INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
Un instante, un recuerdo, una historia.
Un instante fugaz muchas veces nos queda atrapado en la memoria. A menudo lo idealizamos en exceso, pero ¿qué sería la vida sin estos pequeños momentos?
Una tarde, hace casi dos años, quedé con Gilda en la Plaza del Pedró, en pleno barrio del Raval.
Desde que nos conocemos han sido muchas las veces que nos hemos visto. Yo le hago un poco de compañía y él aprovecha para contarme sus batallitas, su carácter nómada... Su energía, aun con su edad, me tiene fascinado.
Siempre he tenido una especial predilección por las personas con trayectoria y de pequeño ya me quedaba extasiado con las historias que me contaban mis abuelos. Me gusta escuchar a aquellos que se lo merecen y Gilda es un auténtico personaje novelesco, crepuscular.
Seré sincero: más que hacerle un favor a él, casi se podría decir que me lo hago a mí mismo. Cada encuentro es como si entrara a ver una película: sus aventuras pasadas de vueltas en el desierto con la legión, sus viajes sin un duro para huir de un país oscuro que no lo comprendía ni quería comprenderlo, su destrozada vida familiar, la vida bohemia en París, sus inicios como transformista, sus amores perdidos, las anécdotas al lado de Luis Matiano, François Sagan o Cocteau...
Pero aquella tarde en el Pedró fue un poco distinta a las otras. Me intrigó ver a Gilda haciendo gestos a un niño que no debía tener más de 13 años. El niño se acercó, se le veía contento, se notaba que hacía mucho tiempo que no coincidían y Gilda le miraba con una expresión de alegría que no le había visto nunca antes. El encuentro duró poco, aquél chaval era hijo de unos antiguos vecinos que se habían ido del barrio hacía años y yo insistí para que me contara más cosas.
Me dijo que había estado muchas veces en su casa, que le cuidaba de vez en cuando y que le quería tanto que incluso por Navidad le compraba algún juguete y hacía como que Papá Noel lo había dejado especialmente para él en su casa. Para mí era pura sensibilidad, para Gilda una anécdota más.
La sorpresa fue descubrir que no era la única vez, que por su edificio había pasado mucha más gente con niños y que siempre que los padres lo necesitaban y requerían, Gilda se había encargado de ellos.
Me vinieron a la cabeza las imágenes de la película The Kid de Chaplin. Esta película fue la primera que vi, tendría unos 5 años y me la regaló mi abuelo. Muchas veces me he rendido delante de aquella sensibilidad tan especial en la que la ternura y la dureza están representadas a partes iguales, donde no hacen falta las palabras porque las imágenes hablan por sí solas.
Este proyecto, esta historia, nacen de aquel recuerdo, de una imagen, de una sensación que me produjo aquel instante concreto. La ternura de aquella escena es la que me gustaría intentar conseguir y lograr que el espectador se emocione con un barrio, con unos personajes, con Gilda Love.
NOTAS DE LA PRODUCTORA VALÉRIE DELPIERRE...
Todas las ciudades tienen un barrio como El Raval. Un barrio variopinto, complejo, lleno de claroscuros y con una personalidad muy marcada, donde los lazos de solidaridad son reales e imprescindibles para evitar la decadencia. Gilda es la personificación de este espíritu vitalista y rompedor, capaz de crear nuevos esquemas familiares igual que El Raval representa un esquema alternativo de barrio.
La riqueza de este mundo es tal, que lo que empezó como un proyecto de cortometraje documental se ha convertido en la semilla de un largometraje de ficción, con la intención de dar a la realidad de Gilda la dimensión que se merece. Conociendo a Enric Ribes de nuestra experiencia con el cortometraje Greykey, sé que va a poder capturar este universo a través de detalles y gestos, sin perderse en su complejidad, ofreciendo al espectador una inmersión total en este mundo tan particular. Tan particular y a la vez tan universal. Y es que todos compartimos los miedos de Gilda: el temor a envejecer solos, a la soledad de la gran ciudad, a sentirnos perdidos... Pero ella se mantiene como un punto de luz en un panorama a menudo difícil y depresivo, como una flor en medio del hormigón. Gilda se levanta cada mañana y, en las azoteas de un mundo gris, sigue cantando.