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Titulo original: The Dinner

Año Producción: 2017

Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 120 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 16 años

Género: Drama, Thriller

Director: Oren Moverman
Guión: Oren Moverman. Basado en la novela escrita por Herman Koch
Fotografía: Bobby Bukowski
Música: Varios
FECHAS DE ESTRENO
España: 22 Diciembre 2017
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
DeaPlaneta


SINOPSIS

Dos parejas se encuentran cenando en un restaurante de lujo. A medida que avanza la cena vamos conociendo como los hijos de estas parejas se encuentran acusados de un delito. Los secretos que irán apareciendo en el momento harán que las vidas de los comensales cambien para siempre...
 

INTÉRPRETES

RICHARD GERE, LAURA LINNEY, STEVE COOGAN, REBECCA HALL, CHLOË SEVIGNY, CHARLIE PLUMMER, ADEPERO ODUYE, MICHAEL CHERNUS, TAYLOR RAE ALMONTE, JOEL BISSONNETTE, DOMINIC COLÓN, ROBERT McKAY, ONIKA DAY

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LA PRODUCCIÓN...
   Desde que 'La cena' se publicara en 2009, la novela de Herman Koch se ha convertido en un verdadero fenómeno literario publicado en más de cincuenta países. El autor hila con maestría una historia oscura de confesiones inesperadas que se ha llevado comparaciones con las obras Perdida y Un dios salvaje y ha dado lugar a apasionados debates. Es un libro que obliga a los lectores a preguntarse cómo reaccionarían en una situación muy incómoda. “Plantea una pregunta imposible”, comenta el guionista /director Oren Moverman. “¿Qué harías si tus hijos hubieran cometido un delito horrible? ¿Hasta dónde llegarías para protegerlos?”.
  Fue el productor Cotty Chubb quien le planteó a Moverman enfrentarse al enorme reto de trasladar el libro desde su Holanda natal a los Estados Unidos. “Más allá de adaptar la geografía del lugar, había que ajustar el mundo emocional y las metáforas que plantea el libro para encontrar analogías en nuestro entorno”, comenta. “También quería cambiar el tono del libro, alejarme de la sátira para centrarme más en el dramatismo, que encaja mejor con la ideología de este país”.
  LA CENA comienza con dos parejas, Paul Lohman (Steve Coogan) y su esposa Claire (Laura Linney), y el hermano mayor de Paul, Stan (Richard Gere) y su esposa Katelyn (Rebecca Hall), en un restaurante de postín. Durante el filme va saliendo una sucesión de platos, a cada cual mejor presentado y más exquisito (entrante, primero, segundo, queso, postre y digestivo), pero LA CENA no es una película sobre gastronomía y, de hecho, los comensales prácticamente no prueban bocado. “La comida es ridícula, y ese es el quid de la cuestión”, apunta Moverman.
  “Esta gente está viendo que su mundo se desmorona mientras les sirven gravilla de pan de centeno. Esa sucesión de platos representa la sucesión de los hechos que narra el filme”.
  Si bien está ambientada en un restaurante, la producción no se limita a esas cuatro paredes ni al día de la cena: salta constantemente en el espacio y el tiempo. Los espectadores son partícipes de los recuerdos de Paul y van entendiendo la dolosa relación que une a las cuatro personas que comparten aquella mesa. Moverman exige un esfuerzo por parte del público, que debe ver, escuchar y sentir entre líneas. “Los personajes aparentan ser algo al principio, pero a lo largo de la noche resulta patente que no son exactamente quien parecían ser”, comenta el director. “Se va descubriendo que todos esconden algo hasta que se desvelan todos sus secretos”.
  La mayor incógnita de 'La cena' es descifrar la verdadera naturaleza del protagonista, Paul Lohman, y averiguar qué está dispuesto a hacer. “De primeras da la sensación de ser un poco borde, pero cae bien porque va a restaurantes caros y dice que preferiría estar comiendo pizza”, dice Moverman. “Se ríe de lo pretencioso que es el restaurante y eso nos hace gracia.
  Pero según avanza el filme nos vamos dando cuenta de que Paul no está bien”. “A Paul le superan cosas que la mayoría de la gente hace de forma intuitiva porque vive atormentado por sus pensamientos. Su mente hiperactiva va siempre a mil por hora y no sabe cómo procesar lo que le ocurre por sus rollos personales o por su infancia o por las situaciones por las que ha pasado. Acaba perdido en el laberinto de su propia mente y acaba comiéndose la cabeza por cosas que solo él entiende”, comenta Steve Coogan.
