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NOTAS DEL DIRECTOR...
“El Niño de Fuego” es mi ópera prima y con ella he profundizado en la identidad como tema central del cine que me inspira y del cine que quiero seguir haciendo. El marco de la adolescencia para contar esta historia es muy importante ya que entiendo ese momento como un elemento clave de búsqueda y aceptación de uno mismo.
El documental es un espacio cinematográfico en el que puedes jugar con elementos que la ficción no puede ofrecerte pero carece de la sólida estructura que te aporta un artefacto de ficción. Me gusta pensar y trabajar en ese limbo donde la ficción y el documental se encuentran y dialogan y contar con elementos de ambos en mis proyectos.
Cuando conocí a Aleixo, él tenía solo 13 años y estaba sumido en una profunda depresión. El accidente rompió su familia y el fuego desfiguró su cuerpo y rostro por completo. Fue a partir de ese momento que empezó a forjar una máscara invisible que le protegiera, una personalidad fría y dura que se imponía para no mostrar ninguna flaqueza o emoción.
Aunque al principio ese mecanismo le fue útil, con los años creció en él un gran conflicto identitario muy difícil de resolver.
Aleixo era en realidad una persona frágil y de una sensibilidad abrumadora. Un niño con un dolor inabarcable pero incapaz de llorar.
Lo filmé durante períodos intermitentes a lo largo de 5 años y pude ser testigo privilegiado de ese tránsito mágico que es la adolescencia, con todos los conflictos propios de esa etapa, pero con el agravante trágico del cuerpo mutilado y limitado siempre presente. Intuyendo que los problemas identitarios y sociales formarían parte de su vida, Aleixo fantaseaba a menudo con el suicidio como vía de escapatoria o simplemente anhelando un alivio que nunca llegaría a ser pleno.
Esta quizás, fue la parte más dura de todo el proceso.
De algún modo, ambos sabíamos que tarde o temprano tendría que enfrentarse a la vida, dejar de ser un niño con aspecto de tipo duro y abrirse a un mundo que le daba auténtico pavor.
Mi intención era esperar a que Aleixo estuviera cerca de cumplir los 18 años, esa barrera simbólica que marca el paso al mundo adulto, para plantearle una serie de retos, a modo de juego al principio y de misión vital después, con el objetivo compartido de sacarlo de su zona de confort y hacer que su vida avanzara.
Yo tenía claro que quería que la película fuera útil para él. Quería que tuviera un sentido para ambas partes. El rodaje ha sido un auténtico “tour de force” entre ambos pero siempre con el trato tácito de que todo cambio que hiciera en su vida podría ser bueno tanto para él como para la película.
Dicho de otra manera, nos comprometimos en caminar juntos, a movernos sin saber a dónde pero con la certeza de que teníamos que salir de aquella habitación oscura.
NOTAS DE ALEIXO PAZ...
Por muchas palabras que pueda escribir sinceramente no sé qué puedo decir...
Será que mi cabeza es propensa a pensar en lo malo olvidando siempre lo bueno.
Si me pongo a pensar en el qué dirán cuando se estrene la película, se me activa el modo avión, se me hace raro estar en medio de la gente, me vuelvo a sentir pequeño... He aprendido a no esperar nada porque sino luego, la hostia duele el triple.
Ahora mismo si pienso en “El niño de Fuego” automáticamente me viene una palabra a la cabeza: Aprendizaje.
Solo puedo dar las gracias, a aquel niño que aceptó sin pensar en lo que venía... A el director, Ignacio, mi hermano de distinta sangre que ha tenido la paciencia que solo la familia tuvo, a todo el equipo que ha participado y a todos y a cada uno de los personajes que nos brindó su mano.
A lo largo de este camino todo ha cambiado menos mi sitio, con momentos de subidas y de bajadas, en estado frenético pero nunca imaginé que llegaría a cerrar este capítulo algún día.
Llegar a ver el final de mi propia historia y el comienzo de una nueva...
Mil gracias a todos de corazón y espero que la disfruten.