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NOTAS DEL DIRECTOR...
Las tardes de los viernes, sin duda, eran lo mejor. Las clases terminaban y daba comienzo el tan ansiado fin de semana y como era habitual, la llegada de la noche se iluminaba con contenedores de basura ardiendo, sucursales bancarias de las que sólo salían llamas, gente corriendo para todos los lados, jóvenes encapuchados escondidos en portales y las sirenas de los coches de policía atravesando las calles a toda velocidad. Ese era el reiterativo final de cada viernes, el último acto de una manifestación abertzale en la Euskadi de los 80. Pero esa violencia habitual para nosotros que éramos unos simples niños, significaba algo a cele-brar… Tras aquello, cuando la calma llegaba y los bomberos apagaban los últimos restos del fuego de la batalla, entonces, sólo entonces había llegado el mo-mento más importante, el de nuestra propia “batalla”. Buscábamos nerviosos y emocionados las pelotas de goma que los antidisturbios de la guardia civil habían disparado minutos antes a los manifestantes, ya que, en esas pelotas encontrábamos nuestro juguete más deseado, nuestro mejor divertimento; el reto consistía en tener el mayor número de ellas posibles… Esos eran nuestros galo-nes cuando teníamos 12 años y esa es la mejor de las metáforas que pueden definir Érase una vez en Euskadi.
Nací y viví en Mondragón (Guipúzcoa) en Mayo de 1973… Soy hijo de inmigrantes granadinos y nieto de aquellos que perdieron la guerra civil. Esta historia es un pequeño trozo de aquella infancia. El comienzo de un verano en el que nunca salió el sol y no dejó de llover. Una niñez como la de cualquier otro niño, sólo que el decorado que la acompañó tenía la característica de ser el de la Euskadi más feroz, en la que la única nota de color la ponía las pintadas a favor de la banda ETA que, en esa época, 1985, estaba en su momento más alto de activismo…. Una infancia tan feliz como característica… El paso del tiempo me ha empujado a escribir esta película y relatar parte de unos acontecimientos cuyo recuerdo se ha implantado en mí tan fuertemente como la necesidad de contarlos…
Contar qué era vivir y crecer en aquella reivindicativa sociedad recién salida del franquismo y en la que la violencia, las manifestaciones, el gal, el sida, la heroína, etc… formaban parte de un guion tan cotidiano entonces como peculiar ahora. Sólo ha tenido que pasar el tiempo para entender y comprender que tú formaste parte de aquello y que quieres convertirlo en película.
La historia de aquellos padres que se tuvieron que abrir camino inmigrando a una Euskadi productiva pero muy convulsa, en la que ETA mataba práctica-mente a diario y las diferencias sociales estaban fuertemente marcadas… Una lucha por la integración y por aquella alejada esperanza de que algún día tus padres volvieran al lugar de donde les sacaron tus abuelos.
“Érase una vez en Euskadi” habla de los que tuvieron que huir, de los que se quedaron y, sobre todo, de los que aprendieron a convivir luchando por la inte-gración y por la normalización de la convivencia en la Euskadi de los años ochenta.