  Paul está obsesionado con Gettysburg (Pennsylvania). Allí se libró la batalla más sangrienta de la historia de Estados Unidos: acabó con la vida de 50.000 soldados, puso fin a los avances del Sur y supuso un punto de inflexión en la Guerra Civil. “Tiene una relación tortuosa con este momento tan legendario de la historia de Estados Unidos porque la locura y la inhumanidad de la guerra le traumatiza”, apunta Coogan. “Pero a su vez le fascina e intenta darle sentido a lo que ocurrió allí”. Paul sigue sin haber superado la crisis nerviosa que sufrió cuando visitó Gettysburg con Stan, el hermano mayor que tan mal le cae. “Todavía intenta recuperarse de ese ataque de nervios”, dice Coogan. “Pasar por algo así te deja tocado. No es que estés todo el rato notando la angustia de la crisis, pero sientes el agobio de ver cómo otras personas son capaces de enfrentarse al mundo y salir airosos. Eso hace que te odies a ti mismo”.
  No hay mejor ejemplo de persona a la que le sonríe la vida que Stan, un respetado congresista que se presenta a gobernador. “Stan está en su mejor momento”, comenta Gere. “Lleva la política en la sangre. Es simpático y carismático, se desenvuelve con soltura entre la gente y consigue lo que se propone”. Paul lleva toda a vida picado con Stan porque lo considera el favorito de sus padres. “Así es como lo ve Paul, pero a Stan le parece que le ha tocado aguantar a un hermano con un trastorno mental. Le sienta mal haber tenido que madurar tan pronto y ser el adulto de la familia. Creo que es un hermano generoso y cariñoso que ha tenido que lidiar con los problemas de Paul desde su nacimiento”.
  Paul las pasaría canutas si no fuera por su mujer Claire (Laura Linney). “Claire se desvive por su marido”, explica Linney. “Se atraen con todas sus imperfecciones y complicaciones y creo sinceramente que estarían perdidos el uno sin el otro. De hecho, esa sinergia les hace más fuertes. Funcionan como un equipo y a medida que él ha ido hundiéndose, ella ha dedicado toda su energía a mantenerle a flote”. Claire a menudo opta por no contarle a Paul todo lo que pasa en casa para evitar que se angustie. “Intenta protegerle porque nunca sabe cuándo le va a dar un ataque”, comenta Linney. “Pero creo que también le gusta verse en esa situación de poder. Ella cree que hace lo correcto y confía ciegamente en su propio juicio. Se cree que lo sabe todo y eso me parece un defecto enorme. Ir de sobrada le impide crecer y, aunque le da muy poco margen de maniobra, a la vez le da mucho poder en su relación”.
  La relación de Paul con su hijo Michael (Charlie Plummer) ha tocado fondo. “Es un hombre triste e inadaptado cuando lo que su hijo necesita es un padre decidido”, dice Coogan. “Michael se enfada al darse cuenta de las debilidades de su padre y eso, a su vez, desarma todavía más a Paul. Están atrapados en un círculo tóxico y su relación podría acabar siendo destructiva”.
  Stan se ha casado en segundas nupcias con Katelyn (Rebecca Hall). Es mucho más joven que él y ha dejado de lado su carrera para apoyar la ambición política de su marido. “Katelyn es la típica persona cuadriculada que cree que el papel de la mujer de un político reside en parte en ser muy competente, para que todo vaya como la seda, y en cuidar de los niños”, comenta Hall. “Es bastante más complicado de lo que parece, puesto que ella tiene que sacrificar muchas cosas y no sabemos si saca estos trapos sucios en casa”. Nada más empezar la película los espectadores ya perciben que Katelyn está enfadada con su marido. “Stan le plantea la cena a traición”, dice Hall. “Se siente engañada y esa situación es la gota que colma el vaso”.
