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SINOPSIS
Gilbert y Simone viven retirados en un pueblo al sur de Francia. inquieto en un pueblo del sur de Francia. La partida de Étienne, su vecino y amante, la falta de dinero, pero especialmente la amargura constante de su esposo, empujan a Simone a huir de la casa. Gilbert entonces se da cuenta de que está preparado para hacer cualquier cosa para encontrar a su esposa, a su amor...
INTÉRPRETES
DANIEL AUTEUIL, CATHERINE FROT, BERNARD Le COQ, SOLAM DEJEAN-LACRÉOLE, VANESSA PARIC, DIOUC KOMA, INDIA HAIR, OLIVIER LOUSTAU, ANNE BENOÎT, THOMAS WALCH
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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Cómo surgió la idea de Quien me quiera que me siga?...
Tengo una casa en un pequeño pueblo del sur de Francia. A sus alrededores, hay una estación de servicio que ha estado cerrada durante mucho tiempo y justo detrás, hay una casa que ha estado a la venta desde que tengo memoria. Pertenece a unos jubilados, personas sencillas que han luchado para mejorar su jubilación. Inclu- so abrieron una pizzería que finalmente no funcionó. La idea de la película empezó ahí: hablar sobre aquellas personas que no tienen una jubilación digna para realizar lo que desean, pero que no han perdido las ganas de vivir. Quien me quiera que me siga es una pe- lícula de actualidad. Pero también evoca a una generación que en el 68 había inventado los ideales de libertad y fraternidad, y que tenía algo maravilloso que transmitir. Sin embargo, esa transferencia no se realizó, en parte debido a otros. Hoy se ha echado la culpa de este fracaso a los excesos consumistas, mientras se lloran sus ilusiones no realizadas, y se intenta, a pesar de todo, volver a acercarse. Aunque no es el tema de mi película, el hundimiento de la sociedad se perci- be todo el tiempo en forma de filigrana.
Parece muy lejos de tu historia de triángulo amoroso...
No tanto. Cuando nos encontramos con personajes, a menudo tene- mos los cimientos de un guion. Me acuerdo de ¿Por qué no? de Coline Serreau que cuenta la vida cotidiana de un triángulo amoroso con una audacia tranquila y poética. Tras unos años, los personajes de esta película tendrían ahora la edad de mis tres jubilados. Tuve ganas de reescribir una historia de triángulo amoroso. Tierno, fuerte, fraternal. En Quien me quiera que me siga los dos hombres son eslabones débi- les. Es la mujer quien es su soberana. Ella ama sus miradas. Ella es la que continúa llevando ilusiones y sueños perdidos.
El taciturno Gilbert anima su vida cotidiana haciendo esculturas de colores a lo Tinguely. El hippie Étienne huye de su rutina con escapadas en bicicleta elevadas a la categoría de puro arte. Simone ha colocado a Epicure en el centro de su vida. ¿Por qué les diste personalidad de artistas?...
En los años 70, la cultura estaba presente en todos los estratos de la sociedad. Tanto obreros como burgueses tenían una cultura innata y visceral. Esta última en el sentido figurado de la palabra, esa que da sensibilidad, humanidad, fantasía y una mirada real a la vida. Nutrí a mis tres personajes de esta cultura. Y luego, más allá de eso, todos llevamos en nosotros una parte de soñadores, expresada en Gilbert a través de sus monstruosas estatuas de chatarra de sonrisa jovial. Cuando Gilbert ve partir su camioneta, es como si una parte entera de su vida se desmoronara. Se puede ver en su terraza decorada con sus estatuas. Sin su presencia, la escena probablemente no tendría la misma poesía.
Personajes muy encarnados, reales, vivos, una atmósfera solar, provenzal... Mirando tu película, no podemos dejar de pensar en Pagnol...
Pagnol sacudió mi infancia. Así que, inevitablemente, ¡se invitó a sí mismo en mis diálogos! Algunos incluso son referencias directas a El pan y el perdón. Excepto que en mi película no es un panadero quien corre tras su esposa, ¡es un mecánico!
