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CONTEXTO HISTÓRICO...
La historia se desarrolla, por un lado, en 1983, momento en que el partido comunista aún estaba en el poder y por otro en 1990, cuando la Perestroika daba sus últimos coletazos y empezaban a surgir movimientos nacionales cada vez más fuertes que iban ganando terreno en la mayor parte de las repúblicas soviéticas. Esta era la recta final del régimen soviético aunque el telón de acero aún estaba firmemente afianzado.
En la Georgia soviética de 1983 las fronteras estaban cerradas y era prácticamente imposible cruzarlas para ir a occidente. Es en este contexto que el grupo de jóvenes protagonistas de “Rehenes” se propone romper con un régimen que empiezan a rechazar. Pero la película también hace referencia a esos jóvenes ingenuos, aunque seguros de sí mismos, que sueñan con vivir en occidente e incluso con aspiraciones de llegar a América. Su incesante deseo de una vida mejor en un mundo libre, en contraposición al proyecto de vida dentro de la Unión Soviética, bajo un régimen opresivo, les empuja a hacer lo impensable. Con un plan cuidadosamente pensado, el grupo decide secuestrar un vuelo local y dirigirlo hacia la ciudad fronteriza de Batumi, a pocos kilómetros de Turquía, donde esperan hacer una primera parada fuera de las fronteras soviéticas. Pero el plan se tuerce poco después de despegar.
“Rehenes” es un proyecto difícil que costó sacar adelante. Rezo, el director, estuvo investigando sobre la tragedia, leyendo cientos de periódicos, trabajando con archivos de la KGB y entrevistando a más de 50 testigos. Tras varios años buceando en el proyecto repentinamente decidió parar. Estaba tan metido en la historia y tan emocionado por los relatos de las partes involucradas en la tragedia que sencillamente tenía que tomar distancia. Pasó un año y, un día Rezo se reunió con sus productores en Rusia y Georgia y surgieron las siguientes preguntas: ¿nos atrevemos ahora a hablar sobre este episodio de nuestra historia?¿podemos ponernos ya en la piel de estos chavales, de los pasajeros del avión y los padres de todos ellos?¿nos atrevemos a revisitar esta parcela de nuestro pasado que puede darnos cierta vergüenza recordar? Pero la película no pretende dar respuesta a este tipo de preguntas que ha desconcertado a generaciones durante años, sino que prefiere mirar los acontecimientos tal cual sucedieron, desde un prisma imparcial.
LA PRODUCCIÓN...
Desde que era niño conozco esta historia. Todo el mundo en Georgia, parte de la Unión Soviética en aquella época, solía hablar del llamado “caso de los chicos del avión”. Pero volvamos a mi infancia. Mi padre era doctor en una importante institución médica de la URSS. Yo pertenecía, por tanto, al estrato privilegiado soviético, es decir, era hijo de un honorable y decente médico que conseguía todo con su propio esfuerzo. Sin embargo, mis padres tenían que conseguir muchas de las cosas que necesitaban en su vida cotidiana a través de especuladores y del mercado negro, ya que los bienes de calidad no se vendían libremente dentro de la Unión Soviética. Recuerdo mi infancia como el periodo más tranquilo de mi vida. Tengo recuerdos muy felices de la época en que la actriz Natela Machavariani (llamada Nino en la película) estaba en el sanatorio en el que trabajaba mi padre.
Todo el mundo simpatizaba con ella. Yo solía escuchar a escondidas sus conversaciones con mi madre, cuando le decía que su hijo, que supuestamente había sido ejecutado, en realidad seguía vivo. Desde entonces me daba vueltas en la cabeza esta pregunta: ¿cómo era posible que la élite de la Georgia soviética de aquella época simpatizara con el sufrimiento de una madre cuyo hijo es culpable de secuestrar un avión?
En los últimos siete años he estado documentándome sobre las circunstancias de esta tragedia. Hemos entrevistado a más de cien testigos y participantes, hemos trabajado con archivos oficiales de Georgia en los que hemos tenido acceso a los audios de los interrogatorios de todos los que participaron en el secuestro. Nuestro guion está basado en todos esos documentos y en las narraciones reales de los testigos. Todo el que de alguna manera participó en esta tragedia es realmente una víctima en duelo, no alguien a quien acusar o a quien alabar. La época en la que estos héroes se encontraban no les dio opción. Estaban en una situación antinatural ya que se veían privados de lo que en otros países era normal tener. Dos de mis amigos más mayores soñaron toda su vida con probar el prohibido café “cappuccino”. Una de ellas, de hecho, se casó con un señor francés y se fue a vivir a París donde pudo tomar tantos “cappuccinos” como quiso. Pero el sueño, una vez cumplido, la desilusionó tanto que acabó suicidándose. Las restricciones artificiales dan a la gente una idea distorsionada del mundo. Otro ejemplo: el poeta soviético Vladimir Vysotsky se casó con un francés y gracias a esto le fue posible viajar y conocer Alemania. Cuando allí descubrió en un escaparate que existían múltiples tipos de salchichas no daba crédito. No podía entender cómo en su propio país, que había ganado la Segunda Guerra Mundial, sólo tenían cuatro clases de salchichas mientras que en el país vencido podías comer hasta treinta diferentes. Estos ejemplos son bastante similares a la clase de ilusión a la que los héroes de nuestro guion se vieron sometidos. ¿Cómo era posible que ellos, pertenecientes a la élite social soviética, y con unas vidas que muchos otros envidiaban, encontraran restricciones artificiales tan opresivas que les empujaran a cometer un crimen?
Haciendo la película sentí pena por todos ellos, por los miembros de las Fuerzas Especiales que intentaron poner a salvo a los rehenes, por los tripulantes que perecieron, por los pasajeros, por los terroristas amateur que secuestraron el avión porque sentían que les faltaba el aire. En realidad sus acciones no se pueden justificar pero si podemos intentar comprenderlos.
En “Rehenes” nos encontramos ante una especie de tragedia clásica en la que nadie tiene razón y nadie es culpable.