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Titulo original: The Mercy

Año Producción: 2016

Nacionalidad: Inglaterra
Duración: 102 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 7 años

Género: Drama

Director: James Marsh
Guión: Scott Z. Burns
Fotografía: Johan Lundborg
Música: Björn Olsson
FECHAS DE ESTRENO
España: 7 Septiembre 2018
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Vértice 360


SINOPSIS

Es la historia de Donald Crowhurst quien se echó a la mar para intentar circunnavegar en solitario la Tierra. Mientras su familia espera su regreso...
 

INTÉRPRETES

RACHEL WEISZ, COLIN FIRTH, DAVID THEWLIS, JONATHAN BAILEY, SEBASTIAN ARMESTO, ADRIAN SCHILLER, GENEVIEVE GAUNT, SAM HOARE, TIM DOWNIE, DILYANA BOUKLIEVA, SIMON CHANDLER, LAURENCE SPELLMAN, OLIVER MALTMAN

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DEL GUION A LA PANTALLA...
   El director James Marsh tiene experiencia en la realización de documentales, fue el autor de Man on Wire, ganador en la categoría de Mejor Largometraje Documental del Óscar de 2008. Su multipremiado largometraje La teoría del todo exploraba la juventud del físico Stephen Hawking, por lo que a Marsh no le es desconocida la representación en el cine de personajes reales, de hecho es algo a lo que sabe adaptarse “porque ofrece la oportunidad de llevar a cabo una investigación detallada, lo cual profundiza tu comprensión de la historia”.
  “La de Crowhurst es una historia real, una historia verdadera, pero sin duda es una mítica historia del mar y de algún modo caló en la cultura como ejemplo de extralimitación en el velerismo amateur británico”, comenta Marsh. “El concepto de ‘hybris-nemesis’11 está integrado en la historia. Vi el documental Deep Water hace unos diez años y refuerza la impresión que tienes. Constituye una narrativa absolutamente fascinante y cautivadora. Literalmente es una tragedia griega. Un hombre que tiene una ambición y la ambición no termina ennobleciéndole, sino corrompiéndole, y entonces la tragedia se desata. Tiene una forma trágica muy clásica”.
  Marsh asumió el guión del aclamado guionista estadounidense Scott Z. Burns. “Es un gran escritor y, siendo estadounidense, su perspectiva era muy interesante. Cogió esta historia tan arquetípicamente inglesa y se desprendió mucho de su punto de vista, por lo que fue capaz de suprimir algunos de los antecedentes de la historia y condensarla en algo verdaderamente fuerte y atractivo de leer. Poseía un interesante punto de vista sobre el desenmarañamiento de la mente humana, lo cual es, de nuevo, parte de esta historia. El guión me convenció y quise de verdad hacer la película”, recuerda Marsh.
  “Para mí, siempre es algo positivo si la historia es real”, admite Marsh, “te da una base segura si esas decisiones fueron tomadas por personas, y tienes que entender su historia en un contexto dramático. Son decisiones reales y tienes que contar con ellas, y en eso hay algo más persuasivo que en las historias ficticias. Siempre existen puntos de inflexión que buscas en una historia real, pues eso te permite una visión más amplia de la psicología humana y puedes sorprenderte constantemente ante las decisiones que toma la gente. En nuestros tiempos, una historia real parece obtener cada vez más respuesta por parte de la gente. Es un momento muy interesante para un realizador como yo, que tengo experiencia previa en documentales pero también quiero hacer cine de ficción, pues las barreras entre uno y otro están desapareciendo”.
  “Nunca había entendido realmente la expresión ‘la realidad supera a la ficción’ hasta que el vi el documental Deep Water”, admite el productor Pete Czernin. “Tuvimos la suerte increíble de contar con un guionista tan asombroso e inteligentísimo como Scott, que conocía y había seguido la historia durante años. Tienes que decidir qué tipo de historia vas a contar, especialmente en un caso como éste, pues lo que hizo Crowhurst fue tan increíble y valiente, tan malogrado e interesante, que debes establecer el equilibrio adecuado. Hubo que trabajar mucho en este guión para obtener el tono correcto. Además James Marsh tenía una especie de inteligencia forense y fue exactamente el director apropiado para nosotros dada su experiencia en documentales. Tiene verdadera pasión por contar historias reales. La teoría del todo fue tan veraz, interesante e insólita que realmente nos emocionamos cuando James Marsh se interesó por Un océano entre nosotros. Tal y como esperaba que hiciera, se sumergió en todo el material documental y le apasionó por completo. Fue una absoluta bendición que James Marsh se uniera al proyecto”.
  “Se ha escrito mucho sobre Donald Crowhurst y yo quería acercarme al máximo a contar la auténtica historia”, explica Czernin. “Algunas personas opinan que hizo trampa y que hizo mal esto o aquello, pero no estoy de acuerdo, creo que fue enormemente heroico. Se vio en una situación especialmente difícil y exploró la manera de salir de ella. No creo que en absoluto planeara hacer lo que hizo. Fue heroico y luchador. Para empezar, tener la idea, apuntarse a la carrera, diseñar el barco, construir el barco, reunir el dinero, le hace ser un tipo impresionante. Me encanta el concepto del hombre tratando de hacer algo que puede que esté, o no, más allá de su alcance. Eso concluye en una historia muy humana y fantástica”.
  Colin Firth ya había manifestado su interés en representar a Donald Crowhurst antes de que James Marsh se uniera al proyecto. “Pensé que era demasiado bueno para ser cierto, estaba emocionado”, recuerda Marsh. Como actor, Colin provoca simpatía y pensé que sería la persona perfecta para llevarnos a este viaje tan oscuro. La historia comienza con mucho optimismo y termina en un estado de locura. Para un actor es un auténtico reto imaginar y entender ese viaje y hacerlo con tal capacidad de persuasión y convicción. Cuando supe que Colin se había incorporado, me entusiasmé todavía más con el proyecto. Tiene un talento y una experiencia enormes pero además tuvo un implicación personal con la historia y un compromiso que fueron avasalladores. Hubo preparación técnica y preparación psicológica, lo que tuvo que hacer fue extraordinariamente difícil. Es como la versión psicológica de lo que Eddie Redmayne hizo en mi anterior película, La teoría del todo. Colin fue capaz de revelar el padecimiento de un hombre que está perdiendo la cabeza. Las razones por las que Crowhurst se viene abajo son muy excusables: aislamiento, falta de comunicación con sus seres queridos, la presión por lo que está haciendo, el engaño
y la culpa. Colin y yo nos vimos a nosotros mismos en Crowhurst, para bien y para mal. Hubo un interés y una solidaridad con el personaje compartidos por ambos. Fue una colaboración muy gratificante y armoniosa”.
  James Marsh y Colin Firth coincidían en lo estaban contando y tenían una pasión y un deseo compartidos de llevar la historia de Crowhurst a la gran pantalla. “Estamos relatando la historia de un hombre que, en cierto sentido, quiere tener el reconocimiento que no ha tenido en la vida. Lucha por ello haciendo algo muy valiente y muy temerario”, comenta Marsh. “Esa aventura y ese objetivo le destruyen”.
  El guionista Scott Z. Burns tuvo conocimiento por primera vez de la aventura de Crowhurst a través del documental Deep Water: “lo vi en un cine muy pequeño de Los Ángeles y me sentí identificado en muchos sentidos, supe que esto tenía que contarlo. Había muchos libros al respecto y, dada la naturaleza de la travesía de Don y el respaldo de la BBC, había también imágenes de informativos, cuadernos de registros y cintas”.
  Burns estaba al tanto de las historias contradictorias y las diferentes conclusiones que la gente extraía sobre Donald Crowhurst, sus motivos y su desaparición. Él explica los propios: “quería escribir sobre el hecho de que todos nos vemos en situaciones en las que nos hemos puesto en peligro sin darnos cuenta, a veces incluso como consecuencia de tener las mejores intenciones, y quería tratar de mostrar algo de compasión al respecto. Deseaba que Don quedara reflejado en el texto como un personaje que inspirara empatía pues, en definitiva, yo me siento así por él pese a lo que hizo”.
  Nunca se sugirió un final “tipo Hollywood” para Un océano entre nosotros, Burns “quería mostrar a un hombre que toma un puñado de decisiones y acaba pagando el precio. Espero que la gente pueda identificarse con la situación en la que se mete Don, quizá entonces tengamos más compasión entre nosotros. Espero que la forma en que se retrata a Clare Crowhurst en la película sea instructiva en todos los sentidos, de manera que nos permita acercarnos, entre nosotros y a las personas que amamos, con un poco más de generosidad y un poco menos de exigencia. Aprendí de Clare la idea de que cuando quieres a alguien no lo haces sólo por las cosas buenas, tienes que aceptar el hecho de que hay cosas malas. Creo que eso es lo que ella quería transmitir a sus hijos”.
  Durante el proceso de escritura del guión, Burns reflexionó extensamente sobre las formas en que Crowhurst podría haber resuelto su dilema, pero afirma: “lo que es importante recordar es que Don no tenía el lujo del que disponemos tú o yo, o el público, que es poder hablar con otra persona. Puedes quedarte atrapado en tus propias ideas y creer que ésas son tus únicas soluciones. Los acontecimientos conspiraron en su contra. Es increíble que aquel agente de guardacostas en Argentina decidiera no hacer la llamada delatando a Don. Cuando te pasas años escribiendo el guión empiezas a preguntarte por qué no volcó su barco y pidió ayuda por radio. Sin embargo, si lees el libro de Moitissier, te das cuenta de que los veleristas aman sus barcos, y esa relación que tienen después de nueve meses en el mar no es algo a lo que estén dispuestos a renunciar”.

