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MIS QUERIDISIMOS HIJOS
INFORMACIÓN
Titulo original: Mes Très Chers Enfants
Año Producción: 2021
Nacionalidad: Francia
Duración: 95 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 7 años
Género: Comedia
Director: Alexandra Leclère
Guión: Alexandra Leclère
Fotografía: Jean-Marc Fabre
Música: Philippe Rombi
FECHA DE ESTRENO
España: 1 Julio 2022
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
A Contracorriente Films


SINOPSIS

Chantal y Christian viven una jubilación tranquila. Pero desde que sus hijos dejaron el nido, han empezado a espaciar sus visitas y a olvidarse de ellos. Cuando anuncian que no irán a casa por Navidad, los padres idean un alocado plan para recuperarlos: fingirán que han ganado la lotería y son multimillonarios...

INTÉRPRETES

JOSIANE BALASKO, DIDIER BOURDON, MARILOU BERRY, CÉDRIC BEN ABDALLAH, LAURENT STOCKER, ESTÉBAN, JOSÉPHINE DE MEAUX, LISE LAMÉTRIE, JULIA BOUTTEVILLE, JEAN-NOËL MARTIN

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ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
¿De dónde sacó la idea para la película?...
Después de Garde Alternée, donde traté una determinada visión de la pareja, quería explorar las relaciones entre padres e hijos. Un tema que nunca había abordado en el seno de una familia «tradicional», a pesar de mi predilección por situar a la familia en el centro de mis películas (Maman, Las hermanas enfadadas).
Me gusta la noción de núcleo de la historia, una historia que se pueda resumir en una frase. Así que pongo mi cerebro en marcha y busco una idea de conflicto dentro de la familia que debe conducir a una línea argumental clara. Porque, para mí, del conflicto surge la comedia.
Y así surgió la idea del argumento: padres que, para recuperar a sus hijos, a los que culpan de haberlos descuidado, les harán creer que han ganado una gran suma de dinero.
Hice pruebas con este núcleo de argumento en mi entorno: vi sonrisas, vi la señal de que podía llegarle a mucha gente. Y así me puse en marcha.

Entonces, a diferencia de los casos de Las hermanas enfadadas o Le prix à payer, ¿no hay nada de autobiográfico en esta historia?...

Nada de nada. Creo que si mi madre ganara la lotería, tendría cuidado en que no lo supiese.
Es cierto que en mis dos primeras películas había una parte autobiográfica. Hago hincapié en la palabra «parte». Pero todo eso terminó hace mucho tiempo (Le grand partage, Garde alternée). Me gusta inventar, imaginar, me siento más libre, cosa que no está en contradicción con la observación de mis conciudadanos, por supuesto.

¿Su intención es, desde el principio, la de escribir una comedia?...

No intento escribir una comedia, porque la comedia está en mi ADN.

Sea sincera: ¿en ningún momento tuvo la tentación de caer en el pugilato o en el ajuste de cuentas que, como sabemos, a veces dan pie a escenas de antología?...

No, ese no era mi objetivo en absoluto. Quería que a la gente le gustaran todos los personajes de esta película. Así que los mimé y cuidé desde la fase de escritura para que, hagan lo que hagan, se les pueda coger cariño.
Mi arma secreta fue darles a todos una cuota de ingenuidad, incluso a los que aparentemente son más odiosos, como el jefe interpretado por Laurent Stocker, o la huraña banquera a la que da vida Lise Lamétrie. Con la esperanza de que ellos también reciban la absolución, me las arreglé para dejar claro en algún momento que no tienen conciencia de lo que han hecho o están haciendo.
Para asegurarme de no caer en malos sentimientos —como la mala leche, los celos o la mezquindad— me pongo como norma que nadie odie a nadie y que nadie se burle de nadie tampoco.
Los padres no deben ser padres maltratadores y los hijos no deben ser pequeños cabrones.
Los chispazos entre ellos provienen de la incapacidad de los padres para aceptar que los hijos se comporten con la despreocupación y el egoísmo de la gente de su edad; no en los asuntos serios o importantes —porque entonces sí que serían como sus padres— sino en los pequeños hechos de la vida cotidiana.

Padres que no pueden aceptar, por ejemplo, que su hija, que vive en París, se olvide de venir a comer el día de su cumpleaños, habiéndolo celebrado ya el día anterior hasta las 4 de la mañana; o que su hija no conteste al teléfono cuando la llaman, porque sabe que esa llamada le tomará una hora, y eso la aburre, o porque no es el momento adecuado. La mayoría de las veces, en las familias normales, estos pequeños fallos se digieren sin ningún problema, pero aquí, en la mía, y precisamente porque estamos en una comedia en la que todos los personajes están ligeramente desajustados, estos fallos van a provocar turbulencias. Pero, en cualquier caso, no serán turbulencias devastadoras porque yo quería que el amor siguiera fluyendo entre mis padres y mis hijos, pase lo que pase: si no es visible, al menos que sea subyacente.

