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NOTAS DEL DIRECTOR...
No había visto la primera versión de 'La patota' (1961), dirigida por Daniel Tinayre y protagonizada por Mirtha Legrand, hasta que me pidieron que realizara una nueva adaptación. Vi la película y decidí que ya tenía bastante. No quise volver a verla. Era suficiente. Algo en el personaje de Paulina era como una bofetada. Desde el principio, escribí pensando en Paulina, intentando entenderla, pero no tardé en comprender que no era posible. Paulina no necesitaba que se la entendiera, y eso era exactamente lo que me interesaba de esta película. Podía seguirla, estar con ella, pensar con ella, pero no debía intentar entenderla. No debía encerrarla con explicaciones. A Paulina la empuja una motivación por la supervivencia que casi roza lo irracional, y esa misma fuerza empuja la película, arrastrándonos. El otro personaje principal, que no tiene un papel tan importante en la primera película, pero que se hizo muy importante para mí, es el padre, el juez Fernando Vidal. Es un juez liberal, de mentalidad abierta, con un amplio bagaje político y de fuertes convicciones, que ha educado y modelado a su hija a su imagen. Los temas centrales de la película, la justicia, la marginalidad, el existencialismo, la violencia de género, el sistema de justicia entre delincuentes, la clase social, el perdón, se esconden y desarrollan entre dos puntos de vista, padre-hija, abogada-juez, mujer-hombre.
La versión original exploraba la idea del perdón a través de parámetros morales muy cercanos a la religión. No me interesa la religión, pero me di cuenta de que podía trabajar con los principales planteamientos de La patota desde otra perspectiva si construía una fábula con las convicciones políticas como núcleo. Llené el lugar ocupado por la religión en la película original con otra creencia: la ideología. ¿Hasta dónde pueden llegar las convicciones sociales? ¿Dónde está el límite de la ideología?
Paulina se embarca en una búsqueda personal planteándose esas preguntas. La búsqueda es únicamente suya, como el dolor que soporta. Lo que la une a otras mujeres que también han sido víctimas de la violencia es la misma pregunta dolorosa: ¿Cómo se sobrevive a esto?
Hace unos años rodé una película titulada El estudiante, en la que trabajé con un personaje que no creía en nada, un pragmático que seguía adelante sin preguntarse por qué pasaban las cosas. De algún modo, 'Paulina' es el opuesto complementario. Paulina cree... reflexiona, sabe por qué hace lo que hace, y de ahí surge el drama. En El estudiante, como en PAULINA, los personajes se transforman del todo. Y en ambas películas está la voluntad de examinar los mundos (sociedades) políticos desde una perspectiva contemporánea.
Uno de los desafíos de 'Paulina' es preguntarnos cómo se respetan las decisiones con las que no estamos de acuerdo. Es fácil respetar las decisiones que también tomaríamos, pero es casi imposible intentar entender lo que nos parece equivocado. ¿Por qué toma Paulina semejante decisión? ¿Qué busca? ¿Qué quiere demostrar? Nos hicimos estas preguntas regularmente durante todas las etapas de la película, y seguimos sin tener la respuesta. Espero que el espectador también se haga estas preguntas. Es difícil encontrar una respuesta, interpretar su decisión, tan difícil como interpretar la violencia que la hace ser como es en un mundo donde las instituciones apenas sirven para frenar, en un mundo incapaz de aportar respuestas, donde la violencia aparece con o sin motivo.
¿Qué puede hacer el cine con todo esto? Muy poco, probablemente nada. Solo ofrecer imágenes, crear ficciones, concretizar ideas, plantear preguntas... En otras palabras, construir un territorio desde donde podamos observar y dar pie a un pensamiento. Quizá ya sea algo.