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SINOPSIS
Muchas son las familias que se encuentran atrapadas por los continuos bombardeos. Cada día se organizan para seguir viviendo en la penuria. Un día una de estas familias acogen a un pareja de vecinos y su bebé. Ese es el momento en que se plantean el dilema de si huir del lugar o quedarse y seguir afrontando con esperanza el día a día...
INTÉRPRETES
HIAM ABBASS, DIAMAND BOU ABBOUD, JULIETTE NAVIS, MOHSEN ABBAS, MOUSTAPHA AL KAR, ALISSAR KAGHADOU, NINAR HALABI, MOHAMMAD JIHAD SLEIK, ELIAS KHATTER
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PREMIOS Y FESTIVALES
- Festival de cine europeo de Sevilla 2017: Gran Premio del público
- Festival de Berlín 2017: Premio del público, Premio Label Mejor director
- Festival de Copenhague: Premio del público
- Festival de El Cairo: Mejor película, actriz
- CPH Pix: Premio del público
INFORMACIÓN EXCLUSIVA
ENTREVISTA AL DIRECTOR...
'Alma mater' narra el día de una familia siria que vive confinada en su piso. ¿De dónde proviene el deseo de hacer esta película?...
De un sentimiento de injusticia. Cuando la comunidad internacional se volcó en Libia con todos los medios necesarios, militares y políticos, en el mismo momento, en Siria, las manifestaciones pacíficas fueron contenidas por el terror, y en este caso, nadie hizo nada. Al igual que para mi primera película, Le Jour où Dieu est parti en voyage, que trataba del genocidio en Ruanda, me basé en esta rabia, en el sentimiento de impotencia ante cosas horribles que suceden ante nosotros.
La realidad de la guerra está muy presente en su película, pero permanece fuera de campo prácticamente en todo momento…
Se ven muchas imágenes de conflictos armados en la televisión, se escuchan comentarios sobre los actos de tortura perpetrados, pero no se ve cómo las personas se desenvuelven a diario en esta realidad en la que están presas. En Alma mater quise que aparecieran imágenes de personas que sufren la guerra cada día, con independencia de sus convicciones políticas.
De todas formas, que no se me malentienda. Evidentemente, para mí Bachar Al- Assad es un torturador y aquellos que lo apoyan son peores aún que él. Sin embargo, en Alma mater, no hago política, o mejor dicho, trato de situarme fuera de polémicas partidistas (ese no es mi propósito). Pretendo centrarme en el corazón del ser humano con un contexto histórico y geopolítico tan reducido como sea posible.
¿Y de dónde procede la idea del encerramiento?...
En primer lugar, la idea me la dio una amiga y directora de fotografía siria con la que trabajé en Líbano. En 2012, en un viaje de ella a París, recibo noticias de su familia y me dice que hace tres semanas que no sabe nada de su padre, que reside en Alepo. Solo sabe que está dentro de su piso, del que no puede salir porque en el exterior los bombardeos se suceden en todas las direcciones. Partí de esta idea: imaginé a este hombre en su piso, y me dije “¿y si eso me ocurriera a mí? ¿Cuáles serían mis mecanismos de defensa? ¿Cómo lo resistiría? Para responder a estas preguntas no es necesario ir a preguntar a Siria ni documentarse ni leer testimonios. Lo importante es ahondar en lo humano. La idea era narrar el día a día de una familia corriente, imaginando las penurias que debe superar para que los días conserven una aparente normalidad (normalidad que es la única manera de evadirse del estallido de violencia, que se produce sin distinciones y sin previo aviso).
¿Y la elección de concentrar el encierro en una sola jornada?...
Estar en ese piso y no salir en 24 horas era una manera de concentrar los desafíos y concluir la película con la idea de un inevitable «volver a empezar»: aquello de lo que hemos sido testigos volverá a ocurrir al día siguiente, y al otro, de manera similar.
