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INFORMACIÓN
Titulo original: Climax
Año Producción: 2018
Nacionalidad: Francia
Duración: 95 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 18 años
Género: Drama, Terror, Musical
Director: Gaspar Noé
Guión: Gaspar Noé
Fotografía: Benoît Debie
Música: Pascal Mayer
FECHAS DE ESTRENO
España: 11 Octubre 2018
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Avalon distribución


SINOPSIS

A mediados de los 90, 20 bailarines se reúnen para un ensayo de tres días en un internado clausurado ubicado en el corazón de un bosque para compartir un último baile. Tras organizar una fiesta la atmósfera comienza a cargarse apoderándose de ellos una extraña locura...

INTÉRPRETES

SOFIA BOUTELLA, ROMAIN GUILLERMIC, SOUHEILA YACOUB, SMILE KIDDY, CLAUDE GAJAN MAULL, GISELLE PALMER, TAYLOR KASTLE, THEA CARLA SCHOTT, SHARLEEN TEMPLE, LEA VLAMOS, ALAIA ALSAFIR, KENDALL MUGLER, LAKDHAR DRIDI

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NOTAS DEL DIRECTOR...
   A veces hay sucesos que son sintomáticos de una época. Son acontecimientos que estallan, de manera espontánea o no, hasta llegar a manos de las fuerzas de seguridad. Algunos, entonces, pasan a ser información a gran escala. Cobran otra dimensión: se magnifican, se tornan insignificantes, se distorsionan, se asimilan -o no- por quienes los difunden y quienes los reciben. Vidas -gloriosas unas, bochornosas otras- que acaban en los periódicos para caer después en el olvido colectivo. La existencia no es más que una ilusión efímera que todos nos llevamos a la tumba.
  En las biografías que leemos, se enuncia todo y lo contrario. Pasa lo mismo cuando sale a la luz un caso o una noticia. Y los nuevos canales de comunicación que han ido apareciendo en los últimos veinte años han hecho de la objetividad una mera ilusión.
  Los humanos, como los animales, nacemos, vivimos y morimos sin dejar más rastro que una margarita en mitad de un prado. La alegría y el dolor, los logros y los errores, ocupan una percepción virtual, un presente que no existe más allá de su recuerdo.
  En 1996, un millón de noticias llegaron a los titulares. Noticias que se han olvidado hoy, y mañana todavía más. Algunos de los que nacieron aquel año o estaban vivos entonces siguen entre nosotros. Pero de la gran mayoría aquellos cuyo corazón ha dejado de latir, nada queda: son un nombre en un cementerio o en un periódico viejo perdido en las profundidades de un sótano.
  Cuando son intensos, los placeres del presente nos permiten olvidarnos del vasto vacío. Las alegrías, los éxtasis -los constructivos y los destructivos-, actúan como antídoto de la nada. El amor, el arte, la danza, la guerra o el deporte parecen justificar nuestro breve paso por la tierra. Y de estas distracciones, la que más feliz me ha hecho siempre es la danza. Por eso me pareció interesante hacer una película basada en una noticia real y con bailarines que me embelesaran con su talento. Con este proyecto podía, una vez más, representar en la pantalla algunos de mis sueños y pesadillas.
  1996 fue hace nada. Aún no había móviles ni Internet, pero lo mejor de la música moderna estaba ya ahí. En Francia, Daft Punk había sacado su primer disco, El odio acababa de estrenarse en cines, y la revista Hara-Kiri no se volvió a publicar. La masacre de los adeptos de la Orden del Templo Solar fue ocultada por las fuerzas oscuras del estado. Y había quienes soñaban con construir una Europa poderosa y pacífica mientras una guerra barbárica infestaba su interior.
  Las guerras generan movimientos, la gente cambia, igual que las creencias y las maneras de vivir. Y por eso, aquello a lo que llamamos Dios, estará siempre del lado del arma más letal. Lo que fue será. La coma puede moverse de sitio, pero la esencia de la frase será siempre la misma.