EL ASPECTO VISUAL Y SENSORIAL...
  James Marsh acudió a El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y Apocalypse Now como puntos de referencia literarios para Un océano entre nosotros. “Aguirre, la cólera de Dios, de Herzog, parecía una película interesante de ver porque trata sobre personas volviéndose locas en un barco, y Cuchillo en el agua de Polanski igualmente es una interesante película sobre la psicología del espacio en un barco. Buscas pistas sobre cómo otros grandes directores han rodado en ese tipo de espacio. La forma de rodar de Coppola era muy diferente de la de Polanski. El corazón de las tinieblas es un texto clave para esta película o para cualquier película que trate sobre salir al mar y sobre personas que se desprenden de la civilización, y en qué se convierten sin estar rodeados de otras personas”.
  La paleta de color para la película fue visualizada con bastante rapidez, como recuerda el diseñador de producción Jon Henson: “utilizamos muchos azules orgánicos y colores del mar. Podrá sonar obvio, pero usando eso como color de fondo pasamos a muchos colores fuertes. Eric, nuestro director de fotografía, encontró unas increíbles fotografías en color de Capa, son bastante insólitas y tenían muy buena calidad, y eso guió el aspecto visual de la película, así como el etalonaje. Eso fue la semilla de muchas ideas y aplicamos los colores de aquellas paletas tanto en la casa como en el barco”.
  Intentando no caer en un estilo de los años sesenta estereotipado, Henson quiso crear un mundo naturalista, simple, en el que el público pudiera creer. “Probablemente ése ha sido nuestro reto más duro, curiosamente”, reconoce Henson. “Con la casa de la familia Crowhurst, empezamos a fijarnos en papeles pintados de pared, colores y referencias de los años sesenta, y no todo son colores brillantes psicodélicos. Los Crowhurst eran personas sin pretensiones, modestas, que vivían una vida sencilla, así que eso es lo que intentamos crear. También ayudaron mis recuerdos de cuando era niño en esa época, simplemente pequeñas cosas que intenté incorporar a la película”.
  Para Henson, un punto clave a tener en cuenta fue el deseo de James Marsh y Eric Gautier de crear sets de 360º, incluso en el barco. “Eso le da un estilo casi documental. Decoramos por completo la casa y el jardín para que pudiéramos tener la libertad de movernos por ella durante dos semanas enteras. Poder rodar por toda la casa y recorrerla le aportó una especial energía”.

SOBRE LA PRODUCCIÓN...
  Teignmouth es un centro vacacional costero de principios del siglo XIX situado en Devon, Inglaterra, y se convirtió en una de las localizaciones más importantes para el rodaje de Un océano entre nosotros, pues desde allí zarpó Donald Crowhurst a las 4.52 pm del 31 de octubre de 1968.
  Gran parte de la generación de más edad de Teignmouth recuerda claramente el día en que Crowhurst partió en su fatídica travesía. Fue un gran evento en un pequeño pueblo. Muchos recuerdan a Crowhurst por la localidad, preparando su barco en las semanas previas al viaje. Medio pueblo se presentó para ayudar a la unidad con la producción y para aparecer como extras en la salida. “Nos sentimos muy bien recibidos en Teignmouth. La gente estaba muy contenta de tenernos allí”, señala el director James Marsh. “Cortamos muchas carreteras y nos adueñamos de la playa durante dos días, pero en ningún momento hubo problemas. Predominaba una sensación general de apoyo local porque se trataba de un recuerdo popular grabado en la localidad. Fue genial rodar exactamente por donde Crowhurst había caminado. Hay material de archivo en el que se ve que tampoco ha cambiado mucho, lo cual resultó útil para nosotros”.
  “No he conocido a nadie en Teignmouth que condenara a Crowhurst o le juzgara con dureza”, señala Marsh, “porque pagó el precio, al igual que su familia. Su desaparición provocó tanta lástima y compasión que resultaría duro juzgarle y condenarle por eso”.
  El mayor reto para la responsable de localizaciones, Camilla Stephenson, fue organizar la logística para uno de los elementos clave – filmar a un hombre en un barco, nos explica ella. “Estábamos a las órdenes de Daren Bailey, nuestro coordinador marino. Pero el segundo gran problema a considerar era que se trataba de una película de época – finales de los sesenta. Necesitábamos estar al máximo en exteriores, tanto en tierra como sobre el agua”.
  Una de las primeras conversaciones que tuvo Stephenson con el director James Marsh fue sobre dónde rodarían las escenas de Teignmouth. “Me fijé en Teignmouth y por todo Devon, pero estaba claro desde el principio que la propia Teignmouth servía como localización ya que podríamos mostrar mucho de ella. A menudo ocurre con las películas de época que te ves confinado a pequeños rincones de la localización porque justo detrás de ti o tu lado lo que se ve es completamente anacrónico”.
  La historia evoca la imagen de un pequeño pueblecito y era importante retratar ese sentimiento de la gente y la comunidad que sentía cariño por Donald Crowhurst. “Visualmente es lo bastante pequeño como para que puedas darte cuenta del tipo de presión a la se sometía si abandonaba. No podía regresar y enfrentarse a todos ellos. Se habría sentido demasiado humillado. No creo que Donald Crowhurst buscara la fama, buscaba el respeto de la comunidad y de su propia familia”, comenta Stephenson.
  “Hay algo de universal en la idea de que un pequeño pueblo o comunidad pueda poner sus esperanzas en alguien. Esa persona se convierte en la ‘mascota’ de la gente y el cuidador de sus sueños”, apunta el guionista Scott Z. Burns. “Cuando estás escribiendo, tratas de dar con los detalles, y ello supuso buscar mucho, investigar mucho, y entender la relación que Rodney Hallworth tenía con Teignmouth. Anteriormente intentó vender la idea de que Teignmouth era el sitio más soleado de Inglaterra. La gente estaba buscando una identidad, igual que Don buscaba una identidad.”.
  Camilla Stephenson y su equipo comenzaron a organizar la logística en Teignmouth a partir de enero de 2015, y el rodaje se inició en mayo, por lo que efectivamente pudieron hacerse una idea del lugar y conocer a muchas personas que tenían recuerdos personales de la historia de Crowhurst y de la histórica salida en 1968. “Nos introducimos en el club de vela casi desde el principio y casualmente un grupo de hombres mayores estaban tomando café y todos ellos tenían una opinión sobre Crowhurst, o bien porque le habían conocido, o bien porque habían oído hablar de él. La historia divide realmente a la gente, algunos son muy comprensivos y otros le ven como un estafador. El Teignmouth de hoy es muy optimista, y están orgullosos de que se haga una película sobre él en el pueblo. Cuando rodamos la salida de Crowhurst con el alcalde oficiando el acto en la playa, el hombre que interpreta al alcalde es el hijo del verdadero alcalde, que lleva siéndolo desde 1968”.
  La importancia del hogar familiar de los Crowhurst fue otra gran cuestión a considerar en lo que se refería a la búsqueda de localizaciones. James Marsh y el diseñador de producción Jon Henson sabían que debía parecer un auténtico hogar familiar y que debía provocar en el público una firme sensación de familia amorosa y unida que disfrutan estando juntos en casa. “Queríamos reflejar que ellos no se gastaban el dinero en tener una vida vanguardista de alto nivel, sino que más bien eran una familia de clase media, que se preocupaban los unos por los otros. Queríamos que el hogar dijera mucho sobre Donald Crowhurst como persona, como padre y como marido, así como sobre su esposa Clare y sus hijos, y eso lo hace aún más conmovedor”, señala Camilla Stephenson.
  Desde el punto de vista práctico, Stephenson necesitaba encontrar una casa lo bastante grande como para que la unidad pudiera filmar en dos semanas. “En un principio pensamos que el interior de la casa debía ser un escenario construido en estudio, pero en nuestra primera visita a Devon con James y nuestro director de fotografía, Eric, quedó claro que ellos en realidad querían que se pudiera mirar por las ventanas de verdad. La casa que encontró finalmente estaba en realidad cerca de Leatherhead, en Surrey, y fue allí donde se rodaron las escenas íntimas entre Donald y Clare, así como las imágenes de vida familiar, como Donald experimentando, inventando y diseñando en su taller del jardín, y las escenas invernales con nieve y con los niños, que incluían efectos de nieve rodados en uno de los días más calurosos de 2015”.
  La logística de rodar en el mar en el Reino Unido y Malta fue un reto constante. Durante el rodaje en el Reino Unido, aparte de rodar la salida de Crowhurst de Teignmouth, la producción se trasladó a Portland, en Dorset, donde la unidad combatió al clima, las mareas y largas horas en el mar.
  El productor Pete Czernin reconoce que todos los demás directores con los que habló dijeron, “no os acerquéis al mar”. Malta planteaba sus propios retos debido al calor y los largos días de rodaje, e “interminables problemas con el horizonte y que la tierra se veía, y con otros barcos pasando cerca, por lo que debías asegurarte de alejarte mar adentro”. “Además de eso estábamos rodando en celuloide, que se agotaba de los almacenes mientras estábamos fuera, por lo que toda nuestra logística estuvo asociada a ello, aunque creo que Portland y Weymouth supusieron el mayor reto, debido al viento, la meteorología cambiante y las olas. Luego está el hecho de que el equipo necesita comer e ir al servicio. Fue un poco desquiciante y muy complicado. No creo que vuelva a hacer otra película en el agua a toda prisa”, confirma Czernin.
  En Malta, estábamos limitados a ocho personas en el catamarán del equipo, cuando normalmente tendrías un equipo de unas 30 personas rodando. El departamento de cámara iba en un barco separado, al igual que el de peluquería y maquillaje; había un barco principal para el director James Marsh, un barco de seguridad, tres o cuatro zódiacs, y luego un barco de gran velocidad. Cuando estás rodando de ocho a diez horas al día, a tres o cuatro millas de la costa, todo lo que requiere el equipo tiene que estar a mano, de ahí la necesidad de la “nave nodriza”, como la llamábamos nosotros. Este gran barco a motor disponía, entre otras cosas, de elementos de primera necesidad, como instalación de inodoro y agua potable. “Te das cuenta de por qué tanta gente no quiere rodar en el mar”, dice Jim Dines, “pero consigues una imagen mucho mejor, el movimiento y todo en general parece mucho más real”.
  Cuando le preguntaban qué pensaba sobre rodar en el mar de nuevo, el director James Marsh respondía simplemente diciendo: “bueno, sencillamente no lo haría otra vez porque en cierto modo es una temeridad. Entiendo por qué la gente quiere rodar películas en el entorno controlado de un tanque, donde puedes controlar fácilmente el movimiento del barco. Sin embargo, el movimiento real del barco y la experiencia de rodar con Colin en él era muy importante para la textura de la película”.
  Marsh trabajó con el director de fotografía francés Eric Gautier, que también insistía en rodar en el océano de verdad. “La experiencia es más como un documental, porque consiste en una unidad mínima y Colin. Hizo que la colaboración con Colin fuera tan interesante, porque no había otros actores involucrados. No fue fácil. Estás atrapado ahí fuera, así que te haces una pequeña de idea de aquello por lo que Crowhurst debió pasar, aunque es una idea indirecta, de aficionado, comparado con lo que él estaba haciendo”, concluye Marsh.