¿Cómo construyó su guion?...

Siempre empiezo por instinto, para deleite de mi imaginación, a menudo muy desbordada.
Mis primeras versiones son siempre muy densas. Después, en una segunda etapa, aprieto los tornillos. En las primeras versiones, los padres tenían tres hijos. Tenía ganas de que hubiese un «retoño» que no estuviera interesado en el dinero, y que no cambiara de actitud. Cambié de opinión y decidí dar este rasgo de carácter a la pareja de Sandrine, interpretada por el genial Estéban.

Como siempre en sus películas, nos parece que ha cuidado especialmente los diálogos. Son precisos y bien elaborados...

Escribo con facilidad, las palabras me salen naturalmente, y ninguna puede sustituir a otra. Compongo mis frases como pequeñas partituras musicales.
Les doy su propio ritmo. Cuando conozco a mis intérpretes de antemano, también intento tener en cuenta su fraseo. Pero nada es definitivo.
Si en el plató un actor tiene dificultades o si propone otra cosa que me parece más pertinente o llamativa, o incluso —a veces— más natural, entonces readapto, recorto o cambio.
No tengo orgullo de autor. Sé pararme cuando hace falta y cuestionar mi texto cuando es necesario.

Su película se ve constantemente impulsada por situaciones hilarantes...
Cada mañana, cuando llego al plató, intento que cada escena sea más divertida, más delirante o más conmovedora, según el caso, que en el guion. Las ideas llegan en directo, así es como trabajo. No me anticipo, lo pienso cada mañana. Le daré un ejemplo. En el guion dice «Stéphane, loco de alegría, llega a su oficina». Y entonces se me ocurre pedirle a Ben que llegue como si estuviera conduciendo, como un niño eufórico, imitando el sonido del Ferrari en el que pronto estará pensando él mismo. Convierte una escena «banal» en una escena divertida que además dice mucho sobre la alegría del personaje.

¿Cómo evitó que sus personajes pasaran de la clase media a la acomodada?...

Fue gracias a Fabienne Katany, diseñadora de vestuario, y a Carlos Conti, escenógrafo. Fueron decisivos. Nunca sé de antemano cómo debe ser un traje, pero cuando lo veo, lo reconozco. La discrepancia entre su ropa de diario y su ropa rica tenía que hacernos sonreír. Esta pareja compra ropa de segunda mano, se arregla con lo que tiene.
Esta es la «idea» de la gente rica que ellos tienen. Se divierten mucho con ello. Para no caer en el tópico del “«Chanel de imitación», Fabienne Katany diseñó trajes muy coloridos para Josiane y Didier. Me hizo reír inmediatamente, y también vi que Josiane y Didier se divertían mucho con esos trajes, y se sentían cómodos. Esto es muy importante para mí.
Al igual que para el vestuario, la casa de Chantal y Christian supuso mucho esfuerzo. Me mostraron muchas casas. Torcía la nariz por instinto: una era demasiado grande, otra demasiado de clase media, la siguiente demasiado de urbanización. Y entonces tuve un flash viendo el exterior de la casa que aparece en la película, como si lo hubiera «reconocido.» Me dije: ¡es esa! Luego fue el genial Carlos Conti quien dio al interior de esta casa el color adecuado, el equilibrio justo, todo lo que cuenta la historia del interior de esa pareja. Los niños ya no están, pero la decoración ha permanecido igual durante todos estos años. A veces he tenido la impresión de estar en la casa de mi querido padre, cosa que me conmueve, me emociona. Así que es un escenario «exacto.»

Hablemos del reparto. ¿Por qué decidió que Josiane y Didier fueran la pareja principal de su película?...
Porque son dos actores con los que me encanta trabajar y no se me ocurre a nadie mejor que ellos para encarnar a estos padres. Es la tercera vez que le ofrezco un papel a Josiane. Su gama interpretativa es ilimitada. Es capaz de expresarlo todo, sin tener que forzar nunca su actuación.
Se divierte con todo y nada le da miedo. Es una gran actriz con un gran sentido de la comicidad, incluso de sí misma.
También es la tercera vez que trabajo con Didier. Comenzamos nuestra amistad en Le grand partage, la profundizamos en Garde alternée y la consolidamos en Mes très chers enfants. Como directora, tener a Didier a mi lado es algo maravilloso. Tiene una fuerte personalidad, cultura, sensibilidad y es muy trabajador. No solo lo da todo, sino que —sin duda porque viene del teatro— interpreta de una manera muy colectiva, tiene un fraseo perfecto y un gran respeto por el texto. Si en la vida es más bien reservado, por no decir muy reservado, en el escenario se permite todo, sin falsa modestia. Creo que confía en mí. Y el sentimiento es mutuo.