¿Escribes pensando en actores?...
En general nunca, pero para esta película, fue un poco diferente, ya que desde Coup d’éclat tenía muchas ganas de volver a trabajar con Catherine Frot. Así que escribí a Simone, no para ella, porque me lo prohibí, pero soñando con ella. En cuanto al personaje de Gilbert, cuando hice que mis productores Nicolas Blanc y Robert Guédiguian leyeran el primer boceto del guion, inmediatamente pensaron en Da- niel Auteuil, y a la vez era mi sueño secreto. Para Étienne, fue Cathe- rine quien me sugirió el nombre de Bernard Le Coq. No lo conocía. Nuestro entendimiento fue inmediato. Como lo fue entre ellos tres en la primera lectura de guion.
¿Qué te atrajo de Bernard Le Coq?...
Aparte de la hermosa persona que es a nivel humano, me sedujo inme- diatamente su fantasía. Me lo imaginé como nunca lo habíamos visto: con coleta y sin gafas. Como me gusta mucho el ciclismo le pedí que lo practicara. Bernard se transformó con una increíble facilidad en el Étien- ne que había imaginado, un ciclista hippie, amigable, luchador y vivaz.
¿Conocías a Daniel Auteuil?...
No, pero soñaba con trabajar con él. No le añadiré más elogios, todo el mundo sabe el inmenso actor que es. Cuando lo conocí por primera vez, fuimos a caminar por la isla de Saint-Louis. Le dije que me gustaría hablar sobre el enfoque de Gilbert. Luego se paró frente a mí y dijo: “¡Gilbert camina así!” Y esbozó unos pasos. Increíble, eso era, ¡exacta- mente eso! Él me sonrió, “Eso es lo que escribiste, confía en tu guion”. El día de las pruebas de vestuario, llegó como le había pedido, con una barba de tres días, el pelo y el bigote despeinados. Se puso unos vaqueros usados, una vieja camisa a cuadros. Ya era Gilbert.
¿Y Catherine Frot?...
Catherine es cerebral, mental, constructora. A ella le gusta acumular cosas dentro de sí y liberarlas en el momento de la filmación. Para esta película, trabajamos juntos alrededor de un año. Nos veíamos aproxi- madamente cada dos semanas. Hablábamos de Simone. La estábamos buscando. Catherine me nutría, yo le daba pistas. Debatíamos. Es una delicia de mujer, un gozo de actriz. Incluso si pensamos que es comple- ja, ella es de una simplicidad muy grande. A Catherine le gusta probar todos los tonos de un papel. Ella es una trabajadora infatigable.
La espontaneidad de los actores se transmite en la forma en que tienen que vivir su personaje. Son simples, espontáneos, directos...
El psicologismo me molesta. El manierismo también. En esta película, quería permanecer al nivel del suelo, con personajes que afrontan el mundo día a día, sin esconderse, sin decir mentiras. Son personas persistentes que se desenvuelven con lo que tienen y lo que son, y que nunca se dan por vencidos. Se caen y siempre se levantan. Esto es especialmente válido para Gilbert, quien constantemente se cae de bruces. Incluso mal herido, continua. Mientras estemos en pie, ¡esta- mos vivos!
Has elegido tres actores que tienen tres formas de trabajar distintas ¿Por qué crees que funcionaron tan bien?...
Por su sinceridad. La sinceridad con la que encarnaron a su personaje. En el set, siempre tenían la mirada puesta los unos con los otros, jugando entre ellos. La disposición para trabajar y la capacidad de escuchar que ofrecieron a la película nos la trasladaron al resto. Este rodaje fue muy agradecido. Con ellos, y con todos los demás actores.
¿Cómo calificarías a Quien me quiera que me siga?...
