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PRESENTACIÓN por JUAN E. NAYA (Astrofísico)...
Recuerdo siendo niño a mis abuelos contándome historias sobre el Monasterio de Sigena, lugar que me ha sobrecogido y cautivado hasta el día de hoy. Con cinco años me fui a vivir con ellos donde pasé seis años maravillosos. En las tardes soleadas, solía acompañar a mi abuelo a la huerta donde me encantaba imitarle con una pequeña azada y, sobre todo, llevar las riendas del mulo que tiraba del carro. Para él, yo era su acompañante y su juguete: “el zagal nuestro” me llamaba. Para mí, él era un sabio que tenía respuesta a todas mis preguntas.
Su huerta era vecina al monasterio y al pasar por delante me impresionaba ver ese lugar de piedra arenisca, majestuoso, imponente a la vez que intrigante, medio en ruinas y abandonado, y siempre aprovechaba para que me contara su historia. Yo, que era muy preguntón, asediaba a mi abuelo con una cadena de “porqués” para tratar de entenderlo todo. Mi abuelo, cariñoso y paciente, me relataba cómo ese lugar lo había fundado una Reina, Sancha, hacía casi ochocientos años. Que estaba enterrada allí junto a su hija Dulce y su hijo el Rey Pedro II, que había sido un gran guerrero. Que este lugar pertenecía a la orden de la Cruz de Malta y que había sido muy rico e importante. Cuando le preguntaba sobre el porqué estaba medio ruinoso y abandonado me contaba que cuarenta años atrás había habido una cruel guerra en España y que el monasterio había sido quemado. Siempre me impactaba esta historia que le hacía repetir una y otra vez cuando pasábamos por delante. Al volver a casa, situada en el centro del pueblo a un kilómetro de distancia, no acababa de entender y aceptar el porqué había sucedido algo así y, buscando un final esperanzador a nuestra conversación, le preguntaba cuándo iban a arreglarlo. Él siempre me daba la misma respuesta: “…había costado 700 años construirlo y no había dinero suficiente en el mundo para poder devolverle su esplendor original”.
Al llegar a casa, mi abuela me esperaba con una buena merienda, probablemente pan con vino, y entonces aprovechaba para intentar desentrañar un poco más las claves de aquel intrigante y misterioso lugar. Era en ese momento cuando le preguntaba sobre cómo era por dentro el monasterio. Ella siempre me respondía con un lamento y voz melancólica, iniciando su relato con un suspiro: “Ay hijo mío! Sigena era un lugar precioso. Cuando
era pequeña les llevaba pan y huevos a las monjas y éstas me dejaban pasar dentro de la zona de clausura. Recuerdo la sillería del coro, hecha de madera labrada y que llegaba hasta el techo, una maravilla de la que no queda nada porque fue quemada. Y de lo que más me acuerdo es de la sala Capitular, grande y majestuosa. Tenía cinco arcos, techos altos y toda ella estaba decorada con escenas de la biblia y retratos de un tamaño que parecían reales. Los techos eran muy ricos, con maderas grandes y talladas, doradas y pintadas con preciosas figuras y vivos colores. Aquello era maravilloso, no puedo explicar lo que sentía al estar allí. Todo eso lo quemaron un día para la guerra y hoy no queda prácticamente nada. Ay, en fin, hijo mío!”.
Recuerdo esta historia contada una y otra vez que me conmovía, me hacía pensar y trataba de imaginar cómo debía haber sido en realidad todo aquello que me describía con palabras.
Un día a los nueve años tuve un sueño. Soñé que era mayor y me dedicaba a la recuperación de ese extraordinario lugar. Que por fin podía ver con mis ojos las maravillas que mis abuelos habían visto y me habían contado. Que mi abuela ya no tendría que lamentarse más por aquél tesoro perdido.
Hoy, cuarenta años más tarde, mis abuelos ya no están aquí pero su recuerdo y su espíritu han sido los que me han dado la determinación y la perseverancia para convertir ese sueño en una realidad: la magia de un sueño.
Este proyecto de recuperación de la Sala Capitular de Sigena se lo dedico a mis yayos, Carmen y Joaquín, y a todos aquellos que han inspirado y siguen inspirando a sus nietos a hacer realidad sus mejores sueños. Os queremos.
NOTAS DEL DIRECTOR...
El motor narrativo del film es la gran pasión de Juan por reconstruir ese lugar que reside en sus sueños y que pertenece al patrimonio artístico de la humanidad. La obsesión de Juan lo lleva a viajar por varios continentes, a excavar en lo más profundo de sus recuerdos, a buscar lo invisible como un investigador de policía, a dar forma a lo intangible y dar color a la magia de su sueño.
El film tendrá varios niveles de narración, un puzzle donde el objetivo será crear una experiencia de inmersión que ayudará al espectador a sentirse en el centro de la investigación, a ser parte de ella, a descubrir junto con Juan cómo fue este maravilloso lugar llamado Sala Capitular del Monasterio de Sigena.