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NOTAS DEL DIRECTOR...
El nombre de Charo López está asociado a mi infancia salmantina. Con apenas 8 años pasaba por delante de la casa de Charo. Mi madre, que conocía a la familia de la actriz, repetía con admiración: 'Aquí vive la actriz Charo López'.
Pero no fue hasta principios de los 80 que por fin pude ponerle rostro a su nombre. En casa eran de visión obligatoria las series donde salía Charo, Los gozos y las sombras, Fortunata y Jacinta, Los pazos de Ulloa… Me fascinaba sentir que una actriz que salía en la tele vivía y paseaba por las mismas calles y plazas por las que yo crecía en Salamanca.
Fue en 1985 cuando todo dio un giro. Acudí al estreno de Los paraísos perdidos de Basilio Martín Patino en el cine Bretón de Salamanca. Allí por primera vez la vi en persona. Descubrí en ella a la niña que había crecido corriendo y jugando por las plazas de Salamanca y al tiempo a esa mujer que salía rodeada de aplausos tras inundar la pantalla con su presencia hipnótica y su voz grave y emotiva. Vi que el sueño era posible, que yo podría algún día dedicarme al cine y ser director.
Ahora quiero echar la vista atrás y redescubrir su impresionante trayectoria: desde los 60 en el franquismo, pasando por la Transición, la edad de oro de las series que tanto le debe, la época Miró, su fulgurante revelación teatral, sus trabajos con Almodóvar, Gonzalo Suárez, Basilio Martín Patino…. su Goya por Secretos del corazón.
En este proceso de investigación se ha ido desplegando ante mi una personalidad de incontables contornos y matices, que configuran a una mujer apasionante con una carrera jalonada de éxitos, reinvenciones y saltos adelante. Una vida en cuyo telón de fondo se proyectan más de 50 años de cine, televisión y teatro, donde se pueden rastrear las hullas de su alma de actriz.