ENTREVISTA A COLIN FIRTH...
Te incorporaste y comprometiste con el proyecto desde muy temprano, ¿qué había en esta película que te atrajo?...
No hace falta que hayas estado en el mar, no hace falta que seas un navegante, no hace falta que seas un explorador. Ni siquiera hace falta que te hayas embarcado en algo especialmente extremo obviamente. Creo que la gente reconocerá lo que se siente al ir más allá de lo que de verdad eres capaz, de emprender algo ambicioso, arriesgado, y atreverse realmente a hacer un gesto como ése en sus vidas, aunque sólo sea en lo que respecta a sus relaciones. Creo que también reconocerán la idea de estar ante algo, más bien arbitrario, que parece conspirar contra ellos. Hay muy pocas historias que realmente lidien con eso.
Las dificultades en las que uno puede llegar a meterse son tan graduales y escalonadas que no las ves hasta que son demasiado grandes como para poder hacer nada al respecto. En mi propia experiencia de vida, ese momento en que debería haber dado media vuelta nunca es algo que pueda identificar si no es en retrospectiva.
Creo que cuando examinábamos esta historia, todos los detalles, todos los preparativos, todas las cosas que estaban yendo mal, todas las cosas que conspiraban contra un individuo en particular, ésas serían las historias que se aplicarían a los héroes que celebramos. Siempre que oigas hablar del tipo que alcanzó la cima del Everest, todo el programa espacial o el primer hombre en cruzar el desierto o el océano, si estudias las historias y sus preparativos siempre había algo que fue mal.
El relato se interpreta de manera totalmente distinta si tiene un feliz que si no lo tiene, y creo que a veces hay una diferencia mínima entre que resulte de un modo o del otro.

¿Tuviste una conexión inmediata con Donald Crowhurst y esa dualidad que él experimentaba entre su personaje público y privado?...
Creo que todos tenemos un personaje público y uno privado, quizá más que eso. Creo que vivimos una época en que todos estamos bastante obsesionados por difundirnos, de un modo u otro, por medio de las redes sociales. Tal vez siempre haya sido así, pero ahora tenemos las herramientas para hacerlo. Nos hacemos fotos de nosotros mismos, publicamos versiones de nosotros mismos y creamos perfiles de nosotros mismos.
Si el perfil se hace importante, y en los casos de personas muy conocidas y que adquieren una reputación, sean políticos o gente del mundo de las artes, creo que puede convertirse en una especie de carga. Creo que puedes llegar a quedar atrapado por tu reputación, sea ésta buena o mala.
En cierto sentido, cuando leí esta historia, pensé que eso era algo que haría eco en muchas personas.

¿Crees que Donald Crowhurst estaba en cierto modo predestinado?...
No, no lo creo. El destino, ni siquiera creo que se trate de eso. Si crees en el destino puedes considerarlo a través de esa perspectiva pero no, creo que es aleatorio. Nosotros hemos contado una historia diferente; si el barco hubiera contado con una determinada pieza de equipo, si un día el tiempo hubiera sido distinto, si los acuerdos de negocios se hubieran desarrollado de manera diferente. Pero es casi imposible deconstruir todos los “¿y si...?
Existen muchos elementos aleatorios. Otra cuestión muy distinta es considerar aquello que hace que alguien quiera enfrentarse a algo tan extraordinariamente difícil y peligroso. Reflexioné sobre las principales diferencias entre Donald Crowhurst y yo, sus virtudes y sus fortalezas. Yo no me atrevería a hacer lo que él hizo. Yo no tendría la capacidad de entregarme a una labor como aquélla. Yo no sería capaz de diseñar aquel barco, no tendría las habilidades matemáticas, no tendría las habilidades náuticas, y no tendría conocimientos de astronomía y navegación. Todo lo demás podría ser yo y los problemas podrían ser los que cualquiera de nosotros tiene. Yo simplemente no tendría los recursos que él tenía para llegar tan lejos como llegó y hacer lo que hizo. Fue algo de lo más extraordinario.
Incluso a día de hoy, lo que Crowhurst hizo carece de parangón porque, si bien ha habido personas que han dado la vuelta al mundo y han soportado de todo, yo no sé si ahora es siquiera posible crear un reto con una dificultad de esa naturaleza. Creo que fue Robin Knox-Johnston el que dijo que “eran como astronautas”. Al navegar atravesaban una frontera, puesto que no había GPS y los medios para encontrarte eran escasos. Tenían una radio pero sus transmisiones eran rudimentarias para los estándares de hoy en día. Navegaban con el mismo tipo de equipamiento que utilizaba el Capitán Cook. No había cambiado mucho. Consistía en un sextante, un barómetro, una brújula, una veleta y tus propias habilidades. Podías perderte y no habría nadie allí para rescatarte, a no ser que fueras afortunado y hubiera alguien dentro del rango de tu código Morse.
En absoluto estoy diciendo nada que menoscabe las extraordinarias proezas que la gente hace hoy, pero la idea de tal nivel de aislamiento durante tal periodo de tiempo no sé cómo podría tener hoy un equivalente, siendo tan globales las comunicaciones. Entiendo que existe algún tipo de plan de repetir esta carrera por el aniversario dentro de un par de años, y si deciden que no van a usar GPS sino exactamente las herramientas y la tecnología que estaba disponible en los años sesenta, sigue habiendo tantos satélites ahí arriba que realmente no puedes perderte tan completa y absolutamente, ni quedarte tan solo, como en aquel entonces.

Esto tuvo lugar en un momento de la Historia en que los hombres podían reinventarse a sí mismos y las clases se estaban descomponiendo. Tal vez es por esa razón que la historia de Crowhurst es tan eternamente fascinante. ¿Te preguntaste “por qué lo hizo”?...
Bueno, simplemente debía aceptar, tal como se me presentaba, lo que él mismo decía al respecto. Pero creo que no aceptar el reto le habría afectado a algo en su interior. Para mí tiene sentido. Creo que tenía la capacidad para hacerlo. Tenía más capacidad que la mayoría de nosotros para crear la posibilidad en términos de diseño de barco, en términos de capacidad de manejo del velero, y en términos de capacidad de navegación. Sencillamente las cosas fueron mal. Hay una línea muy fina entre tener éxito y simplemente no tener éxito. Nueve tipos se lanzaron a esa carrera y en realidad sólo uno volvió a casa, el resto no regresó por diversas razones.
Las personas se enfrentan a cosas extraordinariamente peligrosas. Puedo entender por qué Crowhurst lo hizo. Como dice la famosa frase sobre por qué alguien emprende este tipo de cosas: “Porque estaba ahí”. (*cita del explorador George Leigh Mallory).

Obviamente hay abundante material de investigación sobre Crowhurst. ¿Puedes hablarnos de tu propia investigación?...
Simplemente busqué entre todo lo que había disponible. Empecé con el guión, después el documental Deep Water y después el libro The strange last voyage of Donald Crowhurst de Tomalin y Hall. El libro es una interesante lectura. Incluso antes de que me volviera parcial y tendencioso en mis propias posturas y me sintiera personalmente tan atraído por Donald Crowhurst, tuve la sensación de que el libro –que es un excelente periodismo y está escrito con mucho rigor– era injusto con él, de un modo que a veces tenía que ver con la sutileza del tono. Pensé que eran interpretaciones exageradas. Debemos recordar que fue escrito muy poco después de los hechos, y por periodistas del Sunday Times, y creo que seguían un programa, o al menos lo escribían desde un punto de vista particular. Sin embargo, fue en efecto muy, muy absorbente en términos de información.
Está también el metraje de archivo y están las cintas que Donald Crowhurst hizo para la BBC durante su travesía. Resultaban fascinantes en parte debido a la información que pudo aportar sobre su vida diaria. Se centraba en su régimen de alimentación, en lo que veía, en el tiempo, sus problemas con el transmisor. Cantaba mucho –villancicos, canciones de marineros, baladas. Hacía música con su órgano bucal. Paradójicamente, puedes sentir que estás en compañía de un hombre que está completamente solo. Pero en cierto modo constituye más bien su faceta pública. Creo que ha sido señalado, incluso por personas cercanas a él, que en las cintas realmente no parecía él.
Y luego tienes los cuadernos, algunos de los cuales son simplemente cuadernos de bitácora – posiciones y registros de las cosas que se supone que tienes que poner en un cuaderno de bitácora. Otra parte tenía que ver más con sus pensamientos, y eran desgloses muy, muy rigurosos y contundentes de sus problemas prácticos – como calcular sus posibilidades de supervivencia si seguía adelante en un cincuenta por ciento como máximo. Eran además listas muy realistas y profesionales sobre las cosas que necesitaba hacer – las que podrían tener solución, y las no podían tener solución posible. Empiezas a ver la dimensión de sus problemas y la trampa en la que estaba atrapado a través de un análisis muy exhaustivo. Yo soy un aficionado pero lo expone con tal nitidez que lo ves y piensas, “nadie podría seguir adelante, tienes que parar.” Pero las condiciones de parar eran brutales. Se trataba de ese tipo de presión, ya sea la presión de la opinión pública o sea algo que tiene que ver con lo que has tenido que reunir en ti para embarcarte en algo así, a lo que se añade la soledad y todo lo que se te pone en contra. No creo que ninguno de nosotros pueda entender eso.
Creo que es muy importante señalar lo que Robin Know-Johnston dijo concretamente sobre Donald Crowhurst: “Nadie tiene el derecho ni está en la posición de juzgar a no ser que haya experimentado esa soledad, que haya experimentado los elementos de esa manera. Al contar esta historia, tengo la esperanza de que ésta pueda condensarse en ese objetivo concreto. Cuando la leí, tuve la sensación de que no estamos en posición de juzgar y que no es bueno que juzguemos, ni nosotros ni nadie.
Es muy interesante leer sobre el caso y fijarte en las experiencias de los otros regatistas de la misma carrera, puesto que había regatistas considerablemente menos experimentados que Donald Crowhurst. Chay Blyth no había practicado velerismo en su vida – partió con un manual de instrucciones y un barco que iba detrás de él gritándole instrucciones. Había cruzado el Atlántico a remo pero nunca había hecho velerismo y ahora es un velerista legendario. A Ridgeway, que había hecho remo con él, le afectó mucho la soledad, muy al principio de la travesía, y se retiró. Carozzo se enfrentaba a problemas similares a los de Crowhurst, pues la fecha límite para zarpar se avecinaba e hizo algo bastante ingenioso en términos de estrategia: cuando llegó la fecha límite zarpó en ese mismo día, y después echó el ancla cerca de la Isla de Wight y pasó dos semanas más haciendo lo que tenía que hacer, ppero el estrés debido a todo ello le supuso una úlcera estomacal y tuvo que abandonar.

