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La película se estrenó en la Sección Oficial del Festival de Venecia y formó parte de la Sección Atlàntida Premiere en el AMFF. “Lubo” se sitúa en Suiza durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, y aborda la implementación del programa Kinder der Landstrasse ("Niños de la calle"), un proyecto de reeducación estatal cuyo propósito era “limpiar” el país separando a los niños de etnias nómadas de sus familias.
Para la creación de la historia, Diritti se inspiró en la obra "El Inseminador", de Mario Cavarote (editada en español por Tropismos), a través de la cual descubrió la cultura yeniche y su historia, un trasfondo que fundamenta el contexto histórico de Lubo. Si bien los personajes y tramas de la película son ficticios, Diritti contó con el asesoramiento de activistas de la comunidad yeniche. Sobre el programa “Niños de la calle”, el director detalla cómo funcionaba: “Era una organización estatal de la que la mayoría de los suizos no sabían nada, con un director llamado Alfred Siegfried, al que inicialmente se confiaron 300 niños, que luego fueron asignados a otros lugares”. El protagonista, Franz Rogowski, añade: “Es una historia terrible y casi olvidada, al menos en la conciencia colectiva. El gobierno separó al pueblo yeniche. Las mujeres fueron enviadas al hospital para ser esterilizadas a la fuerza y los niños fueron llevados a hogares de acogida, donde fueron dejados o vendidos a familias de granjeros o parejas sin hijos para ser criados fuera de su tradición. Creo que Suiza tiende a verse a sí misma como muy correcta, una de las 'buenas' naciones, y en muchos aspectos lo es. Pero Suiza también tiene sus capítulos oscuros.”
Para preparar el papel, Rogowski tuvo que aprender a tocar dos instrumentos y a hablar tres idiomas: suizo-alemán, italiano y yeniche, una lengua casi extinta hablada solo por unas pocas decenas de miles de personas, la mayoría residentes en los Alpes suizos. Esto implica también que Diritti tuvo que dirigir sin entender mucha parte del diálogo de los actores: “Escucho la musicalidad, la melodía, y puedo sentir cuando las cosas van bien. Me fijo en la expresión de los ojos, donde el flujo emocional puede ser muy evidente. También contamos, no obstante, con la ayuda de tres entrenadores de diálogo”.