La película habla de amor, de ternura, de amistad inquebrantable. Hay sacudidas, porque estos sentimientos son fuertes y para que persistan, se necesita fuerza de voluntad y tolerancia. Mis personajes tienen mu- cho de todo ello porque a pesar de sus gritos, sus diferencias y sus desventuras, siguen siendo inseparables. Podríamos comparar Quien me quiera que me siga a un romance sentimental con inflexiones de comedia italiana.
ENTREVISTA A DANIEL AUTEUIL...
¿Conocías a José Alcalá?...
Para nada. Vino a verme un día con el guion bajo el brazo. Como es un hombre de los que me gustan (amable, a la vez que determinado, respetuoso y abierto a la discusión), inmediatamente simpaticé con él. Por supuesto, después de nuestra reunión leí su guion rápidamente y como me gustó, le dije muy rápidamente que haría su película. Las cosas sucedieron de forma muy natural.
¿Qué te sedujo del guion?...
La historia de estos tres personajes más cercanos a la vejez que a la juventud. Y que se dan cuenta de que se han quedado fuera de tiempo, pues viven como si hubieran olvidado que los años han pasado. Afe- rrados a sus ideales, han mantenido algo de su infancia, ese período bendito donde uno cree con fuerza de hierro, cuando tener éxito no es algo esencial, y donde el amor y la amistad son sentimientos eternos.
¡Y cataplum!
El tono con el que se expresa el trío, fantasioso y a la vez sutil, me hizo pensar en una película que siempre me ha gustado, El demonio de los celos de Ettore Scola. ¡Me encantó!
¿Hay algo de Gilbert que te ha haya emocionado especialmente?...
Tengo mucha ternura por las personas que como él, son degradadas socialmente. He conocido a muchos que han perdido sus vidas y que al negarlo, se encuentran en un estado de total desencanto. Porque las cosas han cambiado y no han sabido adaptarse. En el fondo, Gil- bert se deja engañar pero se obstina en continuar cabalgando detrás de sus ilusiones perdidas. Eso es lo que lo lleva a ser desagradable, gruñón y, a veces, irascible. Gilbert es un perdedor. Me hacía mucha pena. Y después cuando se va, viento en popa a la reconquista de su esposa, me gustó mucho. Quería defenderlo, incluso si es ajeno a mí, pues me considero un hombre afortunado y realista. Conservar el sen- tido de la realidad siempre ha sido vital para mí. Además, si un día, lo perdiera como Gilbert, ¡creo que no podría actuar!
¿Cómo “viviste” Gilbert?...
Poquito a poco, día a día. En el cine, acompañamos a los personajes y a cambio, ellos también nos acompañan a nosotros. Todo se hace tranquilamente, a lo largo de las escenas, pero como rara vez ro- damos en continuidad, a veces pueden sorprendernos, desvelar algo inesperado. No construimos un papel en cine como lo hacemos en teatro. En el teatro, donde debemos ofrecer la misma representación cada noche, estamos obligados a “atornillar” a nuestros personajes mucho antes de las presentaciones. Por eso hay ensayos. El trabajo en el cine es más el instante de cada toma y puede ser más instintivo. La alternancia me agrada.
¿Cómo fue el rodaje?...
Sin mentir, ¡formidablemente bien! Es bastante gracioso porque, de hecho, fue casi un rodaje de “primeras veces”. Nunca había trabajado con José ni con Bernard. Me reencontraba con Catherine con quien trabajé una vez, en una película para televisión de Gérard Verges, hace casi… cuarenta años. Pero, mi olfato (risas) me dijo que juntos podríamos funcionar bien. Me encanta la actriz que es Catherine. Es una actriz cómica singular cuyas elecciones de carre- ra admiro. Y podría decir lo mismo de Bernard Le Coq. En el set fueron como los había imaginado: exquisitos, trabajadores y con- centrados. Desde el principio estuvimos muy unidos porque todos queríamos ir a la par en la película. No había un inconformista, como sucede a veces. José nos dirigió con una benevolencia muy agradable. Fue un buen guía. Me gustaría añadir que este “viaje” fue aún más delicioso pues se desarrolló en una región del sur que tuve el placer de descubrir.
