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SINOPSIS
Hank Thompson era un fenómeno del béisbol en el instituto que ya no puede seguir jugando, pero todo lo demás le va bien. Tiene una chica estupenda, es camarero en un antro en Nueva York y su equipo favorito está sorprendentemente luchando por el campeonato. Cuando su vecino punki Russ le pide que cuide de su gato durante unos días, Hanks se encuentra atrapado en medio de un variopinto grupo de gángsters amenazantes. Todos quieren algo de él; el problema es que él no sabe por qué. Mientras Hank intenta eludir sus cada vez más estrechas garras, tendrá que emplear toda su habilidad para mantenerse con vida el tiempo suficiente para averiguarlo...
INTÉRPRETES
VINCENT D'ONOFRIO, AUSTIN BUTLER, LIEV SCHREIBER, ZOË KRAVITZ, MATT SMITH, REGINA KING, GRIFFIN DUNNE, YURI KOLOKOINIKOV, BAD BUNNY, D'PHARAOH WOON-A-TAI, WILL BRILL, BIANCA GHEZZI, ACTION BRONSON, McKINZIE J. SCOTT, GREGG BELLO
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SOBRE LA PELÍCULA...
En BALA PERDIDA, el aclamado cineasta Darren Aronofsky lleva al público al corazón del East Village neoyorquino en una historia trepidante –y a ratos oscura e hilarante– sobre un hombre cuya vida descarrila mientras cuida de un gato.
“El East Village es el barrio que hace que Nueva York brille. Para mí, es el lugar más eléctrico, más creativo y más divertido del mundo”, dice Aronofsky.
En los años noventa, década en la que transcurre BALA PERDIDA, el East Village era el hogar y donde Aronofsky trabajaba en su primera película, Pi, Fe en el Caos. “Me parece que en los 90 Nueva York era la cúspide de la humanidad”, comenta. “Había una cierta inocencia en ese momento: lo que más nos preocupaba era el efecto 2000, que el presidente se había metido en líos por una aventura extramatrimonial, la Unión Soviética se había derrumbado y Estados Unidos no tenía un enemigo real, era antes del 11-S, el MDMA era legal, el hip-hop estaba en auge, el grunge estaba en su apogeo y la música electrónica daba sus primeros pasos. Yo corría por las calles intentando promocionar mi primera película. Grababa en localizaciones sin permiso, pintando símbolos por todas partes. Era un gran momento para estar vivo”.
Aronofsky ve BALA PERDIDA como una oportunidad para que el público se adentre en un lugar y momento muy específicos. “Pasaba la mayor parte del tiempo bebiendo cerveza en McSorley’s y Sophie’s, pasando la resaca desayunando en Mogador y dándome un capricho por la tarde con galletas del Veselka. La vida era estupenda".
La originalidad es la seña de identidad del trabajo de Aronofsky, y BALA PERDIDA no es una excepción. En la película, el público conocerá a personajes originales en una aventura salvaje por partes de la ciudad poco frecuentadas por los equipos de rodaje. Aronofsky es más conocido por crear historias intensas y oscuras como Réquiem por un Sueño y Cisno Negro, por lo que BALA PERDIDA marca un cambio de ritmo. “Quería hacer una película que ante todo fuera divertida. Una película que durante dos horas distrajera por completo y atrapara tu atención. Que mientras estés en el cine te lo pases genial”, dice. “Hay tal exceso de información actualmente que lograr que la gente vaya al cine y se lo pase bien es la premisa más importante en la que quiero trabajar ahora mismo”.
Aronofsky lleva muchos años interesado en este proyecto, desde que leyó la novela homónima de Charlie Huston. “Me divertí muchísimo cuando leí el libro hace 18 años”, cuenta. “Pasó mucho tiempo hasta que Charlie me localizó y me mandó un correo electrónico. Tenían los derechos de la historia y habían escrito un guion”.
Para Huston, quien adapta el guion de su propia novela, BALA PERDIDA no es solo una historia de acción con humor negro, sino un proyecto al que le tiene mucho cariño. “Escribí el libro en 1998, el año en el que se ambienta esta historia”, explica. “Hay mucha de mi experiencia personal en el personaje principal. Fue muy emocionante cuando Darren Aronofsky me escribió hace 18 años para decirme que estaba interesado en el libro. Me atraía la idea de que Darren aportase a la historia su particular sensibilidad y dinamismo en la narrativa”.
