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UNA CARTA HA LLEGADO...
Cuando le enseñé uno de los primeros montajes a un “nuevo amigo”, que en el curso de la película conoció a otro “nuevo amigo”, me mandó esta carta: «Hola Rita, Podría hablar sobre la unidad perdida: cuanto más buscas, más se bifurcan los caminos.
Podría hablar sobre el hermoso y breve travelling bajo las ramas, mecidas al viento, pilar de las palabras.
Podría hablar de la brillante paradoja que supone presentar a Delfos como el centro del mundo en un “laberinto sin centro” (Jorge Luis Borges y Cozarisnky).
Podría hablar sobre la casa derruida de Sena y de nuevo sobre el We Can’t Go Home Again.
Podría hablar sobre el salvaje cine brasileño y un veredicto que bailaba en mi memoria: “El mayor defecto de la película eres tú, espectador.
Apresurado por hacerte viejo. Y la película fluye despacio. Amas la narración rica y directa. El estilo regular y fluido. Y esta película y mi estilo son cipreses que se mueven a izquierda y derecha, que caminan y se paran, que se quejan, balbucean, se ríen y amenazan al cielo, que se resbala y cae” (Fernando Coni Campos). Podría hablar del montaje borrado de Godard, de Tonacci y otros (“de repente nada”) y de “A viagem”, de Sophia, un maravilloso relato que recientemente leí de nuevo.
Podría hablar de las estatuas decapitadas, de las rimas imposibles y de los versos que ya no se han hecho (“hago algunas cosas”).
Sin embargo, “en este manicomio de cartas perdidas que es nuestra correspondencia”, simplemente quiero agradecerte por la emoción que me has brindado al ver a Louika proyectada en la pantalla.
No sé si permanecerá en el montaje final o no. No sé si volveré a sentir lo mismo de nuevo, pero en ese racimo de palabras portuguesas y griegas entre Sena y Sophia, bajo las ruinas de esa unidad ancestral, milagrosamente o por azar, una secreta correspondencia floreció entre Louika y yo, ahora separados por muchos países y muchos mares, la desgracia de un Hiperión golpeado y la luminosa Grecia de Diotima. Es bastante curioso: todavía no había conocido a Louika y ya me había hablado fuera de plano sobre la amada y perdida Grecia.
Al final, solo quiero darte las gracias por esta hermosa carta que me has enviado. El cine es maravilloso: filmar correspondencias y acabar como un cartero.