Frente a la pareja que forma el matrimonio, los personajes de Chantal y Christian, también era necesario elegir a los hijos: Sandrine y Stéphane. ¿Fue difícil la elección?...
Con Josiane en el papel de Chantal, Marilou Berry me vino naturalmente a la cabeza.
Pero opté por llamar primero a Josiane y preguntarle si no le «importaba» actuar con su propia hija. Se rio de mi pregunta y dijo: «¡Todo lo contrario!»
Entonces me puse en contacto con Marilou. Madre e hija solo habían tenido algunas breves escenas en común hasta ese momento. Hacer una película entera juntas les atrajo inmediatamente.
La cámara ama a Marilou. Es una gran actriz. Un pequeño secreto: canta y baila divinamente, aunque en un momento dado le pedí que cantara un poco mal a propósito.

Para el papel de Stéphane, encontré una serie de televisión en la que Ben tenía un papel bastante serio. Creo que al principio fue su físico lo que me pareció que encajaba bien…
No sé por qué, pero quería un niño grande. Le envié el guion y nos reunimos.
Estuvo bastante reservado y no tenía ninguna referencia de él en el terreno de la comedia, aunque lo había visto en extractos de sus trabajos.
Interpreté un diálogo para él y se echó a reír. En ese momento supe que estaba dando el tono adecuado al guion. Eso es esencial para mí. Es un gran trabajador, estaba perfecto, preparado para todos los excesos que le iba a pedir.
A veces la intuición es más eficaz que una prueba.

¿Y Laurent Stocker?...

Laurent es un actor al que admiro, haga lo que haga. Tiene vis cómica y al mismo tiempo tiene un increíble sentido de la tragedia. Su inventiva y su energía son inagotables.
Lo que el director quiere, Laurent lo eleva a la potencia de diez. Siempre resulta mejor de lo que me imaginaba.

¿Qué tipo de directora es usted?...

Empática, apasionada y habladora. Aunque soy muy exigente, me río mucho en mis platós.
En mi trabajo como cineasta la dirección de actores es lo que más me gusta, pero ruedo bastante rápido. Rara vez hago más de cuatro tomas. Si lo hago, suele ser porque mi guion no encaja y hay algo que no funciona. En ese caso, saco mi bolígrafo y encontramos soluciones. Pero estos casos son excepcionales.
Por supuesto, también tengo un gran equipo: un equipo fiel.
Mi director de fotografía, Jean-Marc Fabre, me conoce y me entiende a la perfección, y mi script, Dominique Piat, es un hada benévola. También está Léonard Vindry, mi querido ayudante de dirección. Un rodaje que va bien siempre supone un gran plan de trabajo.
Gracias a ellos y a todos los demás técnicos, trabajamos como a mí me gusta, muy seriamente, sin tomarnos nunca demasiado en serio.


ENTREVISTA A JOSIANE BALASKO...
Esta es la tercera vez que rueda con Alexandra Leclère...

Me encanta la originalidad de sus guiones. La primera vez que trabajé con ella fue en 2012 para Maman, la historia de dos niñas que secuestran a su madre para obligarla a que las quiera. Me divertí mucho interpretando a esa madre, que era de lo más antipática. La segunda fue en 2015, con Le grand partage, una historia tan inverosímil como generosa, sobre unos ricos que se ven obligados por decreto gubernamental a acoger a inmigrantes durante una ola de frío. Hice de portera de un edificio de clase media, una especie de bulldog racista, también muy antipática. El papel era más corto, más sencillo, pero resultó muy agradable de hacer. El año pasado, cuando Alexandra me pidió que fuera la madre en MIS QUERIDÍSIMOS HIJOS, acepté sin dudarlo.

¿Qué le atrajo de este nuevo guion?...
En general, me gustan las historias familiares, siempre que no sea trilladas y que no suenen falsas. Este no era el caso, y además estaba construida sobre un argumento que me pareció bastante irresistible: para poder ver a sus hijos más a menudo, unos padres se inventan que se han hecho millonarios. El dinero como «cebo» para intentar que los niños vuelvan al nido familiar... Era una idea loca e interesante. Lo que también me gustó de la historia fueron los personajes. Cada uno a su manera, todos ellos son un poco extravagantes, un poco «fuera de la realidad», e incluso un poco penosos, en diversos grados. Pero al mismo tiempo, todos ellos son frontales, van de cara, sin nada de astucia, lo que hace que resulten conmovedores.
Las historias familiares inverosímiles construidas sobre buenos sentimientos no son normales ni reales: es así.

