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LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS
INFORMACIÓN
Titulo original: The Song Of Names
Año Producción: 2019
Nacionalidad: Canadá, Hungría
Duración: 113 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 7 años
Género: Drama
Director: François Girard
Guión: Jeffrey Caine. Basado en la novela escrita por Norman Lebrecht
Fotografía: David Franco
Música: Howard Shore
FECHA DE ESTRENO
España: 13 Marzo 2020
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Filmax


SINOPSIS

Martin, un niño de nueve años que tras el estallido de la II Guerra Mundial conoce a Dovidl, un polaco judío refugiado en Londres que tiene un prodigioso talento como violinista. Antes de su debut, Dovidl desaparece sin dejar rastro, causando la vergüenza y la ruina para toda su familia...

INTÉRPRETES

TIM ROTH, CLIVE OWEN, CATHERINE McCORMACK, EDDIE IZZARD, SAUL RUBINEK, JONAH HAUER-KING, GERRAN HOWELL, RICHARD BREMMER, AMY SLOAN, JULIAN WADHAM, KAMIL LEMIESZEWSKI, STANLEY TOWNSEND, LUKE DOYLE, MISHA HANDLEY

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SOBRE LA PRODUCCIÓN
   Cuando la guerra del Golfo tocaba a su fin en 1991, Norman Lebrecht, comentarista británico de música clásica, se disponía a volar de Liverpool a Los Ángeles. "Había una guerra en otro continente y eso me producía una sensación sobrecogedora de fragilidad", explica. "Pensé en las vidas sacudidas por grandes acontecimientos históricos. Concretamente, pensé: ¿qué ocurriría si un hombre está tan estrechamente vinculado a otra persona que tienen una relación casi simbiótica y esa persona desaparece repentinamente? ¿Cómo continúas tu vida con un ser que solo funciona a la mitad? Puedes perder una parte de ti y dedicar toda tu vida a buscarla". Continuó pensando en esta idea durante los años siguientes y la convirtió en su primera novela, La canción de los nombres olvidados. Las dos mitades de una misma alma que Lebrecht creó para la novela eran Martin, el hijo de un editor musical modesto, Gilbert Simmonds, y un prodigio del violín judío de origen polaco, Dovidl Rapoport, al que el padre de Martin invita a vivir con ellos. "El día anterior a la llegada de Dovidl, si hubiésemos preguntado a Martin qué era él, habría respondido 'ordinario'”, explica Lebrecht. "Cuando llega Dovidl, Martin deja de ser ordinario. Cuando Dovidl desaparece, Martin sufre dos pérdidas, la pérdida de su padre, que él achaca a Dovidl, y la pérdida de lo que fuera que iluminaba a Martin desde su interior y le hacía sentir que no era ordinario. Todo esto habita en Martin como una rabia que arde despacio, la esperanza en vano de que todo se resolverá y que, cuando se resuelva, habrá ira".
  Para Lebrecht, LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS trata sobre cómo superar la pérdida. "Es algo que nos ocurre a todos en nuestras vidas", asegura. "Y cuando ocurre, ¿dejamos que la pérdida nos paralice? ¿Permitimos que la pérdida nos deje viviendo a medias, viviendo una vida sin ilusión? O, ¿somos capaces de, de una forma u otra, adaptarnos a la pérdida y encontrar una salida para superarlo, por terrible que sea?"
  Como LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS se desarrolla en el mundo de la música y los músicos, el productor Robert Lantos pensó que François Girard (THE RED VIOLIN, THIRTY TWO SHORT FILMS ABOUT GLENN GOULD) sería el director idóneo. "Esta película vive o muere en el impacto emocional de su música", comenta Lantos. "Pensé que no sería suficiente tener al mejor director de cine y que este dejara la música al compositor. Tenía que ser alguien que estuviera familiarizado con el lenguaje de la música clásica tanto como con el lenguaje del cine, de modo que pudiera trabajar como compositor desde el conocimiento y el convencimiento. Y esas premisas me condujeron a François. Él dirige ópera, teatro y funciones del Cirque du Soleil. Dudo que haya muchos otros directores de cine en el mundo que se sientan tan cómodos y familiarizados con la música clásica como lo está él".