BALA PERDIDA cuenta la historia de Hank (Austin Butler), un exjugador de béisbol que de manera abrupta acaba metido en el inframundo criminal de Nueva York tras aceptar cuidar del gato de un vecino. Hank se ve inmerso en una odisea trepidante mientras intenta averiguar qué quiere todo el mundo de él, al mismo tiempo que lidia con un pasado trágico que de repente vuelve a su mente.
“Hay mucho humor en la historia”, dice Huston, y aunque ese sea un tono nuevo para el director, “es una maravilla ver cómo ha aportado su sensibilidad personal. Tiene un tono muy oscuro y ese sí es el terreno de Darren. El trabajo de Darren es muy profundo y emotivo. Me gusta que sus personajes sientan todo tan intensamente y que siempre emprendan viajes”.
En el centro de la película encontramos a Hank, una antigua promesa del béisbol que sufrió una devastadora lesión que descarriló su vida por completo. Cuando lo conocemos, Hank es un camarero que sobrevive a duras penas, incapaz y poco dispuesto a comprometerse con nada ni con nadie en su vida. Hank entonces acepta el aparentemente inofensivo encargo de cuidar del gato de su vecino, tras lo que acaba involucrado en una salvaje trama criminal.
Austin Butler, que interpreta a Hank, lleva queriendo trabajar con Aronofsky toda su carrera. “Lo primero en lo que trabajé fue en un cortometraje de estudiantes”, dice. “Le pregunté al director quién era su director favorito y me respondió que Darren Aronofsky. Desde niño tenía claro que quería trabajar con Darren”.
Huston sabía que Butler tendría que aportar profundidad y complejidad al personaje de Hank, algo que Butler consiguió con creces. “Cuando conocemos a Hank, está en una encrucijada vital”, dice Huston. “Cuando era más joven, pensaba que iba a ser una superestrella del béisbol. Tenía un futuro brillante, aunque todo se le torció por pura imprudencia. Pero decidió huir del problema en lugar de enfrentarse a él. Cuando le conocemos lleva 12 o 13 años huyendo de la situación”.
“Se muda a Nueva York y empieza a trabajar de camarero. Está como anestesiando, bebe bastante y lleva una vida precaria”, dice Butler. “Entonces se ve metido en una serie de situaciones brutales en las que debe luchar a vida o muerte. Es como un desfibrilador que le conecta de nuevo a la vida: debe asumir la responsabilidad de proteger a las personas que le importan y no morir en el intento”.
“Corre el riesgo de pasarse el resto de la vida sin cambiar, sin madurar”, continúa Huston. “Cuando la situación le zarandea se ve obligado a decidir si va a seguir huyendo o si va a afrontar estos desafíos y tomar responsabilidad por las decisiones que ha tomado en la vida”.
Butler lleva tiempo queriendo trabajar con Aronofsky y se ha enamorado de su forma de dirigir. “Ha sido todo muy intenso, pero lo he disfrutado mucho”, dice. “Exige mucho a todo el mundo, incluido a sí mismo, pero eso hace que cada departamento haga su mejor trabajo. Es un placer trabajar duro cuando los resultados justifican el esfuerzo”.
“Es la primera vez que veo al Austin real”, dice Aronofsky. “Se suele mimetizar con los personajes a los que interpreta, pero en este podemos ver mucha de su personalidad”.
Zoë Kravitz interpreta a Yvonne, una técnica de emergencias que busca que Hank encauce su vida. “Hank e Yvonne están viviendo ese momento loco del principio de una relación”, dice Aronofsky. “Tienen un romance apasionado y emocionante, aunque parece que tienen que dar el siguiente paso a algo más serio”.
A Kravitz le parece que Yvonne es más que el interés romántico para Hank, es una mujer generosa que ve un futuro con él, pero solo si Hank es capaz de tomar las riendas de su vida. “Yvonne es una persona empática”, dice Kravitz. “Creo que le gusta cuidar de la gente, incluido a Hank. No lo hace bien del todo, pero lo intenta”.