Lo que hace verdaderamente único tu trabajo es cuánto tienes que aproximarte a un personaje y cómo viertes tu empatía hacia él. ¿Cómo es esa experiencia? ¿Oíste la voz de Crowhurst?...
Literalmente oí su voz porque escuchaba continuamente las cintas. Acudía al material continuamente. Los actores tienen que privarse de juzgar. Juzgar no es nuestro trabajo en absoluto – esto incluso te lo dicen en la escuela de interpretación. Otras personas probablemente harán sus propios juicios y, de nuevo, es algo bastante simplista y fácil de hacer. Como actores, debemos habitar en nuestro personaje y justificarlo y no hay nada de raro o frívolo en ello.
Al ser actores, hacemos nuestro trabajo desde el interior y en cierta medida sientes que durante un largo recorrido te has puesto en la piel de otro. Pero siempre está esa sensación de que no lo has conseguido, especialmente cuando estás contando la historia de un personaje real. Cuando el personaje es ficticio puedes quedarte con la satisfacción, con suerte, de poseerlo, de que has creado algo que te pertenece mucho más. Cuando el personaje es real es en parte un privilegio o simplemente pura suerte y siempre ayuda tener a mano el material existente. Si el personaje es alguien a quien puedes conocer en persona, tienes todo eso para inspirarte y compensar. Pero para mí es también un recordatorio de que tú no eres él. Es cierto que te coloca en una relación muy extraña y muy cercana.

¿Ha de existir un sentido del deber en la medida en que las audiencias considerarán que éste sea el relato definitivo de la historia de Donald Crowhurst?...
R: Bueno, lo hay, y es problemático debido a las limitaciones del cine de ficción. No puedes fijarte escrupulosamente en todos los hechos. Tienes que lidiar con la cronología de la historia para poder sintetizarla en sus tres actos. Es frustrante para todos pero aun así estás tratando de conservarla con la mayor honestidad posible. Esperas que, al asumir una aproximación compasiva, acabemos contando la historia de un modo que conecte con la empatía y la comprensión de la gente, incluso si no aspira a ser un relato exacto de lo que ocurrió.
Mi deseo es que, si una película sale a la luz, llegue a ser parte de una conversación que haga que las personas quieran fijarse en ella con más detalle. Hay un documental, hay un libro y hay diferentes versiones de toda esta historia. Incluso el periodismo ha de adoptar un ángulo de visión, por muy imparcial que sea. Incluso un fotógrafo que está capturando una imagen de un hecho ha de colocarse en alguna posición. Así que, en cierta medida, no existe algo así como la perspectiva completamente neutral, de trescientos sesenta grados, sobre ninguna cosa. Simplemente creo que has de hacerlo con toda la empatía y toda la imaginación que realmente seas capaz de reunir.

Hablemos de la experiencia real de Crowhurst en aquel barco. Obviamente hay una vertiente muy práctica, técnica, pero está también la experiencia espiritual. ¿Crees que Don llegó a acercarse a estar en armonía consigo mismo?...
Creo que sí. Creo que estuvo más que cerca. Simplemente a la luz de lo que él mismo decía. No podemos suponer más que lo que tenemos a partir de sus propias palabras. En una de sus grabaciones, cavila y reflexiona sobre la vida y sobre algunas de las preguntas más filosóficas que tienen que ver con la vida cotidiana y que quizá no te harías si estuvieras en tu hogar, en medio de todo aquello, y observó que “ver el sol ponerse en los trópicos le lleva a uno a pensamientos más profundos”. Se disculpa por las divagaciones en la cinta, pero éste es el tipo de cosas que se le pasan por la cabeza, y esto es sólo lo que le está diciendo a la BBC. Creo que es inevitable que los parámetros de tu mundo sean diferentes, en sentido literal. Te encuentras en un espacio reducido, diminuto – un barco de doce metros, con un camarote, lo cual es increíblemente pequeño. Es decir, el camarote es totalmente claustrofóbico y tú estás entre eso y el infinito. Así que estás experimentando el espacio extremo y la falta de espacio.
¿Qué relaciones tienes? Las relaciones humanas se limitan a la radio, ya sea el BBC World Service5, Voice of America6 o comunicación por código Morse o radioteléfono. La relación que estás creando con tu entorno hace que no vuelvas a ser el mismo cuando regresas. Tenía libros pero no llevaba ninguno de ficción o novelas. El material de lectura que sí llevaba era la Teoría de la Relatividad de Einstein. Llevaba libros sobre navegación a vela, y tenía sus cartas náuticas del Ministerio de Marina, pero lo demás era sobre relaciones con los cuerpos celestes: el sol, la luna, las estrellas, el horizonte, la luz, el viento, el mar, obviamente, y su propio barco. Tu barco asume un personaje. El barco se convierte en algo vivo para ti.
Soledad, el entorno físico, los elementos, cuerpos celestes, cualquier vida marina, cualesquiera libros, cualesquiera fragmentos que te lleguen por radio, ése pasa a ser todo tu universo.
Una de las últimas escenas que rodamos fue un momento basado en las propias grabaciones de Crowhurst, en el que encuentra una criatura marina, un pequeño pez; en nuestra historia es un pez de los Sargazos. Los describe como si fueran pequeñas empanadas de Cornualles, que para él eran absolutamente deliciosas. Trató de quedarse con uno como mascota pero murió en el cubo en el que lo guardaba. En realidad, también estableció una relación con un ave migratoria que aterrizó en su barco y escribió un poema sobre él titulado The Misfit7. Escribió una maravillosa pieza en su propio cuaderno personal, describiendo al pájaro, e identificándose claramente con él en cierto sentido, porque no se trataba de un ave marina, simplemente se posó en el barco porque la tierra más próxima estaba a un par de miles de millas de distancia. Estuvo ahí durante un rato y descansó, y él tenía la esperanza de que el ave despegara en dirección a la tierra más cercana pero no lo hizo. Claramente conectó con esa imagen. Tal como entiendo al personaje, hay una constante de esta afabilidad y está en todo lo que escribe. Hay compasión y dignidad, y valora la razón y la sinceridad. Creo que para él era muy importante que las cosas fueran justas y creo que eso explica en parte por qué la trampa en la que se metió debió de ser tan turbulenta.
La imaginación de Crowhurst fue probablemente un gran enemigo para él. Hablaba del ruido. También decía, “todo en el barco está mojado. No está húmedo. Gotea todo el rato en tu oído”. Te imaginas pasar un rato abajo en el camarote donde se está a gusto, pero cuando rodamos las escenas de tormenta yo bajaba mucho al camarote pero nunca me quedaba ahí con la escotilla cerrada mucho rato si estábamos en el mar, debido a las olas, la claustrofobia y las náuseas; deseas salir de ahí cuanto antes. Era horrible... ¡imagínate estar tumbado al fondo del pozo de una mina durante un terremoto! Es extraordinaria la valía de Crowhurst, y el hecho de que se mantuviera cuerdo tanto tiempo. Llegó hasta las Malvinas y regresó. Me refiero, la mayoría de veleristas ni soñarían con una travesía como esa.

El empeño era algo típicamente inglés, ¿no crees?...
Oh, es muy inglés aunque no exclusivamente inglés – los americanos tienen su propia versión de salir a intentar algo pero ellos iban a la luna.
Existe una obsesión británica con el mar, con Chichester y Alec Rose y todos esos. En parte es porque somos una isla, en parte es debido a nuestra historia marítima, y en parte es porque teníamos un cierto problema de autoestima en los sesenta. No podíamos permitirnos el programa espacial, así que todo lo que necesitas es un tipo en un barco y demostraríamos lo que valemos.

¿Estar ahí en el barco en la nada fue un buen ejercicio desde un punto de vista interpretativo?...
Sí, fue interesante, pero estás en colaboración. Lo bueno de ser la única persona delante de la cámara es que eso te acerca mucho más al trabajo que está teniendo lugar la otro lado de la cámara. A veces llegaba a ser un poco como un corrillo entre James Marsh, Eric Gautier (director de fotografía) y yo en el proceso de toma de decisiones. Tienes a un tipo con una cámara de mano, a un director orquestando cosas y lanzando ideas, y luego a un tipo al otro lado de esa cámara, de modo que íbamos tanteando el camino juntos, a menudo sin diálogos. Teníamos que ir descubriéndolo.
Luego por supuesto teníamos los elementos con los que había que lidiar, y ésos no cooperan – cuando quieres mal tiempo, el tiempo es suave. James no quería rodar en tanques, quería rodar en el mar de verdad y lo hicimos. Tuvimos que usar el tanque para un par de momentos, tomas nocturnas en la tormenta, pero en general estuvimos fuera en el mar. Un día el mar estaba tan tranquilo que estaba incluso más tranquilo que el agua del tanque, podría haberse tratado de una piscina, lo cual es frustrante porque un día en el que quieres calma, por supuesto ese día el mar está agitado. Muchas cosas pueden conspirar contra ti cuando estás rodando, y el número de cosas que pueden ir mal según el tiempo avanza es destacado en el proceso de producción cinematográfica.
Cuando al fondo del plano se ve tierra que estás intentando ocultar, y le pasa algo a la cámara y tienes que repetirlo otra vez, pero ahora la tierra al fondo se ve aún más, no puedes simplemente decir “¿podemos mover el barco hacia atrás un par de metros y repetirlo?” Tienes que virar hacia atrás, y para cuando lo has hecho, lo cual podría llevar una hora, la luz ha cambiado y el viento ha cambiado.
Tienes que usar tu imaginación y adaptar la naturaleza de la escena a las condiciones. Hicimos un montón de escenas del interior del camarote en estudio, que era increíblemente claustrofóbico. Yo había supuesto que tendríamos medio camarote y rodaríamos desde el exterior, pero era un espacio cerrado y simplemente le hacían un pequeño agujero para meter la cámara. Estaba construido de tal manera que pudiera balancearse violentamente, así que en realidad llegábamos a casa por la noche con la habitación aún balanceándose.

