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SINOPSIS
Anaïs tiene 30 años y es inestable en lo económico y en el amor. Un día conoce a Daniel y este siente un profundo flechazo por ella. Pero Daniel vive con Emilie y rápidamente se siente cautivada también por Anaïs. Esta es la historia de una joven parisina inquieta y un tanto alocada con un profundo deseo de amar...
INTÉRPRETES
ANAÏS DEMOUSTIER, VALERIA BRUNI TEDESCHI, DENIS PODALYDÉS, JEAN-CHARLES CLICHET, XAVIER GUELFI, CHRISTOPHE MONTENEZ, ANNE CANOVAS, BRUNO TODESCHINI, ANNIE MERCIER, GRÉGOIRE OESTERMANN, MARIE-ARMELLE DEGUY, SABRINA DELARUE, KIM SEONG-YOUNG, ESTELLE CHEON
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ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
¿Quién es usted, Charline Bourgeois-Tacquet?...
Es una pregunta imposible. Nací hace treinta y cinco años en un pueblo costero. Pero yendo a lo que nos interesa, el momento crucial de mi vida fue cuando descubrí, a los catorce años, a Isabelle Huppert en el teatro, interpretando a Medea. Fue una explosión. Me dije que eso sería lo que querría hacer, ser actriz, y me puse a ver todas las películas en las que había actuado. Fue un poco de esta forma como me convertí en cinéfila. Cuando llegué a París, quise hacerlo todo al mismo tiempo: estaba en la preparatoria para la carrera de literatura y también hacía clases de teatro. Como me encantaba la literatura, continué mis estudios en la Sorbona e hice una tesis sobre las reescrituras de Racine por Duras. Luego, y un poco por azar, trabajé como editora en Grasset. Pero cuando tenía veinticinco o veintiséis años, me di cuenta de que tenía una necesidad urgente por hacer cine, y lo dejé todo de un día para el otro. Me puse a escribir guiones de cortometrajes, hasta que un día me remitieron al productor Philippe Carcassonne, al cual le habían gustado y me aconsejo que los dirigiera yo misma. Voilà, así empecé con películas autoproducidas, pequeñas, y en las que yo misma actuaba, de ahí aprendí muchísimo.
¿Entonces rodaste JouJou, una fantasía autoproducida, y luego Pauline asservie, un cortometraje que se presentó en 2018 en la Semana de la Crítica de Cannes, donde fue un gran éxito. ¿Los Amores de Anaïs es la secuela de Pauline?...
Digamos que Anaïs podría ser una prima de Pauline... El vínculo entre los dos personajes viene del hecho de que los dos están interpretados por la misma actriz, Anaïs Demoustier. En realidad, Anaïs (la verdadera) y yo, nos divertimos tanto con Pauline que quisimos continuar con nuestra colaboración, escribí el guión de Anaïs pensando constantemente en ella. Pero el personaje de Anaïs (la fictícia) es mucho menos cómico que Pauline.
Ella habla mucho y rápido, sin prestar atención a su interlocutor o a las preguntas que le hacen. Trabajé en los excesos del personaje, en sus impulsos, claramente característicos de la comedia. Sin embargo, Anaïs tiene una profundidad de la cual Pauline carecía.
¿Cómo definiría el carácter de Anaïs?...
Es una mujer joven que sigue sus impulsos. Vive en el presente, sin hacerse preguntas, sin proyectarse. Uno podría pensar que esto la convierte en una egoísta, pero bajo mi punto de vista, es simplemente una chica que tiene una fuerte conciencia de la fragilidad de la vida y que ha decidido aprovechar todas las oportunidades para ser feliz. Me gusta su vitalidad, su atrevimiento. La clave del personaje es su capacidad para seguir sus deseos.
También es una joven inquieta, un personaje en constante movimiento. Su amante Raoul se refiere a ella como una “apisonadora”, y es cierto que su lado “luchador” puede llegar a ser violento para los que la rodean. Pero ya sea por su aborto o por la enfermedad de su madre, nunca se compadece de sí misma ni de los demás. Ella sigue adelante, sin detenerse, porque esa es su forma de sobrevivir, de enfrentarse a la adversidad. Si se tomara el tiempo de reflexionar, para observar lo que le sucede, se desmoronaría.
