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Resulta sorprendente que, aunque uno se pase la vida en un lugar, apenas conozca nada de lo que le rodea. Hace unos años, mientras recorríamos una zona volcánica de la isla de Tenerife, nos sorprendió un cartel: “Los próximos días esta zona permanecerá cerrada por caza mayor”. ¿Caza mayor en Canarias? ¿Qué animal de gran tamaño existía en el archipiélago? Hay lagartos, muchos. Y loros y delfines en el Loro Parque. Pero, en el campo, ¿libres y grandes? No nos venía nada a la cabeza. Y, sin embargo, sí lo hay: el muflón. El muflón, una especie de mezcla entre carnero y cabra que durante el franquismo decidieron traer a Canarias para gusto de los amantes de la caza. Ya han pasado cincuenta años desde que introdujeron once muflones a las Cañadas del Teide, un espacio protegido. Ahora resulta que esos animales son un auténtico peligro para la valiosa flora autóctona y la única solución es su exterminio. De aquel momento histórico en el que soltaron a los muflones queda una foto. En esa foto, los hombres ríen al fondo. Delante, un cachorro. Un pequeño muflón. El protagonista de nuestra historia. “El último muflón” es un cortometraje documental de animación que habla no solo de la abominación de la caza como deporte, sino de la protección de la naturaleza. Pero, sobre todo, de nacer en un lugar diferente del que procedes, de la inmigración forzada y de la lucha por sobrevivir en un lugar en el que, para algunos, no eres bienvenido