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NOTAS DEL DIRECTOR...
Hace más de diez años, tuve la oportunidad de asistir a una singular jornada de trabajo que se desarrollaba de madrugada. Hacía frío, soplaba el cortante viento de una gélida noche de invierno y un grupo de jóvenes africanas tiritaban con los ojos muy abiertos al borde la carretera de un polígono industrial a las afueras de la ciudad. No iban abrigadas, no podían hacerlo, tenían que mostrar su piel a los conductores que pasaban, conocedores muchos de ellos, que aquel era un punto de encuentro para comprar los servicios sexuales de estas muchachas.
Pero la jornada de trabajo a la que me refiero no era la de estas mujeres, sino la de una docena de personas que se acercaban a ellas con respeto y cuidado para ofrecerles un bocadillo, preservativos, caldo y café caliente, tal vez unas mantas con la que cubrirse y combatir la temperatura tan baja hasta que llegara un cliente. Pero, sobre todo, lo que les brindaban era una mirada amorosa y comprensiva, una silenciosa sonrisa que les anunciaba, a aquellas chicas, víctimas, algunas de ellas de la trata de personas humanas, la promesa de una vida nueva. Esta docena de personas, en su mayoría mujeres, estaba formada por religiosas, trabajadoras sociales, voluntarias pertenecientes a una congregación llamada Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. Mi mujer trabajaba con ellas como educadora social en uno de los proyectos y yo tuve el privilegio de asistir como invitado a esa escena que me conmovió y que sembró en mí algo más que asombro. Mucho más que admiración.
Años después escribí una obra de teatro para la conmemoración del 150 aniversario de la inauguración de la primera casa de acogida, asilo como lo llamaban entonces, que las Oblatas abrieron en España, en Ciempozuelos. Esa obra supuso un acercamiento y una profundización en la historia de su fundadora, Antonia María de Oviedo y Schönthal, un relato que podía inspirar -ha terminado haciéndolo- la película SI TODAS LAS PUERTAS SE CIERRAN. Lo que vino después durante estos tres últimos años, ha sido un apasionante itinerario por los caminos de la escritura de un guion, inspirado en parte en Antonia María y en historias reales de mujeres y voluntarias de la actualidad. La mano maestra de Claudio Crespo ha sido para mí una nueva oportunidad de aprendizaje y la ayuda de Marisa Cotolí e Inmaculada Ruíz de Balugera, ambas Oblatas, un privilegio porque ambas se sumaron a nosotros como guionistas. Después tocó aglutinar un equipo de técnicos, actrices y actores que colaboraron de manera desinteresada para hacer posible este proyecto, bajo la experimentada e inteligente producción ejecutiva de Tono Escudero. El resultado lo juzgará el público, pero para mí, con independencia de cualquier otra lectura y consideración, en esencia, SI TODAS LAS PUERTAS SE CIERRAN quiere reflejar, compartir y difundir la labor extraordinaria de estas religiosas, trabajadoras y voluntarias y, ojalá, sembrar algo más que asombro y admiración. He querido retratar con sencillez, pero con hondura el impacto de unas horas inolvidables, que blindaron el compromiso y la emoción que sentí una fría noche de invierno, en aquel polígono industrial.