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LA JAURIA
INFORMACIÓN
Titulo original: La Jauría
Año Producción: 2022
Nacionalidad: Colombia, Francia
Duración: 88 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 16 años
Género: Drama
Director: Andrés Ramírez Pulido
Guión: Andrés Ramírez Pulido
Fotografía: Balthazar Lab
Música: Pierre Desprats
FECHA DE ESTRENO
España: 20 Julio 2023
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Flamingo Films


SINOPSIS

Eliú, un chico de campo, es encarcelado en un centro experimental de menores en el corazón de la selva tropical colombiana, por un crimen que cometió con su amigo El Mono. Todos los días, los adolescentes realizan un trabajo físico extenuante y una intensa terapia de grupo. Un día, El Mono es trasladado al mismo centro y trae consigo un pasado del que Eliú intenta huir...

INTÉRPRETES

JHOJAN ESTIVEN JIMÉNEZ, MAICOL ANDRÉS JIMÉNEZ, MIGUEL VIERA, DIEGO RINCÓN, CARLOS STEVEN BLANCO, RICARDO ALBERTO PARRA, MAIEYDA SOTO, JHOANI BARRETO, WISMER VÁSQUEZ

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- Festival de San Sebastián 2022

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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Cómo surgió esta película?...
La Jauría es la continuación de mis dos cortometrajes, El Edén y Damiana. Las tres películas tratan de una preocupación personal que saqué a la luz a través de la escritura y la dirección: la importancia de la figura paterna durante la infancia y la adolescencia; cómo el amor, el cuidado de un padre, o por el contrario su abandono, ausencia o violencia pueden afectar a la vida.
La Jauría es la historia de un adolescente y de toda una generación y de su relación de odio y muerte con sus padres, una generación abandonada que sin saberlo forma parte de un ciclo de violencia heredada. ¿Cómo pueden los niños liberarse de una violencia que impregna su propia naturaleza?
¿Cómo podemos liberarnos de la herencia inmaterial de nuestros padres que nos persigue a diario? Pensé en seguir de forma orgánica a Eliú, el personaje principal, en su viaje hacia la luz, para liberarse de este ciclo hostil. Así, surgió la idea de conectarlo con algo que va más allá de lo material, de establecer un encuentro con lo invisible.
Decidí crear una ficción que no pudiese ubicarse con precisión en el espacio y el tiempo, y en consecuencia dejar fuera de la pantalla el conocido contexto político y social de mi país, con la esperanza de que la historia de ese chico que está luchando con la culpa y el cambio, brillaría por sí misma y conectaría a los espectadores con su propia humanidad.

¿Existe realmente en Colombia un experimento como el descrito en la película, que consiste en la rehabilitación de una hacienda abandonada y la ayuda de un
terapeuta?...
No, no existe un lugar así en Colombia. Sin embargo, este universo ficticio se basa en mi experiencia en varios centros de rehabilitación para adolescentes adictos a sustancias psicoactivas y con otros grupos de menores que cumplen condena por diversos delitos. Intenté aislar y abstraer elementos que me parecieron interesantes de ese contexto que conozco bien, y usarlos en una película de ficción.

¿Cómo conociste a esos adolescentes?...
Nací en Bogotá, pero la vida y el amor hicieron que me mudase a Ibagué, una ciudad más pequeña.
En aquel momento mi mujer estudiaba bellas artes, y juntos pusimos en marcha talleres de cine en varias comunidades para niños y jóvenes problemáticos. Pasamos mucho tiempo con ellos y forjamos lazos estrechos con ellos. Me siento muy afortunado de haberlos podido conocer en este contexto. Quería entender su forma de pensar. Hoy en día tendemos demasiado a señalar y a encasillar a la gente.
Rápidamente me di cuenta de que todos estos jóvenes tenían relaciones muy conflictivas con sus padres. En cambio las relaciones que tenían con sus madres eran muy diferentes. Muchos de ellos se habían tatuado el nombre de sus madres en el cuerpo.
Los personajes de mi película no son los arquetipos con que solemos retratar a los jóvenes delincuentes latinoamericanos. Simplemente son ellos mismos. Algunos cineastas afirman que sus películas van en una dirección muy precisa, pero la vida es mucho más compleja. Quería desbaratar los conceptos erróneos habituales sobre Colombia.