¿Cuáles fueron tus conversaciones originales con James Marsh sobre qué tipo de película iba a ser ésta?...
El guión nos dio la forma. No se centra en las otras personas de la carrera, ellos no aparecen en la película, sólo existen en el trasfondo de la historia y se informa sobre ellos, se percibe su presencia pero la película no se centra en ellos directamente. Sí que nos lleva al entorno familiar y se centra en Rodney Hallworth, el agente de prensa, que es un personaje importante, así como el patrocinador Stanley Best.
Creo que trata igualmente de aquello que inspira el deseo de hacerlo y lo que origina los problemas antes de que comience el viaje. La carrera para Donald no comienza probablemente hasta pasada la mitad de la película. Es exactamente igual de interesante ver la trayectoria que conduce a la partida.

Hay un mecanismo que opera y una cadena de acontecimientos que le están obligando involuntariamente a embarcarse en la travesía cuando en realidad no está preparado ¿no?...
Son decisiones que él toma, pero a menudo se trata de aquello que involucran tus propias decisiones. Luego están sus intentos de solucionar los problemas según van apareciendo – son ingeniosos y dan señas de resolución, determinación, disponibilidad de recursos e ingenio. Yo personalmente sentí una enorme admiración y empatía por él en todos los pasos de su recorrido. Podía ver cada problema tal como sucedía; por muy trivial que fuera, es también algo bastante diabólico – todo el concepto de Ley de Murphy8. Hizo un intento muy honesto de afrontar la realidad de que la carrera no iba a ser factible. Explícitamente intentó retirarse – se menciona en el documental. La noche antes de partir les dijo a Hallworth y a Best, “el barco no está listo”. Lo sabía pero tenía que partir. Le dijeron que tenía que partir. El contrato que había firmado implicaba perder su casa y su negocio si no partía, y de hecho lo mismo ocurriría si no acababa la carrera. Así que tuvo que zarpar.
Le convencieron de arreglar sus problemas sobre la marcha, y podría haberlo conseguido si hubiera tenido a bordo la pieza de tubería que se suponía que debía bombear el agua que se filtraba por los pontones del casco. Todos los barcos tuvieron filtraciones de agua, pero él tuvo que achicar el agua con un cubo porque le faltaba a bordo un componente que había estado buscando, sólo por la prisa del último minuto en tener todo listo. Hubo un montón de cosas importantes que se quedaron en el muelle y que deberían haber estado en el barco y hubo cosas en el barco que podría no haber necesitado. Al parecer Moitessier estuvo lanzando cosas por la borda a lo largo de su travesía. Tratamos de ofrecer un estudio de lo que condujo hasta el día de la salida y las trampas en las que acabas en una transacción comercial cuando alguien te está dando mucho dinero para ayudarte, ¿cuáles son las condiciones? ¿en qué tipo de trampas te involucra eso?
Luego por supuesto estaba la prensa, que podía ser una gran herramienta para usar a su favor porque eso fue lo que aportó patrocinio. Pero resultó ser un instrumento difícil de manejar. No es algo que puedas controlar y la versión mitificada de Donald Crowhurst que se hacía más grande antes de la partida no le hizo sentirse especialmente cómodo, pero era algo que su agente de prensa utilizaba para facilitarlo todo. Antes de que él lo supiera, las historias sobre sus progresos estaban siendo enormemente exageradas sin que él tuviera nada que ver.

El guionista Scott Z. Burns dijo que es muy consciente de que en nuestra cultura, hoy en día, existe una especie de tendencia a regodearse en el fracaso, ya sea por parte de la prensa sensacionalista o las redes sociales y que, al escribir esta visión de la historia de Crowhurst, tiene la esperanza de que sirva un poco como antídoto...
R: Absolutamente. Creo que esto consiste en decir, “¿quién eres tú para juzgar?” Es una reacción horrible, y creo que hay una parte de nosotros, cuando se forma una turba hostigadora en las redes sociales o en las secciones de comentarios, por la que no somos más que matones de patio de recreo. Es una forma de distanciarnos del espectáculo que representa alguien que se ha visto humillado o que no ha estado a la altura. Se sienten seguros en la masa todos aquellos arrogantes que no están pasando por algo así en estos momentos. Es un fenómeno muy, muy desagradable.
Durante el rodaje estuve leyendo el libro de Jon Ronson, So You’ve Been Publicly Shamed9, en el que habla sobre este fenómeno. Es casi como si las redes sociales hubieran revivido la idea del cepo y la picota, donde la humillación pública era una parte de nuestro sistema legal de sanciones. Resulta bastante insólito. Me refiero, ahora la menor metedura de pata se castiga a muy grande escala. Da la impresión de que la gente no está satisfecha hasta que la persona ha quedado reducida a polvo. Tengo la esperanza de que cualquier cosa que ponga en cuestión esta reacción probablemente se trate de algo bueno. Creo que se han aplicado juicios increíblemente simplistas e injustos a la historia de Crowhurst. Mi esperanza es que, haciendo que las personas lo consideren en un nivel personal, y revelando algunos de los matices, esas personas no sean capaces de hacer eso. Cuando todo el reparto nos sentamos y leímos el guión completo ésa fue sin duda la sensación que prevaleció después. La gente no habló durante unos minutos. Creo que lo único en lo que todos coincidimos fue una efusión de compasión por todos los realmente involucrados en la historia y de “¿cómo osamos juzgar?”.

Rachel Weisz en el papel de Clare Crowhurst representa un gran elemento del cásting. ¿Qué aporta ella a la interpretación y cómo ves tú a Clare Crowhurst?...
Rachel es, como lo es la propia Clare Crowhurst, una persona tremendamente inteligente, perspicaz y fuerte. Creo que le aporta una mordacidad y una agudeza que le hace percibir las complejidades de lo que Donald quiere hacer. Teme por él y desearía que no estuviera haciendo algo tan peligroso. Cree en él y en su capacidad para llevar su empresa a cabo. No creo que ella estuviera equivocada al creer en eso.
Clare era plenamente consciente de que esto era algo que él realmente necesitaba hacer y que no hacerlo sería para él tan peligroso como hacerlo. Creo que tienes que querer con mucho amor a alguien para aceptar todo eso. Sólo puedo hacer especulaciones según como nosotros lo interpretamos, pero creo que probablemente Rachel coincidiría en todo ello.

Rodasteis las escenas familiares antes que las escenas en el barco. ¿Ayudó eso a establecer la cercana relación que tenía con su familia?...
Creo que habría resultado muy difícil si hubiera tenido que rodar todo lo del barco antes de encontrarme con alguien que interpretara a la familia. Creamos una relación. Siempre esperas, cuando haces una película sobre una familia, poder formar algo parecido a una familia en el proceso, y nosotros sí que empezamos a disfrutar de la compañía mutua. Los niños eran absolutamente geniales. Ayudó el que tuvieran talento y disciplina, cosa que nunca debes dar por sentada. Pero fueron una adorable compañía, y parecían saber lo que tratábamos de hacer en cada escena. También fue muy importante para mí, en las pocas escenas que tuvimos que representar, el poder crear una familia muy feliz, con un padre realmente maravilloso. Los niños le adoraban. Era imaginativo e increíblemente comprometido con ellos. Creo que en cierto sentido su aventura lo fue también para ellos.
Podemos fácilmente emitir un juicio sobre por qué un hombre con una familia correría un riesgo tan grande. Bueno, creo que las personas en efecto necesitan correr riesgos, y algunas de ellas tienen familias, y en mi opinión él creía que podría conseguirlo, que regresaría a casa, y que ello supondría un regalo para su familia, también desde el punto de vista financiero. Él esperaba regresar como el padre que quería ser para ellos. Gran parte de esto que digo soy yo imponiendo cuáles serían mis motivos, porque creo que, cuando interpretas un papel, en cierta medida, deseas ser ese personaje y toda su historia, y esta versión es como si se tratara de mí.
Sinceramente creo que Crowhurst lo hizo todo con su familia en mente.

¿Qué experiencia en navegación a vela tenías ya de antes y qué tuviste que aprender?...
Casi no tenía experiencia alguna. Mi tío Robin me llevaba a hacer velerismo cuando era pequeño. La última vez que lo hice debía de tener unos ocho años. Vino a visitarme al set de rodaje puesto que ahora vive en Devon, y todavía sale a navegar todos los fines de semana. Ésa fue mi conexión ya que él es de la misma generación que Donald y Clare Crowhurst y lo sabía todo al respecto.
Obviamente había un poco de prisa en que me familiarizara con lo básico para poder hacer esta película. Hice de todo, desde salir con el barco que habíamos construido para la película hasta llevar en solitario un pequeño catamarán cuando estuve de vacaciones en una isla frente a las costas de Camboya, y ahí fue cuando empezó a encantarme. Simplemente estar solo, en una diminuta embarcación, empezando a familiarizarme de verdad con la relación con el viento. Era un barco muy simple, no tenía foque, ni siquiera tenía botavara. Pero sí hacía lo que hacen los veleros en relación con el viento. Y entendí el porqué, especialmente en un multicasco muy pequeño, por ejemplo: porque avanza contra el viento. Aprendí por qué avanza tan bien cuando navega de través. Todo esto era solo teoría y, de alguna manera, si mis primeras lecciones hubiesen sido en un gran barco con una tripulación, podría haber seguido siendo sólo teoría. Sólo pasaba fuera una tarde cada vez, pero para mí comenzó a tener sentido. Luego por supuesto empecé a darme cuenta de la cantidad de personas que conozco que son apasionados de la navegación, así que todo lo que acabo de decir no es más que una versión abreviada y de principiante.
Si practicas navegación a vela todo esto te sonará a novato e ignorante, y si no la practicas hasta lo básico te sonará como una especia de insólita lengua extranjera. Fueron muy pacientes conmigo, pero tuve que aprender su lenguaje y todo tipo de pequeñas reglas. Nunca tuve que navegar el barco de manera efectiva, por mi cuenta, desde luego no sin alguien a bordo esperando a echar una mano si algo salía mal. Pero al final sí que disfruté, y mucho, aprendiendo los fundamentos. ¡Aunque no creo que tenga mucho futuro en ello!

