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NOTAS DEL DIRECTOR...
Si bien es cierto que es muy difícil tomar distancia de tragedias como los desahucios, la corrupción, el paro, la pérdida de derechos laborales, la crisis..., siempre he pensado que se puede (y se debe) tratar todos esos temas desde una perspectiva más cáustica, más de la calle, más de los bares... Porque tras un par de cañas, las cosas se ven de otra manera. Y como decían los Monty Python: hay que “mirar siempre el lado positivo de la vida”, reírse de uno mismo y del momento por el que está pasando este país y sus ciudadanos.
En estos tiempos agitados en los que algunos quieren enfrentar modos de vida, en El club del paro veremos que se pueden compartir muchas cosas a pesar de las diferencias sociales, religiosas o políticas. Nuestros protagonistas se mueven entre el absurdo y la estupidez, son adultos desprovistos de cualquier atisbo de madurez. Tan solo se toman unas cañas con sus amigos y hablan de sus problemas, de sus fracasos y de sus éxitos. Y cuando vuelven a su casa siguen obsesionados por los mismos detalles insignificantes de la vida y continúan siendo ruines, neuróticos y egoístas. Ni cambian ni evolucionan porque si cada vez que te tomas una caña con tus colegas evolucionaras tendrías un grave problema psicológico o serías un Pokémon.
Tratamos de revisar de la manera más absurda y cruel los elementos culturales, políticos y sociológicos que conforman la sociedad contemporánea. Los personajes lanzan dardos de ironía y sarcasmo hacia todas direcciones, arreglando el país desde la mesa de un bar y engullendo cañas. Sin pelos en la lengua, puesto que cuando uno está un bar con sus amigos dice auténticas barbaridades que, la mayoría de las veces, son tan absurdas como incorrectas. Pero para ellos, en ese momento y desde su anonimato y privacidad, es la verdad absoluta. Es como si esa mesa del bar fuera su Twitter particular. De aquí no sale bien parado nadie, ni las estructuras de poder en sus más altos eslabones ni las clases sociales humildes que son apaleadas públicamente en su ignorancia por el apoyo, de una forma u otra, a un estilo de sociedad que los fagocita lentamente y a la cual se retrata y ridiculiza. Nuestros personajes tampoco se olvidan de los medios de comunicación, la religión, la educación o el sexo. En este último conflicto debe incluirse también su relación con el sexo opuesto, ya no problemática, sino sencillamente catastrófica. Los personajes hablan a la vez, discuten sin llegar nunca a un acuerdo ya que no se escuchan, sino que sólo están velando por sus egoístas intereses. Todo desde un humor absurdo pero realista, donde nada es lo que parece, y que los personajes viven con, muchas veces, diálogos de besugo, silencios y respuestas descabelladas, lo que, por supuesto, dota de sentido a la historia, una historia lineal y común. Como la vida misma.