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TESTIMONIO DE VOLUNTARIA:
“No vale que yo te lo cuente. Todo lo que contemos, por mucho que impacte, es nada comparado con venir y vivirlo tú. Ellos, los enfermos, son muy grandes. Parece que no hacen nada, que están ahí... pero cuando les conoces, son grandes maestros de la vida”. Begoña Zancada
TESTIMONIO DE PEREGRINO:
“Yo me he curado. Sigo en la silla de ruedas, pero me he curado el alma. Que me hacía más falta todavía. Y ellos, los voluntarios, son una parte muy importante para poder venir. Yo siempre digo que, a través de ellos, la Virgen nos cuida. Ellos son las manos de la Virgen”. Antonio Gordo
NOTAS DEL DIRECTOR...
“No me atrae el mundo del “enfermo” ni los voluntariados vinculados a sus cuidados. Pero, desde la primera vez que fui a Lourdes con la Hospitalidad de Madrid, ya que no valgo para hacer esa labor tan abnegada y necesaria, quise contar la historia de los que sí que lo hacen. Poco a poco fuimos grabando y, a cada paso que dábamos, el proyecto crecía, y nosotros nos hacíamos pequeñitos a su lado.
Ahora que veo el documental terminado me parece muy poco comparado con lo que ellos, enfermos y hospitalarios, me han dado. Tan sólo aspiro a que sirva para que haya gente que descubra que la dignidad humana y el valor de la fe están muy por encima de capacidades o discapacidades, de etiquetas y prejuicios. A mí ellos me lo han enseñado. De modo que, para toda la Hospitalidad, eternamente agradecido. A ellos, y la Virgen de Lourdes y a Bernadette Soubirouos, que son quienes empezaron todo esto, allá por 1858.”
Desde hace más de una década he tenido una figura principal en mi trabajo, una persona, una presencia. En ocasiones, ha sido la protagonista.
En otras, está de un modo más oculto. Y siempre ha sido y es mi principal promotora, la que nunca me ha dejado no hacerlo, ni siquiera cuando menos me ha apetecido, y se ha servido para ello de las artes más delicadas a la vez que eficaces que existen en nuestra vida: el insondable amor de una Madre.
Nunca subestimes el amor que nos tiene la Virgen María, atrévete a conocerla, porque yo lo hice una vez y, como digo, desde entonces, jamás me ha fallado. Nunca. Trabajé con ella en Medjugorje, más tarde en Galilea —su tierra natal— y ahora, en Lourdes, con sus hospitalarios.
Y no puedo dejar de conmoverme al ser testigo de que su empeño no es tanto mi trabajo, sino yo: su hijo. Gracias, Madre, Virgen de Lourdes.