La decisión de Oum Yazan, la madre de la familia, de ocultar lo que le ha sucedido al marido de Halima es ante todo pragmática: mantener la cohesión del grupo, su energía…
Sí, ella quiere garantizar la supervivencia del grupo ante todo. Esta mujer tiene la responsabilidad de su hogar, se encarga de organizar la vida cotidiana para que en este espacio siga habiendo una atmósfera de normalidad, a pesar del hacinamiento, las penurias de todo tipo y la falta de intimidad y las molestias que esta conlleva. Sin habérselo confesado, escribí pensando en Hiam Abbass. Me ayudó en gran medida basarme en lo que imaginaba de ella: su determinación, su autoridad afable. Además, Hiam nació en Palestina, creció entre bombas; conoce profundamente el conflicto, al igual que los demás actores del filme, todos sirios, salvo Juliette Navis y Diamand Abou Abboud, la joven libanesa. Para mí, era esencial que todos ellos pudieran ayudarse de sus vivencias y lo transmitieran en la pantalla. Todos se implicaron a fondo en la película, que realmente cuenta algo que les pertenece, en lo que se reconocen.
Puesto que ambos maridos se encuentran fuera de campo, las fuerzas vivas de la película son esencialmente femeninas…
Frente a la violencia, una mujer no suele responder con violencia. La mujer encuentra otros recursos que me parecen excepcionales y que deseaba explorar, sobre todo en la escena de violación. Halima intenta prestarse al «juego» de sus agresores de manera voluntaria en lugar de mostrarse a la defensiva, recibiendo golpes. Ella intenta dispersarlos, alejarlos todo lo posible de su bebé, en primer lugar, y de los demás a continuación, además de salvar la vida ella misma. Sus actos están gobernados principalmente por su instinto de supervivencia. Cuando me enfrento a la representación de escenas tan violentas, siempre intento que el espectador no tenga que mirar a otro lado en ningún momento y, a su vez, no quería detenerme en la brutalidad de la escena. Por lo tanto, me centré en la resistencia y la dignidad de esta mujer, que irradian todo su cuerpo. A partir de ahí, sabía que podía centrarme también en la cocina y mostrar solamente con sonido lo que la violencia provoca en aquellos que la presencian.
Esta violencia contra las mujeres es una verdadera arma de guerra...
Desde el punto de vista de nuestros arcaísmos, la posición de la mujer, incluso en nuestras sociedades occidentales, sigue siendo profundamente sedentaria en el sentido estricto de la palabra. La mujer es el hogar, el puerto al que se regresa, que permite el movimiento, la acción. Por consiguiente, es un objetivo prioritario en cualquier conflicto. Cuando se destruye a la mujer, se destruye la energía, la voluntad y la razón para luchar del combatiente. La imagen de esta mujer ante sus agresores mientras que los demás ocupantes del piso se refugian en la cocina es para mí una metáfora. De algún modo, aquellos que escuchan todo y que violan y no hacen nada somos nosotros. La joven mujer representa a Siria.
Sin embargo, usted no juzga a sus personajes...
¿Cómo juzgar a aquellos que permanecen tras la puerta y no se atreven a moverse? ¿Pueden hacer otra cosa? Si la puerta se abriera y los agresores irrumpieran en la cocina, sería una carnicería. Estas personas se encuentran en una situación totalmente imposible y ellos también sufren, a su manera. La culpabilidad les hace sufrir.
Sus personajes no son heroicos, pero en un momento determinado, demuestran valentía...
Yo creo que todos tenemos la capacidad de ser dignos en circunstancias extremas. De alguna forma, no escapamos a esta capacidad de ser dignos. Somos mejores de lo que pensamos. Y si no lo somos, es que hemos elegido no serlo. Cuando los malos son identificados como malos (como ocurre con los agresores de Halima), no los estudio, sino que siguen siendo figuras. Me niego a convertirlos en personajes auténticos, con un pensamiento, un razonamiento, un móvil, un alma... Ni siquiera sabemos a qué campo político pertenecen. Para mí, son básicamente mafiosos que se aprovechan del caos.