  A pesar de su pasión por la música, Girard no quiso que el énfasis de la película recayera sobre la música y el temperamento artístico, como cree que ocurre en la novela de Lebrecht. "La música es un vehículo muy importante a la hora de abordar esta historia, pero, en mi opinión, no es una película sobre música", afirma. "Es una historia íntima sobre dos hermanos, en la que el trasfondo del Holocausto y la memoria de los desaparecidos emerge poco a poco. Me aseguré en todo momento de que la música siempre estuviera al servicio de este propósito y nunca a la inversa".
  Seis actores han interpretado los papeles protagonistas de Martin y Dovidl, en las diferentes etapas de sus vidas: niños, adolescentes y adultos de mediana edad (Tim Roth y Clive Owen). "Estamos siguiendo a los personajes de los 10 a los 55 años, que coincide que es mi edad y aproximadamente la de Clive y Tim", explica Girard. "El primer periodo del guion abarca entre los 10 y los 21, más o menos. No puedes hacer que el mismo actor interprete los 10 y los 21. Necesitas un niño y un muchacho. Y, más adelante, cuando conectas con los personajes 35 años después, necesitas otro par más de actores". Encontrar la combinación adecuada fue muy difícil para Girard y las directoras de casting Kirsty Kinnear, Susie Figgis y Pam Dixon. "Si tienes a Tim Roth y a Clive Owen, tienes que encontrar al Tim y al Clive medianos y, después, a los pequeños", comenta Girard. "Siempre que movíamos una pieza, cambiaba todo el puzle. Necesitamos más de un año para estar seguros de que habíamos tomado las decisiones adecuadas". El casting de estos personajes era primordial porque el impacto de la búsqueda de Martin para encontrar a Dovidl depende de la profundidad de la relación forjada entre los chicos en su infancia, como evoca la película. "Hice todo lo que pude para aportar amor a relación", dice Girard. "El 'amor' sería la palabra clave. De este modo, la desaparición de Dovidl sería mucho más turbadora.”
  El propio Luke Doyle, que interpreta a Dovidl entre los 10 y los 13 años, es un prodigio del violín, pero a diferencia de otros miembros del reparto, fue seleccionado por su experiencia como virtuoso violinista, no tenía ninguna experiencia previa como actor. "Si una persona joven ya está en contacto con sus emociones interpretando música, es lógico pensar que podrá expresar sus emociones actuando", comenta Girard.
  El director encontró finalmente un proceso para comunicarse con Doyle, que en ocasiones consistía en dirigirlo, literalmente, como en una orquesta: "Le daba un tempo, le daba un ritmo, como hace un director de orquesta con sus músicos, utilizando el cuerpo y los brazos para mantener el ritmo del texto fluyendo durante la escena. Y Luke, que es un artista brillante, reaccionaba a mis instrucciones realmente bien".
  Para Luke Doyle, interpretar el personaje del joven Dovidl fue fascinante. "No hay mucha gente como Dovidl", explica. "Nunca hace nada aburrido y eso lo convierte siempre en el centro de atención. Su arrogancia y confianza ejerce una impresionante fuerza de atracción. Al mismo tiempo, en ocasiones puede ser bastante egoísta, no se preocupa por los demás". Doyle también percibe una vulnerabilidad oculta en Dovidl: "En las primeras escenas, parece que sea Martin quien no sabe controlar sus emociones, pero conforme avanza la historia y los dos personajes se van conociendo, las cosas cambian y nos damos cuenta de que, en realidad, es Dovidl el que no sabe controlar sus emociones, y tiene un buen motivo para ello".


  Misha Handley interpreta el papel del joven Martin, quien ve al principio a Dovidl como un intruso en su casa. "Cuando Dovidl entra en su habitación y se quedan a solas por primera vez, Martin intenta ocupar la posición dominante, pero Dovidl, con toda la naturalidad del mundo, se la arrebata", explica Handley. "Él es, claramente, mejor que Martin en la mayoría de las cosas. Sienten desprecio el uno por el otro después de aquel primer contacto, especialmente Martin, pero después de ciertos sucesos, se crea el vínculo, y forman una relación increíblemente estrecha, como hermanos de sangre". Handley reconoció que Martin, pese a las apariencias, comienza a gestar sentimientos más complejos. "Si te paras un momento a pensarlo, ves que hay oscuridad en el fondo. Martin quiere a Dovidl, pero, al mismo tiempo, hay odio, celos".