En tu opinión, ¿Quien me quiera que me siga es pura novelesca?...
No. Dos amigos siempre unidos por (o a pesar de) el amor que sienten por la misma mujer... estoy seguro de que existe. Como también estoy seguro de que una mujer puede vivir tranquilamente repartién- dose entre dos hombres. Todo es posible en la vida real. Por eso decimos que la realidad a menudo supera la ficción. Estoy convencido de que Simone, Etienne y Gilbert no son personajes imaginarios, que José los ha conocido. Los ha “descrito” interiormente demasiado bien como para habérselos inventado completamente. Esto es sin duda lo que explica por qué nos dirigió tan bien.
¿Cómo calificarías su película?...
Yo diría que es una comedia romántica sobre personas que no se rinden. Si vemos Quien me quiera que me siga, creo que nos hace sentir bien. A pesar de los gritos y las peleas en las que transita, sigue siendo una película teñida de ternura.
ENTREVISTA A CATHERINE FROT...
¿Cómo llegaste a este proyecto?...
En 2010, filmé con José Coup d’éclat y nos entendimos de maravilla. Es un ser exquisito, muy gentil y al mismo tiempo determinado. Me gusta mucho su personalidad. Pero después de esta película, José, que viene del documental, regresó a ese terreno. Sin embargo, no perdimos el contacto. Aunque él es un documentalista apasionado por temas socia- les, le sugerí varias veces volver a la ficción. Un día me dice que había escrito una historia de un triángulo amoroso, pero que no era para mí porque sus personajes tenían setenta y cinco años. Tres meses después, me llama y me cuenta que los ha rejuvenecido. Me trae su guion, lo leo, me toca y le digo ¡de acuerdo!
¿Qué te emocionó en su lectura?...
Los personajes del triángulo. Son personas un poco desgastadas por la vida, que tienen aproximadamente la edad de jubilación, pero que en sus mentes tienen todavía 17 años. Fuman porros, beben alcohol, hacen el amor y aman las fiestas. Se pelean por nada, pero saben cómo remediarlo con una sola mirada porque, a pesar de sus dife- rencias, son inseparables. Son gente sencilla. Tienen finales de mes difíciles y, sin embargo, continúan actuando como si la vida no los hubiera maltratado. Pero se empiezan a dar cuenta de que algo ha cambiado, de que sus sueños se han esfumado... En su verdad y su autenticidad, su fragilidad y sus certezas los tres son conmovedores. Todos conocemos a gente como ellos. Es fácil identificarlos.
Eres Simone, la mujer entre los dos hombres del triángulo. Gilbert (el marido) y Etienne (el amante)...
Amé de inmediato a Simone. Es una “bella alma” como se solía decir antes. Es femenina, curiosa, divertida y profunda. Ella no se bloquea, asume lo que le viene y se recompone. Ella ama la vida y ama el amor. Es simple y natural, lo que no le impide tener carácter e ironía, y hasta veces volverse mordaz. En esta etapa de su vida, la de la jubilación de su marido, se da cuenta de que comienza a estropearse y a autodes- truirse, atrapada entre un marido chapado a la antigua, amoroso pero posesivo, un poco racista, gruñón y taciturno, y un amante un poco más divertido, más abierto, pero algo egoísta que no le satisface más y le hace reír menos. Soñaba con una pizzería, con un día a día menos ajetreado y económicamente más fácil, pero tuvo que apartar estas am- biciones. Entonces, como ella no es del tipo de persona que se rinde, ¡se va! Primero deja a su marido por su amante, luego planta a su amante para embriagarse y “rejuvenecer” el viento de la libertad. Es así como se convierte en la reina del juego y deja a sus dos “hombres” un poco en ridículo, pero sin quererlo realmente, porque en el fondo, Simone es muy gentil. Es una magnífica mujer de pueblo.
