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"El Cuarto Reino” refleja la vida cotidiana en una comunidad marginal de un barrio de Nueva York. Un “reino” muy particular en el que, tanto ciudadanos estadounidenses en dificultades, como inmigrantes ilegales, comparten la decepción de una realidad muy diferente a la prometida en el país de las oportunidades. Aunque han sufrido la decepción de no haber logrado su esperado sueño americano, mantienen viva la esperanza.
René, un mexicano que todavía necesita ir a Alcohólicos Anónimos para evitar recaídas, aunque cada vez pasa más tiempo sobrio. Walter, de Guatemala, un hombre muy inteligente y enigmático que fabrica gafas especiales con la que transforma la realidad. Pier, un americano que fue pianista en un grupo de jazz, hasta que después de una depresión encontró la felicidad recogiendo latas. Ahora toca el órgano entre las montañas de lastas y botellas. Eugene, también americano, lucha para recuperarse de su adicción a las drogas concentrándose en las tareas del compostaje. Los cuatro, reunidos por Ana, una misionera que dejó España hace más de 40 años y fundó hace más de diez “Sure We Can” (SWC), una organización sin ánimo de lucro para personas necesitadas donde pueden intercambiar latas y botellas de plástico por 5 centavos.
Allí, en el centro de Brooklyn, pero a la vez lejos de todo, la aparente existencia rutinaria dedicada al reciclaje es también una búsqueda guiada por el deseo de progresar. El destino es realmente el camino, un “reciclaje personal” a través de pequeños cambios día a día para obtener la mejor versión de ellos mismos. Aquí es donde nuestros personajes encuentran su lugar, al margen de la sociedad que les ha dejado de lado.