  Cuando nos encontramos con Dovidl a los 17 años, con Jonah Hauer-King en su papel, lleva ya unos años viviendo en el Reino Unido y se está asimilando a su entorno y su nueva familia. "Ha comenzado el viaje, consciente o inconscientemente, de distanciamiento de su identidad polaco-judía", comenta Hauer-King. "Es un momento de grandes cambios porque buena parte de su identidad estaba conectada a sus padres y su familia y el misterio que envuelve lo que les pasó". A estas alturas de la historia, se ha formado una dinámica muy específica en la relación entre Dovidl y Martin. "Dovidl tiene mucho talento, es extravagante, precoz, egocéntrico y ambicioso; mientras que Martin es el que intenta mantenerlo con los pies en la tierra, es su pilar. Cada uno tiene su papel en esa relación fraternal. Dovidl no lo expresa con frecuencia, pero creo que quiere a Martin y siente un profundo respeto por él, por aguantarle, porque sabe que puede ser difícil".
  Gerran Howell, quien toma el relevo en el papel de Martin a los 17, cree que Martin está satisfecho con su papel de considerado. "Dovidl es el genio y Martin es el admirador", afirma Howell. "Martin se ve a sí mismo como una persona aburrida, sin muchas expectativas o libertad en su vida. Cuando Dovidl entra en su vida, lo ilumina todo. Él era todo lo que Martin quería ser. De algún modo, ambos tienen lo que el otro echa en falta. Pero cuando Dovidl desaparece, Martin se queda solo a recoger los pedazos y se pregunta qué tiene que hacer a continuación".
  En el momento en el que vemos por primera vez al Martin adulto (Tim Roth), lleva una vida básicamente aburrida y sin motivaciones. "Martin vive en una casa que se cae a pedazos con su esposa, y poco dinero en el banco", dice Roth. "Su 'hermano' Dovidl, que era también su mejor amigo, desapareció hace ahora 35 años. Todo eso vuelve a poner su vida patas arriba con los indicios de que Dovidl podría estar vivo.
  La noticia le insufla vida y sale a buscarlo". A partir de ese momento, la búsqueda de Martin se convierte en la fuerza que mueve la narrativa de la película. "Cuando Martin encuentra la primera pista, recobra la pasión", revela Girard. "Martin, que iba a la deriva, encuentra una misión para su vida".
  En la novela, ambas familias, la de Dovidl y la de Martin, son judías, pero Roth sugirió que Martin no fuera judío. "Para la gente ajena, es un mundo oculto", dice Roth. "Si Martin fuera judío, sabría dónde buscar, en cierto modo. Por eso creo que me da más campo para explorar". Al guionista, Jeffrey Caine, le gustó la idea de Roth. "Añade otra capa de significado más a la película", asegura Caine. "Da a Martin otro motivo más para el resentimiento. Este chico es el niño bonito del padre de Martin y, además, tiene que vivir respetando las normas kosher".
  Durante las décadas que han transcurrido desde que los dos hombres se vieron por última vez, Dovidl ha cambiado drásticamente con respecto al chico que Martin conoció. "Hay un vacío enorme en la historia", comenta Clive Owen, que interpreta la versión adulta de Dovidl.
  "Existe un mundo, una vida que no vemos, que nunca vemos, porque su vida ha cambiado drásticamente. Su reencuentro tiene una importancia enorme porque Martin ha dedicado tu vida a preguntarse por qué desapareció este chico sin mediar palabra cuando se llevaban tan bien y compartían tantas cosas. Dovidl tomó la decisión 35 años atrás de crear una vida nueva y ahora tiene que verse las caras con su pasado".
  Catherine McCormack es Helen, le mujer de Martin, en la ficción. "Helen está muy enamorada de Martin, como lo está él de ella", cuenta McCormack. "Pero la obsesión de Martin por saber qué pasó y averiguar dónde se fue su amigo domina su vida. Él necesita desesperadamente encontrar las respuestas y para Helen es muy difícil porque ella guarda un secreto relacionado con Dovidl. Pero, además de eso, está generando problemas en su matrimonio porque ella siente como si hubiera una tercera persona, una presencia, aunque no sea física, pero que forma parte de su lenguaje diario. Y está cansada. Siente como si su matrimonio fuera cosa de tres".
