarnos todo eso en Tánger”.
Dada la gran cantidad de escenarios reales, el diseñador de producción Arad Sawat se centró en dar con los lugares que mejor encajaban con la historia. “No tuvimos que crear muchos escenarios”, comenta Sawat. “Rodar en Tánger fue maravilloso para recrear la atmósfera de la ciudad. Es decir, la arquitectura de esos edificios medio derruidos cuenta la historia de una ciudad salpicada de sangre, religión y venganza”.
Hamm opina que al rodar en Marruecos y sus desiertos, la película goza de un realismo que hubiera sido imposible de recrear en Estados Unidos. “Tánger me resultaba muy extraño y espero que haya conseguido trasladar esa sensación de forma positiva a los espectadores”, comenta el actor. “Podríamos haberlo rodado en un plató en Burbank, en el Warner Ranch o en Albuquerque, pero Beirut resulta muy realista porque no hemos tenido que borrar rascacielos ni autobuses ni señales de tráfico”.
Dado que Beirut retrata la ciudad desde la década de 1970, cuando era un destino turístico con gran tirón, hasta la devastación causada por la guerra civil en los años 80, el diseñador de producción jugó con los escenarios de Tánger para dejar pinceladas de ese pasado feliz. “Al diseñar el estilismo de la película, utilizamos los años 70 como una especie de trasfondo para la historia que se desarrolla en 1982”, comenta Sawat. “Nos fijamos en las señales de la carretera para ver qué partes eran francesas o árabes, o qué partes mezclaban Occidente con Oriente Medio. Lo que se ven en la película no es una zona de guerra cualquiera de Oriente Medio. Lo que rodamos para Beirut tiene muchísimos más matices”.
CHOQUE CULTURAL EN MARRUECOS...
Aunque las localizaciones de Marruecos, un país mayoritariamente islámico, ofrecían un paisaje perfectamente imperfecto para dar vida a Beirut en la década de 1980, el equipo tuvo que sortear algún que otro reto para ajustarse al calendario de rodaje. Beirut se rodó durante el mes del Ramadán, cuando los musulmanes hacen ayuno durante todo el día. “El equipo local ayunaba durante las horas de luz”, comenta Weber, productor del filme. “No podían beber agua ni comer nada. Algunos días hacía muchísimo calor y había mucho polvo, por lo que fue todo un reto ser eficientes en esas condiciones”. Dadas las circunstancias, dice Weber, “Hicieron un trabajo fantástico”.
El cumplimiento de algunas prácticas religiosas en Marruecos también impuso algunas restricciones sorprendentes: recomendaron a las mujeres no locales ir siempre acompañadas por un hombre. “No me dejaban ir a ningún sitio ni hacer nada sola”, dice Levinson. “Una vez fui
a cenar con otra mujer y nos siguieron de camino a casa”.
Las diferencias culturales también se notaban en el rodaje, donde Levinson tuvo que cambiar su forma de expresarse. “Sabía que no podía levantar la voz ni ser demasiado directa”, comenta la productora. “Si necesitaba algo, era mejor pedirle a algún hombre que lo dijera por mí”.
Resulta irónico que Beirut, una película sobre la violencia terrorista, casi acabara frustrada por extremistas locales: las autoridades locales descubrieron una célula de ISIS enfrente de las oficinas de producción de la película. Los terroristas supuestamente habían fabricado una bomba y querían atentar contra un McDonalds el primer día del Ramadán. “Vimos cómo detenían a unos tipos del ISIS enfrente de nuestras oficinas”, recuerda Weber. “El personal de seguridad nos dijo que los habían capturado y que no teníamos nada por lo que preocuparnos”.
LOS LÍMITES DE LA OSCURIDAD...
Anderson pensó en el director de fotografía belga Björn Charpentier para documentar la crudeza y vitalidad de Tánger/Beirut. Charpentier, ganador del Gran Premio de Cannes por el anuncio “Iconic”, entendió la estética tosca que buscaba Anderson. “Brad quería que Beirut fuera oscura, sucia y dinámica, sin ese matiz pulcro que suelen tener las producciones estadounidenses. Se decantaba por un estilo más europeo”, comenta Charpentier, que estudió la técnica de cámara en mano que Roger Deakins utilizó en Sicario, el thriller sobre la frontera
entre EE. UU. y México, como ejemplo de realización austera. “Brad quería rodarlo todo con dos
cámaras en mano, para que pudiéramos seguir a los actores sin tener que cortar entre tomas”.
