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NOTAS DEL DIRECTOR...
No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado; no he conseguido ser guapo, ni perverso; ni un canalla, ni un héroe... Ni siquiera un mísero insecto” Memorias del subsuelo. Fiódor Dostoyevski.
Bajo una trama disparatada y centrífuga, lo que esconde Keratyna es un estudio de personaje. Rata es un treintañero blanco y heterosexual, como esos treintañeros blancos y heterosexuales que protagonizaban las películas de hace treinta años. Héroes. Los que salvaban la función y se llevaban (como supuesto premio) a la chica. Pero a diferencia de sus ídolos de infancia, Rata no es un héroe. Nunca lo ha sido, ni lo será. Rata es Nadie. Rata es Rata. La consciencia de su propia insignificancia le carcome hasta el punto de buscar refugio en internet, donde a través de las más descabelladas fantasías logra, aunque solo sea vicariamente, ser alguien. Alguien que, por un momento, no sea Rata. Keratyna es un retrato en primera persona de un tipo de masculinidad. La que se cuece a fuego lento en el resentimiento de aquellos que piensan que se les debe todo. Masculinidad que invade internet desde miles de cuartos oscuros y solitarios. La masculinidad de los incels y los conspiranoicos, y la que peligrosamente empieza a alcanzar cuotas de poder público en la figura de multimillonarios con aires mesiánicos.