Una mujer libre, sensual, epicúrea, sin un gramo de coque- tería. Nunca te hemos visto así, ni en los escenarios, ni en la gran pantalla...
Pues mejor. Me gusta sorprender, cambiar de registro. Creo que nos acostumbramos rápido al cine y que nos podemos encasillar muy rápidamente. Cada rol debe ser un pequeño “desafío”. Con Simone, fue el hecho de encontrar en esta mujer el descuido, el encanto y la sencillez que tuvo en sus veinte, habiendo pasado los cincuenta años.
¿Cómo trabajas tus roles?...
Pues siendo una “falsa espontánea”, los preparo con mucha ante- lación. Necesito sentir que me invaden poco a poco, para que en la pantalla parezcan salir sin esfuerzo. Incluso cuando no hay un problema en particular a representar -físico, técnico o de otro tipo-, necesito este tiempo de inmersión, que puede ser variable. Leo y releo el guion e imagino todo lo que concierne a mi personaje: su trabajo, su époque, su estado social...
Quien me quiera que me siga muestra un trío de actores inéditos. Nunca habías actuado con Daniel Auteuil, ni con Bernard Le Coq...
Eso no es del todo correcto con respecto a Daniel. Rodamos juntos en 1977, en telefilm de Gérard Vergez. Es un cómico inmenso. También él está interesado tanto en el teatro como en el cine, así que tenemos eso en común. Estaba entusiasmada con la idea de volverlo a ver y he sido muy afortunada de reencontrarlo nuevamente. Y en lo que respecta a Bernard, nunca había trabajado con él y ni siquiera lo conocía. Es bastante inexplicable porque como actor, siempre me h gustado mucho. Es para mi inolvidable su papel en Van Gogh de Pialat y en muchos otros. Me encanta su presencia, elegancia, clase y humor. Fui yo quien sugerí su nombre a José Alcalá para interpretar a Étienne. Realmente tuve dos compañeros formidables.
Gilbert (el marido) y Etienne (el amante) son dos hombres muy diferentes. ¿Cómo actúa Simone con el uno y con el otro?...
Con Gilbert, tenía que mostrar una fatiga y una exasperación a flor de piel. Con Étienne, tenía que ser más juguetona, más alegre, hasta que, al seguirle detrás de su bicicleta, siente la necesidad de man- darlo a paseo también. Al mismo tiempo, uno debe sentir que es una mujer entera, única e indivisible, que no juega a un doble juego. Esposa o amante, sigue siendo la misma: sana, infantil, fraternal. Ella también es una madre cariñosa y responsable. Para mí, Simone podría ser un arquetipo de la mujer ideal. No importa lo bien que te hayas preparado un rol que en el set, cuando actúas, siempre hay una parte del instinto. Tienes que estar seguro de ti mismo, de lo contrario, te arriesgas a limitar tu actuación y, al mismo tiempo, debes mantener los sentidos abiertos al matiz. Por supuesto, también debes escuchar a tu compañero. En medio de estas fuerzas, siem- pre trato por encima de todo mostrar la vida. Esa era mi principal preocupación, siendo Simone una mujer solar. Quería representarla como está escrita en el guion: verdadera y concreta, quería que traspasara la pantalla.
¿Cómo fue el ambiente en el set?...
Pues la viva imagen de José: dulce, sereno, amable y estudioso. Eso es esencial para mí ya que tengo una gran necesidad de concentra- ción. No soy especialmente seria, comparto, pero no me gustan los ambientes de campamentos de vacaciones donde nos damos palma- das en el hombro y nos echamos a reír por cualquier cosa.
Es difícil el cine. Hay muchas personas, es una técnica pesada y no hay que malgastar dinero. El trabajo debe avanzar. Es algo serio. Para mí, la prioridad es fabricar la interpretación, no crear una connivencia con Pierre, Paul o Jacques. Eso no me impide hacer amigos en los sets. Pero no es para mí una preocupación importante, mientras que sí que lo es, innegable en placer, la de construir e interpretar un papel.