Para Aronofsky, parte de la magia de la película está en la forma en la que Butler y Kravitz dan vida a sus personajes. “Hay muchísima química entre Austin y Zoë en esta película”, dice Aronofsky. “El romance que vemos es realmente especial e íntimo”.
El vecino de Hank, Russ –interpretado por Matt Smith–, es un punki con cresta y chaqueta de cuero, le gusta la banda Idles y tiene un gato. “Russ ha huido de la escena inglesa del momento”, dice Smith. “Tiene una vida familiar bastante complicada. Russ tiene que volver a Inglaterra, y cuando Hank se pasa por su casa le endosa al gato, lo que hace que acabe metido en esta locura de historia. Russ es en realidad el catalizador que lo desencadena todo”.
Como el resto del reparto, Smith estaba entusiasmado por participar en una película de Aronofsky. “No sé por qué, pero es el tipo de película que esperaba que dirigiera Darren”, dice. “Mi personaje es muy colorido y me pareció la oportunidad perfecta para llevar cresta”.
Cuando Hank accede a cuidar de Bud, el gato de Russ, aparecen de repente muchas personas nuevas en su vida, todas ellas buscando algo. En el centro de este grupo está una detective de policía, Elise Roman, interpretada por la ganadora del Óscar Regina King.
Para prepararse para el papel, King aprendió todo lo que pudo de la exdetective de la policía de Nueva York Jackie Brown. “Fuimos a cenar un par de veces y me sirvió muchísimo toda la información que obtuve de esas conversaciones”, dice King. “Jackie me pintó un retrato muy claro de cómo era la labor policial a finales de los noventa y en especial de cómo era para una mujer negra”.
Las conversaciones con Brown no solo le dieron una idea general del trabajo policial, también aprendió los dialectos y las personalidades de Nueva York. “La detective Roman es neoyorquina, y los neoyorquinos tienen un carácter más fuerte”, dice King. “En el pasado he interpretado a otras detectives, pero para este personaje necesitaba insuflarle algo de esa agresividad y rudeza neoyorquina. Presté atención a todos los gestos de Roman y a las sutilezas en su manera de hablar. Una de las cosas más bonitas de los dialectos es que hasta dos personas de la misma ciudad pueden sonar algo diferentes. Ha sido muy divertido construir el personaje de Roman y trabajar en su forma de hablar”.
Al igual que Huston, King estaba entusiasmada por descubrir cómo abordaría Aronofsky la historia. “Tenía mucha curiosidad por ver a Darren hacer una película que se entiende más como un viaje, un thriller”, dice. “Sus trabajos suelen ser más complejos. Réquiem por un Sueño y Cisne Negro son dos de mis películas favoritas, no solo de Aronofsky, sino en general. Siempre aprecio cuando los artistas se retan a sí mismos y salen de su zona de confort”.
La detective Roman advierte a Hank sobre los diversos delincuentes que lo persiguen, aunque ninguno es más peligroso que Shmully y Lipa, dos hermanos judíos ortodoxos igual de hábiles con una ametralladora que respetuosos del Sabbat. Vincent D’Onofrio (Shmully) y Liev Schreiber (Lipa) interpretan a los dos hermanos. “Somos sicarios, o limpiadores, como quieras llamarnos”, dice D’Onofrio. “Pero somos gente muy agradable. Carol Kane interpreta a nuestra madre, y ella también es muy dulce. Tenemos un trabajo que hacer y se nos da muy bien, así que lo hacemos. De alguna manera pensamos que estamos haciendo más bien que mal”.
“No somos los únicos que persiguen a Hank”, añade Schreiber. “Hay muchas personas que le buscan y Shmully y Lipa son solo dos de ellos”.
Aronofsky, Schreiber y D’Onofrio investigaron a fondo el judaísmo ortodoxo para ayudar a dar forma a los personajes de Shmully y Lipa. Es un mundo complejo; cada secta tiene sus particularidades, desde la longitud de los tirabuzones, los acentos e incluso el yidis que hablan. Los cineastas trabajaron con un grupo de asesores que habían formado parte de distintas comunidades ultraortodoxas para aconsejar en el diseño de escenarios, piezas de decorado, vestuario y peinados.
