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'La Plaga' es una película de historias cruzadas, que ofrece un sorprendente fresco de la vida en la periferia de Barcelona. Los protagonistas no son actores, sino que se interpretan a sí mismos, después de haber trabajado con la directora durante más de cuatro años. Este largo proceso le ha servido a Ballús para mostrar la incertidumbre y el espíritu de rebeldía que caracteriza la España de la crisis.
NOTAS DEL DIRECTOR...
El lugar donde filmamos 'La Plaga' lo conozco desde pequeña, porque es una zona situada al lado de donde nací. El punto de partida de la película fue precisamente este escenario, el lugar donde sucederían las cosas. Siempre intuí que la gente de allí debía tener un caracter especial, como sucede con los solitarios que viven en la alta montaña, o los que son de un pueblo costero donde siempre hace mucho viento.
En la primera fase de desarrollo conocí a mucha gente de la zona: agricultores, ganaderos, visitantes regulares, personas mayores, inmigrantes, gente que se pasea, etc. Contrariamente a lo que podría parecer, la elección de personajes ha resultado lo más fácil del proceso. En mi caso, cuando conozco a una persona que me gusta para una película, siento una atracción por su manera de moverse, por su apariencia, y tengo una gran curiosidad por saber quién es, para descubrir su misterio.
Entre todas las personas que conocí, hubo cinco que me sedujeron inmediatamente. Cuatro años después de haber conocido a María, aún se preguntaba por qué decidí que ella fuera una de las protagonistas. Y me lo preguntaba de esta manera: "¿Y por qué te enamoraste de mí?". En La Plaga ha ido sucediendo así; como un enamoramiento. Los personajes me han ido seduciendo, y yo los he ido incorporando al guión, con sus preocupaciones y su vida. Y como un enamoramiento debe ser a dos bandas, faltaba que ellos también quisieran participar en la película... A pesar de que trabajan más de 12 horas diarias, y tienen una vida complicada, todos ellos me dijeron que sí. A mí todavía me resulta sorprendente como aceptaron el compromiso de formar parte de la película con una implicación y entrega total.
Por lo tanto, tenía un escenario, la periferia de una gran ciudad, y unos personajes, ligeramente conectados entre sí; cada uno de ellos con una historia personal muy fuerte. Aparentemente disponía de todos los ingredientes para ponerme a filmar. Y si hubiéramos tenido laLA PLAGA financiación, probablemente lo hubiéramos hecho.
Pero no la teníamos, y tuvimos que esperar: en total han sido cuatro años de creación, durante los cuales ha ido creciendo una intensa relación personal con cada uno de los personajes. Y este es el material emocional que ha ido configurando la película. Porque es en esta relación (a fuego lento, sin prisas) que los he ido descubriendo, desgranando sus preocupaciones, sus debilidades y su belleza. Así he ido descubriendo el pasado de Maribel, que la ha llevado a trabajar en la prostitución, y así he ido compartiendo las dificultades de Rose para soportar el trabajo en la residencia. Con María la relación ha sido todavía más intensa: la he acompañado en los que han sido sus últimos cuatro años de vida. He sido su última amiga. Relaciones que van mucho más allá de la película.
Al principio pensaba que La Plaga seria el retrato de un lugar. Finalmente ha acabado siendo el retrato de una serie de personajes que se han entregado a la película sin reservas. Esto no significa que como cineasta no haya asumido un papel muy activo en la elección de todos los elementos que forman parte de la película. Hemos filmado como en un ficción: hicimos que pasaran cosas, provocamos el choque entre los personajes, y entre ellos mismos y su drama. Toda la construcción fílmica está al servicio de los personajes: es una plataforma elevada desde la que ellos se expresan, y donde surgen sus emociones y gestos más auténticos.
Parece una paradoja, pero gracias a esta gran construcción me pareció que podía emerger con más fuerza la realidad auténtica de estas personas únicas, con toda su humildad y fortaleza.