  El verdadero motivo por el que Stan ha montado la cena no tarda en descubrirse. Michael, el hijo de Paul y Claire, y Rick, el hijo de Stan, han cometido un delito horrible y ahora sus padres deberán decidir cómo enfrentarse a ello. Si los padres lo ignoran, es posible que nunca pillen a los chavales. ¿Pero estarían haciendo lo correcto? Stan ya ha decidido lo que quiere hacer y espera que el resto estén de acuerdo con él. “Pensaba que plantearía la cuestión, que todos le darían la razón y listo, pero la noche no sale como él se esperaba”, explica Moverman. Los cuatro intentan protegerse e imponer su punto de vista. “Están entre la espada y la pared y quieren defender lo que es suyo para preservar el status quo y todo lo que han conseguido en la vida”, comenta el director. “Son capaces de decir cualquier cosa y defenderla a ciegas. Es estremecedor y espeluznante pero es algo que hacemos todos. A veces deshumanizamos a los demás para proteger lo que queremos para nosotros mismos. Es una característica humana muy horrible, pero muy humana”.
  Estos problemas se convierten en dilemas morales porque conciernen las responsabilidades de los padres hacia sus hijos. “Nos gusta pensar que tenemos valores”, dice el productor Cotty Chubb. “Nos gusta pensar que somos buenas personas, que nuestras motivaciones son acertadas y que tomaríamos la decisión correcta si nos viéramos en una situación complicada.
  Pero luego las circunstancias te obligan a olvidarte de todo porque tu instinto primigenio como padre es el de proteger a tu hijo. Es difícil saber cómo reaccionar cuando el imperativo moral y el imperativo paternal se enfrentan. Es imposible tomar una decisión que te permita sentir que has defendido tus valores y has protegido a tu hijo”. Según Moverman, “La gente dice ‘Nunca delataría a un hijo, nunca lo entregaría, siempre lo protegería. ¡Mataría por mi hijo!’ sin pensárselo. La gente se pone muy tensa con estas cosas. En mi opinión ahí radica el éxito del libro, porque trata un tema que no deja indiferente”. “Lo interesante de la película es que plantea las posturas de tal forma que resultan creíbles y justificables hasta el punto de que los espectadores pueden identificarse con cualquiera de los personajes a lo largo del filme”, comenta Gere.
   Las escenas de la cena se rodaron durante tres semanas en Yonkers (Nueva York) en Alder Manor, una mansión construida a principios del siglo XX. Cada noche Moverman empezaba a rodar sin ensayar. “Le gusta esa inmediatez”, aclara Hall. “Y esa sensación de histeria que se nota en un grupo de actores que tiene que interpretar ocho páginas de diálogo sin casi haberlo leído en voz alta. Las luces y la cámara ya estaban montadas cuando llegábamos al plató y nunca nos decía a quién estaba enfocando o cuál era el encuadre. Simplemente decía ‘Acción’”.
  Coogan comenta, “Es como si nos lanzara a todos a la piscina para ver quién conseguía nadar hasta el otro lado. Así consigue que los diálogos resulten naturales y viscerales, algo que sería imposible si los hubiéramos ensayado antes. A veces queda un poco suelto, pero nunca parece demasiado formal o trillado. Siempre son interacciones muy vivas. Es un director al que le gusta el peligro y por eso me gusta tanto trabajar con él”.
  Richard Gere, que ha colaborado con Moverman como director/guionista en INVISIBLES y como productor en NORMAN de Joseph Cedar, conoce bien al director. “Oren siempre está interesado en el proceso mental y eso es genial para los actores porque nosotros trabajamos con emociones y sensaciones. Sus películas son como un espejo, pero no un espejo normal. En este espejo hay que fijarse: el cristal no está limpio y la luz es un poco oscura, por lo que hay que hacer un esfuerzo para ver qué hay en el espejo. Hay un mundo entre las sombras”.
  La historia de LA CENA es de todo menos predecible: va dando saltos en el espacio y el tiempo, incluso transcurre en diferentes lugares del propio restaurante, y gran parte de la acción se centra en los intentos de los personajes por evitar el tema que tienen que abordar con urgencia. La voz de Paul resuena constantemente, desde un punto de vista que resulta ser muy poco fiable tanto al retratarse a sí mismo como al resto de los personajes. “La estrategia que empleamos para narrar la historia tiene truco”, dice Moverman. “Quería que la película fuera como Paul en el sentido de que ambos están trastornados, ambos se van por la tangente, ambos deben lidiar con la dificultad de no perder de vista la complicación de las relaciones familiares”. Para que el público no se perdiera con tanto cambio, Moverman y el director de fotografía Bobby Bukowski