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NOTAS DEL DIRECTOR...
El domingo 18 de abril de 2010, quedé impactado por la noticia de que el venezolano Edwin Valero, el actual campeón mundial de boxeo de peso ligero era acusado de haber matado a su esposa en la madrugada. Para ese entonces era un ídolo nacional; Valero era la esperanza deportiva de un pueblo amante del boxeo que nunca había tenido un campeón de esa naturaleza. La sorpresa aumentó cuando horas después, me llegó la noticia de que mientras Venezuela entera celebraba con fuegos artificiales sus 200 años de independencia, Valero se había ahorcado en su celda. Ese 19 de abril, día festivo, se sintió un luto gigantesco en el país, especialmente en las zonas más populares. Sin embargo lo que predominó, a mi parecer, fue el sentimiento de culpa generalizado de todos los que creíamos que Valero iba superar sus problemas personales e iba continuar su carrera profesional invicta y llena de records.
Desde ese día empecé a investigar que había pasado con Valero y por qué tuvo ese final tan trágico. En la medida que conversaba con gente relacionada a él, descubrí que habían muchas versiones de Valero y que en varias oportunidades hasta se contradecían. Otra particularidad era que la gente de su pueblo natal no sabía nada sobre su vida en el extranjero (donde vivió más de 10 años) y viceversa. Valero manejaba un hermetismo impresionante con relación a su vida personal, incluso hasta con su madre y el profesor Ortega que eran sus personas más allegadas después de su esposa. En mi pesquisa descubrí a un ser humano muy complejo que me mantiene atado a su historia. Hoy en día puedo decir que fue un hombre disciplinado, ambicioso, desconfiado y controlador, cuya vida merece ser contada a través de sus ojos. De esta forma, lo que parece absurdo para mí se convierte en norma y la travesía por su vida no deja de sorprenderme.