Anaïs tiene treinta años: ¿La mejor época de la vida?...
Yo no diría eso. Los treinta son una edad que da mucho miedo. De repente te encuentras en una especie de encrucijada de posibilidades en la que no quieres perder el rumbo... Es el momento en el que tienes que tomar todas las decisiones importantes: ¿Qué trabajo? ¿Qué vida amorosa, o incluso casarse? ¿Tener hijos? Si eres mujer tienes diez años para construirlo todo de una vez, porque después ya es demasiado tarde... Tengo un gran conflicto con la figura un tanto heroica de la mujer “moderna”, que se sentiría realizada en un trabajo bien remunerado, con una pareja ideal y unos hijos fabulosos. Francamente, me parece inverosímil y completamente inalcanzable.
En contraste con eso, quería retratar a una joven compleja, atrapada en las dificultades materiales y existenciales propias de su edad y de su tiempo. Una mujer joven que se busca a sí misma.
¿Por qué tiene ese nombre?...
Por dos razones. La primera es que quería un nombre que no estuviera marcado socialmente. Había hecho una lista de tres, incluyendo a Anaïs. Cuando supe que el papel sería para Anaïs Demoustier, no lo dudé ni un segundo. Esto nos lleva a la segunda razón: me gusta la mezcla de realidad y ficción. Este personaje se llama Anaïs como podría haberse llamado Charline. Es ella sin ser ella, es yo sin ser yo, pero es sin duda (y entre otras cosas) una mezcla de ella y de mí.
¿Está el movimiento en el centro de su puesta en escena?...
Por supuesto. La mayoría de las instrucciones que doy a los actores y actrices son indicaciones de ritmo y movimiento.
Hago muchos planos secuencia, que siempre se basan en una coreografía muy precisa. Es bastante técnico para los actores, pero el objetivo es, obviamente, que no se note en la pantalla en absoluto y que todo parezca fluir bien. Con mi director de fotografía, Noé Bach, teníamos una gran referencia para esta película, así como para Pauline asservie: el trabajo de Éric Gautier en las primeras películas de Arnaud Desplechin, Olivier Assayas, Patrice Chéreau. En otras palabras, energía, velocidad y movimiento. Gracias al plano secuencia, la vida y la energía no se recrean tanto a posteriori en el montaje: provienen de los diálogos, de la actuación, de los movimientos, es decir, del interior de las escenas.
Unos comentarios sobre los diálogos. A menudo se dice que en el cine todo debe expresarse sólo con imágenes, pero yo no estoy de acuerdo. Creo que los diálogos pueden “comandar” completamente una película, darle su propia identidad y direccionarla. Por ejemplo, la tendencia de Anaïs a la verborrea da a la película una sensación tortuosa desde el principio. La puesta en escena se basa en la energía del lenguaje y en los movimientos de la actriz, vinculados físicamente a su discurso. La energía de la palabra es también una energía del cuerpo.
El montaje tiene un ritmo muy acelerado...
Odio aburrirme en el cine, y por eso tengo miedo de aburrir a mi público. Con mi montadora, Chantal Hymans, descartamos muchas escenas que ralentizaban la acción. En el primer visionado, cortamos veinte minutos de la película. Quería darle caña. Mi referencia absoluta a este respecto es Jean-Paul Rappeneau y, en particular, Le Sauvage. Hay una vivacidad en esa película que me encanta. Más o menos conscientemente, seguí sus pasos.
La filiación con Rappeneau es sorprendente, sí. ¿Y si le hablo de Rohmer?...
Cuando llamé a mi cortometraje Pauline asservie (el mismo nombre y el mismo número de sílabas que en Pauline à la plage) fue un guiño a Rohmer, evidentemente. Ma nuit chez Maud es una de mis películas favoritas. Me reconozco en la relación de Rohmer con el lenguaje y la literatura. Y también en la importancia que da al amor, al deseo, en la atención con que observa el juego de los sentimientos. ¡Marivaux es nuestro padrino! Pero no creo que Les Amours d’Anaïs sea una película de Rohmer. En realidad, las películas en las que más he pensado, o incluso he vuelto a ver mientras escribía el guión, han sido César et Rosalie, de Sautet, Loulou, de Pialat, Comment je me suis disputé de Desplechin, Un château en Italie de Valeria Bruni Tedeschi, y Manhattan de Woody Allen.