El equipo se centró en la experiencia real como principal fuente de información. Schreiber y D’Onofrio asistieron a una cena de Sabbat con una familia Jabad (cuyas hijas aparecen en la película), donde aprendieron algunas oraciones y rituales, además de probar la comida tradicional de una cena de Sabbat. También presenciaron un acto religioso al que asistieron dos hermanos pequeños, que podrían haber sido Lipa y Shmully de niños, e incluso visitaron la oficina del rebe de Lubavitch en Crown Heights.
Los personajes de Lipa y Shmully se pensaron como una combinación de varias sectas, ya que ningún grupo por sí solo ofrecía a los cineastas todas las características que buscaban. Los asesores ayudaron al equipo creativo a representar con precisión distintos aspectos de estas sectas, sin quedar necesariamente confinados a una en particular.
Otro de los rasgos importantes de los personajes fue el empleo del yidis, una variación del hebreo. Schreiber y D’Onofrio trabajaron con un experto en yidis no solo para aprender a hablar la lengua, sino también para utilizar el acento y la cadencia exactos de un judío jasídico neoyorquino con raíces ucranianas.
“Tuvimos que aprender mucho yidis para la película, ya que la autenticidad ha sido algo muy importante para Darren. Son lenguas que se oyen mucho en Nueva York –el chino, español y yidis–. Me alegró mucho que Darren decidiera emplear el yidis”.
Experimentar el mundo ultraortodoxo fue una parte crucial en la construcción de estos personajes y sus entornos. Los cineastas querían dar a Schreiber y D’Onofrio las herramientas para poder representar el contraste entre la cultura familiar de los jabadniks y la propensión de sus personajes al crimen y la violencia.
“Sabía muy poco de este grupo de personas, y eso que soy neoyorquino”, dice D’Onofrio. “Fue algo muy interesante. Pasamos el día con una familia y celebramos el Sabbat con ellos. Lo interesante de este trabajo es que siempre estoy aprendiendo sobre otras culturas. A veces asumimos que sabemos de qué trata una cultura, pero no es hasta que realmente participas en ella que empiezas a comprender la belleza que te estabas perdiendo y la profunda conexión que tienen con su religión. Si no conoces bien una cultura, te pierdes los aspectos más hermosos de ella”.
En aras del realismo, la película se rodó en una casa real jaredí en Crown Heights y la escena contó con varios miembros de la familia que generosamente acogió la cena de Sabbat para Schreiber y D’Onofrio.
Otro de los criminales que persigue a Hank es el narcotraficante Colorado, interpretado por Benito Martínez Ocasio, más conocido como Bad Bunny. “Colorado es un puertorriqueño que vive en Nueva York”, dice Martínez Ocasio. “Está joseando el peso, como decimos, y tiene negocios ilegales. Hace lo que sea necesario para ganar más poder y una mejor posición y así vivir la vida como le gusta. Le gustan las joyas y la ropa cara. Le gusta arreglarse, ir bien vestido. Simplemente hace su trabajo. Está buscando algo que Hank tiene. Es el que tiene el valor y la destreza para encontrarlo”.
Martínez Ocasio estuvo entusiasmado con el hecho de que Colorado tuviese sus mismas raíces. “Es la primera vez que interpreto a alguien con raíces puertorriqueñas”, dice. “Además, estamos en Nueva York, una ciudad muy importante para la comunidad puertorriqueña y la comunidad latina en general. Ha sido la experiencia en la que me he sentido más identificado y en la que he podido ser un poco más yo mismo al aportar mi forma de hablar, mi jerga”.
Colorado está aliado con la mafia rusa de Nueva York, concretamente con los gánsteres Pavel y Aleksei, interpretados por Nikita Kukushkin y Yuri Kolokolnikov. Estos papeles fueron los que más le costaron elegir a Aronofsky.