¿Cómo abordaste el proyecto?...
Las escuelas latinoamericanas de cine suelen enseñar a los estudiantes cómo los grandes cineastas construyen las imágenes de sus películas. Yo creo que es mucho más importante enseñar a los estudiantes a conocerse antes a sí mismos y averiguar cuál es su posición como directores. Eso fue lo que hice. Inmediatamente me pregunté sobre la distancia que debería mantener con estos chicos.
Yo había trabajado como ayudante de dirección en varios anuncios y algunos largometrajes. Esta experiencia me ayudó a darme cuenta de lo que no quería hacer como director. ¡Creo que es muy importante saber lo que no quieres hacer para encontrar tu propio camino! Pensé en los escollos y trampas que quería evitar. Todos tenemos un código moral que nos hace ver la realidad a través de un prisma u otro, pero el arte nos da otras perspectivas. Lo que más brilla en una obra de arte no es la voz de su creador, sino todas las preguntas que quedan sin respuesta. Tengo la sensación de que el arte va más de preguntar que de dar respuestas.
Siempre pienso en el punto de vista y las obligaciones del artista.
El Edén me permitió explorar una primera aproximación para expresarme. Aunque estoy satisfecho con el trabajo que he hecho con La Jauría, puedo decir convencido que mi búsqueda apenas comienza.

La forma en que valoras la verdad se manifiesta con fuerza en tus películas...
Me interesan las películas que sacan la realidad y el naturalismo de la ecuación. Pero al mismo tiempo siento la necesidad de extraer algo de verdad de los paisajes, personajes y elementos que me interesan, para crear ficción.
No pretendo transmitir la realidad tal como es. Los personajes de mis películas no son lo que parecen.
Solo podemos ver una parte de lo que son. Trabajar con actores es fascinante. No quiero que se comporten en la película como lo hacen en la vida real. Quiero establecer límites y darles libertad para que crezcan. Y esos límites se convierten en el espacio mismo que permite que la película llegue a existir.

¿Cómo eliges a tus actores?...
Intento estar abierto a nuevos encuentros, conozco a mucha gente y muchos de ellos terminan participando en mis películas. Me gusta buscar caras nuevas en la calle. Lo que busco es un sentido de reciprocidad y ganas de compartir.
Creo que algunas personas desprenden una luz especial y anhelo filmarlas. Mi equipo de casting y yo tomamos algunas decisiones obvias, por supuesto, pero también queríamos salir de nuestras “zonas de confort”. Para La Jauría buscamos chicos con personalidades arrolladoras, pero yo también quería encontrar chicos más tímidos. Pueden ocultar una realidad extraordinaria.

¿Dirías que Jhojan Estiven Jiménez, el actor que interpreta a Eliú, pertenece a esa categoría?...
Absolutamente. Desprende una luz muy especial. Lo sentí de inmediato. Lo encontramos cerca de la ciudad. Estaba nadando en un río. Lo que más me interesó de él es el hecho de que su físico e incluso su personalidad no coinciden con la representación habitualmente asociada con los adolescentes y la violencia. A menudo se dice que los chicos de esa edad buscan la violencia, porque les atrae. Pero Jhojan Estiven es una persona hogareña y no muy habladora.
Puedes sentir su cuerpo exudando una especie de violencia reprimida en su interior. Esa energía era perfecta para el papel de Eliú, porque su historia personal está marcada por la violencia generacional.

¿Podrías decirnos cómo encontraste a los demás actores principales?...
Aún estaba explorando las calles en busca de localizaciones cuando vi lo que parecía un grupo de tres niños. Uno de ellos se acercó y me di cuenta de que no era un niño.
Era un adolescente bastante bajo, con mucha energía y actitud. Era Maicol Andrés Jiménez, a quien elegí para interpretar a El Mono. Maicol Andrés es un actor nato.
Fue de gran ayuda durante el rodaje. Era ingenioso y me ayudó a establecer un clima de confianza con los demás actores. Su presencia fue fundamental para mantener un buen ambiente en el plató. Diego Rincón, el actor que interpreta a Godoy, también es increíble. Lo conocí hace ocho años, en uno de los talleres de cine que organicé con mi mujer.
Diego trabaja como guardia en un centro de detención juvenil. A diferencia de Godoy, el personaje que interpreta, Diego no es un maltratador y los chicos lo respetan completamente.
En cuanto a Álvaro, lo interpreta Miguel Viera, un actor profesional.
Miguel es uno de los únicos actores de la película que ya tenía algo de experiencia cinematográfica; actuó por ejemplo en Pájaros de verano (Ciro Guerra y Cristina Gallego, 2018).

Tu trabajo con el sonido parece muy minucioso. Cuando vemos tu película, tenemos la sensación constante de que estamos presenciando los últimos momentos antes de la tormenta...
Exactamente, ¡el sonido es algo esencial para mí! Queríamos que siguiera su propio camino, que la música encontrara su propio espacio dentro de las imágenes...
También era importante que la mezcla no interfiriera con las emociones provocadas por el montaje. Me gustaría seguir explorando este camino en el futuro.