Crowhurst zarpó de Teignmouth y vosotros rodasteis allí. El caso está en la memoria reciente de muchas personas que aún viven allí. ¿Cómo sentisteis eso?...
Las personas de allí fueron realmente encantadoras. Nos hicieron sentir sumamente bienvenidos. La gente aguantaba mucho. No es cómodo tener un equipo de filmación en tu ciudad. Había un enorme cariño por Donald Crowhurst y por esta historia. Había personas mayores que me decían que le habían conocido y estaban impacientes por compartir sus experiencias y anécdotas. Creo que su historia se ve ahora con enorme empatía. Tal vez siempre había sido así, pero nos sorprendió mucho cómo la gente sentía tanto compasión como admiración por Donald Crowhurst.
Fueron todo cortesía y buen humor con nosotros. Devon es el condado más bonito y creo que rodar en Teignmouth fue realmente uno de los puntos culminantes del rodaje.

¿Qué caracteriza a James Marsh como director?...
R: Es muy brillante, es extraordinariamente comprometido y cooperativo. A veces pienso que nos metimos los dos un poco en camisas de once varas, discutiendo ideas e intentando resolver conflictos en términos narrativos y de lo que es posible, lo que es importante y lo que debe sacrificarse. Él parecía apreciar esa colaboración. La asociación con James me pareció perfecta para una historia como ésta, de verdad. Una vez que estuve solo ante la cámara, se convirtió aún más en una especie de nexo del que dependí mucho. No se trataba sólo de nosotros dos, obviamente, se trataba de nuestra relación no sólo con la cámara, no sólo con el sonido, sino también con los coordinadores marinos, pues ellos son los expertos.
James es un compañero muy estimulante y es un colaborador muy estimulante. Creo que una cosa es tener ideas muy claras sobre lo que quieres hacer, y otra cosa es tener eso acompañado de flexibilidad, ya que a menudo ambas son excluyentes.

¿Cómo fue la experiencia de rodar en Malta?...
Obviamente Malta se adecuó a nuestras necesidades en muchos sentidos, porque tienen un tanque espectacular, y la palabra “tanque” en realidad no hace justicia a lo que era aquello. Se trata de una gran piscina infinita con el mar al fondo. Los efectos que puedes crear ahí son un espectáculo impresionante, con unas bombas y cañones de agua que básicamente podían recrear una tormenta. Fue fantástico para rodar los climas más cálidos. Allí fue donde filmamos todo lo del Mar de los Sargazos y todo el material de la zona de verano en el mar. Es una hermosa isla por lo que básicamente constituye un enclave ideal para rodar. Si estás haciendo rodaje en barcos, verdaderamente no creo que exista un entorno mejor.


LOS OTROS PERSONAJES DE LA HISTORIA...
Clare Crowhurst: La esposa de Donald:
  “Creo que esta película trata sobre la familia”, comenta Rachel Weisz, que interpreta a la esposa de Donald Crowhurst, Clare. “Donald, el cabeza de familia, es un aficionado a la vela, un inventor, un visionario y un soñador, por lo que cuando ve anunciada una competición en el Sunday Times ofreciendo 5.000 libras al primer hombre que circunnavegue la Tierra en solitario, sin escalas, él cree que puede conseguirlo. Chichester había dado la vuelta al mundo a vela poco tiempo antes, haciendo una escala, y al regresar fue ordenado caballero y se convirtió en un héroe. Es una historia sobre cómo niños y hombres se obsesionan con convertirse en héroes”.
  “Creo que Donald tenía un montón de ideas disparatadas que a menudo no llevaba a cabo, por lo que al principio, cuando Clare se entera de que se va a apuntar a la carrera, le parece una idea absurda, ya que él no es un regatista profesional, simplemente lo hace por pasar el rato. Dudo que ella creyera que de verdad lo fuera a conseguir. Poco a poco se va dando cuenta de que cada vez está más y más cerca de participar de verdad, y llega un momento en que le pregunta, ‘¿de verdad vas a participar?’, y é responde, ‘sí’”.
  La cuestión es – ¿pudo Clare Crowhurst haber impedido a su marido embarcarse en esta arriesgada empresa? “Tal vez podría habérselo impedido”, dice Weisz, “pero desde mi punto de vista se trata de la descripción de un matrimonio y una relación y ¿qué habría pasado si ella le hubiera impedido ir? ¿La habría llegado a perdonar? En una relación, ¿puedes impedir a la otra persona que realice sus sueños? En este caso, resulta que fue una decisión trágica. Clare Crowhurst ha dicho en algunas entrevistas que, mirando en retrospectiva, siente que debería haberle detenido. Pero creo que, en aquel momento, no le pareció que tuviera el derecho de hacerlo. Estaba en una situación imposible”.
  “Es como si pasara a haber dos películas, la que se desarrolla en el mar, en la que los niños y yo no estamos, y luego está la del hogar familiar, esperando noticias de su marido y de su padre que se está convirtiendo en un héroe nacional mientras está en el mar. Clare tiene que lidiar con la prensa, con largos periodos de silencio y la Navidad y los cumpleaños sin él. También tiene que lidiar con la falta de dinero para comprar comida o calentar la casa sin él, pues Clare depende de Donald para tener dinero”.
  Durante su investigación para la película, Rachel Weisz se formó una imagen de Clare a partir del documental Deep Water y leyendo sobre ella, según lo cual, “a ella no le interesaba realmente estar casada con una persona famosa. Intuyo que ella le quería muy, muy intensamente y no quería impedirle que realizara sus sueños”.
  En aquel momento de la historia, los hombres abandonaban sus hogares y atravesaban nuevas fronteras, ya fuera en el espacio exterior o circunnavegando el mundo. Así que, en lo que respecta a Clare, ella se alegraba de que fuera a tener éxito ya que eso le iba a hacer feliz”, señala Weisz, “yo creo que ella era feliz si Don era feliz”.
  Cuando un actor se aproxima a un papel en que el personaje representado es real y sigue vivo, aparece una cierta responsabilidad. A Rachel Weisz le interesaba no tanto hacer una imitación de Clare Crowhurst, como más bien transmitir simplemente algo de su espíritu, como ella lo explica: “creo que sería diferente interpretar a alguien que ya es emblemático, pues todo el mundo sabría cómo era y cómo hablaba. Yo interpreto a una persona real que ha estado muy poco expuesta a los medios. Ella no ha perseguido la fama o la publicidad, nunca le ha interesado eso. Y quiero honrarla. He visto muchas imágenes para poder captar su esencia pero, en definitiva, se trata de mí haciendo de ella”.
  Al contar la historia de Donald Crowhurst en la gran pantalla, Rachel Weisz tiene esperanza: “Celebramos la belleza de ser un soñador, la belleza de pensar a lo grande, de desear grandes cosas y seguir la pasión y el corazón de uno mismo con vistas a hacer algo increíble”.
  Para el director James Marsh, lo que constituía el núcleo de la tragedia y puso tanto en juego, es el hecho de que los Crowhurst fuera una familia tan feliz. “En los registros puedes ver la pareja tan encantadora que hacían Donald y Clare. Sientes que conectaban realmente bien como pareja y que constituían un feliz núcleo familiar. Practican vela juntos y Donald es muy buen padre, y nosotros queríamos mostrar eso en la película. Todos sus hijos le recuerdan con mucho cariño. Era un buen marido y padre, y lo que resulta muy trágico es que en parte lo que quería era demostrar a su esposa y a sus hijos que era alguien especial. Creo que para él eso es parte de su motivación”.
  “En el archivo de la verdadera Clare Crowhurst, se ve que es una mujer formidable y muy buena madre, y como pareja son más o menos iguales”, apunta James Marsh. El quería desde hacía tiempo trabajar con Rachel Weisz, así que cuando hubo que elegir intérprete para el papel de Clare Crowhurst se presentó la oportunidad perfecta, según explica. “Rachel es genial, y hay una interesante conexión física que puedes establecer entre ella y Clare. No se parecen pero están en el mismo tipo de espectro de humanidad por así decirlo, al igual que Colin y Donald, lo cual es útil”.
  “Rachel es uno de esos intérpretes que simplemente te sorprende y hace cosas que no te esperas que haga, y eso hace que extraiga cosas de los demás actores. Me encantó trabajar con ella. Realmente confía en el instinto, y no le gusta hacer muchos ensayos ni adquirir compromisos. Rachel siempre quiere ser flexible y adaptarse. Me encanta ese estilo de trabajo que tiene”.
  Según el guionista Scott Z. Burns, para la audiencia, el viaje que emprende Clare es tan importante como el viaje que emprende Don: “tienes la sensación de que la percepción que tiene de su marido – tanto en términos de su necesidad de partir como de su aceptación de lo que ocurrió después – es extraordinaria, va del terreno de la reticencia al terreno del perdón”.
  “Lo mejor de Rachel es que entiende la fortaleza de Clare Crowhurst”, observa Burns. “Además Rachel entiende que el momento histórico del que estamos hablando también demandaba ciertas cosas en una mujer en términos de ser una esposa. Creo que entendió muy rápidamente la travesía que Clare recorrió. Por un lado deseaba ser amorosa y cariñosa pero también ves en ella a una pensadora progresista. La mayoría de las personas se horrorizarían ante la posibilidad de que su marido se embarcara en este tipo de una aventura, pero Clare entendía lo fundamental que era para él, y eso arroja una interesante luz acerca de su relación”.
  “Para mí es una historia de amor”, concluye Rachel Weisz. “No los ves cuando se conocieron siendo adolescentes, los conoces cuando tienen hijos y están instalados en su matrimonio. Creo que estaban apasionadamente enamorados el uno del otro y, para Clare, Donald representa toda su vida. Ella no tenía trabajo, aunque creo que quería dedicarse a la enseñanza, entre otras cosas, y a escribir. Pero era una mamá, y estaba muy entregada a Donald. Así es como la percibo. Creo que lo que lo hace tan romántico es el hecho de que estén separados, porque eso es lo que significa el tradicional concepto de romántico con ‘R’ mayúscula – algo que es inalcanzable, insatisfecho y fracturado. Por eso es trágico, porque creo que se anhelaban el uno al otro mientras estaban separados.


