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SINOPSIS
La vida de Olfa, tunecina y madre de cuatro hijas, se desarrolla entre luces y sombras. Un día, sus dos hijas mayores desaparecen. Para suplir su ausencia, la directora Kaouther Ben Hania recurre a actores profesionales y establece un extraordinario mecanismo cinematográfico destinado a revelar la historia de Olfa y sus hijas...
INTÉRPRETES
EYA CHIKHAOUI, TAYSSIER CHIKHAOUI, ZINE EL-ABIDINE BEN ALI, OLFA HAMROUNI, NOUR KAROUI, MAJD MASTOURA, ICHRAK MATAR, KAL NAGA, HIND SABRI
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NOTAS DE LA DIRECTORA...
Después de Beauty and the Dogs y El hombre que vendió su piel, ¿querías volver al formato de documental con el que te diste a conocer?...
Este proyecto es mucho más antiguo. Arrancó en 2016, cuando estaba terminando Zaineb odia la nieve, un documental al que dediqué seis años de mi vida y en el que filmé la vida de una adolescente. En una emisora de radio, escuché a Olfa contar la trágica historia de sus hijas. Aquello me intrigó y me conmovió. Una vez más, se trataba de la historia de una madre y de sus cuatro hijas adolescentes.Olfa me fascinó desde el principio. Vi en ella un personaje muy potente para el cine. Era la encarnación de una madre con todas sus contradicciones, sus ambigüedades, sus zonas problemáticas. Su historia, compleja y aterradora, me perseguía y estaba muy interesado en explorarla y comprenderla, aunque no sabía cómo lo iba a hacer. Un día llamé al periodista, y me dio su número de teléfono. Me reunió con ella y así empezó todo.
¿En Túnez se conoce bien la historia de Olfa?...
Digamos que en el momento en que la contacté, ya había aparecido muchas veces en la radio y la televisión. Ahora bien, hay que entender que, en aquel momento, este tipo de historias eran habituales. Lo que me interesó de Olfa fue que su historia trataba de mujeres, de una madre y unas hijas.
¿Alguna vez te propusiste hacer con ella una película de ficción?...
Pasé por diferentes etapas. Al principio, me dije que la rodaría con sus otras dos hijas, Eya y Tayssir, para que fuera evidente la ausencia de las otras dos. Empecé a filmarlas en 2016 y después en 2017.
Pero había algo que no funcionaba del todo. ¿Cómo revivir los recuerdos sin embellecerlos ni cambiarlos, sin hacerse el bueno, sin edulcorar la verdad? ¿Cómo contar lo que ocurrió pero que ya no existía? ¿Cómo afrontar años después la verdad del propio pasado? El aspecto más problemático fue la forma en que Olfa estaba interpretando un papel. Desde el momento en que puse en marcha la cámara, empezó a interpretar un papel concreto. Tuve que dejar de rodar porque acabé dándome cuenta de que iba a caer en la trampa que me estaba tendiendo.
¿Qué papel estaba interpretando y en qué consistía esa trampa?...
Soy consciente de que en la vida, muchas veces nos comportamos influenciados por clichés que hemos visto en la televisión o en los medios. Olfa estaba bajo la influencia de los periodistas. Interpretaba, con gran talento trágico, el papel de la madre afligida, histérica, que se siente culpable. Ahora bien, esos rasgos casi nunca permiten explorar las diversas dimensiones de un individuo. Sin embargo, Olfa es tan exuberante, tan ambigua y tan compleja, que es imposible mostrar una única faceta. Y profundizar en las contradicciones, las sensaciones, las emociones, requiere un tiempo del que los periodistas carecen. El papel del cine es explorar esas zonas, esas ambigüedades del espíritu humano. Y así fue como empecé a abordar esta película como un laboratorio terapéutico que serviría para recuperar los recuerdos.
¿Fue en ese momento cuando decidiste recurrir a Hend Sabri para que Olfa se enfrentara a su doble ficticio?...
