INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
Hacer una película es cumplir un sueño. Y al despertar del sueño que ha sido hacer y vivir en esta película me quedo con la satisfacción de haber sido parte de una maravillosa troupe deverdaderos artistas del underground neoyorquino del siglo 21. De haberme dejado llevar y embriagar por la libertad, la magia, la extravagancia y la transgresión de esta gran familia de monstruosas bellezas. De haberme ganado su confianza para poder compartir con ellos los gozos y las sombras de lo que supone ser un artista, de ser un soñador en una de las ciudades más bestias y competitivas del planeta. De haberles acompañado en su utópico viaje hacia un Sueño Americano más justo con las minorías y los inadaptados. De haber soñado con un mundo en el que la política y la religión sean objeto de mofa y de burla sin miedo a represalias y en el que los misfits, los perdedores y los raros sean lo que les dé la gana ser.
Esta película es una invitación a zambullirse en la desconocida y escurridiza escena underground del Nueva York del siglo 21. Artistas con pasados más o menos turbulentos, que han encontrado su lugar en el mundo en esta creativa y disparatada “familia elegida” en Nueva York y que han encontrado su modo de expresión artística en el burlesque a través del que canalizan toda su rabia, su sensualidad, su diversidad y su sexualidad. Desde la sátira política con númerosde explícita denuncia política contra Bush o Trump, a las críticas a la Iglesia respecto a su actitud frente al colectivo LGTB, a las convenciones sociales y a los anquilosados roles de la mujer y a los cánones de belleza impuestos por el sistema, estos monstruos de la escena no dejan títere con cabeza. The show must go on.
Había que tirarse a la piscina. Desde el punto de vista de la producción, esta es una película hecha a base de pasión y de mucha ilusión. Y horas de trabajo. Y de amigos. Y de cómplices. Una película producida sin ninguna subvención pero sin ningún vértigo.
Quizás no podía ser de otra manera, al tratarse de una película tan personal y artesanal. La intimidad y la cercanía que me daba estar yo solo, a modo de hombre orquesta cinematográfico, con la cámara en los camerinos, en los taxis y en las vidas de los personajes a los que he seguido no hubiera sido posible con un equipo de más personas. Tampoco hubiera sido posible por la falta de espacio en los diminutos camerinos del off-off Broadway de Nueva York. Hacerse invisible con una cámara en un camerino de burlesque lleno de performers y de espejos, es todo un arte.
Había que ser coherente con el fondo y la forma. Durante el proceso descubrí y sentí un gran regocijo al saber que estaba filmando mi película con la misma cámara con la que filmó sus últimos trabajos Jonas Mekas, icono del cine underground y la contracultura neoyorquina.
Lejos de la obsesión por la perfección técnica que ha conquistado el cine industrial en los últimos años, presentamos una película rodada en MiniDV y en cuatro tercios, rodada desde las tripas y el corazón.
Ya lo dijo Mekas, necesitamos películas menos perfectas y más libres. Por la misma razón que una cubertería de plata no va a hacer que tú comida sepa mejor, ni la ultradefinición en 6K, ni el Dolby Atmos, ni las últimas lentes anamórficas del mercado van a hacer que tu película sea mejor. Una buena cámara ayuda y un buen catering te alegra el día, pero lo que hace volar a tu película es tu cabeza, tus tripas o tu corazón.