INFORMACIÓN EXCLUSIVA

    El primer largometraje de Elie Grappe, director francés afincado en Suiza, explora la gimnasia de élite, la revolución ucraniana de 2013 y el desafío que supone adquirir un compromiso extraordinario tanto en la alta competición como en los ideales políticos, encarnados en una campeona adolescente y su familia.

NOTAS DEL DIRECTOR...
  A finales de 2015, después de dirigir un cortometraje sobre danza clásica, codirigí un documental sobre una orquesta, ya que conocía el mundo del Conservatorio (academia de música). Filmé a una violinista ucraniana que llegó a Suiza justo antes del Euromaidán.
  Me conmovió profundamente lo acongojada que estaba cuando me hablaba sobre la revolución y la forma en que las imágenes la habían afectado.
Encontré la conexión entre los diversos elementos que me habían atraído durante mi primer cortometraje: filmar la pasión de una adolescente, su cuerpo en acción y confrontar sus problemas personales con los colectivos.
  Explorar el vínculo potencial entre las fronteras geográficas y las personales. Hacer una película sobre el exilio, con una heroína que siente que le incumbe, dividida entre varias lealtades y enfrentada a una situación geopolítica que la supera. ¿Cómo puede conciliar sus deseos personales con el curso de la Historia?
  La gimnasia, al igual que la música o la danza, encarna el esfuerzo que los muy jóvenes pueden exigirse a sí mismos en nombre de la pasión.
Es un deporte tanto colectivo como individual, en resonancia con el dilema de Olga.
  Cargada de sonidos y en constante movimiento, esa disciplina es bastante cinegénica.
Con un deporte tan marcado, también es interesante filmar sus intervalos: la respiración antes de realizar una figura, los ojos, las dudas, los errores. Es en esos momentos cuando puedes sentir la vulnerabilidad de las gimnastas, es decir, su humanidad. Y tomar conciencia de los riesgos que   corren.
  Ruedo una disciplina en la que las palabras no son centrales. Olga termina en el país de un padre que apenas conoció y su francés es bastante pobre. Puede ser parlanchina cuando habla por Skype con su madre o su amiga Sasha, pero sigue teniendo bloqueos mentales y confundiendo sus palabras cuando habla con suizos.
  Olga tiene 15 años, una edad en la que la identidad es confusa y en la que su cuerpo experimenta cambios mientras está en la cúspide de su carrera como gimnasta.
  Para mí, la revolución de Euromaidan es particularmente fascinante: los manifestantes procedían de todos los partidos políticos y clases sociales. Para una sociedad tan desarticulada fue una sorprendente oleada de solidaridad. Para representarlo, solo usé videos reales grabados por los propios manifestantes con sus teléfonos. Me impactó la intensidad, la presencia de cuerpos en ese metraje, transmitiendo una urgencia colectiva por mostrar lo que ocurría.
  Desde Suiza, donde se está preparando, Olga se obsesiona con las imágenes de su ciudad, una ciudad que ya no reconoce.
Esta atleta de élite se encuentra completamente perdida frente a los acontecimientos que afectan las vidas de su madre y familiares.
  Cuando estos videos invaden su vida diaria de gimnasta, Olga se encuentra en un mundo flotante, un momento suspendido en el tiempo, en un estado constante de tensión.
  Y este conflicto se escenifica en la película.
En Suiza, Olga está segura y alejada de lo que sucede en su país. La Confederación Suiza, en el centro de Europa y sin embargo fuera de ella, reclama una neutralidad y una distancia que Olga nunca tendrá. Magglingen, el centro de entrenamiento para atletas olímpicos suizos, se encuentra sobre Biena. Es una meseta estrecha y al aire libre donde el invierno es tan hermoso como inquietante. Las imágenes de
  Euromaidan penetran en esa naturaleza tan silenciosa y preservada a lo largo de la película. Olga solo puede aferrarse a su pasión por la gimnasia. Está a prueba dentro del equipo suizo y para unirse necesita solicitar la ciudadanía. En Ucrania pierdes la ciudadanía si solicitas una extranjera. ¿Pero Olga quiere elegir?
 Anastasia Budiashkina interpreta a Olga. Ella es la clave de la emoción de la película. Para su personaje y para el resto de las gimnastas, no quería trabajar con actores profesionales. Tenía que tratar de capturar la verdad en las actrices.
  Por eso elegí jóvenes deportistas de élite acostumbradas a los riesgos del entrenamiento, a la vida en un centro y a la espectacularidad de un campeonato. Las chicas que interpretan a Olga y Sasha son parte del equipo de reserva nacional de Ucrania. Los entrenadores y algunas de los atletas, incluidas Steffi y Zoe, son miembros de la selección suiza.
  Los conocí a todos durante el proceso de escritura. Gracias a sus testimonios pude hacer más rico y preciso el guion, aunque los personajes fuesen ficticios.
  Lo que me gustó de estas chicas es la distancia entre su ideal de perfección y lo que son fuera del entrenamiento: adolescentes inundadas de emociones, con sus fortalezas, miedos y deseos contradictorios. Confiaron en mí y atravesaron este largo rodaje con increíble coraje.
  En el set pedí a las actrices que vivieran las situaciones utilizando sus propias palabras, sentimientos y respuestas. Mi trabajo consistía en sugerir un espacio en el que tuvieran la libertad de sorprenderme, de añadir colores más vivos y ambiguos a los personajes que había imaginado.
  Filmar atletas de élite requiere medidas específicas que coincidan con su importante cantidad de esfuerzo físico. Para las secuencias de gimnasia, el rodaje se adaptó a su ritmo de entrenamiento. Por lo tanto, la ficción se abrió camino hacia situaciones que podrían haber sido parte de un documental.
  Empezamos el guion en 2016.
En 2020, el rodaje se suspendió debido a la crisis del coronavirus y finalmente se completó 9 meses después del inicio. Hoy, por fin, tengo el placer de presentaros a OLGA.

GALERÍA DE FOTOS