INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
Todo surgió de una relación personal que mantengo con el barrio de chabolas de Sidi Mumen, del que procedía los jóvenes kamikazes que cometieron los atentados de Casablanca en 2003. En ese barrio rodé algunas secuencias de una película en 1999, Ali Zaoua. Era una zona que conocía bien, donde me sentía bien y que presenta la peculiaridad de que es la parte más alta de las afueras de Casablanca. Yo recordaba a los habitantes de este barrio como muy pacíficos y abiertos, así que, cuando sucedieron los atentados de 2003, no entendí por qué catorce chicos de Sidi Mumen se habían hecho saltar por los aires. No me parecía posible. Aquellos hechos supusieron un enorme trauma para Marruecos porque se esperaba que fueran obra de terroristas entrenados, llegados de Afganistán o de Irak, y no que sus autores fueran unos chicos de un barrio chabolista del que nunca habían salido hasta entonces. La mayoría tenían veinte años. Me impresionó tanto que sentí la necesidad de reaccionar, de hacer algo, aunque no sabía bien qué. Así que con una cámara y un equipo fui a ver a las víctimas, a los supervivientes, a sus familias. Hice un cortometraje de dieciséis minutos. Eso fue todo. Con el tiempo me di cuenta de que era una visión incompleta. Necesité tres o cuatro años para tomar conciencia de que, como cineastas, no somos testigos que tengamos el deber de reaccionar de inmediato como los periodistas. Nosotros, ante todo, tenemos el deber de tomar distancia en relación con los acontecimientos para elaborar una mirada especial sobre ellos, nuestra propia mirada.
Volví a Sidi Mumen e hice un trabajo casi de antropólogo: hablé con la gente y me reuní con las asociaciones, porque durante el tiempo transcurrido habían surgido en el barrio numerosas iniciativas como reacción a los atentados. Además, compré los derechos de adaptación de libro de Mahi Binedine Les Étoiles de Sidi Mumen, cuyo enfoque era el mismo que el de la historia que yo quería contar.
No pude filmar en el barrio porque, aunque durante la preparación de la película contaba con rodar en Sidi Mumen, había habido muchos cambios, se habían construido edificios de viviendas y se había reducido el núcleo de chabolas de donde procedían los kamikazes. Como era imposible rodar allí, tenía que encontrar un Sidi Mumen alejado de la modernidad, un poblado de chabolas rural, alejado de cualquier concepto urbanístico. Así que opté por rodar en otro poblado, situado a algunos kilómetros, pero para compensar pude trabajar con muchos de los habitantes del verdadero Sidi Mumen.
El rodaje se desarrolló durante la primavera árabe, y la primera consecuencia fue que se notó en que las autoridades no tuvieron tiempo suficiente para ocuparse de nosotros y nos dejaron bastante tranquilos. Esa fue una consecuencia real; pero la segunda, en cambio, fue que había una cierta tensión palpable en las calles, especialmente en los barrios populares en los que rodábamos. Tuvimos que mantener un perfil muy bajo para que no se pudiera interpretar que estábamos incurriendo en alguna provocación. Los ánimos estaban muy caldeados y había manifestaciones todos los días. El islamismo, alentado por lo que estaba pasando en Egipto y en Túnez, se hacía visible de forma cada vez más abierta. Las elecciones se aproximaban y muchas personas del poblado chabolista vinculadas a los movimientos islamistas intentaron interrumpir el rodaje.
Al principio, la película llevaba el título de la novela Les Étoiles de Sidi Mumen, pero nos dimos cuenta de que podía interpretarse de forma positiva, que algunos podrían ver en él una forma de exaltación de las actuaciones de los kamikazes. Y si yo quería humanizar a esos jóvenes, lo que no quería en absoluto era celebrar sus acciones. Entonces encontramos el extracto de un texto sobre la yihad de la época del Profeta: “Volad, caballos de Dios, y las puertas del paraíso se abrirán para vosotros”. Esta frase ha sido incluida en numerosas ocasiones en la terminología yihadista moderna por Bin Laden y en sermones televisivos. En la película la pronuncia el “emir” [como se suele denominar al líder en los grupos integristas] cuando les anuncia que han sido elegidos.