Rodney Hallworth: El agente de prensa:
  “Recuerdo que mis padres estaban bastante entusiasmados con la historia de Sir Francis Chichester en la década de los sesenta cuando yo era pequeño, pero no conocía la historia de Donald Crowhurst”, recuerda el actor David Thewlis, que interpreta a al agente de prensa de Crowhurst, Rodney Hallworth.
  Cuando Thewlis recibió el guión de Un océano entre nosotros por parte de su agente, quedó “absolutamente fascinado al instante. Fue una de esas raras ocasiones en que lo leo por la mañana e inmediatamente después llamo a Marsh para decirle que sí. No había duda y, habiendo trabajado antes con James en La teoría del todo, sabía que era buena noticia. Me lo pasé genial sumergiéndome en la historia de este relato. Hay un montón para investigar al respecto y acaba volviéndose un poco una obsesión”.
  Thewlis devoró la “obscena abundancia” de material existente en las imágenes del documental, las grabaciones de Crowhurst y las entrevistas de la BBC de la época con Rodney Hallworth. “Todos los que estuvieron involucrados concedieron exhaustivas entrevistas así que todos hemos tenido acceso a eso”, cuenta Thewlis. “Hemos leído todos los libros y visto todos los documentales y durante el rodaje en Teignmouth conocimos a personas que recuerdan los acontecimientos reales. Algunos de los extras eran amigos de mi personaje Hallworth e incluso recibí una carta de un señor que más o menos era el personaje de Wheeler. Es increíble tener tanta información disponible y la historia realmente es sólo una condensación de todo eso. No hay exageración – no hace falta que la haya, es un relato extraordinario.”
  Rodney Hallworth era un personaje impresionante, un ex reportero de sucesos para el Daily Mail que acabó viviendo en Teignmouth dirigiendo una agencia local de noticias y haciendo de relaciones públicas para el Ayuntamiento de Teignmouth. Se ofreció como agente de prensa de Crowhurst. “La historia da un giro bastante oscuro con Hallworth”, explica Thewlis, “con el papel que desempeña adornando lo que está pasando. Él no es cómplice de lo que Crowhurst está haciendo, realmente cree que va a dar la vuelta al mundo, pero no recibe suficiente información de Crowhurst así que empieza a ponerse un poco creativo y exagera las velocidades y los paraderos de Crowhurst en el mapa. Esto no ayuda a que el mundo comprenda la historia real, no ayuda a la familia de Crowhurst y no ayuda a Crowhurst, pues Hallworth está informando de que Crowhurst ha bordeado el extremo de África como si fuera una certeza. Crowhurst no había hecho tal cosa y, en consecuencia, esto le hacía cada vez más difícil darse por vencido y regresar. Yo creo que Hallworth fue el hombre que dio el empujón a Crowhurst cuando el barco no estaba listo para salir, y fue el hombre que le dijo ‘tienes que hacerlo, hay mucho que perder’”.
  Según Thewlis, “si hay un malo del cuento, es Hallworth, aunque no es tan simple porque también es inocente hasta cierto punto, en la medida en que él no sabe lo que está pasando”.
  Crowhurst menciona a Hallworth repetidas veces en su cuaderno como la principal persona a la que estaría decepcionando, así como Stanley Best, su patrocinador. Cree que su esposa Clare sería más comprensiva, pero Hallworth no.
  Caracterizar a Rodney Hallworth le permitió a Thewlis conectar con “una especie de elemento bufonesco shakesperiano”. Hallworth también mostraba rasgos ambiguos, maquiavélicos, por ejemplo cuando subió a bordo del Teignmouth Electron en la República Dominicana: “entró al camarote, encontró los cuadernos y descubrió la verdad. Descubrió las divagaciones, los diarios y la locura, y una probabilidad muy alta de suicidio, así que arrancó las dos últimas páginas del cuaderno y después negoció la venta de los cuadernos al periódico Times sin el permiso de Clare Crowhurst”, explica Thewlis. “Quien quiera que fuera, eso no estuvo bien. Podemos perdonarle por una parte de su papel en la historia, pero no por lo que hizo al final”.
  El verdadero Rodney Hallworth murió en 1985, pero Thewlis aún llegó a sentir algo de responsabilidad por su personaje, tal como explica: “estábamos en la playa rodando con algunos extras, todos ellos hombres de entre setenta y ochenta años, que se alegraban mucho de contarme que habían conocido a Rodney y que solían beber con él, lo cual me alteró un poco y me hizo sentir muy responsable de repente”.
  El director James Marsh ve a Hallworth como “un anticuado escritorzuelo de la calle Fleet10. Siempre le encuentras con una pinta a medias y con frecuencia ligeramente ebrio”. Formado en el periodismo de sucesos, Marsh señala que “debió de haberse codeado con toda la mugre de los tabloides sensacionalistas de la época, y traslada esa mentalidad a la representación de prensa. Es un hombre muy cínico y un oportunista, y David Thewlis captó todo ello muy hermosamente”.
  Marsh no cree que Hallworth sea completamente el malo del cuento: “todo el mundo tiene sus razones para hacer lo que hace y, para ser justos con Rodney, él exagera la historia de Don tal como le está siendo transmitida desde el barco. La adorna y hace crecer la mentira. Se siente engañado y, como reportero de sucesos que había sido, cree que le han estafado. Por tanto, su enfado e indignación son personales pero también profesionales. Puedo entender cuáles fueron sus razones al final. Tenía compasión por Don a su manera cínica, se sentía responsable, igual que Stanley Best, pero ellos no sabían dónde se estaban metiendo”.
  “Rodney es la voz del futuro”, apunta el guionista Scott Z. Burns, “es como un punto de entrada a la telerrealidad y lo que ahora vivimos”. Era un hombre de su época y había hecho una promesa a la gente de Teignmouth, había hecho promesas a los patrocinadores, había utilizado mucho de su propio tiempo y lo había invertido en esto. Una vez llegó a decir que su trabajo era hacer de Don el hombre más famoso de Inglaterra y lo hizo. El modo en que lo hizo fue brutal e insensible, pero puedo imaginármelo ante una situación en que has establecido un compromiso con alguien que ha mentido, de modo que actuó en su propio interés. No creo que Rodney fuera un hombre malo por naturaleza, creo que era un hombre práctico que había invertido en algo y quería amortizar su inversión”.


Stanley Best: El patrocinador:
  Stanley Best era un astuto y exitoso hombre de negocios que había hecho su dinero como comerciante de caravanas en la localidad costera de Teignmouth, condado de Devon.
  Ken Scott interpreta a Best en Un océano entre nosotros, y lo considera “un hombre muy corriente sin ninguna distinción que aprovechó la oportunidad de formar parte de algo ciertamente espléndido”. Su relación con Donald Crowhurst era amistosa. A Stanley Best le gustaba mucho. Parece ser que Crowhurst era el tipo de hombre que caería bien a cualquiera por lo carismático que era”.
  Según Scott, vale la pena señalar que “Stanley Best no hacía nada sólo por el placer de hacerlo. No era un gran aficionado al riesgo. Le gustaba que las cosas estuvieran bien en orden. Ello contribuyó notablemente a lo que podría considerarse una tragedia griega moderna en su inmensidad”.
  “Para Crowhurst habría sido algo aceptable regresar a casa pero había mucha presión sobre él y Stanley Best puso esa presión sobre él, de un modo un tanto involuntario, estoy seguro. En efecto creo que Best se culpó a sí mismo en muchos sentidos pero la familia le aseguró que no le consideraban en modo alguno responsable”.
  “Lo que hace tan conmovedora esta historia es el amor de Crowhurst por su familia”, observa Scott, “y es el amor por su familia lo que le puso en un peligro como aquel. La ironía es la tragedia. Es una historia dolorosamente hermosa.”