Hace un momento hablabas de los cuerpos: volvamos al deseo, y a la sensualidad que se impregna en la película...
El deseo es el gran tema de la película. Me refiero al deseo en el sentido más amplio de la palabra, por supuesto. A lo que generalmente nos pone en movimiento, nos mueve, nos proyecta hacia el otro y hacia el mundo. Cuando Anaïs comienza a interesarse por Émilie (interpretada por Valeria Bruni Tedeschi), no sabe qué la impulsa hacia esa mujer. Es una curiosidad, una atracción algo ciega, un deseo de acercarse a ella, y también una intuición.
Una intuición de que tienen algo que vivir juntas. Quería explorar esa fuerza mágica del deseo, imperiosa y misteriosa, que nos hace avanzar con el viento en contra, a pesar de los obstáculos. Resulta que después de un tiempo, las cosas se aclaran y aparece un deseo erótico entre Anaïs y Émilie, un deseo carnal inesperado y abrumador. Así que sí, la sensualidad, por supuesto... En comparación con Pauline asservie, era algo nuevo que quería explorar. Algo extremadamente cinematográfico: la lenta e irresistible atracción de los cuerpos.
Cuerpos, pero no en cualquier entorno... La naturaleza ocupa un lugar central en su película...
Para mí era muy importante rodar esta película mayormente en la naturaleza (en campos verdosos, junto al mar), y con la luz natural del verano. La sensualidad y el erotismo también aparecen ahí. Cuanto más avanza la película, más salvajes se vuelven los espacios y más se abren: salimos de París, luego llegamos a un castillo bretón en medio del campo, y finalmente nos encontramos frente al océano. Sin caer en simbolismos simplistas, hay una especie de trayectoria hacia la libertad.
También hay una especie de apaciguamiento que proviene del paisaje. Me gusta recordar que los árboles, el océano y los elementos nos sobrevivirán. Es vertiginoso y tranquilizador. Y en la película, esta paz de la naturaleza es como un contrapunto a los tormentos y agitaciones de Anaïs.
¿Cómo eligió a sus actrices y actores?...
Para Anaïs, como puedes ver, era Anaïs Demoustier o nada, y era una conclusión previsible desde el cortometraje. Para interpretar el personaje de Émilie, necesitaba una actriz de unos cincuenta años que fuera bella, sensual y que pudiera ser creíble como intelectual y escritora. No necesité mucho tiempo para pensar en Valeria Bruni Tedeschi. Le envié el guión a través de su agente, lo leyó y me dejó un mensaje que me hacía imposible adivinar si le gustaba el proyecto o no. Cuando la llamé, me contó sus impresiones, dijo muchas cosas buenas sobre el personaje, el guión, la historia y los diálogos... ¡pero no me dijo si aceptaba! Finalmente le pregunté, me dijo “sí, por supuesto”, y casi me desmayo de alegría. El dúo con Anaïs Demoustier se convirtió en un milagro de complementariedad: Anaïs, virtuosa, muy precisa, con un sentido innato del ritmo y del espacio, y Valeria más en estado de abandono, capaz de traspasarte con una sola mirada, expresando magníficamente una mezcla de fragilidad y poder, es decir, el colmo de la sensualidad.
Nunca había visto así a Valeria Bruni Tedeschi...
Ese es el mejor cumplido que puedes hacerme. Porque he luchado mucho para conseguir este resultado. Fue un verdadero desafío. Valeria tiende a frustrarse cuando no hace reír a la gente, cuando no divierte al público, así que en los primeros días de rodaje temí que no disfrutara interpretando este personaje. Pero luego nos acostumbramos la una a la otra, nos entendimos, y aceptó seguirme a donde quisiera llevarla. Concretamente a este personaje de una mujer poderosa, hermosa, profundamente arraigada, abrumadora.
Le interrumpí antes de que pudiera hablarme de su encuentro con Denis Podalydès, el tercer miembro de este trío...