¿Por qué la madre no quiere abandonar el inmueble?...
El motivo por el que esta mujer de origen palestino quiere quedarse es evidente. Ella dice: «Nací sin hogar. Nadie me sacará de aquí.» Ella ha construido su espacio vital dentro del piso, con su marido y sus hijos. De alguna manera, es su obra y la defiende. Me dije también que quizá estas personas han desperdiciado la oportunidad de marcharse en un momento dado, esperando a que las cosas se solucionaran. Siempre hay un primer periodo en que nos decimos que todo va a calmarse, pero a veces, cuando uno se da cuenta de la realidad, es demasiado tarde. Para saber que es «ahora o nunca», que hay que marcharse, es necesario un gran coraje.
La relación entre el abuelo y su nieto es muy fuerte…
Él se encuentra ante las ruinas en que su país se ha convertido. Sin comprender cómo se ha podido llegar a eso, admite que tiene una parte de responsabilidad en el desastre. Entonces, delante de su nieto, que reacciona ante la guerra como un niño (sin tener una conciencia aguda del drama, con la capacidad de seguir sonriendo, de jugar a pesar de todo), el abuelo es capaz de aceptar esta fuente de vida; se percibe un fluido que pasa entre ambos. Por otro lado, se percibe ternura y mucho respeto hacia su nuera.
¿Y el personaje de Delhani, la empleada doméstica?...
Para mí, este personaje es capital. Con el paso del tiempo, se establece confianza, respeto y complicidad entre ambas mujeres. Delhani es la conciencia despierta de las aberraciones y los errores cometidos también en su nombre, porque no le queda otra opción que callarse. Ella no tiene poder, pero al menos cuenta con la fuerza de su mirada hacia su jefa. Además, es un personaje que no tiene nada que ver con esta guerra y se encuentra atrapado sin forma de escapar.
La película está poco recortada, pero muy coreografiada, y acompaña los movimientos de los personajes por el piso…
Me gustaba esta dinámica en el interior de un espacio cerrado, esta fluidez, cámara al hombro, para combinar de la mejor manera posible la realidad con la cotidianidad. Los movimientos, que acompañan sobre todo a la madre, reflejan la urgencia que viven los personajes. Quise captar la interacción constante entre unos y otros, sin olvidar que lo que uno sabe no tiene por qué saberlo el otro… Y que la vida continúa, a pesar de la guerra, a pesar de las bombas. El hecho de no recortar, de dar prioridad al plano secuencia, fomenta también la noción de "tiempo real" y ayuda a la búsqueda de autenticidad que la película requería, al igual que el formato y la cámara al hombro, que refuerzan la sensación "documental" de la película.
¿Por qué decidió rodar en Beirut?...
Rodar en Siria era imposible, pero quería conservar toda la cercanía sociocultural posible con dicho país. Tanto en el campo del idioma o la historia reciente como en los detalles de la vida diaria, como una cafetera, un mueble… El Líbano era el jardín (o el patio) de Siria, por lo que la idea de rodar allí se impuso enseguida. Por otro lado, ya había hecho dos películas en Beirut como director de fotografía, y conocía bien la ciudad.
El momento en que la madre se tumba sobre la mesa del comedor suspende el relato de manera inesperada…
Esta escena es un momento de abandono profundo que refleja la capacidad humana de refugiarse en su interior y sacar fuerzas. Y esto resulta aún más incongruente y desbordante teniendo en cuenta la presión a la que está sometida en ese momento. Nos imaginamos muy bien que esa mesa semilujosa es importante para esta mujer, es su propiedad. En este contexto de miseria, la encontramos dividida entre el sentimiento de la insignificancia y la satisfacción profunda de que la mesa siga formando parte de su vida diaria. Por otro lado, encontramos la frescura, la madera pulida, lisa, una sensualidad casi pueril, que ya no existe y que ella necesita.