se decantaron por tres estilos visuales principales: uno para el restaurante, otro para el delito y el tercero para la historia familiar. “La suma de los tres nos ayuda a entender y a acercarnos a los personajes”, explica Moverman. En el restaurante los colores son cálidos y en cada una de las salas hay una chimenea, un elemento que conecta con la escena del crimen. La noche del delito está rodada con colores que cambian de azules gélidos a rojos. “Una de las escenas empieza con una paleta cálida mientras sacan dinero de un cajero, pero al marcharse los colores se vuelven más fríos. La inestabilidad del color refleja la naturaleza tan extrema del acto criminal”. Las escenas que ocurren en el pasado también tienen su propia estética. “La historia familiar se presenta con una paleta de colores en la que predominan el verde y la sobreexposición tan característica de los recuerdos, en los que las imágenes pierden nitidez con el paso del tiempo”.
  A estos tres esquemas básicos se añade un cuarto elemento visual, un lenguaje visual empleado para retratar la crisis nerviosa de Paul en Gettysburg, donde transcurrió la batalla más sangrienta de la historia de Estados Unidos y punto de inflexión tanto de la Guerra Civil como para Paul. “Me decanté por un tratamiento del color subjetivo y distorsioné el sonido al montar las escenas de Gettysburg para transmitir el precario estado mental de Paul”, comenta Moverman. “Es como si la película también sufriera una crisis nerviosa y la vida, la historia y la conciencia se convirtieran en ruido de fondo. La película va avanzando hasta la escena de Gettysburg, que se presenta de una forma muy surrealista y abstracta, para después volver a la realidad”. Moverman se dio cuenta de que Gettysburg ganaba en importancia al desarrollar el efecto que tiene sobre el personaje. “En mi opinión, Gettysburg es como un trastorno mental nacional”, apunta Moverman. “Esa batalla destrozó a un país enfrentado y las heridas emocionales, físicas, espirituales y psicológicas todavía no se han cerrado. Lo que vemos en Paul no son las cicatrices psicológicas de un ser humano, sino las cicatrices psicológicas de todo un país”.
  Durante LA CENA se escuchan 66 canciones, más que en muchos musicales. Moverman ha colaborado con el reconocido productor musical Hal Willner y la supervisora musical Rachel Fox para componer una banda sonora en la que conviven temas de artistas de la talla de Bob Dylan, Antony and the Johnsons, Phillip Glass, Firewater, Nico, White Magic, Firewater, Leonard Cohen y Savages. “Es una mezcla rara”, dice Moverman. “Quería que la selección musical fuera eclética. Aparecen muchas partes del restaurante y quería que en cada una sonara una canción diferente a la vez. Creo que da buena muestra de la naturaleza tan fraccionada de estas personas y del mundo que habitan. También quería que la música chocara con el tono de las conversaciones, con lo que en algunas escenas serias se escuchan canciones alegres”. 
  Aunque la novela se publicó hace varios años, 'La cena' encaja a la perfección con nuestra actualidad, desde Brexit a Trump. “El fenómeno de nuestra era es que vivimos en una sociedad posthumanista”, dice Moverman. “Nos cuesta aceptar la humanidad de las personas que no forman parte de nuestra tribu. Mucha gente se mueve por sus propios intereses y les cuesta mucho entender el sufrimiento o los puntos de vista ajenos”. Según Gere, “En el fondo se percibe una sensación de ‘Voy a proteger lo que es mío, los que se parecen a mí, se expresan como yo, hablan mi idioma, han nacido en el mismo sitio que yo y comparten mis circunstancias. Todos los demás son ‘el otro’. Que se busquen la vida”. Según Linney, “Esta película no saca lo mejor de la naturaleza humana. Estos personajes son unos privilegiados y piensan que todo vale si encaja con sus ambiciones. Cuando todos creen estar en poder de la verdad universal, resulta muy difícil mantener una conversación”.
  “Todo estalla en esta época y en esta historia”, comenta Moverman. “Todo el mundo tiene un objetivo y va a defenderlo con uñas y dientes, pero al final nadie gana porque no hay nada que ganar. Lo único que ocurre es que al final todo sale a la luz”.

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