Pues bien, de nuevo: ¡un milagro! Denis Podalydès , el hombre más ocupado de Francia después de Emmanuel Macron, se trata de un actor deslumbrante, fascinante... Apenas me atreví a pedirle un segundo papel. Me armé de valor y le envié el guión a través de su agente, con una pequeña carta para declararle mi admiración.
Contestó al día siguiente, y fue para decir que sí. No podía creerlo. Me quedé atónita. Sólo él podía dar al personaje de Daniel esta mezcla de fuerza y debilidad, sin hacer nunca el ridículo. También aportó toda su sutileza, su inteligencia y su fabuloso sentido de la comedia. Fue muy generoso conmigo y con la película.
¿Qué puede decirnos de los hombres en una película eminentemente femenina?...
¡Hay muchos alrededor de Anaïs! Daniel/Denis, el editor que mantiene una relación con Émilie/Valeria y que va a tener una aventura con Anaïs, es a la vez el arquetipo de macho burgués seguro de su lugar, y un hombre conmovedor por su ingenuidad, fragilidad y torpeza. Al lado de las dos mujeres que son tan extravagantes, casi termina por enternecernos ya que se pierde mucho de lo que está pasando. Es cierto que este personaje también debía aportar comicidad a la parte bretona. Allí, en el castillo, es una molestia, en el sentido que Molière le daba: llega a destiempo, en el lugar equivocado, como un perro en una bolera.
El primer prometido de Anaïs, Raoul, interpretado por Christophe Montenez, es, por el contrario, el hombre de la razón, que se hace la pregunta correcta: ¿quién es esta loca encantadora a la que amo? Está ahí para decirle a Anaïs la verdad, y creo que eso le hace bien. Es una especie de relevo para el espectador dentro de la película: tiene una mirada sobre el personaje.
En cuanto a Balthazar, el hermano menor de Anaïs, interpretado por Xavier Guelfi, actúa claramente como contrapunto cómico. Y con su lémur Gilbert, que también inventé para crear una continuidad cómica a lo largo de la película.
Por último, está el personaje de Yoann, un manitas maravillosamente interpretado por Jean-Charles Clichet.
Es quizás en el enfrentamiento Anaïs/Yoann donde más nos acercamos a Rappeneau y a su Sauvage, al que ya me he referido antes.
Su película mezcla decididamente la ligereza y la gravedad...
Sí, fue un deseo fundamental desde el principio. Quería que en la película coexistieran diferentes registros: el segundo grado para la comedia y el primero para el sentimental (ya sea el amor por Emily o el dolor por la enfermedad de su madre). Estos tonos no son incompatibles, al contrario, la vida los mezcla constantemente, y me gustan las películas que se asemejan a la vida, que muestran su complejidad. También detesto el patetismo, así que siempre trato de desactivar las emociones demasiado “pesadas” pasando a la acción muy rápidamente.
¿Les Amours d’Anaïs trata sobre todo de un amor loco entre una joven y una mujer madura?...
Mi película no cuenta la historia de la conversión de una joven a la homosexualidad. Aunque este nuevo deseo perturba a Anaïs, nunca se cuestiona su orientación sexual. Y reivindico que esto no sea un obstáculo en un momento en que la gente por fin se permite amar de manera diferente. Es sólo una cuestión de deseo, que pulveriza todas las fronteras, las de los géneros asignados, las de los códigos sociales, las de las diferencias de edad también. La historia entre Anaïs y Émilie es el relato de un encuentro entre dos subjetividades. Una historia de amor y deseo que también involucra a la mente y la inteligencia.
La última réplica de la película es muy hermosa: “No estoy de acuerdo”. ¿Con qué no está de acuerdo?...
¡Oh, con todo! Vivir es un problema, el mundo es un problema... Pero si quiere que le dé una sola respuesta, le diré que no estoy de acuerdo con el miedo y la resignación. Pienso como Anaïs (y como Annie Ernaux): renunciar a una pasión sería criminal, sería un insulto a la vida.
ENTREVISTA A ANAÏS DEMOUSTIER...
Ya actuó en 2008 en el cortometraje de Charline Bourgeois-Tacquet, Pauline asservie. ¿Es Les Amours d’Anaïs una secuela?...
