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NOTAS DE LA DIRECCIÓN...
“Reina de corazones” es la historia del trágico desplome de la felicidad.
He cometido muchos errores en la vida. He tomado malas decisiones, he dudado en momentos importantes y he demostrado poco juicio una vez tras otra.
Algunos de los pasos en falso pueden pasarse por alto y archivarse en una caja. Otros tienen consecuencias dolorosas para los otros y para mí misma. La consiguiente vergüenza y la culpabilidad por haber hecho daño a otros me han creado un peso que tengo que soportar: un peso que me sigue moldeando, para bien y para mal.
Esto es así para la mayoría de la gente: nuestros defectos y carencias nos definen. Nos ayudan a madurar si tenemos la capacidad de admitir los errores, pero si no somos capaces de hacerlo, pueden mancillarnos y destrozarnos, y finalmente, llenarnos de una soledad inmensa.
En “Reina de corazones”, una mujer poderosa toma una serie de decisiones irreversibles que tienen consecuencias inimaginables para ella y para la gente a la que quiere. La película explora cómo de lejos estamos dispuestos a llegar una vez que tomamos decisiones para protegernos y mantener el estatus quo en nuestra existencia.
El poder es un tema principal y recurrente. Las estructuras de poder en las familias a menudo expresan realidades sobre las estructuras de poder en general. La aún a menudo evidente jerarquía de poder en las familias me fascina porque rara vez se habla de ella, y se vive casi como un instinto primario.
Con esta historia, quiero explorar esa sensación de privilegio que nace de la posesión del poder y qué puede pasar cuando no nos tomamos en serio la responsabilidad que conlleva la autoridad, ya sea en la vida privada o profesional.
En el mundo de ficción, tendemos a contar historias que abordan la idea de que hay algo de bueno en lo malo, pero pocas veces contamos historias sobre lo malo que hay en lo bueno, pese a que también revela verdades universales sobre el comportamiento humano. Mi intención es abordar este cisma y, al mismo tiempo, aspiro a contar una historia en la que los espectadores se enfrenten a sus propias creencias y se vean forzados a tomar partido a medida que se desarrolla la historia.
Para realzar esta visión, he decidido bloquear muchas de las escenas de la película de una forma más o menos democrática: en tomas únicas y en dos tomas, en lugar de manipular a los espectadores con primeros planos para destacar la relevancia dramática o el cambio de estado de ánimo.
Aunque en términos dramatúrgicos hay un protagonista evidente, para mí era importante dejar espacio visual para que los espectadores se formen sus propias opiniones a partir de las acciones de los personajes. Con esto, busco intensificar la historia y obligar a plantear preguntas, no proporcionar respuestas.