Cuando me di cuenta de que lo que había filmado no tenía interés, me concentré en El hombre que vendió su piel. El rodaje de esa película me permitió dejar esta historia en un segundo plano. Ni siquiera sabía si iba a recuperarla o no. Pero como me gusta terminar lo que empiezo, volví a ella. Tenía una perspectiva más amplia y podía visualizar la película con mayor claridad. Ahora quería filmar a Eya y a Tayssir, a las que había conocido en varios rodajes. Claro que como estábamos en pleno confinamiento, comprendí que la mejor manera de volver a situar a Olfa en el dominio de la realidad y de sus propios recuerdos era hacer un documental sobre la preparación de una falsa ficción que nunca vería la luz. Basándome en todo lo que me había contado Olfa, escribí un guion que involucraba a Eya y Tayssir en la preparación de una historia de ficción en la que los actores se encontrarían con los verdaderos protagonistas para contar mejor lo que habían vivido.
¿Qué esperabas conseguir con ese proceso?...
Olfa necesitaba enfrentarse a actores profesionales. De ahora en adelante, ellos serían los actores, no ella. Servirían para abrirle los ojos a Olfa y a sus hijas y ayudarlas a encontrar su verdad interior. Necesitaba actrices para interpretar a sus hijas ausentes y a un actor que la interrogara, que la ayudara a comprender algunos de los acontecimientos más importantes de su vida. No me interesaba reconstituir los recuerdos en sí mismos. Quería que fueran los intercambios entre Olfa y sus hijas los que consiguieran hacerlo. Mi papel en esta película era el de dirigir, guiarlas, acompañarlas en su búsqueda mientras Olfa contaba y analizaba con gran detalle episodios significativos de su vida. Hend Sabri le hace preguntas sobre detalles concretos y sobre sus motivaciones y eso permite a Olfa reflexionar sobre su pasado sin mostrarse indulgente con él. Si Olfa se hubiera quedado a solas conmigo, me habría contado la misma historia, el mismo cliché, una vez más.
Hend Sabri es una estrella. ¿A Olfa no le da miedo que le robe el protagonismo?...
Todo lo contrario. ¡Comprendió que la gente la comprendería por fin! Olfa piensa que nadie la ha creído porque no es famosa. Y una gran actriz como es Hend Sabri podría darle por fin la credibilidad que necesitaba para que el mundo escuchara su historia. Es necesario saber que cuando Olfa empezó a conceder entrevistas en 2016, fue calumniada, criticada e insultada en muchas ocasiones. Pero gracias a Hend Sabri, supo que por fin la escucharían con respeto. Cuando comprendí eso, me sentí con fuerzas para intentar otras muchas cosas durante el rodaje.
En cierto sentido, esa dualidad entre Olfa y Hend Sabri acaba haciéndonos dudar de la realidad de lo que estamos viendo. ¿Crear esa sensación de confusión era tu objetivo?...
¡No eres la única persona que me dice eso! No puedo deshacerme de mi pasado como creadora de falsos documentales. Kiarostami dijo que saber lo que es verdadero o falso no es importante. En el cine podemos mentir si con ello logramos extraer una verdad profunda. ¡Eso es lo que cuenta! Para mí, lo más importante es conmover al público para darles a conocer una verdad más honda.
De hecho, uno no puede dejar de pensar en Primer plano (Close-Up) de Abbas Kiarostami. ¿Tenías esta referencia en mente mientras escribías el guión de la película?...
Hay dos películas que han cambiado mi relación con el cine: Primer plano (Close-Up) y Fraude, de Orson Welles. Gracias a ellos, comprendí que las películas permitían un amplio campo de experimentación. Quería que mi película tuviera un elemento brechtiano donde fuera posible representar la escena mientras se reflexiona sobre ella al mismo tiempo. Quería que pudiéramos pasar de momentos de interpretación real a otros de reflexión sobre lo que se estaba representando. La línea tenía que ser borrosa porque en la vida nos pasamos el tiempo actuando, más aún delante de la cámara. Desde mis inicios, siempre me ha gustado explorar esa relación, tan tenue y delicada, entre ficción y documental. Es un hilo común que recorre todas mis películas.
¿Por qué decidiste rodar la película en un único lugar?...