  Martin comienza a buscar a Dovidl cuando, estando de juez en un concurso, reconoce un floreo de un estilo único que utiliza un violinista joven, Peter Stemp (Max Macmillan), que solo ha podido aprender de Dovidl. Aunque el libro puede revelar en palabras lo que está pensando Martin, el guionista Jeffrey Caine sentía que no tenía una forma de transmitir esta información vital al público de la película. En lugar de eso, Caine inventó una acción física: Stemp aplica lentamente colofonia al arco del violín (algo que ningún concertista haría en el escenario) y besa delicadamente el bloque de colofonia. Como sabremos finalmente, el trozo de colofonia tenía un profundo significado para Dovidl, ya que fue un regalo de despedida de su padre la última vez que lo vio. Aunque no se explica en la película, este gesto de reverencia es algo que Dovidl había visto una y otra vez durante su infancia en un hogar ortodoxo, donde tradicionalmente los objetos sagrados, como el siddur (libro de oraciones), el mezuzá en el umbral de la puerta, el tallis (chal de oraciones), se besan como un símbolo de fidelidad al judaísmo y a Dios. Ese simple gesto con la colofonia vincula a Dovidl simultáneamente con su padre, su familia y su identidad judía.
  Años después de la desaparición de Dovidl, el joven Peter Stemp lleva a Martin a conocer a Billy (Richard Bremmer), el violinista callejero del que aprendió el gesto de Dovidl. Billy le cuenta a Martin que Dovidl le dijo en 1951 que volvía a casa a "tocar para las cenizas". Estas palabras no tenían ningún significado para Billy, pero son suficientes para convencer a Martin de que Dovidl salió de Londres en dirección a Polonia. Martin vuela a Varsovia y busca a Weschler, un violinista virtuoso muy apuesto por entonces que Martin y Dovidl habían conocido cuando eran jóvenes. Martin encuentra un Weschler decrépito, lánguido e impávido, en un psiquiátrico. Aunque Martin no consigue que Weschler le recuerde, una enfermera informa a Martin de que una mujer visita a Weschler una vez al año.
  Martin encuentra a la mujer, Anna Wozniak (Magdalena Cielecka), y descubre que mantuvo una relación con Dovidl durante su breve estancia en Polonia. Anna le cuenta a Martin que Dovidl tocó dos veces una canción especial en su violín y que nunca le permitió a ella escucharla: una vez para Weschler en el hospital y otra vez en la zona donde estuvo el campo de exterminio Treblinka. Dovidl se refería a su interpretación en Treblinka como "tocar para las cenizas". Anna lleva a Martin a Treblinka, donde hay ahora un jardín conmemorativo, donde se alinean cientos de losas de tumbas. Después, Anna le cuenta a Martin dónde se fue Dovidl después de abandonar Polonia.

  LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS es el primer largometraje que ha obtenido autorización para rodar en el jardín conmemorativo de Treblinka. Al menos 800.000 personas fueron asesinadas en ese campo a lo largo de un periodo de nueve meses. "He pasado mi vida adulta evitando visitar los campos de exterminio", comenta Lantos, hijo de supervivientes del Holocausto. "No creo que la mayoría de la gente quiera visitar el infierno en la tierra. No quería y no lo habría hecho nunca si no hubiera hecho esta película. Pero la alternativa habría sido construirlo en algún lugar en medio del campo y tampoco quería hacer eso. Pensé que era fundamental rodar allí".
  En el centro de Treblinka hay una roca grande de forma irregular en la que se han grabado dos palabras en varios idiomas: "Nunca más". Lantos apunta: "Para mí, estas dos palabras encapsulan la razón más importante por la que hay que hacer películas como esta". Todas las personas que participaron en la película comparten este convencimiento. "Un problema de la sociedad actual es la amnesia general", afirma Girard. "El cincuenta por ciento de la gente de menos de 30 años no sabe siquiera qué significa la palabra Holocausto, y los que lo saben, puedes apostar a que no podrían explicar mucho al respecto. Por eso, sin lugar a dudas, la misión de esta película es mantener el recuerdo vivo, que aquellos acontecimientos sigan teniendo importancia y eco." El guionista, Caine, cuyos padres murieron en el Holocausto, afirma: "Deploro los genocidios, donde quiera que se produzcan y a quien quiera que le ocurran. Estoy con los armenios, los tutsis, la gente a la que Pol Pot mató en Camboya, y con cualquiera que sufra mañana una limpieza genética o étnica. No me importan las palabras que se utilicen para describirlo. Este tipo de procesos están siempre presentes en la mente humana y esta película no lo va a erradicar. Pero, cuanto más conscientes seamos de que hay algo en el ser humano que nos hace actuar así, mejor. Tenemos que saberlo para poder reconocer los peligros para la raza humana".