“Hace años fui al teatro en Moscú. Vi una obra, toda en ruso, protagonizada por Nikita. Me dejó completamente impresionado y comprobé por qué es uno de los actores de teatro más respetados de Rusia”, dice Aronofsky. “Es un tipo pequeño, pero es el ser humano más fuerte que conozco. Tiene una voz y un control de las emociones increíbles, pero es además increíblemente gestual. Después pensé en Yuri, que en Estados Unidos es conocido por sus papeles en The White Lotus y Juego de Tronos. Así que por un lado tenemos a Nikita y al otro un tipo grande y alto. Hacen una pareja divertida”.
En un guiño a las influencias cinematográficas de Aronofsky, este escogió a Griffin Dunne para el papel de Paul, el jefe de Hank, inspirado por su interpretación en la alocada historia neoyorquina de ¡Jo, Qué Noche!.
“Paul lleva un bar donde se vende cocaína”, dice Dunne. “Los clientes habituales forman un grupo bastante variopinto; una panda de delincuentes algo drogadictos. Paul estuvo en la guerra de Corea y cuando volvió se fue a vivir a San Francisco un tiempo, donde se metió de lleno en el movimiento beat. Se mudó entonces a Nueva York y abrió algunos clubes, vio nacer el movimiento punk. Tuvo un club de punk que cerró. Ahora tiene su propio local, el Paul’s Bar”.
Dunne disfrutó mucho metiéndose en el papel. “Una noche –la primera de los muchos encuentros violentos que tendrá–, Hank entra en el bar”, dice. “No tengo ni idea de lo que está pidiendo, que es una especie de llave, ni de quiénes son las personas con las que va. Estoy completamente desconcertado. Que Hank se vea mezclado con criminales es una completa sorpresa para mí”.
El personaje catalizador de todas las desgracias que le suceden a Hank es Bud, el gato de Russ. Interpretando el papel encontramos a Tonic, un antiguo gato callejero. “Tonic es un gato increíble”, dice la entrenadora principal de gatos, Melissa Millett. “Es una historia alocada en la que Hank y el gato huyen por Nueva York y les pasan todo tipo de cosas disparatadas, así que necesitábamos un gato muy resistente. Tonic es un gato de espectáculos en vivo, así que está acostumbrado a todo el caos de un rodaje. Ha visto despegar aviones delante de él cuando actuábamos en un espectáculo aéreo, además de presenciar carreras de camiones, de drag y de tractores, todo muy ruidoso y caótico. Así que nos pareció que era el gato adecuado para este papel. Teníamos además cinco dobles para cubrir a Tonic, así que eran seis gatos en total, pero a Tonic le gustan tanto las cámaras que hizo el 90% del trabajo”.
Tonic se hizo amigo rápidamente del resto de compañeros de reparto. “Austin es muy cariñoso”, dice Millett. “Le preocupaba mucho el bienestar del gato. Hay una escena en la que Austin le tiene que gritar. Cuando decían ‘¡corten!’, Austin le daba chucherías para que el gato pensase que ya no eran amigos”.
“Tonic es un campeón”, añade Smith. “Llega al set, se come sus chuches, pasea con chulería, actúa y se va a casa”.
Para Huston, ver cómo los personajes y sus mundos cobran vida es un sueño hecho realidad. “Escribí este libro hace décadas y ahora estoy haciendo una película con Darren Aronofsky, Austin Butler, Matt Smith, Regina King y Zoë Kravitz”, dice. “Es increíble. Darren y yo vivíamos en el East Village en los 90, así que nuestros caminos debieron cruzarse en algún momento. Cuando me mudé por primera vez a Nueva York, iba de sofá en sofá y vivíamos muy cerca el uno del otro, así que lo más bonito de este proyecto ha sido poder compartir con él la experiencia que vivimos. Poder mirar atrás y revisitar ese periodo de nuestras vidas es una maravilla”.
SOBRE LA PRODUCCIÓN...