El universo de esta película es introspectivo, así que no necesitaba decorados muy elaborados. Solo necesitaba una coherencia visual y estilística. Encontramos un viejo y modesto hotel en Túnez, y lo convertimos en un estudio de cine. Sabía que el público sería capaz de relacionar los diferentes elementos sin que tuviéramos que recrearlo todo. Tenía en mente el plató que elaboró tan magistralmente Lars von Trier en Dogville, una película que me fascinó. Solo necesitaba un plató grande que me permitiera instalar un fondo, como el de la comisaría. Como sabía que íbamos a explorar juntos temas íntimos, sensibles y dolorosos, no quería estar sujeto a las mismas limitaciones que impone el rodaje de una película clásica. Quería despojarme de todo.
¿Tu equipo supo que iba a formar parte de una experiencia tan íntima y, a veces, tan dolorosa?...
Cuando los reuní a todos, les propuse que escribieran una constitución colectiva en la que todos pudieran expresar lo que no les gustaba en un plató de cine. Era necesario que todos se sintieran cómodos para que Olfa y sus hijas pudieran hacer su viaje con ellos. ¡Había que mostrar una gran delicadeza con unas mujeres que estaban explorando su interior y las partes más problemáticas de sus vidas delante de todos nosotros! Para crear las condiciones ideales, organizamos un equipo mayoritariamente femenino. En definitiva, creamos las condiciones para que surgiera algo terapéutico, y no solo para ellas, sino para todo el grupo. Todo lo que sucedió durante el rodaje de esta película despertó sentimientos muy intensos en cada uno de nosotros. Yo, que soy una obsesa del control, estaba tan abrumada por la emoción que tuve que contenerme en más de una ocasión para pensar en la ubicación de mi cámara. A pesar de la complejidad del montaje, todos comprendimos que estábamos siendo testigos de algo muy especial.
¿Por qué decidiste que un solo actor interpretara a los hombres -pocos, la verdad- que hay en esta historia?...
Vuelvo de nuevo a Dogville: porque creo en la capacidad del público para articular los elementos de la historia, para comprender que un solo actor era capaz de interpretar a todos los hombres en esta historia. Lo que me llamó la atención de la vida de Olfa y de sus hijas es la ausencia de hombres. Tan pronto como un hombre entra en su mundo, lo expulsan. Los hombres que las rodean no duran. Todas ellas tienen una relación muy compleja con la masculinidad. Olfa encarna algo que es a la vez muy femenino y muy masculino. Suele afirmar que es más hombre que su marido. En cierto sentido, como todos los hombres han sido expulsados de su grupo, es como si todos esos hombres fueran uno solo. Por eso quería que un solo actor los interpretara a todos.
Durante una escena especialmente dura, el actor (Majd Mastoura) se derrumba durante el rodaje y pide hablar contigo fuera de cámara. ¿Por qué decidiste mantener ese momento en la película?...
Como he dicho antes, también es una película sobre el trabajo de los actores. Me pareció interesante mostrar cómo la brutalidad de la vida real puede afectar y abrumar a un actor. Hend Sabri también habla sobre este asunto al principio de la película. Cuenta cómo un actor aprende a protegerse para no verse superado o afectado por el personaje. Majd no estaba al tanto de todo lo que habíamos hecho antes con las chicas, especialmente con los psicólogos. Según él, no debíamos obtener ese tipo de confesiones delante de una cámara. Pensaba que ese discurso íntimo no debería haber salido del consultorio del psicólogo. Cuando te enfrentas a estas revelaciones sobre la vida de otras personas, te haces mil preguntas éticas. No estaba al tanto de mi implicación, y pensó que yo no me había hecho esas preguntas. Y por eso quiso parar la escena. Pero yo quería mostrar su angustia y sus dudas como actor. Además, esa escena termina con el monólogo de Eya en el que expresa su necesidad de filmarla. Sin ella no hubiera tenido esa reacción, y es probable que no hubiera incluido la escena en la película.
Su resiliencia es impresionante. Cuando empieza la película, sorprende verlas tan radiantes y sonrientes, cuando esperas encontrar mujeres que están pasando un duelo...