La película termina como empieza, salvo que el enfoque del rostro del abuelo se aproxima más a la piel. Más allá del círculo, el filme dibuja una trayectoria, la de acercarse a lo humano…
Para mí, la empatía y la identificación con los personajes son absolutamente esenciales. Son el motor de nuestra comprensión, y más aún de la compresión de sentimientos tan fuertes como estos. Entre el momento en que comencé a reflexionar sobre la película, en 2013, y el momento en que la película empezó a proyectarse para el público, en 2017, estalló la tragedia de los refugiados sirios que nos concierne a todos, pero nos faltan aún claves para comprender por qué estas personas llegan hasta aquí. Mostrando lo que viven a diario en su país, espero que la película ayude a hacer entender los motivos que les hacen huir y llamar a nuestra puerta.
ENTREVISTA CON HIAM ABBASS...
¿Cómo llegó al proyecto de 'Alma mater'?...
Philippe Van Leeuw pensaba en mí mientras escribía, ¡o al menos eso fue lo que me dijo! Y cuando, en un momento determinado, me pidió que leyera su guion, dije: «¡Tengo que hacerlo!». Todavía no contaba con el presupuesto, todavía no estaba seguro de poder realizar la película, pero mantuvimos el contacto, me tuvo al corriente de los avances del proyecto. Me reuní con Philippe para hablar seriamente de este proyecto tan importante para mí en sentido político. La guerra de Siria prosigue y no comprendemos muy bien qué ocurre, nos preguntamos si terminará y cuándo lo hará.
Sin embargo, el propósito de la película no es explicarnos este conflicto…
Es precisamente eso lo que me resultaba interesante del guion de Philippe: él no señala al «malo» y su política, sino que aborda la guerra desde una perspectiva de victimización del ser humano, atrapado en una maquinaria mucho más grande y fuerte que él. Una maquinaria que se traga a todo el mundo, sin que nadie sea siquiera consciente de lo que sucede. La película no entra en el aspecto documental de la guerra de Siria, sino en la intimidad de una familia que trata de sobrevivir a dicha guerra. Siempre intentamos presentar la guerra como si estuviera dentro del orden natural de las cosas, pero nada nos obliga a creerlo. Sobre todo si creemos en la vida, en la individualidad, en los derechos naturales de cada ser humano…
¿Cómo abordó su personaje, Oum Yazan?...
Lo único que tuve que hacer fue atenerme a lo que estaba trazado en la descripción personaje para trazarlo a su vez de manera corporal, lo que quiere decir también de manera emocional... Y sumergirme en la película con Philippe, que sabía muy bien lo que quería y confío en mí. Sinceramente, creo que estábamos en la misma longitud de onda. Me gusta mucho esta mujer que se enfrenta a su vida, a su destino, al destino de su familia, al de la vecina que va a su casa en busca de refugio. Realmente, ella quiere llevar una vida con su familia como si la guerra no existiera. Realmente quiere que la vida continúe, a pesar de todo. Hasta el momento en que el peligro irrumpe en el interior de su hogar. A partir de ese momento, todo resulta inesperado, ella misma se sorprende por su propia capacidad de supervivencia, su capacidad para proteger a los suyos.
Cuando decide ocultarle a Halima lo que le ha ocurrido a su marido, comprendemos el pragmatismo de su actitud…
En efecto, ella decide no decir nada por la seguridad de su familia. Piensa que tiene razón. Y yo, que la encarno, le dejo tener razón. Esta razón lleva a otra razón, que a su vez lleva a otra… Y el personaje se encuentra inmerso en una sucesión de acontecimientos y de tomas de decisiones que tal vez son discutibles, pero que son propias de esta mujer, en su moral actual, por la supervivencia de su familia, hora tras hora. El filme no aborda los juicios, sino las vivencias inmediatas de los personajes. Esto no quiere decir que haya remordimiento. Tras la agresión de Halima, se percibe cómo Oum Yazan siente un gran arrepentimiento. No sabe qué hacer con su cuerpo y su emoción cuando sale de la cocina para encontrarse con la joven.