¿Cuál ha sido para ti la escena que ha supuesto un mayor reto filmar?...
En la que Simone va a ver a su hija a la clínica. Me conmovió aún más por el hecho de que la actriz que la interpreta (Vanessa Paric) fue abrumadora. Pero aparte de esta secuencia, la filmación para mí se desarrolló con ligereza. Me divertí mucho con los sentimientos de Simone: a veces suaves, a veces profundos. Con mis “dos hombres” hemos formado un verdadero trío, tan inseparable que podría ser un trío de hermanos y hermanas. Ha sido bonito estar en esta película llena de humanidad que me hizo revivir mi juventud.
¿Cómo calificarías a Quien me quiera que me siga?...
Diría que es una feel-good movie. Emite un humanismo real, pero sin ser simplona, lo cual es una pequeña hazaña. Desborda tanta ternura que está llena de comicidad. Podría estar relacionado con las comedias sociales de Mike Leigh o con algunas comedias italianas. Aunque solo sea por el tono fraternal de sus personajes, hace pensar mucho en Giono.
ENTREVISTA A BERNARD LE COQ...
Tuviste una entrada divertida en el reparto de Quien me quiera que me siga…
Ser recomendado por una actriz que nunca conocí para interpretar un registro nuevo para mí, bajo la dirección de un director que no conocía... ¡tengo que reconocer que nunca me había sucedido! Me impresionó particularmente que esta recomendación proviniera de Catherine Frot, una estrella del teatro y del cine. Primero leí el guion y luego conocí a José Alcalá. Mi corazón estaba palpitante... Pero nuestro entendimiento fue inmediato y comenzamos a trabajar.
¿Qué te sedujo del guion?...
La elegancia de su tono al mismo tiempo que su originalidad. Hoy las historias de amor a tres se han convertido en banales. Pero esto no es porque sus tres personajes sean desfasados y sinceros. A pesar de que rondan los 60 años, aún viven con los ideales y valores de los 20, pretendiendo no darse cuenta de que el tiempo y el mundo han cambiado. Permanecieron en la autenticidad de su juventud, mantuvieron sus valores, y, sobre todo, se siguen otorgando a sí mismos el derecho a ser libres. Actúan tal y como les parece, asumiendo las consecuencias y el precio de sus acciones (especialmente Simone). ¡Es necesario tener muy alta la idea de libertad para irse sin guardarse las espaldas, dejando a dos hombres plantados! Es bastante raro, pero me sentí muy seguro de mí mismo con estos personajes desde la primera lectura.
¿Por qué?...
Porque encontré en ellos al adolescente y luego al hombre joven que había sido. En mayo de 1968 yo era bastante joven, Daniel también, y Catherine aún más. No participamos en la revuelta, pero sin embargo crecimos en la fantasía de la posrevolución, con la idea de que nos dirigíamos hacia una gran libertad de vida, social y sexual, liberada de los corsés morales de los inicios de la V República. Tuvimos dieciocho años en un momento extraordinario y revivirlos hoy a través de personajes que nunca quisieron envejecer, creo que nos ha encantado profundamente a los tres. Lo bueno del guion es que en ningún momento se sugiere que “antes era mejor”. No es ni retrogrado ni da lecciones. Es simplemente verdadero.
Cuando Simone se marcha, el trío se tambalea. Es la amistad entre sus dos hombres que lo volverán a forjar la unión...
Los tres se conocen, se aprecian y se aman desde hace mucho tiempo, probablemente incluso desde su infancia. Y solo podía haber un marido, así que hubo un amante. A pesar de las discusiones y los malos golpes del destino, son y seguirán siendo inseparables.
Cuando la mujer se va, el marido y el amante se reencuentran, olvidando sus “pupas” emocionales y sus celos. A eso se le llama amistad. Es bonito. Es un poco infantil. Es una bonita manera de ver el mundo. Brassens primero cantó Les Copains y luego José Alcalá escribió Quien me quiera que me siga, una historia de “à la vie, à la vie!”