  Siempre me han fascinado las situaciones en las que de pronto reinan el caos y la anarquía, como las peleas callejeras, las sesiones chamánicas alteradas con psicotrópicos o las fiestas en las que los invitados se descontrolan colectivamente por el exceso de alcohol.
  Lo mismo me pasa a la hora de rodar. Mi mayor placer es no llevar nada preparado ni escrito, para permitir, en la medida de lo posible, que las situaciones se desarrollen ante mis ojos, como si fuera un documental. Y cuando surge el caos, soy si cabe más feliz porque sé que generará imágenes potentes, más cercanas a la realidad que al teatro.
  Por eso, en lugar de un guion, elegí como base contar una historia impactante y perturbadora. Un cuerpo de bailarines se reúne en un edificio remoto para preparar una actuación. Tras el último ensayo, estalla el caos. Empezar con un esquema de una sola página me permitió captar momentos de verdad y plasmar en imágenes la secuencia de acontecimientos de manera colectiva. Si quieres que un bailarín, sea actor o no, se exprese física y verbalmente de manera caótica, la improvisación es esencial.
  En cuanto al baile, exceptuando la primera escena que sí que fue coreografiada, los bailarines tenían libertad para expresarse en su propio idioma, en muchas ocasiones, casi inconscientemente, revelando su desorden interno. En estilos como el vogue, el waacking o el krump, los bailarines demuestran su destreza física con una espontaneidad pasmosa. Esto, con bailarines tan buenos, es una auténtica delicia.
  Las escenas se rodaron cronológicamente para generar un estado de confianza generalizada y un ánimo competitivo que llevase a los bailarines a bailar de forma más psicótica si cabe. Al contrario que en otras representaciones más habituales de la danza, en las que cada paso está predeterminado, intenté llevar a mis protagonistas a simular estados de posesión como los que se alcanzan en los trances de los rituales.
  Pese a que las drogas tienen relevancia en la historia, en esta ocasión, la idea no era mostrar los estados alterados de conciencia empleando efectos visuales o de sonido, sino al contrario, centrarlo en el punto de vista externo a los personajes.
  Otra de las normas fue rodar muy deprisa y en secuencias largas, algo que fue posible porque rodamos en un único decorado. Por eso pude completar toda la grabación en dos semanas en febrero de 2018. Sí que habíamos ensayado la escena coreografiada con los bailarines y, para las demás secuencias de baile, les permitimos escuchar la música que habíamos elegido.
  Hablar de danza es hablar de música. Para respetar la época en que tiene lugar la película, toda la música -la electrónica y la melódica- es anterior a mediados de los noventa. Y para crear un estado emocional de cercanía, intentamos elegir temas que el público más amplio reconociera.

  Desde el inicio, el concepto había sido hacer una película con los mejores bailarines que pudiésemos encontrar en Francia o que pudieran viajar hasta allí.
  Como la intención era hacer una película centrada en la expresión corporal, Serge Catoire y yo no buscamos actores, sino que fuimos a batallas de krump y balls de voguing en la región de París, y vimos muchos vídeos en Internet. Muy pronto, y por puro instinto, comprendimos qué bailarines serían perfectos para formar un cuerpo y rodar. Convencimos al intrépido Edouard Weil (Rectangle Productions) y a Vincent Maraval (Wild Bunch), coproductores de mi película LOVE, y pusimos en marcha la producción de la peli con bajo presupuesto. La primera vez que fuimos a un ball de voguing, como invitados de Léa Vlamos, conocí a Kiddy Smile, un DJ y músico conocidísimo que me invitó a ver las batallas desde el escenario. Serge y yo no habíamos visto un despliegue de energía similar en París desde ciertas manifestaciones violentas de nuestra adolescencia.
  Conseguimos ponernos en contacto con los bailarines que nos dejaron flipados y les hablamos de una película que tenía argumento, pero no diálogos predeterminados.
  Sorprendentemente, el canal ARTE se interesó por el proyecto.
Kiddy  nos ejerció de «padrino», contactando -pero, sobre todo, convenciendo- a varios amigos que bailaban vogue. Nos pareció evidente que teníamos que ofrecerle el papel de DJ Daddy. También tuve la idea de llamar a la legendaria Sofia Boutella en Los Ángeles, a la que ya había conocido anteriormente, para ofrecerle el papel de coreógrafa. Sus vídeos me fascinaban casi tanto como ella a sí misma.
  Durante un tiempo se había dedicado a actuar y había aparecido en varias películas.
Sabía que tenía la fuerza y la locura necesarias para interpretar a un personaje tan intenso y polifacético. Antes de responderme, me recomendó a quien consideraba la persona indicada para encargarse de la coreografía de la película, Nina McNeely, y le vuelvo a dar las gracias por esta maravillosa idea.
  La presencia de ciertos bailarines atrajo a otros y hubo grupos que respondieron positivamente a nuestra propuesta. Tuvimos la suerte de conocer a bailarines de waacking, krump, y un grupo de bailarines de electro (incluidos Romain Guillermic y Taylor Kastle) que enseguida nos enviaron vídeos suyos simulando estados de trance. Un deleite tras otro. En enero, me puse en contacto con mis queridos colaboradores, que se pusieron a mi disposición Benoît Debie, Lazare Pedron, Ken Yasumoto, Rodolphe Chabrier, Pascal Mayer, Fred Cambier, Denis Bedlow, Marc Boucrot, Tom Kan y Laurent Lufroy) y a quienes se sumó el apoyo de Thomas Bangalter y de dos nuevos y magníficos socios: el diseñador de producción Jean Rabasse y la primera asistente de dirección Claire Corbetta-Doll.
  En un tiempo récord, dimos con un colegio abandonado en Vitry y conseguimos los derechos de los temas que yo había soñado usar. Dos días antes del rodaje, conocimos a la acróbata y actriz Souhelia Yacoub, y conseguimos un permiso de trabajo para el espectacular contorsionista Strauss Serpent, que pudo venir desde Camerún. Alimentado por nuestras numerosas experiencias en colisiones incontroladas, el rodaje se desarrolló con un aura de deleite, y las improvisaciones de los bailarines, tanto sobre la pista como en los diálogos, nos dejaron alucinados.
  Dos meses después, nos complace presentar esta modesta representación de la alegre y triste realidad.
Gracias a todos los que nos han hecho, y a los que ya no están…
¡Que empiece la fiesta!

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