Desde luego. Ellas son así en la vida real. Me hablan de auténticas tragedias, de hechos terribles… y provocan un ataque de risa. Quería mostrar el contraste entre la historia que contamos y la forma en que la contamos. Se trata de algo muy especial. El cine es capaz de mostrar eso. Creo que la película también les hizo bien a ellas. Fue una experiencia terapéutica para ellas. Dieron mucho y puedo decir que también recibieron mucho a cambio. De hecho, ellas mismas lo dicen. Esta película les ha permitido expresarse. Hasta ese momento no tenían voz y nosotros les dimos la oportunidad de que las escucharan. Cuando vieron la película, su primera reacción fue: “Gracias, nos has dado nuestra voz”.
¿Tenías en mente la imagen final mientras escribías el guion de la película?...
Sabía que terminaría con esa imagen concreta. Basándome en las partes que había filmado en 2016 y 2017, así como en las numerosas anécdotas que conocía, escribí un guion sin diálogos que consistía únicamente en escenas clave de sus vidas que me parecieron significativas. Aunque el guión estaba un poco mezclado y sin orden cronológico, sabía que terminaría con esa imagen porque, como dice Olfa, esta película es ante todo una reflexión sobre la transmisión de traumas de madre a hija. Olfa infligió a sus hijas algunos de los abusos que ella misma había sufrido de niña. La transmisión de traumas de madre a hija es un tema recurrente a lo largo de esta película. Es la historia de una maldición, porque a su vez, esa niña pequeña le pedirá cuentas a su madre. Por eso quería concluir la película de esa manera.
¿En qué consiste exactamente esa maldición que se transmite de madre a hija?...
Es una forma retrógrada de patriarcado que las mujeres tienen que asimilar para sobrevivir. Ellas no tienen elección. Puede que Olfa no respete a los hombres, pero aun así encarna una de las formas de ese patriarcado. Cuando procedes de un entorno humilde como ella, las opciones para una chica joven son limitadas: convertirse en prostituta o ser una auténtica santa. No hay lugar para los matices. Y como son guapas -esa es su otra maldición- sus hijas eligen la santidad. ¡De hecho, van más allá de la santidad y desean morir!
A través de los cuatro retratos que haces de estas jóvenes, ¿la película trata también de la adolescencia?...
Diría que por encima de todo es una película sobre la adolescencia, ese abismo entre la niñez y la edad adulta donde de repente buscamos comprender, e incluso experimentar, la idea de la muerte, como demuestra una de las chicas cuando quiere dormir en una tumba. Pero incluso cuando jugamos con la muerte, es el período de nuestras vidas en el que buscamos un ideal de vida, cuando nos preocupa nuestro entorno social y a la vez el destino de la humanidad entera. Creo que las chicas buscaban algo que les faltaba. Querían poner a prueba la autoridad de Olfa, que siempre ha encarnado las figuras paterna y materna, y que quería reprimir su sexualidad. Como no disponían de herramientas para hacerlo, se convirtieron, como dice una de ella en “las Elegidas de Dios”. De esta forma, fantasean con la idea de trascendencia para intentar imponer sus deseos al mundo. Creo que esta película documenta las relaciones con la vida y la muerte que los adolescentes suelen abordar de manera confusa.
ACERCA DE LA PELÍCULA...
En 2016, Olfa Hamrouni perdió a dos de sus cuatro hijas cuando se unieron al ISIS en Libia. Kaouther Ben Hania se acerca a esta tragedia íntima y familiar a través de un híbrido entre la ficción y el documental. La historia de Olfa y sus hijas está representada por las protagonistas reales y también por actrices profesionales, entre las que destaca la estrella tunecina Hend Sabri.
Así explica la cineasta el inicio del proyecto: "En una emisora de radio escuché a Olfa contar la trágica historia de sus hijas. Aquello me intrigó y me conmovió. Una vez más, se trataba de la historia de una madre y de sus cuatro hijas adolescentes. Olfa me fascinó desde el principio. Vi en ella un personaje muy potente para el cine. Era la encarnación de una madre con todas sus contradicciones, sus ambigüedades, sus zonas problemáticas.
Su historia, compleja y aterradora, me perseguía y estaba muy interesada en explorarla y comprenderla, aunque no sabía cómo lo iba a hacer. Un día llamé al periodista, y me dio su número de teléfono. Me reuní con ella y así empezó todo".
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