Para rendir tributo a la época que retrata Beirut, Charpentier ha utilizado lentes contemporáneas. “Decidimos rodar con vidrio anamórfico de las décadas de los 70 y 80, que no son tan nítidas como las actuales, para matizar el contraste y los enfoques”, explica el director de fotografía. “Al usar esas lentes y contar con el diseño de vestuario de Carlos, en pantalla Beirut realmente parece una película de los años setenta”.
Dado que Beirut toca temas tan farragosos como la corrupción y la traición, Anderson y Charpentier optaron por una paleta oscura. “Hemos intentado jugar con la oscuridad”, comenta Charpentier. “No quería falsear la luz de la luna. En mi opinión las noches son negras, por lo que quería que el cielo fuera tizón”.
Para una de las escenas con más suspense de la película, Charpentier filmó dos noches en una de las zonas más inhóspitas de la ciudad, sin equipos de iluminación convencionales. “No había electricidad ni luz”, dice el director de fotografía. Por si eso fuera poco, Anderson quería montar la escena a cámara lenta, por lo que Charpentier tuvo que utilizar película de alta sensibilidad, que normalmente requiere mayor iluminación. “Fue todo un reto porque no quería romper la regla de no falsear la luz de la luna. Me vi obligado a iluminar la escena sin farolas ni electricidad para rodar así. No ensayamos mucho, pero tenía en la cabeza los ángulos que quería usar y a partir de ahí dejamos que fuera fluyendo. Los movimientos de la cámara se basan totalmente en la acción que se desarrolla en ese momento y en ese lugar, como si se tratara de un documental”.
Levinson quedó encantada con las buenas migas que hicieron Anderson y Charpentier. “Brad entendió enseguida qué había que rodar cada día”, comenta la productora. “En mitad de una escena se dirigía a Björn para poner cosas en común. Después cambiaban ligeramente el plano para ahorrar tiempo. La tónica suele ser que el director dice ‘Hay que recolocar’ y se cambia de ángulo e iluminación. Pero Brad y Björn eran capaces de improvisar los planos y así logramos rodar una película tan compleja y de gran envergadura en tan solo 33”.
Andrew Hafitz (Equity, Bully) utilizó los dailies para ir creando un montaje en bruto de la película sobre la marcha y sentía un profundo respeto por el ritmo ligero al que trabajaban Anderson y Charpentier. “Me ha impresionado la forma de diseñar las escenas”, comenta Hafitz. “Brad rueda pocas tomas pero suele utilizar dos cámaras de forma simultánea, así se generan muchas opciones”.
UNA PALETA DE COLORES DIFERENTE...
Beirut es un thriller ambientado en el pasado que toca temas muy actuales y se remonta a las raíces del terrorismo en Oriente Medio para narrar una historia atemporal de un hombre en busca de paz. “Creo que el público se interesará por el periodo histórico en el que desarrolla el filme”, dice Weber. “También creo que habla del concepto de que una sola persona puede cambiar las cosas, aunque sea un poco. Cuando te encuentras en una situación complicada, hay que echarle valor y luchar por conseguir algo mejor”, comenta el productor.
Beirut también invita a los espectadores a descubrir un país exótico e intrigante. “Hemos creado un mundo sucio, mugriento, brumoso y bello”, dice Anderson. “Quiero que el público sienta que se ha teletransportado hasta Beirut durante hora y media. Ojalá los espectadores salgan del cine con dudas sobre la participación de EE. UU. en Beirut en los años ochenta. Si la película consigue que la gente busque información sobre este momento histórico, estaré muy contento. Pero en realidad se trata de una experiencia más sensorial: la de trasladar al público a este mundo tan gloriosamente complicado. Esa es la clave para mí”.
Hamm subraya la voluntad de su personaje para pedir diálogo en un ambiente político tan cargado y violento. “Todo está tan polarizado en la actualidad que no puedes casi ni abrir la boca por miedo a que te tachen de traicionar a tu partido o a tu país o a tu religión”, observa el actor. “Parece que ya no exista la escala de grises, ahora todo es blanco o negro. Si no podemos hablar, vamos a pelearnos, y esa no me parece que sea la forma de avanzar hacia el futuro.
Espero que los espectadores salgan del cine pensando que el diálogo funciona mejor que la violencia”.
GALERÍA DE FOTOS
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