La ciudad de Nueva York es un personaje más de la película, especialmente porque los cineastas nos muestran partes de la ciudad que no suelen recibir su momento de glamour: el Lower East Side, Chinatown, Coney Island, Brighton Beach y Flushing, en Queens. Para Aronofsky era importante rodar la película en las calles de Nueva York, e igualmente importante colaborar con el equipo técnico con el que empezó su carrera. “Este es en gran parte el mismo equipo que corrió conmigo por las calles de Chinatown rodando Pi, Fe en el Caos”, dice. “Ha sido divertidísimo volver a coincidir con estas personas en los mismos lugares de mi primera película y recrear el Nueva York de los años 90. Ha sido una especie de reunión. Claro que ahora ese equipo es uno de los mejores del mundo. He trabajado con ellos ya ni sé en cuántas películas; La Ballena (The Whale), Noé, Cisne Negro… Matty Libatique en la cámara. He trabajado con Matty desde que nos conocimos el primer día en la escuela de cine. Es la tercera película que hago con Mark Friedberg, mi diseñador de producción. Mi montador es Andrew Weisblum. Empecé a trabajar con él en El Luchador. Judy Chin en maquillaje, que se llevó el Óscar por La Ballena (The Whale). El mismo equipo de VFX, el mismo equipo de producción. Es como reunir a la familia”.
Friedberg no solo tenía que capturar la ciudad de Nueva York y su inframundo criminal, sino adaptarla a los años 90. “La ciudad y sus diferentes entornos son un personaje más, por su presencia en la historia y por su conexión con Darren”, dice Friedberg. “Creció a pocas calles de nuestra localización en Brighton Beach. Conoce esas calles perfectamente y le ha resultado divertido volver para rodar. BALA PERDIDA es una historia de Nueva York hecha por neoyorquinos”.
Como siempre, Friedberg empezó aprendiendo todo lo que pudo sobre la localización. “Siempre empiezo investigando, aunque sea una historia contemporánea”, dice. “En este caso, tuve que investigar cómo era el Nueva York de los 90 y en particular qué estaba ocurriendo durante los cinco días en los que transcurre esta historia. Tratamos de ser lo más realistas posible con el tiempo y el lugar, como con los titulares de periódico. El béisbol también es muy importante en la historia. Estamos a finales de septiembre, así que se están disputando los playoffs”.
A partir de ahí, Friedberg comenzó a convertir la historia de Huston en imágenes. “Darren y yo trabajamos así”, dice. “Tradujimos la historia en imágenes visuales y, una vez hecho eso, nos sumergimos más a fondo en la cultura para hacernos una idea del aspecto que tendría. Esta es una historia muy concreta, lo que significa que no queríamos inventarnos los carteles, ni lo que había en las paredes, ni los grafitis”.
Friedberg tuvo en cuenta el mosaico de culturas y entornos de Nueva York. “Darren y yo somos de Nueva York y sabemos que es una ciudad con zonas diferenciadas, una ciudad de barrios de distintas culturas. La ciudad en la que nacimos era así, y aunque eso está cambiando poco a poco, muchos de los barrios de Nueva York tienen sus particularidades y se pueden distinguir sus fronteras. Una de las cosas más divertidas de nuestra historia es que empezamos en el East Village, un barrio hípster y pospunk. Es mugriento, es crudo, la gente pinta las paredes con espray, se expresa. De ahí pasamos a Flushing Meadows, que es un parque de los barrios exteriores, donde se desarrolla una gran escena de acción. Luego vamos a Brighton Beach, el barrio ruso. Tenemos escenas en Coney Island. La parte divertida de hacer esta película habiendo crecido en la ciudad es poder rendir homenaje a esos diferentes barrios, jugar con ellos”.
Uno de los decorados favoritos del reparto fue el Paul’s Bar, inspirado en un antiguo bar llamado Mars Bar. “Es un lugar que conocía muy bien”, dice Dunne. “Era un clásico. Un sitio legendario. Su equivalente en el mundo intelectual sería el Elaine’s en el Upper East Side. Este era para los asiduos del East Village: músicos y poetas, un grupo bastante desaliñado de gente que pasaba por allí la mayoría de las noches”.
Hasta los detalles más pequeños –aquellos que solo los neoyorquinos del Lower East Side de cierta edad reconocerán– han sido recreados digitalmente. En los semáforos peatonales han sustituido la mano y el hombre caminando actuales por las palabras “DON’T WALK” y “WALK” de la época. El equipo ha borrado una a una las estaciones de internet que han aparecido por toda la ciudad. Las calles están pobladas con coches de la época. Los cineastas incluso trajeron de vuelta Benny’s Burritos y Kim’s Video, dos locales muy apreciados por los neoyorkinos.