  Antes del rodaje, François Girard visitó el monumento conmemorativo de Treblinka, junto con la actriz Magdalena Cielecka y el diseñador de producción François Seguin. "Fue una experiencia muy emotiva", comparte Girard. "Entramos en el parque y estuvimos dos horas sin pronunciar palabra. No teníamos nada que decir". La experiencia afectó profundamente a Girard y motivó un importante cambio en la escena.
  "En el guion, los personajes iban hablando mientras caminaban por el parque, pero después de aquello, no me parecía adecuado. Volví y trabajé con Jeffrey Caine para que Martin y Anna permanecieran en silencio".
  La clave de la historia de la película es el título. "La canción de los nombres olvidados" es un recital de los nombres de todas las personas que perdieron la vida en Treblinka, con música. Es mediante esta canción, entonada en una sinagoga en Londres por un rebe ortodoxo (Daniel Mutlu) como Dovidl se entera finalmente de qué le ocurrió a su familia en Treblinka. Es significativo que los nombres no solo se recitan, sino que se cantan como si se tratara de una oración. "La música es un lenguaje y probablemente sea el lenguaje más potente de todos porque cruza fronteras sin necesidad de traducciones", afirma Girard. "Habla al corazón sin intermediarios y cuenta cosas que las palabras no pueden expresar, porque es un lugar en el que nos encontramos y que ningún otro medio puede proporcionarlo". Poco después de saber cuál había sido el fin de su familia a través de
  "La canción de los nombres olvidados", Dovidl, que había renunciado una vez a su religión, se va al extremo contrario y dedica su vida al judaísmo ortodoxo. También promete escribir una versión para violín de "La canción de los nombres olvidados".
  La práctica de rememorar a través de oraciones cantadas está profundamente arraigada en la tradición judía desde tiempos inmemoriales. La idea específica de "La canción de los nombres olvidados" en la que se basa la película fue concebida por el autor Norman Lebrecht. "La canción de los nombres olvidados" y el tema de violín que se escucha en la película es obra original del compositor Howard Shore (la trilogía de El Señor de los Anillos) basada en modos tradicionales. Desde su propia experiencia de haber crecido en la sinagoga, Shore dedicó dos años a estudiar la tradición de cánticos utilizando grabaciones de audio antiguas, pero, en particular, grabaciones de la década de 1950, cuando se oye la canción por primera vez en la película. Shore se asesoró en particular para recapturar la tradición litúrgica judía con la conocida directora/educadora Judith Clurman y Bruce Ruben, que es cantor en la sinagoga de Brooklyn Heights. Girard asegura que la contribución de Shore no se limita a la música. "Howard ha contribuido al guion. Muchas ideas las he desarrollado y comentado con él y, al final, se han plasmado en el guion", explica Girard. "Por ejemplo, el concierto final, donde convergen las tres interpretaciones de Dovidl de "La canción de los nombres olvidados", con Weschler, en Treblinka, y en el escenario, así como la primera vez que oye al rebe cantarla, es algo que metí en el guion y que Howard secundó".
  Para cuando Dovidl interpreta "La canción de los nombres olvidados" al final, ya hace mucho tiempo que ha abandonado la idea de tocar el violín por fama y fortuna. "Para entonces, ya no es Dovidl demostrando su virtuosidad, sino que es más bien una evocación espiritual", revela Girard. "Su música se ha convertido en un vehículo de algo más grande. No hay fama, ni dinero, ni individualidad, no hay un ego en todo ello. Se trata únicamente de honrar la memoria de los desaparecidos". Sin embargo, Dovidl sigue teniendo su gran don. "'La canción de los nombres olvidados" es una obra maestra que debe ser ejecutada por un músico de gran talento", explica Shore.