El vínculo, entre una película y la otra, es el gusto por el cine, el deseo de continuar una colaboración con Charline, y sobre todo el vínculo del personaje que se ha desarrollado del corto al largometraje, lo que resulta tan emocionante para una actriz. De Pauline a Anaïs hay efectivamente una secuela, pero en el sentido más musical. Retomamos los mismos temas y los interpretamos de forma diferente. Por supuesto, Pauline y Anaïs están muy unidas. Ambas son chicas ametralladoras, un poco abrumadas por sus emociones y a veces insoportables. Pero lo que une a Pauline con Anaïs es su libertad, su singularidad, una forma muy franca de asumir sus decisiones y actuar en consecuencia. Para mí era importante que Anaïs mantuviera el aspecto cómico que había en el cortometraje y Charline me permitió discutir sobre ello durante la escritura del guion.
¿El hecho de que el personaje tenga tu nombre de pila es una desventaja o una ventaja?...
A veces era desestabilizador, a veces me sorprendía escuchar mi nombre de pila. Pero algunos diálogos se me ocurrieron más directamente a mí. Este trastorno de identidad me ayudó más que perturbó. Anaïs es una joven que está a la vez entre el raciocinio y la pérdida del control, sacudida por la fuerza de su deseo.
¿Se trata de una ambigüedad con la que está familiarizada?...
Me siento muy cerca de ella. En mí día a día tengo su energía, su velocidad, su tono. Reconozco que para mis allegados a veces puede ser desconcertante e incluso agotador. Anaïs va de cara, es una especie de bulldozer que tiene grandes ambiciones y que cree en todas las posibilidades de la vida.
Y entre todas estas posibilidades, está el encuentro con Émilie, una mujer madura...
A Anaïs le importa un bledo la homosexualidad. Es sensible, libre y ultrarreceptiva a toda forma de sensualidad, venga de donde venga. Un poco excitada también por la transgresión que supone una aventura entre mujeres.
Me gusta el hecho de que la película no haga un revuelo sobre el tema de la homosexualidad.
Émilie es Valeria Bruni Tedeschi, y su marido, Daniel, está interpretado por Denis Podalydès. ¿Le impresionó o intimidó la presencia de estos dos actores de renombre?...
No me intimida. En absoluto. Mi relación con mis compañeros nunca es así. Me divertí mucho actuando junto a ellos porque los admiro mucho y, como en el tenis, es más fácil ser bueno con un buen jugador delante. Valeria es una actriz apasionante porque a menudo es frágil, nada técnica y muy generosa. Es una mujer increíble en términos humanos y fue positivo e importante para la película que la relación entre nosotras fuese tan magnífica. Simplemente tenía confianza en ella y creo que era recíproca. Por no hablar de su humor y apertura de miras, que no son pocas. Con Denis, también fue perfecto todo el tiempo. Es un actor de detalles.
Con gran inteligencia. Es fascinante verlo.
Charline Bourgeois-Tacquet es muy precisa y exigente en sus indicaciones sobre el lugar que ocupan los actores en el espacio, la coreografía de sus movimientos...
De hecho, a veces se reduce al centímetro. Pero reacciono bastante bien a las restricciones, me gusta tanto como los largos textos que escribió Charline, fue un gran placer memorizarlos. Es una directora que también es autora. Lo más difícil para mí es existir en un marco que en ocasiones es muy estrecho. Pero la paradoja es que este marco es el que a veces fomenta el abandono y la sorpresa. En la dirección de Charline y en su encuadre, tuve que buscar la vida y la locura del personaje. Anaïs trata de entenderlo todo y de teorizar sobre la vida y los sucesos, y comprende que a veces las cosas no tienen sentido, que se escapan de su alcance.
¿Cómo resumirías a Anaïs?...
Por el hecho mismo de que no se puede resumir. Eso es lo que me gusta de ella y de Émilie. Su complejidad.
Ambos son aventureras de la singularidad. Les Amours es una historia muy sencilla de aprendizaje y transmisión. Emilie, un modelo de carisma y autoridad, le dice a Anaïs que la emoción y la sensualidad no son desventajas, y que hay que intentar hacer algo con ellas. Por su parte, Anaïs le dice a Émilie que no se deben temer las perturbaciones del deseo.
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