Alexandra dice que escribió el papel de Chantal, la madre, pensando en usted. ¿Se parece a usted?...

En absoluto. Soy una madre comprensiva: dejo que mis hijos vivan su vida. Pero, a diferencia de Chantal, tengo la suerte de no haber tenido nunca que implorar para verlos y, al mismo tiempo, tampoco he dejado nunca de trabajar, cosa que lo cambia todo. El personaje de Chantal acosa a sus hijos porque, desde que se jubiló, está aburrida de la vida. Todos conocemos a mujeres así. Alexandra no tuvo que forzar la situación, ni para ella, ni para los otros personajes, ya sean los niños o el padre. Todos conocemos a maridos que harían cualquier cosa por la felicidad de su mujer.
Christian, el de la película, se inventa la historia de la lotería. Puede parecer un poco exagerado, un poco extravagante, pero al final no es del todo irreal: cada semana la gente gana cantidades demenciales de dinero con la lotería. El talento de Alexandra es haber obtenido, a partir de estas múltiples situaciones —entretejidas con verdades y mentiras— una formidable comedia familiar.

Volvió a trabajar con Didier Bourdon...

Todo un placer. Ya habíamos sido felizmente marido y mujer hace dos años en Padres adoptivos, y lo íbamos a hacer de nuevo. Esta perspectiva era tanto más feliz cuanto que aquí, además de un hermoso acuerdo matrimonial, íbamos a ser cómplices de una enorme broma gastada a nuestros hijos. Didier es un compañero encantador. Como tiene una gran experiencia en el teatro, respeta tanto a su texto como a su compañero.
En el plató, nos divertimos mucho: juntos, pero también con el resto de actores del reparto. Se puede decir que Alexandra tiene un don para los castings.

Por primera vez, tuvo una hermosa y larga interpretación con su hija, Marilou Berry. ¿Influyó esto en su decisión de hacer la película?...

En absoluto. Ya le había dicho sí a Alexandra mucho antes de conocer el reparto, con la excepción de Didier, que sabía que interpretaría a mi querido marido. Pero, evidentemente, cuando supe que Marilou iba a interpretar a mi hija, no perdí las ganas de hacer la película.
Nos llevamos bien, Marilou y yo, tanto en la vida como en el rodaje. Hasta entonces, solo habíamos tenido pequeñas escenas juntas, ya sea en Joséphine s’arrondit, que dirigió en 2016, o, en 2018, en Les nouvelles aventures de Cendrillon. En el caso de MIS QUERIDÍSIMOS HIJOS, iba a ser un trabajo de larga duración, y ambas estábamos bastante emocionadas.
El rodaje fue muy bien. Por la mañana, en el taller de maquillaje, charlábamos como madre e hija, pero en el plató, cada una se metía en su papel, y hacía su trabajo, sin miedo escénico ni falsa modestia, como profesionales. Ninguna de nosotras interfirió en la actuación de los demás. Alexandra dirigía, teníamos un marco bien definido, enseguida nos entendimos a la perfección.

¿Le impresiona Marilou?...

Mentiría si te dijera que no, y además, no me creerías. Marilou —debo señalar— ha construido su carrera por su cuenta, como una persona adulta, fuera del círculo familiar, y ha demostrado que tiene un verdadero talento cómico. Admiro sus recursos interpretativos y su facilidad ante la cámara. Estoy orgullosa de ella. En este rodaje, Alexandra siempre me decía: «Tu hija es maravillosa.» Y eso hizo muy feliz a la madre que hay en mí.

Volvamos a Chantal. ¿Te has divertido con ella?...

Hasta el delirio. Fue divertido y apasionante interpretar este doble personaje: por un lado, un ama de casa normal que va a comprar al supermercado, y por el otro, una falsa mujer de mundo vestida de tiros largos, que se pone demasiado maquillaje y lleva joyas falsas. Tuve el placer de elegir los trajes y peinados de ambas.

Usted es una de las actrices francesas más solicitadas. ¿Qué le hace decidirse por una película y no por otra?...

El guion. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dijo Jean Gabin: «Para hacer una buena película, se necesitan tres cosas: una, una buena historia; dos, una buena historia; tres, una buena historia.
Esto explica por qué soy una fiel seguidora de Alexandra, que además de ser una magnífica guionista, es una excelente dialoguista y una directora que escucha a sus actores. Lo cual también cuenta mucho.

¿A quién le recomienda MIS QUERIDÍSIMOS HIJOS?...

A todos, niñas y niños, de 7 a 77 años, como Tintín.

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