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Tomando como punto de partida el recital del género del thriller que se convirtió en un éxito editorial de lectura obligatoria, nos llega la versión cinematográfica de ‘Perdida’, dirigida por David Fincher, una desbocada carrera a través de nuestra moderna cultura mediática que nos lleva hasta las oscuras y profundas líneas de falla de un matrimonio norteamericano, con todas sus promesas en las que no se puede confiar, sus inevitables engaños y su comedia negra como el azabache.
Al publicarse en 2012, la novela de Gillian Flynn ‘Perdida’ se convirtió en un extraño fenómeno: un éxito editorial veraniego angustioso y enormemente popular, que también era el tema de conversación en el mundo literario.
La novela contenía una experiencia visceral y cinematográfica aunque repleta de escollos a la hora de adaptarla a la pantalla. Tan fuertes eran las voces del libro que parecía improbable que nadie pudiera jamás adaptarla tan bien como su autora. Por suerte, Flynn estaba dispuesta a hacerse cargo de la gigantesca tarea y presentó un guión que redujo la esencia de su novela interior, hábilmente tramada, a una adecuadísima estructura.
Luego se produjo la sinergia entre Flynn y el director David Fincher. El emparejamiento de la perspicacia inmisericorde de Flynn con la narración visual hábilmente atmosférica de Fincher, dio lugar a una potente mezcla con la suma del humor negro que impregna el relato; y su enfoque sesgado del matrimonio, la celebridad y el modo como damos forma una y otra vez a la historia de nuestra vida.
Aunque ya estaba inmersa en la composición de la historia, a Flynn aún le quedaba mucho trabajo por delante. “La novela tiene una trama bastante complicada e interconectada —y no es fácil de reestructurar porque las piezas están muy conectadas entre sí—, con lo que mi mayor preocupación era, sin traicionar el argumento, asegurarme de que la película no fuera mecánica en absoluto”, explica la escritora sobre la adaptación cinematográfica.
Flynn siempre había considerado a Fincher como su potencial cómplice. “Incluso mientras escribía la novela, había algunas escenas que me imaginaba cómo las rodaría; podía verlas a través del objetivo de su cámara”, señala Flynn.
El mundo físico de ‘Perdida’ refleja el estado interno de sus personajes –o quizá sucede a la inversa– con su retrato de una Norteamérica en época de recesión, llena de fachadas reconfortantes que, vistas más de cerca, se deshilachan por las costuras. El resultado es una especie de colección de cosas típicas de Estados Unidos pasadas por el filtro del cine negro; una perspectiva siniestramente hipnótica de sueños americanos fuera de lugar. Fincher construyó este mundo compuesto de extrañeza a intimidad con un equipo en el que ha confiado repetidamente, y que incluye al fotógrafo Jeff Cronenworth, al diseñador de producción Donald Graham Burt, a la diseñadora de vestuario Trish Summerville y al montador Kirk Baxter.
Cronenworth ha recorrido anteriormente, sin duda alguna, algunos caminos oscuros con Fincher. Impulsado por sutilezas y detalles, su trabajo en ‘Perdida’ lleva por primera vez su estética al Medio Oeste de las zonas residenciales. El regionalismo de esta película se hace eco del trabajo del influyente fotógrafo callejero norteamericano Joel Sternfeld, que descubrió belleza humana y humor irónico en las modernas ciudades y paisajes creados por el hombre.
En cuanto al modo como la cámara y la iluminación se convirtieron en cómplices de la creación de dudas y sospechas en una película en la que proliferan las falsas apariencias, Cronenworth dice que “uno busca modos de tomar una pequeña ciudad tradicional y prosaica, y el hogar impersonal de una pareja, y transformarlos sutilmente en algo misterioso”.
El rodaje tuvo lugar en Cape Girardeau, una pintoresca ciudad del río Missouri a poco más de cien millas de San Luis, que hace las veces de Carthage, la ciudad natal de Nick que atraviesa una mala época económica.
Cronenworth estaba igualmente intrigado por el perfil de Cape Girardeau a la hora de crear Carthage. “Carthage es muy parecida a muchas ciudades de toda Norteamérica que fueron prósperas en un tiempo, a las que llegó una autopista y en las que se establecieron unas pocas cadenas de supermercados; y, repentinamente, las oportunidades económicas siguieron su marcha carretera adelante”, describe Cronenworth.
Quizá el lugar de rodaje más esencial fuera el hogar de los Dunne, un verdadero casoplón de una zona adinerada. Aunque está nuevo y brillante, en su interior prevalecen las sombras. “Todo en la casa de los Dunne giraba en torno a tomar un lugar doméstico normal y ordinario, y convertirlo en una fortaleza aislada con las persianas bajadas”, explica Cronenworth. “De los pequeños detalles nace ese sentido de desilusión”.
Burt y su equipo prestaron mucha atención a hallar la casa adecuada. “La casa que encontramos no era demasiado grandiosa, aunque sí lo suficientemente amplia para que dos personas pudieran sentir que había cercanía y, al mismo tiempo, una cierta separación: la advertencia tácita de ‘no invadas mi espacio y yo no invadiré el tuyo’.
Para la música que proporciona a ‘Perdida’ una fuerza subyacente que sale a la superficie, David Fincher volvió a trabajar de nuevo con Trent Reznor y Atticus Ross. Ambos se han convertido en socios valorados en la creación de partituras tan atmosféricas y agresivas como la forma de dirigir de Fincher.
Reznor observa que la forma como ellos trabajan con Fincher es algo más instintiva y desestructurada que la composición habitual, y que esos medios alterados conducen a un tipo distinto de resultado.
En ‘Perdida’ eso supuso empezar con el sentido de tiempo y lugar de la película en medio de transiciones económicas y sociales.