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NOTAS DEL DIRECTOR...
En mi vida, como en mi trabajo siempre me he sentido atraído por las formas radicales de pensamiento, por las miradas desde los márgenes, así como por el sufrimiento y la lucidez que atraviesa al enfermo mental.
Hace dos años impartí un taller de cine documental en el Hospital Psiquiátrico de Mallorca. Allí conocí a Eva, una de su pacientes, la única alumna que no falló nunca a clase. Al poco tiempo creamos un vínculo fuerte. Tras seis años hospitalizada, su mirada, castigada chocaba con su vitalidad y su pasión por redimir una vida de excesos en noches sin fin. Su historia de resiliencia conectó con mi fascinación de juventud: Eva encarnaba las fronteras difusas entre lucidez y enfermedad.
Eva tiene un sueño que la empuja a luchar por su libertad. Es un objetivo poderoso, que marca su día a día: reencontrarse con su hijo Daniel. Desde que la diagnosticaron su enfermedad, hace quince años, que no le ve. Tener un proyecto vital es algo inusual y profundamente valioso en un hospital psiquiátrico donde la enfermedad y un cierto paternalismo médico puede marchitar cualquier ansia de vida autónoma. Como Eva me contó, sin ese sueño, ella estaría hoy muerta. No tiene ansias por cumplirlo pero sabe que no puede volver a fallar a su hijo.
He seguido de forma sistemática la vida de Eva en los últimos dos años en el hospital. Durante este tiempo me he enfrentado a mis propios prejuicios y a esos mismos desequilibrios que condicionan la vida de Eva. Nuestra relación no siempre es fácil y aún hoy exige paciencia y reconquistar su confianza cada cierto tiempo. Espero que su generosidad, su vitalidad y su humor al compartir su intimidad, despejen algunos tabúes que planean aun sobre el colectivo de la enfermedad mental.