Pareces un tipo de cineasta muy intuitivo. Aunque el proyecto está enmarcado por un guión, podemos sentir que hay espacio para lo inesperado...
No empecé a hacer películas porque fuese cinéfilo. De hecho, creo que mi falta de conocimiento cinematográfico general me permitió sentirme más libre cuando tenía que tomar decisiones concretas. El rodaje es un lugar para cuestionar el guión. La película y el cineasta deben evolucionar al mismo ritmo. La aparición del Invisible, por ejemplo, no estaba en los primeros borradores de La Jauría. Pero estaba dispuesto a correr ese riesgo.
Creo que un director o directora es como un estratega. Tenemos un mapa, pero no necesariamente muestra la realidad. El mapa puede ser muy detallado, pero aun así debes mirar hacia arriba.
De lo contrario, ¡podrías chocar directamente con un árbol que está justo frente a ti! A veces, estás tan obsesionado con tu mapa que te olvidas de mirar el paisaje. Creo que necesitas ser consciente de ese paisaje para que realmente pueda existir.

Podemos intuir lo importante que es para ti no explicar demasiado. Confías en los espectadores y evitas subrayar lo que tus imágenes ya están diciendo...
Me gustan las películas donde las imágenes lo dicen todo. Balthazar Lab, el director de fotografía, y yo pasamos mucho tiempo preguntándonos dónde colocaríamos la cámara en cada secuencia. Estas decisiones se basan en nuestra observación de la vida. Nos permitió ver lo que yacía dentro de las almas de nuestros personajes. La sencillez es lo más bonito del cine, ¡pero es tan difícil de conseguir!
Quería explorar lo que estaba fuera de campo, pero no solo en lo que respecta al encuadre. Me gustaría que los espectadores sintieran que están fuera del espacio y el tiempo. Intenté encontrar una manera de filmar un espacio-tiempo fuera de la pantalla. ¡Me encantaría que mis imágenes muestren algo que no puedes ver pero sí sentir!

Decidiste no mostrar violencia en la película. ¿Por qué?...
Para mí, la violencia es una entidad que intenta encarnarse en nuestro interior. El tipo de violencia que quería explorar en la película no era un hecho concreto o un acto explícito de violencia; intenté crear un universo donde la violencia se inculca y toma forma de distintas maneras dentro de la historia. Incluso los personajes por los que sentimos más empatía son vehículos de violencia.

Háblanos sobre el personaje de Álvaro...
Álvaro es una síntesis de nuestra condición humana… Encarna los impulsos que nos acechan contra nuestra voluntad. Creo que Eliú podría haberse vuelto como Álvaro… Soy creyente, pero no me di cuenta de eso hasta que era adolescente. Creo en la existencia del alma, la existencia del espíritu y la existencia de lo invisible.

¿Crees que todavía hay esperanza para un chico como Eliú?...
Me gusta la idea de que podemos “nacer de nuevo”, como le dice Jesús a Nicodemo cuando le pregunta qué se debe hacer para ser profeta. Se trata de tener la posibilidad de dar marcha atrás y tomar otro camino. Eliú representa a todos los chicos que he conocido.
Tienen la posibilidad de ser diferentes de sus padres.

El hermano de Eliú es un personaje muy interesante...
Sabemos que los padres tuvieron un gran impacto en la vida de esos niños. El hermano de Eliú se da cuenta de que su hermano está tratando de cambiar, pero no entiende por qué. Piensa que el ciclo de violencia debe continuar. Las calles solo conocen la supervivencia de la ley del más fuerte. Si esos niños quieren convertirse en alguien, tienen que pertenecer a un grupo violento que pueda velar por los intereses de la comunidad.

Eliú y El Mono deben afrontar las consecuencias de su crimen con Tránsito, la viuda de Macías, y su sobrino...
Absolutamente. El Mono admite que participó en el asesinato, pero no se arrepiente. Sin embargo, Eliú se siente culpable. Por el lado de las víctimas, el sobrino es la viva imagen de El Mono: “Tú mataste a mi tío, así que te mataré para vengar su memoria”. Las cosas son mucho más ambiguas para la viuda.
Me pregunto qué estará sintiendo, pero creo que es algo similar a Eliú.
El camino más obvio es la violencia; el perdón es mucho más doloroso.

¿Dirías que, en cierto modo, el viaje de tus personajes refleja el intento de reconciliación en la Colombia de hoy?...
Por supuesto, quería abordar las profundas cicatrices que dejó la violencia de los años 80 y 90 en la sociedad colombiana. No se puede negar que vivimos en un estado fallido y un sistema social fallido, plagado de negligencia, culpa y egoísmo. Pero desearía que esta película pudiera abrir un diálogo con todos y cada uno de los espectadores.

Entonces, ¿cuál es el poder del cine?...
El cine, y el arte en general, es un puente entre el mundo visible y el invisible, un puente entre lo que somos ahora y lo que podríamos llegar a ser. Es un lugar que tiene el poder de recrear y redefinir el mundo en que vivimos, más que el sistema económico y político que se nos impone hoy. Es una ventana a algo que aún no existe, y así es precisamente como el cine podrá marcar la diferencia en las generaciones más jóvenes.

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