Aronofsky ha vuelto a contar con Matthew Libatique, director de fotografía nominado al Óscar por Cisno Negro. Libatique y su equipo han conseguido planos nunca antes vistos de Nueva York, en parte gracias al piloto de dron Dexter Kennedy.
“Nos pidieron hacer una toma pasando por el puente de Manhattan”, cuenta Kennedy. “Normalmente el departamento de transporte de Nueva York prohibiría que volásemos a menos de 120 metros de los puentes. Pero en esta ocasión les demostramos a ellos y a la policía de Nueva York que nuestro trabajo iba a ser riguroso y seguro. Hicimos un día completo de pruebas en Staten Island, donde les mostramos nuestros planes. Ha sido la primera vez que un dron ha volado sobre el puente de Manhattan con permiso del ayuntamiento”.
Aún más increíble ha sido que el departamento de parques de Nueva York les abriese una de sus joyas –el Unisphere, en los terrenos de la Exposición Universal de 1964 en Flushing Meadows, Queens– para una persecución en coche a gran velocidad con choque incluido. “Me quedé alucinado cuando dijeron que sí”, dice Aronofsky.
“Me he divertido muchísimo”, dice Butler. “Empleamos el Biscuit, una plataforma baja con neumáticos enormes. La conduce una persona en una jaula en la parte delantera y el coche va sobre la plataforma. Me dijeron que puede llegar hasta los 240 kilómetros por hora y que puede derrapar. Hace además como un rugido increíble cuando pisas el acelerador. Ayuda mucho a la espectacularidad de las escenas por el ruido que hace y que va derrapando por todas partes”.
Butler incluso pudo conducir la Previa, la furgoneta en la que suelen ir Lipa y Shmully. “Hay un momento en el que Hank acelera y se salta los semáforos en rojo”, recuerda Butler. “Le cogí el truco y fui cada vez más rápido. Liev estaba tremendamente preocupado de que nos estrellásemos contra algo, pero nunca pasó. Estoy orgulloso de eso”.
El coordinador de especialistas Brian Machleit ha sido el encargado de ayudar al reparto con la frenética carrera de Hank por la ciudad. Afortunadamente Butler ya tenía mucha experiencia en coreografías de acción gracias a su interpretación del sanguinario Feyd-Rautha en Dune: Parte Dos. “Ha sido una grata sorpresa ver todo lo que Austin Butler es capaz de hacer”, dice Machleit. “No lo que está dispuesto a hacer, sino lo que es capaz de hacer. Son dos cosas distintas. Eso me ha permitido, como jefe de departamento, subir mucho el nivel. Me siento mucho más cómodo diciéndole a Darren que sí, que podemos colgar a Austin de un edificio, que podemos hacerle correr entre coches. Puedo meter a Austin en cualquier situación y aun así estar seguro de que va a llegar sano y salvo a casa al final del día”.
Efectivamente, ese que ves colgado del lado de un edificio de seis plantas desde la escalera de incendios mientras Hank intenta entrar en su piso desde fuera es Butler. “El increíble equipo de especialistas ideó la forma de colgar un cable desde lo alto del edificio”, recuerda Butler. “Todo es mucho más real cuando estás colgado a seis pisos de altura que cuando lo haces con una pantalla verde de fondo”.
De hecho Butler ha realizado todas sus escenas de riesgo en la película y no han necesitado recurrir a su doble en ninguna ocasión. Para Aronofsky era importante crear una coreografía que su protagonista pudiese ejecutar. “Las escenas de acción se han salido de control; todas intentan ser más espectaculares que la anterior y hemos acabado con secuencias que desafían la física”, dice. “Nos hemos esforzado para que nuestras escenas fuesen veraces, creo que hay algo más peligroso en ese tipo de acción”.
Los compañeros de reparto de Butler también han quedado impresionados con sus habilidades. “Lo que Austin hace en esta película es extraordinario”, afirma Schreiber. “La manera en que incorpora el físico de un jugador de béisbol en la acción y acrobacias de la película es realmente ingeniosa y divertida”.