  Todas las partes de violín de la interpretación de "La canción de los nombres olvidados", así como las interpretaciones del joven Dovidl de piezas como "Tema original con variaciones, Opus 15" de Henryk Wieniawski (audición) y "Caprice #9 y #24" de Niccolò Paganini (con Jozef en el refugio antiaéreo) han sido interpretadas por el violinista de fama internacional Ray Chen. "Ray trabajó en estrecha relación conmigo", comenta Shore. "Se metió en cuerpo y alma en 'La canción de los nombres olvidados' y creó algo realmente trascendental". Daniel Mutlu, cantor sénior en la sinagoga Central de Manhattan, cantó la parte del rebe en directo frente a la cámara. "Esa escena solo se podía grabar en directo en la escena dice Shore. Daniel tuvo que interpretarla y sentir el dolor". La banda sonora de Shore para la película entrelaza elementos melódicos de "La canción de los nombres olvidados" desde los primeros minutos de la película hasta que se retoma la canción en los créditos finales. "Intento crear una obra completa cuando escribo para una película", concluye.
  A diferencia de Luke Doyle, Clive Owen y Jonah Hauer-King no tenían formación de violín y tuvieron que dedicar horas de aprendizaje con el violinista británico Oliver Nelson para que su interpretación de un maestro violinista fuera convincente. "Dedicamos horas y horas de trabajo", comenta Owen. "Fue un trabajo duro porque tenía que intentar hacer algo para lo que un músico dedicaría treinta años y ser tan bueno como debería ser. Pero yo solo tenía un par de meses. François me prometió que pasara lo que pasara, conseguiría que pareciera que yo era brillante con el violín. Así que confié en él y puse todas mis energías y, entonces, con la gran ayuda de Ollie, parece que quedó satisfecho". Hauer-King dice que la formación particular que recibió fue específica para el proyecto. "Soy muy bueno tocando una canción. Pero nada más", afirma. "Fue todo un reto y lo disfruté".

  La fotografía principal para LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS se realizó en nueve semanas a finales de 2018. Comenzamos con cinco días en Londres; después, siete semanas de trabajo en localizaciones y estudios en Budapest (Hungría) y una última semana de trabajo en localizaciones en Montreal. Budapest puede pasar por muchas ciudades, pero tiene una arquitectura austrohúngara que el diseñador de producción François Seguin (BROOKLYN) y su equipo tuvieron que adaptar para que parecieran localizaciones inglesas. Hubo varias ocasiones en las que fue necesario crear algunos decorados. Concretamente, la entrada de sacos de arena al refugio antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial. La sala de conciertos utilizada tanto para la escena de 1951 como la de 1986 fue la de la Academia de Música Franz Liszt, una sala de concierto de estilo Art Nouveau de Budapest, dentro de la escuela de música más prestigiosa de Hungría.
  Aunque LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS está estrechamente ligada a la memoria de las personas que murieron durante el Holocausto, apenas hay imágenes que reflejen directamente aquellos acontecimientos. "Un motivo por el que acepté dirigir esta película es que trata el Holocausto sin mirarlo directamente a los ojos", confiesa Girard. "No creo que hubiese sido capaz de hacerlo. Ver LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS es como dar un paseo por un volcán que está aparentemente tranquilo, con sus jardines y caminos, pero por debajo, en las profundidades, corre la lava candente. Estamos mirando al Holocausto desde el extremo pequeño de un telescopio, a los personajes que sufrieron las consecuencias, y a través de sus ojos y de sus vidas, evocamos la tragedia".
  La historia de LA CANCIÓN DE LOS NOMBRES OLVIDADOS ilustra cómo las fuerzas brutales de la guerra y el genocidio pueden dejar marcas imborrables en quienes consiguen sobrevivir al fustigamiento. Sin embargo, aunque la historia pasa por una oscuridad inimaginable, no termina con una nota de verdadera desesperanza. "Hay un mensaje en esta historia y es que las cosas que perdemos, no las perdemos para siempre", explica Lebrecht. "Las cosas que pensamos que hemos perdido para siempre yacen en nuestros adentros. Y si tenemos la perseverancia necesaria para buscarla, podemos comenzar a ver la pérdida no como una pérdida total. Podemos comenzar a construir sobre lo que nos quedó y seguir adelante".

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