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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Cómo surge el proyecto de El castillo?...
Conocí a las protagonistas mientras estaba desarrollando mi película anterior, El espanto. Estábamos en una ruta bastante alejada, y alguien nos recomendó hablar con un curandero que vivía cerca de un castillo. Cuando llegamos al lugar quedamos sorprendidos al ver una casona con una cúpula en medio de un campo completamente perdido. Golpeé con las manos y del interior salió Justina, vestida con ropa de trabajo. Lo primero que le pregunté fue si podía conocer al dueño de la casa. En esa anécdota ya está presente uno de los temas de la película. Mi prejuicio de clase me impidió imaginar que Justina podía ser la dueña del lugar.
Me invitó a pasar, estuvimos todo el día recorriendo la casa y hablando de su historia. Esto fue hace unos seis años; Justina y su hija Alexia, que en ese entonces tenía catorce años, recién se estaban instalando. Fue tan emocionante aquel encuentro, que pensé incluso en posponer el rodaje de El Espanto y comenzar de inmediato una película con Justina y Alexia. Eso no ocurrió, afortunadamente, porque los seis años que transcurrieron hasta el comienzo del rodaje fueron los que permitieron que forjáramos una amistad, que fue fundamental para que El Castillo suceda.

¿Cómo surge el proyecto de El castillo?...
Conocí a las protagonistas mientras estaba desarrollando mi película anterior, El espanto. Estábamos en una ruta bastante alejada, y alguien nos recomendó hablar con un curandero que vivía cerca de un castillo. Cuando llegamos al lugar quedamos sorprendidos al ver una casona con una cúpula en medio de un campo completamente perdido. Golpeé con las manos y del interior salió Justina, vestida con ropa de trabajo. Lo primero que le pregunté fue si podía conocer al dueño de la casa. En esa anécdota ya está presente uno de los temas de la película. Mi prejuicio de clase me impidió imaginar que Justina podía ser la dueña del lugar.
Me invitó a pasar, estuvimos todo el día recorriendo la casa y hablando de su historia. Esto fue hace unos seis años; Justina y su hija Alexia, que en ese entonces tenía catorce años, recién se estaban instalando. Fue tan emocionante aquel encuentro, que pensé incluso en posponer el rodaje de El Espanto y comenzar de inmediato una película con Justina y Alexia. Eso no ocurrió, afortunadamente, porque los seis años que transcurrieron hasta el comienzo del rodaje fueron los que permitieron que forjáramos una amistad, que fue fundamental para que El Castillo suceda.

¿Cómo definirías entonces El castillo? ¿Un documental con elementos de ficción? ¿Una ficción narrada a partir de elementos documentales?...
Cuando Justina me contó su historia sentí que allí había un cuento, algo dramáticamente muy potente, que necesitaba ser narrado con cierta cadencia narrativa. Por eso la película tiene un abordaje cercano a la ficción y por eso fue muy bueno esperar y no comenzar a filmar de inmediato. El castillo cuenta la historia de las protagonistas desde el presente, cuando la casa ya sufrió un deterioro importante, Alexia ya no es más una niña y está con ganas de hacer su propia vida. Ese presente, como condensa muchísimos acontecimientos de los años que compartimos antes del rodaje, es una construcción.

¿Entonces es un documental o una ficción?...
De alguna manera, creo que ambos géneros le quedan bien.
Cuando empecé a escribir el guión necesitaba volver al castillo constantemente, pasar tiempo con las protagonistas, conversar del pasado o incluso de los planes que tenían para el futuro. El Castillo fue construido junto a ellas. La película representa sus vidas de una forma muy cercana a lo que ellas viven, pero también se permite crear resoluciones distintas a la realidad.
Hay escenas que son de pura observación y otras en donde representamos situaciones del pasado, que me habían contado o que habíamos vivido juntos. Y también hay otras que ponen en escena un futuro imaginario.
Toda esa parte de la escritura fue muy dinámica y, en mi opinión, documental, porque son las protagonistas representando y reinventando sus propias vidas.
La diferencia con otras películas –y no es una diferencia valorativa, sino objetiva– es que El Castillo no comparte ese proceso de creación con el público. Los cómplices de la creación somos Justina, Alexia y yo; el público accede a un relato que parece cerrado. Quizás por eso, El Castillo se parezca más a una ficción.

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