INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
EL AZAR...
Cuando te preguntas por donde vas a ir en tu próximo proyecto a veces buscas una idea con la que puedes conectar a través de muchos medios, y a veces esa idea te busca a ti, si te encuentra y te fascina ya no te deja, viaja contigo, duerme contigo y poco a poco acabas haciéndola tuya, se convierte en tu pareja y en el reposo de la imaginación cuando sientes que sigue ahí, esperando, paciente y alerta para darte emoción y fuerza para continuar.
Y así sucedió.
El libreto de la La cena de los generales obra de teatro de José Luis Alonso de Santos llegó a mis manos de una forma casual, por azar, el azar nos unió hace unos años a Alonso de Santos, Oristrell y a mí en el rodaje de la comedia Bajarse al moro y el azar nos vuelve a juntar unos años después en este proyecto.
EL AUTOR...
“El humor es una manera de compensar el sufrimiento. Es como una medicina para el alma y yo me siento un boticario. No quiero hacer solo reír, sino depurar un poco el basurero”.
Estas son algunas palabras de Alonso de Santos con las que me siento plenamente identificado. Gran dramaturgo, un hombre de teatro en estado puro con una extraordinaria capacidad para comunicarse con el público, sabe hablar de tú a tú con el espectador y transmitirle sus emociones, sus sentimientos y sus opiniones a través de personajes creíbles y todo eso en clave de comedia, para mí el género en el que me encuentro más a gusto y he desarrollado parte de mi trabajo como director, y sí, la comedia es una manera de ver la vida, casi siempre al borde de traspasar esa delgada línea roja con el objetivo de atrapar al espectador.
EL TEXTO...
La cena me remitió por un lado al cine americano de tradición vienesa o judía de Lubitsch, Billy Wilder o Woody Allen y también al cine italiano, tantas comedias acidas de Fellini, Dino Risi, Alberto Sordi, Vittorio Gassman y en lo más cercano, a Jo Jo Rabbit, brillante sátira burlona nazi con esa mezcla de realidad y farsa y, ¿por qué no?, a Malditos bastardos en cuanto a una cierta violencia y humor negro.
La historia parte de una situación insólita, un banquete que quiere dar el mismísimo general Franco ¡en el Hotel Palace! Como colofón a una terrible guerra civil, viajando a través de lo trágico y lo humorístico en el patetismo de la situación: inmediata posguerra, cárcel, represión, miedo, muertos, odios, hambruna y fracaso colectivo. No quiero hacer de esta obra una comedia donde se frivolice sobre la dureza del conflicto. Se trata de otra cosa: situarlo a nivel humano, lo más importante, con sus luces y sus sombras, su dolor y su risa.
Todos estos elementos hicieron que, después de leer el texto, decidiera que La cena fuera mi próxima película, una comedia antibelicista y necesaria.
EL PROCESO...
Estos eran algunos de los ingredientes y había que empezar a cocinarlos. Era fundamental reunir al equipo de guion de mis anteriores comedias: Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano junto a un productor joven y con experiencia para llevar a cabo esta ambiciosa película, Cristóbal García (La Terraza Films).
La adaptación del teatro al cine siempre es compleja, hay que jugar a varias bandas, por una debes tener libertad suficiente para ahondar en la esencia de la obra sin esclavizarte, por la otra mantener la dramaturgia al mismo tiempo que conservamos el arco vital de los personajes: qué quieren, qué necesitan y qué consiguen. Al ser una obra coral, cada uno de ellos estará perfectamente diseñado a lo largo de la historia. Es fundamental trabajar el espacio y el tiempo, en este caso La cena ya tiene un tiempo cinematográfico muy atractivo, con un ejercicio de precisión propio de la comedia: la acción se desarrolla en un día, desde las ocho de la mañana hasta la madrugada y a medida que pasa el tiempo el encargo se convierte en una bomba de relojería, no habrá marcha atrás. El espacio debe reunir un escenario tan atractivo e hiperrealista donde el espectador se sumerja en la imparable peripecia de los personajes que se mueven en un Madrid de la inmediata posguerra y el Hotel Palace como centro de acción de la película promete un trabajo visual potente. La luz debe matizar insistentemente la alegría, el miedo, la violencia y la emoción donde parece que se ha declarado la paz, pero sigue presente el miedo y en este “pequeño mundo” español de la posguerra seguirán vivos, por desgracia, muchos elementos del conflicto.
Son como Paisaje después de una batalla o Canciones para después de una guerra.