¿QUIÉN ERA DONALD CROWHURST?...
  Donald Crowhurst nació cerca de Delhi, en la India colonial británica, en 1932, hijo de John y Alice Crowhurst. Con ocho años fue enviado a un internado indio donde pasaba nueve meses al año. Dos años después, sus padres se mudaron a Pakistán Occidental. Tras la Segunda Guerra Mundial, a los catorce años, Donald fue enviado de vuelta a Inglaterra para ingresar en el Loughborough College. Sus padres regresaron a Inglaterra en 1947 cuando la India obtuvo la independencia de Gran Bretaña y se produjo la Partición. Su padre invirtió todos sus ahorros de la jubilación en un desafortunado acuerdo de negocios en el nuevo territorio de Pakistán, así que la vida de Crowhurst en la Inglaterra de posguerra estaba muy alejada de su vida colonial. La falta de recursos obligó a Donald a abandonar el Loughborough College a los dieciséis años tras obtener su Certificado Escolar. Desgraciadamente John Crowhurst murió en marzo de 1948.
  Tras iniciarse como aprendiz de ingeniería electrónica en la Escuela Técnica del Royal Aircraft Establishment1 en Farnborough, Donald pasó a alistarse en la Royal Air Force2 (RAF) en 1953; aprendió a pilotar y se graduó. Disfrutó su vida como joven oficial y fue descrito por muchos como un encantador, entrañable, desenfrenado, intrépido y compulsivo aficionado al riesgo que desafiaba a la autoridad y poseía un extravagante sentido del humor. Después de que le pidieran que abandonara la RAF, rápidamente se alistó al ejército, obtuvo su graduación y realizó un curso de equipos de control electrónico. Se fue voluntariamente del ejército en 1956 y con 24 años comenzó a realizar trabajos de investigación en la Universidad de Reading.
  A Crowhurst se le recuerda como un hombre bastante apuesto y atrajo la atención de su futura esposa, Clare, en una fiesta en Reading en 1957. Clare era de Irlanda y llevaba en Inglaterra 3 años. Al parecer él le dijo que “se casaría con un hombre imposible”. El suyo fue un noviazgo romántico y vertiginoso que tuvo lugar entre la primavera y el verano de 1957. Se casaron el 5 de octubre y su primer hijo, James, nació al año siguiente. Fue entonces cuando Crowhurst empezó a practicar en serio la navegación a vela.
  Consiguió un trabajo en una compañía de electrónica llamada Mullards pero lo dejó al cabo de un año y, a los 26 se hizo ingeniero en jefe de diseño en otra empresa de electrónica en Bridgwater, Somerset. Su verdadero sueño era inventar sus propios aparatos electrónicos y pasaría horas de su tiempo libre trasteando con cables y transistores para crear artefactos. Por entonces hallaba consuelo navegando en su pequeña embarcación azul de 60 metros, Pot of Gold.
  Crowhurst no tardó en diseñar el Navicator, un dispositivo de radiogoniometría para veleros y creó su compañía Electron Utilisation para fabricar y comercializar el invento. La familia de Donald y Clare creció con la llegada de Simon en 1960, Roger en 1961 y Rachel en 1962 y vivieron felices en el campo en Somerset.
  Cuando Electron Utilisation se encontró con dificultades financieras, Crowhurst conoció a un hombre de negocios de Taunton, Stanley Best, que accedió a respaldar la compañía y acabó patrocinando la tentativa de Crowhurst de circunnavegar el mundo en el trimarán Teignmouth Electron.
  Con la desaparición del Imperio en la Gran Bretaña de los años sesenta, se desarrolló una moda en la que los hombres salían a buscar aventura, reconocimiento y heroísmo. Enviar hombres a la luna era algo que Gran Bretaña no se podía permitir, por lo que, en lugar de ello, los héroes aparecían bajo la forma de personas como Francis Chichester, que sería la primera persona en afrontar una circunnavegación del planeta en solitario, con salida y llegada en Inglaterra y con una parada en Sídney. A su llegada en 1967, Chichester fue ordenado caballero por la reina Isabel II y al instante se convirtió en un héroe nacional.
  Capitalizando esta ola de interés en los viajes individuales alrededor del mundo, The Sunday Times patrocinó la regata Golden Globe, una carrera de veleros en solitario, sin escalas, alrededor del mundo. No se requería cualificación para los participantes pero la regla consistía en que debían zarpar entre el 1 de junio y el 31 de octubre de 1968 para que atravesaran el Océano Austral en verano. El trofeo sería concedido a la primera persona en completar la carrera sin ayuda, por la antigua ruta de los clíperes, la de los Grandes Cabos: Buena Esperanza, Leeuwin y Hornos. El dominical también ofrecía un premio en metálico de 5.000 libras esterlinas para la navegación en solitario más rápida.
  Nueve regatistas iniciaron la carrera, cuatro de los cuales se retiraron antes de abandonar el Océano Atlántico. Chay Blyth, que no tenía ninguna experiencia previa en navegación, se retiró tras superar el Cabo de Buena Esperanza. Nigel Tetley lideraba la carrera pero naufragó a 1.100 millas náuticas de finalizar. El francés Bernard Moitessier rechazaba el carácter comercial de la carrera, por lo que la abandonó pero continuó navegando, completando la circunnavegación además de otra media vuelta al globo.
  El Teignmouth Electron de Donald Crowhurst fue descubierto en el Atlántico central, a 1.800 millas de Inglaterra, a las 7.50 am del 10 de julio de 1969 por el Royal Mail Vessel3 Picardy que hacía su ruta de Londres al Caribe. Al ser revisado, el trimarán estaba desierto, por lo que se emprendió una búsqueda de Crowhurst por parte de la US Air Force4, sin éxito.
  El regatista británico Robin Knox-Johnston fue el único participante en completar la carrera. Fue galardonado con ambos premios y posteriormente donó el premio de 5.000 libras a Clare Crowhurst y los hijos del matrimonio Crowhurst.
  El director James Marsh llevó a cabo una meticulosa investigación y ahondó en el corazón y el alma de aquello que movía a Donald Crowhurst: “si se me permite especular sobre los antecedentes de Crowhurst y su experiencia, parece ser que se encontraba ante una serie de fracasos, por así decirlo, y él escapaba del fracaso apostando más fuerte en la siguiente aventura. Era un hombre de enorme energía y carisma, y esa energía y carisma le condujeron a decisiones como las que tomó al sumarse a la carrera, por ejemplo. Tenía también una enorme seguridad en sí mismo, y las personas de su entorno lo corroboraban. Logró costearse y construir aquel barco, por lo que existe el riesgo de pasar por alto lo que consiguió en esta historia, así como lo que no consiguió. Consiguió muchísimo”.
  “Era un velerista bastante inexperto pero no era tan inexperto como algunas personas creen. No había navegado en el océano como tal, pero aun así construyó aquel trimarán tan veloz, aunque la embarcación no estaba del todo verificada ni acabada. Se aproximó bastante bien a la circunnavegación – estuvo en el océano prácticamente siete meses así que, en conjunto, consiguió mucho más de lo que la gente jamás pensó que podría, sólo que no consiguió aquello que constituía su objetivo. Fue un caso de extralimitación, era orgullo desmedido y eso fue lo que causó la tragedia de su desaparición”, concluye Marsh.
  El material de investigación disponible sobre Crowhurst era “ilimitado”, dice James Marsh, “hay unos cuantos libros y gran material de primera mano que nos ha dejado, sus cuadernos de bitácora, sus diarios y las cartas que escribió a su esposa”.
  En el curso de la investigación, Marsh también leyó mucho sobre psicología y sobre aislamiento; “puedes leer sobre lo que les pasa a los prisioneros cuando se quedan solos durante seis meses y lo que le ocurre a su mente. Hice un documental sobre un chimpancé y se volvió loco a los tres días. Hay algo en nosotros en tanto que animales que es enteramente social”.
  Para Marsh, las bitácoras de Crowhurst fueron uno de los elementos de investigación más fascinantes, “porque eran la realidad cuando no eran la realidad, él está disfrazando la realidad. Y puedes percibir la historia real a través del disfraz”.
  “Conduciría por el país contemplando lugares escuchando las cintas de Crowhurst”, recuerda Marsh. “Él canta en las cintas, principalmente canciones de marineros, y especula sobre la situación del mundo, sobre política, sobre su propia vida. Es realmente increíble, parte de ello es una imagen de un personaje pero parte es también la verdad. Ésa es la gran satisfacción de este tipo de películas –tienes la oportunidad de investigar y cuanto más sabes más quieres saber”.
  La imagen pública creada por Donald Crowhurst a través de las grabaciones de sus cintas y el modo en que le habla a su familia y a las personas en tierra firme estaban, según James Marsh, “crecientemente diferenciados de lo que él estaba sintiendo y experimentando. En la representación que nosotros hacemos, se vuelve esencialmente primitivo. Ha sido despojado de la civilización y se vuelve mucho más elemental, y eso se nota en su aspecto físico, pierde peso, no lleva tanta ropa y empieza a parecer un vagabundo en el barco. El viaje mental es mucho más interesante que el físico y nosotros debíamos trasladar eso al personaje”.
  “Hay registros en las bitácoras y en las grabaciones en que toma conciencia de la realidad cósmica en la que estaba”, comenta Marsh. “En aquella carrera ninguno se comportaba racionalmente pasado un cierto punto. Moitessier también perdió la cabeza un poco – ¡volvió a empezar otra nueva vuelta! Robin Knox-Johnston fue quizá la excepción, pero su barco se encontraba en condiciones muy extrañas cuando regresó a las costas británicas. En definitiva, esta travesía no perdonó a nadie”.
  “El mar es como un desierto. Y además es caprichoso, tiene estados de ánimo, se altera, y te amenaza. Sin embargo, tú todo lo que ves es un horizonte y un cielo. El mar cambia de color, puede ser tormentoso, y tiene esa especie de personalidad que puede destruirte”, reflexiona Marsh. “El aislamiento constituye una enorme parte de lo que va mal en la mente de Crowhurst. La química de tu cerebro cambia cuando no hablas con personas”.
  Cuando se representa a un personaje real en pantalla, aparece una cierta responsabilidad hacia la memoria de la persona y hacia los sentimientos de sus seres queridos. James Marsh no cree que exista ninguna versión “definitiva” de ninguna historia real, “ésa es la gran virtud de las historias reales, que puedes interpretarlas de una manera o de otra, ilimitadamente”. Afirma que Un océano entre nosotros es “una versión de una historia que, creemos, conserva algo de verdad sobre la misma. No hay una versión definitiva más allá de la realidad de lo que ocurrió realmente. Tú lo capturas y de algún modo lo condensas en una forma dramática o en una forma documental. Existe un deber de respetar al personaje y de ser comprensivo. Colin y yo respetamos eso los dos –a ambos nos gustó realmente Crowhurst, sentimos que sabíamos lo suficiente sobre él como para seguir adelante con esta historia y llegar a la verdad sobre ella. Colin le interpreta con gran simpatía y una progresión emocional cuidadosamente precisa, lo cual es totalmente conmovedor”.
  “Muchos artistas se obsesionaron bastante con Donald Crowhurst”, señala Rachel Weisz, que interpreta a su esposa Clare en Un océano entre nosotros. “De hecho creo que esta historia es una descripción muy tierna de él y de sus ambiciones. Hay una especie de Donald Crowhurst en todos nosotros, todos soñamos con algún tipo de gloria. Creo que, en la cultura en que ahora vivimos, se nos anima a ir más allá de nuestra suerte o nuestra condición. Crowhurst podría haberlo conseguido y sería una historia muy diferente. En aquel momento, quizá hubo esa idea de que había engañado y mentido, pero realmente no me parece que la historia trate sobre eso. Es sobre alguien que es un soñador y que se ve atrapado en una especie de mentira piadosa. Todo el mundo exagera un poco de vez en cuando para que su historia encaje pero, obviamente, ésta es una versión muy extrema de ello, y por eso representa un buen drama. Creo que Donald Crowhurst es enormemente humano y reconocible. No es un extraño, un ser incomprensible. Creo que es muy comprensible. Creo que lo esencial de la película es celebrarle como una especie de héroe romántico. Espero que su familia pueda sentirlo así también, porque eso es lo que yo siento sobre la película”, concluye Weisz.

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