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Los orígenes de la historia se remontan a un momento que cambió la propia vida del guionista, director y productor Ted Melfi. Hace siete años, cuando su hermano mayor falleció a la edad de 38, asistió a su funeral y se dio cuenta de que su sobrina de once años no tenía adónde ir. Melfi y su mujer decidieron rápidamente adoptarla y la trasladaron de un pueblecito rural de Tennessee al lugar en el que vivían ellos, en Sherman Oaks, California.
Una vez inscrita en el instituto, la sobrina de Melfi llegó un día de clase con el siguiente encargo como deberes: Busca al santo católico que más te inspire y busca alguien en tu vida real que posea cualidades similares a las de ese santo. Escogió a San Guillermo de Rochester, santo patrón de los niños adoptados, y eligió a Melfi como la persona comparable a él. Un emocionadísimo Melfi se dio cuenta de que era una idea perfecta para una película. Pero en vez de personajes como él mismo y su sobrina, quería usar a un viejo cascarrabias que ha perdido las ganas de vivir y a un chico. Bill Murray parecía la elección perfecta para el papel. El realizador recuerda: “Esa es la génesis de la historia: ese chico que se muda al lado de un viejo alcohólico gruñón interpretado por Bill Murray, y se hacen grandes amigos. Ese niño adoptado de once años convierte a Bill Murray en el santo de sus deberes, y ambos se cambian mutuamente la vida. Así es como surgió todo este proyecto, a partir de unos deberes del colegio”.
Aunque Melfi tenía a Murray en mente para el papel principal, desear contar con Murray para un papel y conseguir localizarlo para convencerlo son dos cosas muy distintas. No es una tarea para alguien que se rinda fácilmente. Melfi explica: “Bill no tiene agente ni representante. Solamente tiene un número de teléfono 900 gratuito, así que te puedes pasar bastante tiempo dejando mensajes en ese número 900, esperando que sea realmente el suyo. Dejas mensaje tras mensaje y empiezas a tener una relación con un contestador automático, parecida a la de la película ‘Swingers’”. Pero Melfi no dejó de intentarlo. Después de seis meses intercambiando llamadas, Melfi consiguió por fin reunirse un día con Murray en LAX (el aeropuerto de Los Ángeles) a las 9 de la mañana, durante el fin de semana en que se celebraba la festividad del Día de los caídos en guerra. A lo largo de las ocho horas que duró la reunión en la parte trasera de la limusina de Murray, durante la que hicieron una parada en una hamburguesería, hablaron del guión y se consolidó el interés del actor por el proyecto. Murray comenta: “El guión era diferente. Tenía un ritmo diferente al que tiene la mayoría de las cosas y la historia era muy emotiva”.
Melfi no sólo estaba dispuesto a recibir los comentarios de Murray, sino que veía la oportunidad de colaborar con él como una de esas experiencias que te cambian la vida. “He aprendido muchísimo trabajando con Bill sobre dirigir, sobre escribir y sobre la vida. Me repetía a menudo: ‘No dejes que te domine el estrés. El estrés mata el arte y la comedia’. Me decía: ‘No dejes que la escena se convierta en lo que no es. No te quedes pillado en lo que tú consideres gracioso. Confía en el material y confía en el guión’”. Con el importante fichaje que suponía conseguir a Bill Murray para hacer de Vincent, Melfi tuvo que afrontar entonces otro reto: encontrar a un chico capaz de aguantar el tipo compartiendo escena con él. La historia se ve en gran parte desde el punto de vista de Oliver, y Melfi tenía una idea muy concreta sobre la clase de niño que quería para el papel: “Con los actores infantiles, lo que de verdad te interesa es alguien que sea primero un niño y luego un actor”. El equipo de la película encontró en el joven actor Jaeden Lieberher un talento extraordinario, con una confianza y serenidad que encajaban a la perfección con lo que buscaban.
Con una fe ciega en que el enigmático Bill Murray se presentara el primer día, el rodaje del film comenzó en mitad de una abrasadora ola de calor en la ciudad de Nueva York en julio de 2013. El veterano productor delegado de Nueva York Mac Brown tenía una confianza absoluta en la ópera prima de Melfi como guionista y director. Melfi había ido puliendo sus habilidades dirigiendo muchos anuncios y algunos cortometrajes, pero esta era su primera película. A Brown le gustó tanto el guión que se atrevió incluso a respaldar a Melfi aceptando trabajar en el proyecto antes siquiera de reunirse con él.
‘St. Vincent’ se rodó fundamentalmente en Brooklyn, pero no el Brooklyn de moda que se ha vuelto tan popular y que atrae a hordas de turistas en busca de parajes alucinantes. Para contar la historia de Vincent McKenna, hacía falta el Brooklyn de la vieja escuela, que todavía existe, si se sabe dónde buscar. Por suerte, Melfi procede de allí y recuerda cómo era el auténtico Brooklyn antes de que lo tomaran los hípsters: Aunque la película está ambientada en el presente, tiene un aspecto atemporal que recuerda a la ciudad de Nueva York y al cine de la década de 1970, así como a la actualidad. El equipo de la película recorrió muchos de los distintos barrios de los alrededores de Nueva York, pero se decidieron bastante rápido por Sheepshead Bay, en Brooklyn, como escenario para el barrio de Vincent y Maggie. El equipo de rodaje se instaló durante varias semanas en Sheepshead Bay para filmar una serie de escenas exteriores en las casas de Vincent y Maggie. Los interiores se recrearon en Steiner Studios, en Brooklyn, con sumo cuidado para que encajaran a la perfección con esos exteriores.
Al productor ejecutivo Mac Brown, acostumbrado a trabajar en grandes superproducciones que necesitan meses de rodaje, le encantó brindar su apoyo a un nuevo cineasta de talento como Melfi en un rodaje de 35 días. Agradeció la simplicidad racionalizada de la filmación, en comparación con las películas de enorme presupuesto, en las que puede hace falta contar con la opinión de una docena de personas para poder llegar a una decisión final. También está el hecho de que hacer una película con Murray como actor principal es una experiencia cinematográfica sin igual, por la energía tan sumamente particular que aporta al trabajo y el hecho de que consiga que no parezca un trabajo, sino una fiesta. Melfi concuerda en que el efecto Murray se extiende más allá del reparto y el equipo del rodaje y alcanza incluso al gran público, vaya donde vaya.