La diseñadora de vestuario Amy Westcott y la jefa del departamento de maquillaje Judy Chin se aseguraron de que el aspecto de cada personaje fuera rudo, auténtico y creíble. “Creativamente, es complicado”, dice Westcott. “Necesitas muchísimos trajes y es complicado encontrar prendas originales de los 90. Hemos buscado elementos que se pudiesen multiplicar. Así que hemos trabajado con prendas que tuvieran ese aire noventero o hemos hecho que lo tengan”.
Westcott se ha asegurado de que la historia de Hank quedase reflejada en su vestuario. “Hank está en un momento bastante malo de su vida”, explica. “Está de bajón. Pensaba que iba a jugar en las grandes ligas. Su madre pensaba que iba a jugar en las grandes ligas. Tenía un gran sueño y ahora es camarero. Necesitábamos que la ropa reflejara que no le preocupa demasiado su aspecto. Muchas de sus prendas están envejecidas, para que parezca que las lleva desde hace varios años o que las ha comprado en una tienda de segunda mano, pero no lleva nada recién comprado en una tienda”.
Otro reto del aspecto de Hank es que está toda la película recibiendo palizas. “Hicimos un documento en el que registramos en qué fase de apaleado estaba Hank”, dice Huston. “A medida que avanza la película está peor y peor, pero como el calendario de rodaje iba de un lado a otro, hemos tenido que registrar las lesiones y la ropa que lleva en cada escena. Lo mismo ocurre con Russ, que recibe un golpe en la cabeza con un bate de béisbol. Empieza con una costra, luego una ligera hinchazón y acaba con un chichón enorme”.
Westcott espera que el público aprecie el aspecto visual de la película del mismo modo que lo hacen el reparto y el equipo. La película es un homenaje a Nueva York. “Va a despertar mucha nostalgia a la gente que creció y estudió en Nueva York”, afirma. “Espero que le hagamos justicia y que la gente disfrute del viaje al que Darren nos está llevando”.
Para las canciones originales de la película, Aronofsky recurrió a una de sus bandas postpunk favoritas: Idles. Aronofsky lleva muchos años siguiendo a la banda, desde que la escuchó por primera vez. “La primera vez que fui al programa de Jimmy Fallon, Idles era la banda invitada. Fue toda una coincidencia”, recuerda. “Nos conocimos, nos hicimos amigos y empezamos a hablar. Cuando empecé a pensar en este guion me di cuenta de que encajarían perfectamente con la estética de la película. Me parece increíble que Idles haya llegado a hacer la banda sonora de BALA PERDIDA”.
Aronofsky le envió el guion a Joe Talbot, de Idles, quien empezó a componer canciones al instante. “Muchas de esas canciones que surgieron a partir de su primera lectura de guion están en la película. Así de buenas son”, dice Aronofsky.
Aronofsky habló entonces con Rob Simonsen para que compusiese la música de los momentos en que las canciones no encajaban. Pero la banda no se quedó de brazos cruzados y acabó tocando la música compuesta por Simonsen. “Todo lo que se escucha está interpretado por Idles”, añade Aronofsky. “No sé si alguna vez una banda de rock ha tocado una partitura. Tiene un aire punk rock genuino, algo que encaja perfectamente con la atmósfera de las calles del Lower East Side en los 90”.
Aronofsky reconoce que los tiempos han cambiado y que su vida es diferente ahora, pero sigue intentando mantener ese espíritu de los años 90 en sus películas. Sobre Pi, Fe en el Caos, recuerda: “Nunca olvidaré cuando corría entre el tráfico de Chinatown con mi amigo Sean y una cámara Snorri. Hubo un momento en que la policía se nos acercó y nos pidió que no volviésemos a hacer esto nunca más. Así que no lo volví a hacer. Fue una locura. BALA PERDIDA es una película de mucha más envergadura y ha sido muy divertido llegar a Nueva York con un equipo tan grande y poder hacer todo lo que hemos hecho. Pero al final del día seguimos siendo Matty y yo, intentando encontrar la mejor solución para cada problema. Intentamos aprovechar cada instante con el equipo, los técnicos y los actores para hacer la mejor película posible”.
GALERÍA DE FOTOS
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