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NOTAS DE LA DIRECTORA...
'Con el viento' es una historia basada en emociones reales, tanto mías como de las protagonistas.
Es una historia personal. En 2005, mi abuelo murió y yo me fui a Buenos Aires.
Viví allí durante dos años y, cuando regresé, necesitaba retratar a mi abuela y su pueblo, una aldea a punto de desaparecer.
Como cineasta y como espectadora, disfruto de las películas que te hacen sentir y que se dejan sentir, que te atraviesan la piel y se quedan dentro, impregnadas, para poderlas seguir pensando. Son películas que viven contigo y te acompañan.
Me interesa el cine que te permite habitar una realidad, vivir en ella. En especial las historias honestas, cercanas, que son sencillas y verdaderas. Hay algo en ellas que te conmueve profundamente y te transforma, que te hace buscar las imágenes justas, los gestos exactos, la esencia de la historia. Eso es lo que, en mi opinión, hace que el cine sea tan complejo y tan bello. Cuando eso sucede, una película puede ser infinita.
ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
¿Cuál era su objetivo al retratar a tres generaciones de mujeres que se reúnen en una casa de campo?...
Me interesaba hablar del retorno a los orígenes: la tierra, la casa, la madre; y hablar de una realidad y un modo de vida que desaparecerán cuando lo hagan nuestros mayores. La casa donde la película transcurre plantea un conflicto muy interesante porque por un lado encarna algo bueno, el reencuentro con las raíces, pero por otro encarna el peso aplastante del pasado. Y, a veces, para poder avanzar hay que ser capaces de romper vínculos con todo aquello que nos hace ser quienes somos.
La película huye por completo del entimentalismo. ¿Le costó hacerlo?...
Mi familia es de Burgos, y Burgos es un lugar parco y austero. Ahí no cabe el sentimentalismo. Hablo de cosas que fácilmente podrían afrontarse desde el dramón, pero hacerlo no habría resultado creíble. Asimismo quería alejarme de esa idea según la cual en todas las familias todo se tiene que decir con palabras. En muchas ocasiones, cuando sientes algo de forma muy intensa no puedes explicarlo verbalmente porque cualquier cosa que dijeras sería una versión empobrecida de tus emociones.
En ese sentido, la danza juega el papel esencial en 'Con el viento'...
En buena medida la película retrata el viaje emocional de una mujer que es muy poco comunicativa con las palabras, y la danza surge de mi necesidad de hacerle comunicar su dolor y su euforia. También me interesaba constatar cómo las palabras nos traicionan, hasta qué punto se quedan cortas.
¿Es Con el viento una película autobiográfica?...
Diría que está basada en emociones reales. Por un lado, mi deseo de hablar de aquello que transitas cuando estás lejos, parte de un lugar muy personal. Yo viví dos años en Buenos Aires, y al volver comprendí que algo había cambiado; se había cortado un vínculo con toda la gente a la que quería y tuve cierta sensación de vacío y de culpa. Y por otro lado he querido retratar el pueblo de mis abuelos y rememorar los veranos que pasé allí. Los objetos que aparecen en la casa de la película son objetos de mi vida. Para mí tienen muchísimo valor.
¿Por qué cree que las nuevas generaciones prestan tanta atención a los objetos con pasado?...
Porque nos ofrecen la oportunidad de pertenecer a un pasado que en realidad nunca vivimos. En esos objetos encontramos alguna pista sobre nuestro origen y sobre aquello que nos conecta con las generaciones anteriores. Es curioso, porque en ese sentido los jóvenes somos más nostálgicos que nuestros padres o abuelos.
Tengo la impresión de que 'Con el viento' se construye en torno a unas dialécticas muy sólidas: la quietud y el movimiento, lo viejo y lo nuevo, el arraigo y un cierto deseo de libertad…
Desde un inicio, me interesó la idea de hacer una película sobre las distancias físicas y emocionales. Con el viento es un film sobre la aproximación y en consecuencia quería que el dispositivo fílmico evolucionase en paralelo al personaje principal. La película empieza con la protagonista muy encerrada en sí misma y muy alejada de aquello que la rodea. Poco a poco, se va aproximando a los otros, se va dejando tocar. Al mismo tiempo, a lo largo del metraje, la cámara se va liberando de una cierta coraza.
Es una película pensada a partir de los estados emocionales que se quieren generar.
A partir de ahí fuimos escribiendo con la cámara.
Por otra parte, Con el viento es una ficción muy abierta. Todos los miembros del equipo teníamos copias del guion que había escrito, pero a la hora de rodar lo dejábamos a un lado. Partíamos de la situación que estaba escrita, hablábamos con las actrices y rodábamos. Ensayábamos situaciones que no se ven en pantalla. Mónica García y Elena Martín escribieron unos diarios de sus personajes y eso tuvo un impacto sobre la película. Ha sido un trabajo permanente de reescritura y de diálogo, tanto durante el rodaje como en el montaje.
Este sistema de rodaje del que hablas me hace pensar en un modelo de producción poco habitual...
Considero que he tenido mucha suerte con mis productores, empezando por Carles Brugueras, el productor principal. Cuando les presenté el proyecto, les hablé de mi interés por abrazar un cierto espíritu neorrealista, trabajando con un equipo reducido, viviendo en las casas del pueblo en el que íbamos a filmar. Les gustó la idea y planteamos un rodaje de doce semanas, lo que nos daba tiempo para trabajar y reescribir. Un lujo.
El trabajo de una cierta cotidianeidad me hace pensar en la obra del director taiwanés Hou Hsiao-hsien, en quién pensé en más de una ocasión mientras veía la película...
Soy muy fan del cine de Hou. Hay algo de la luz de Millenium Mambo (2001) en el arranque de la película en Buenos Aires.
La manera que tienes de filmar la danza, y en general el movimiento de los personajes, me ha recordado al estilo de Olivier Assayas...
El universo visual de la película es amplio y hemos trabajado con varios referentes. Assayas es uno de ellos. Pero también Bresson, Antonioni por su investigación de la incomunicación humana, Rossellini por el trabajo con las emociones, y por el modo en que 'Te querré siempre' (1953) aborda la negación de uno mismo y el ejercicio de aprender a mirar. También pensé en Hou Hsiao-hsien o en las primeras películas de Naomi Kawase, como 'Suzaku' (1997). Y en Jonas Mekas, en el momento en que utilizo los fuegos artificiales para expresar una cierta angustia del personaje.