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NOTAS DEL DIRECTOR...
La primera vez que leí la novela en que se inspira este proyecto quedé profundamente impresionado. Me deslumbró la personalidad de aquel relato tan especial, su forma original de combinar la belleza con el horror. Se trataba de una historia fascinante y perturbadora, un rompecabezas apasionante de intriga y terror. Era algo que no me esperaba y que me conquistó desde el primer momento. Al pasar la última página, ya estaba empezando a trazar el plan de convertir aquel libro en una película.
Esta es una historia de intriga e investigación. Pero no el tipo de investigación a la que estamos acostumbrados, de crímenes y ambiente policial. Aquí todo acontece y se desarrolla en un universo erudito, entre vejas universidades, bibliotecas centenarias y laberínticas, rodeados de libros antiguos. Nuestros personajes no son inspectores de policía ni detectives, si no estudiantes y profesores de literatura y filología.
Nuestro protagonista, un profesor maduro de literatura marcado por la tragedia en el pasado, se verá inesperadamente confrontado a la existencia de un mundo oculto y aterrador que convive con el nuestro. La presencia amenazadora de “Las Siete Damas”, las viejas musas de la mitología que podrían ser algo más que lo que siempre hemos creído. Algo oscuro y siniestro, peligroso y cruel.
Y real.
Un mundo en que la poesía no es lo que parece y la belleza es sólo la cara visible de un horror indescriptible.
José Carlos Somoza tensa los mimbres de la mejor tradición de la novela negra francesa contemporánea más oscura (Jean Christophe Grangée, Frank Thilliez) y los engrana con elementos cultos. Y crea así una novela sofisticada, fascinante y espeluznante.
La novela se adentra en este universo poético de forma rigurosa. Penetra en los tejidos más profundos del hecho literario con un conocimiento y una solvencia intachables. Esta ha sido una de las principales premisas a la hora de abordar la adaptación: ser fieles a su refinamiento.
De este modo, esta es una historia de intriga y horror capaz de satisfacer a los más acérrimos aficionados al género, pero también a un público mucho más exigente, conocedor del hecho literario y poético. Esta ambición fue para mí, sin duda, una de los principales atractivos de la novela.