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NOTAS DE DIRECCIÓN...
Estaba en Niza, pintando en marzo de 2020, cuando el confinamiento por el coronavirus me sorprendió. En el edificio Luxemburgo, en su terraza donde solía trabajar a diario, decidí clavar un trípode y filmar rigurosamente durante cinco minutos cada día a las personas en la playa de La Promenade des Anglais. Empecé a rodar justo cuando nos liberaron del confinamiento, durante un mes. Me fascinaba la idea voyeurística de observar a los ociosos vacacionantes en una playa de guijarros, entregados al sol, conversando, seduciéndose, nadando o simplemente tomando el sol. Eran tiempos difíciles para quienes habían estado atrapados en sus hogares durante más de cuatro meses. Pensaba constantemente en la ventana indiscreta de Alfred Hitchcock y en la mirada de James Stewart a través de su teleobjetivo. Así nació esta película.
Al mismo tiempo, durante todo este período, estaba inmerso en la lectura del "Tratado sobre el Fuego Cósmico", una obra esotérica escrita por Alice A. Bailey, una influyente teósofa y escritora del siglo XX. El libro es considerado una de las principales obras de la literatura esotérica y fue publicado en 1925. Esta obra es parte de una serie de libros que Bailey escribió en colaboración con el maestro tibetano Djwhal Khul, también conocido como el Maestro D.K. La obra aborda temas complejos relacionados con la espiritualidad, la cosmología y la evolución humana desde una perspectiva esotérica. Explora conceptos como el fuego cósmico, la evolución de la conciencia, la jerarquía espiritual, la astrología esotérica y la relación entre la humanidad y los reinos superiores.
La profundidad de esta metafísica oriental me ayudó a comprender la complejidad de los momentos en medio de esta monumental pandemia, la transitoriedad de la vida, la fugacidad de la salud y la fragilidad de la línea que separa la muerte de la vida. Estos textos trascendentales me hicieron ver que la visión del hombre, va más allá de ser simplemente un ser que come, ama, defeca, envejece y muere.
Releyendo estos textos, me di cuenta de la importancia que tiene el hombre en la evolución cósmica y quise vincular la aparente banalidad de la vida cotidiana, donde las personas descansan de sus agitadas vidas, con la profunda meditación sobre lo que significa ser un humano, lo que ha sido y lo que está destinado a ser. La película busca explorar la meta de la liberación, un proceso largo y lleno de pruebas que acercarán o limitarán a cada individuo en su camino hacia la libertad.
Este film trasciende las observaciones voyeuristas convencionales, al transformarse en una profunda meditación cinematográfica sobre la condición humana. Descubre las enigmáticas complejidades de nuestro pasado y ofrece vislumbres de nuestro futuro. Con la guía de la sabiduría oriental, la película eleva a sus espectadores por encima de lo mundano, permitiéndoles percibir la experiencia humana a través de una lente cósmica. A medida que se va tejiendo la película, una voz en off femenina y en francés, desafía a los espectadores a contemplar el significado general del hombre, insinuando a reconocer las conexiones profundas, aunque a menudo ocultas, que nos unen al universo; su futura iluminación, su aprendizaje a través de la reencarnación, su esfuerzo para superar etapas o insinuaciones de una medicina preventiva y trascendental en un lejano futuro.
Los textos a los que hago referencia pertenecen a un budismo esotérico muy sofisticado y complejo, cuya comprensión no está al alcance de todos, pero cuyas palabras evocan verdades profundas, insinuaciones que pueden considerarse como hipótesis para el futuro desarrollo de la humanidad. La fusión de estas dos realidades aparentemente opuestas, representa un desafío y un homenaje al enorme esfuerzo de cada ser. Puede que esta película esté destinada a una futura humanidad que será capaz de entender y asimilar todos los conceptos que aquí se entrelazan. Sea como sea, estoy dispuesto a correr el riesgo de presentar verdades desconocidas en Occidente, sobre el potencial de la vida de cualquier ser humano.