Las fuerzas vivas de este hogar son mujeres principalmente…
Se trata de una realidad de la guerra: con la ausencia del hombre, la figura matriarcal se convierte en patriarcal. Es la mujer la que debe tomar decisiones para mantener a la familia y protegerla, es la mujer la que tiene el poder. Y mi personaje ejerce tal poder desde un punto de vista muy claro: la supervivencia. ¿Cómo sobrevivir una hora para llegar a la siguiente? En una película basada en 24 horas, la jornada representa casi una vida entera para esta familia. Cada hora transcurrida se convierte en una auténtica victoria. Se ha acabado esta hora, ¡vamos a por la siguiente! Preparamos la comida, comemos simulando que nada ocurre... Hay que prepararse para el peor de los peligros y, a su vez, si esta hora es pacífica, saber disfrutar de ella.
Como cuando Oum Yazan se tumba sobre la mesa…
Este momento es efectivamente el único que escapa al ciclo de decisiones dictadas únicamente por el imperativo de la supervivencia. Cuando quita el mantel y se tumba sobre la madera fría, Oum Yazan realiza una elección para ella, solamente para ella. Esta mujer, que necesita aire fresco, se tumba sobre la mesa al igual que otras simplemente meterían las manos en agua y después se las pondrían en la cara para refrescarse. Se trata de un momento de intimidad extraña en el campo de batalla, un gesto poético, inesperado… La mesa es una superficie fría dentro del calor, y una superficie neutra en un mundo en guerra. A pesar del peligro y las bombas, Oum Yazan se niega a abandonar su piso. La negativa a marcharse es natural como mujer palestina que es: ya abandonó en una ocasión su país y no volverá a marcharse sin la promesa de un posible regreso a su casa, en Palestina.
Según Philippe van Leeuw, era importante que los actores tuvieran una experiencia personal con la guerra…
Personalmente, yo no pensé en mi experiencia personal paralelamente a la del personaje que interpretaba. Además de que, al ser palestina, mi experiencia con la guerra es muy diferente de la que vive la población siria. ¿Cómo fabrica las cosas mi «máquina de interpretar»? En efecto, puede proceder de un recuerdo personal, pero en mi caso, primero hay un personaje al que recibo, con el que tengo ganas de soñar y al que quiero dar cuerpo, con el que tengo el deseo de avanzar... Se trata ante todo de un encuentro con la escritura del guion, con el director y mis compañeros actores.
A pesar de los esfuerzos de Oum Yazan por preservar su familia, su microcosmos de paz parece muy frágil, casi irrisorio...
En las primeras conversaciones que pude mantener con los espectadores, me di cuenta de hasta qué punto la película expresa el sentimiento de impotencia ante lo que nos puede ocurrir. Esta familia es como una metáfora de nuestra vida y plantea la cuestión de cómo reaccionar a lo que ocurre fuera de nuestro hogar. Para mí, el filme apela a la conciencia humana y la responsabilidad. Quizá la guerra de Siria se desarrolle lejos de Francia geográficamente, pero está ligada a todo lo que nos sucede, para empezar a las oleadas de inmigrantes que llegan. ¿Qué hacemos en Occidente por estas personas? Espero que la película nos anime a cuestionarnos sobre nuestros prejuicios hacia los refugiados y cómo estar a la altura de esta humanidad que nos ha sido otorgada a cada uno de nosotros para poder construir un campo de paz, entendimiento e intercambio, en lugar de un campo de egoísmo tanto a nivel individual como a nivel nacional. En la actualidad, son los sirios los que viven bajo las bombas, pero mañana, quién sabe… podría suceder en nuestras casas. Nadie está exento de nada.
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