¿Cómo construiste tu Étienne?...
¡A veces el hábito hace al monje! José me pidió que me quitara las gafas, me ató una coleta y me puso encima de una bicicleta. Mi único trabajo real fue aprender a poner los pies de forma natural, sin caerme de morros. Aparte de eso, nada fue complicado. Cuando se tiene la oportunidad de interpretar un rol bien escrito, buenos compañeros y un director atento, el personaje viene solo. Sólo hace falta interpretar lo que está escrito. Me ha encantado ser Étienne. Creí revivir mis 18 años en una época que amé, junto a compañeros que son campeones del mundo de la transformación. Este rodaje fue tan delicioso que nunca tuvimos la sensación de estar dentro de algo recreado o caricatural. Todo parecía natural. José es un director de actores como sueña cualquier cómico. Es tranquilo, preciso, desprovisto de todo autoritarismo y, sobre todo, no está obsesionado con la acumulación de tomas. Respeta a sus actores y no los agota. Júntale a esto que filmábamos al mediodía... ¡No se puede pedir más!
Así que esta es la primera vez que rodaste con Catherine Frot y Daniel Auteuil...
Fue un poco estresante y al mismo tiempo bastante divertido porque, de hecho, ninguno de nosotros había actuado nunca (o casi nunca) con los otros dos. Pero sin embargo teníamos que dar la sensación de ser un trío inseparable de toda la vida. Pero, como te dije, el “clan” se creó inmediatamente. Catherine tiene una verdadera riqueza, la energía de una diablesa, y la fantasía y la frescura de una niña. Cuando asume un papel lo transforma en oro: el de una persona banal, a priori, lo hace singular y entrañable. Su actuación se alimenta de mucha reflexión, pero cuando dicen “acción” sus instintos toman el control. Ella es muy impresionante.
¿Y Daniel?...
Daniel está en mi propio panteón personal de actores. Tengo una admiración ilimitada por él. Es un comediante sin trucos, no engaña jamás, tiene un poder en su actuación increíble y un encanto loco. Aunque parece despreocupado, se involucra en cada toma con una espontaneidad y una vitalidad fulminantes. Con él no discutimos mucho para saber cómo lo haríamos. Nos lanzamos. Eso fue todo.
Y tú, ¿qué tipo de comediante eres?...
Soy más bien un actor del instante. Yo no reflexiono mucho antes del set. La actuación me viene cuando tengo las manos en la masa, cuando escucho: “¡acción!”. Sin embargo, todavía sé cómo leer si un proyecto es bueno o no. ¡Pero mi juicio es más instintivo que analítico! Por ejemplo, si pido correcciones del guion, casi siempre es en el momento de las tomas, rara vez antes.
¿Interpretar a un personaje ficticio es para ti más cómodo de encarnar que, como has hecho a menudo, un personaje que realmente existió?...
Para nada. Cuanto más famoso es un personaje, menos complicado es. Cuanta más información sobre él, más fácil es de asumir. El trabajo consiste principalmente en acercarse a él, obviamente sin copiarlo o caricaturizarlo. Pero es bastante simple y tranquilizador. Para los personajes de ficción, por el contrario, todo tiene que ser inventado. La base consiste en partir de informaciones concretas, como el aprendizaje de los gestos del trabajo al que se dedican. De pronto, lo hacemos mejor. Nos anclamos en los gestos de la vida cotidiana y hacemos volar la imaginación. Jean Gabin, que es mi ídolo absoluto, hacía esto muy bien. Era capaz de interpretar todo.
¿Cómo calificarías Quien me quiera que me siga?...
Para mí es una película bastante inclasificable que se inspira en muchos géneros: comedia, crónica e incluso drama sentimental. Lo que importa no es la caja donde ponemos la película, sino la emoción que provoca. Espero que la gente sea sensible a su sensualidad, la belleza de su nostalgia y su gracia. También espero que amen a los personajes tanto como yo los he amado.
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