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UNA MAMÁ EN APUROS celebra lo bueno y lo malo que conlleva tener hijos, y se centra en lo importante que es no perder la identidad en el proceso. El personaje de Thurman, Eliza, es una mujer única, entrañable, tierna y triste. Encaja a la perfección con la interpretación sutil de Edwards, que da vida a su distraído esposo y con el terrenal y desconcertante personaje de Driver, su mejor amiga. La película cuenta también con niños actores cuyas interpretaciones impresionan por su credibilidad y un conjunto de personajes secundarios típicamente neoyorquinos. UNA MAMÁ EN APUROS es tan sincera como escrupulosamente real.
DECLARACIONES DE LA DIRECTORA...
El cine rara vez se centra en una etapa de la vida tan difícil pero tan gratificante. Las madres de celuloide suelen ser o totalmente entregadas y perfectas o monstruos controladores, demasiado sacrificadas o demasiado arpías, cuando en realidad las madres pueden ser las dos cosas a la vez. El único precedente digno que me viene a la cabeza es Baby, tú vales mucho, un cuento de hadas en el que Diane Keaton dejaba atrás su carrera en Nueva York para criar a su hija en una pintoresca e ideal granja de Vermont donde conocía a un entrañable veterinario interpretado por Sam Shepard. Aparte de ese film, hay tan pocas comedias sobre madres que casi podría hablarse de un verdadero vacío sobre el tema. Sin embargo directores como Apatow no hacen más rodar películas sobre esos Peter Pan que se niegan a madurar.
¿Acaso la reacción innata es siempre poner los ojos en blanco y suspirar exasperados entre aquellos que no se sienten preparados para procrear o que no sienten el deseo de hacerlo (aunque supongo que en algún momento incluso ellos habrán tenido una madre)? ¿Una peli sobre la maternidad puede sobrevivir sin ser etiquetada como una peli para chicas? Hay una serie de conflictos clásicos –como la proverbial conciliación del trabajo y la familia– que nunca llegan a verse reflejados en el cine con realismo, pero la maternidad es un microcosmos de experiencias, muchas de ellas universales. Las madres deben enfrentarse al paso del tiempo y a la sensación de haber sacrificado una parte de sus vidas que ahora dedican a sus hijos. Parece ser que nadie se ha parado a pensar en lo compleja que es la maternidad, parece que a nadie se le ha ocurrido que una película sobre este tema puede ser desternillante y aleccionadora, cómica y desgarradora.
Para el guión de Una mamá en apuros me basé mucho en mis propias experiencias, dado que yo también crié a mis dos hijos en dos apartamentos de renta fija en un bloque de edificios sin ascensor en el aburguesado West Village neoyorquino. Al igual que Eliza Welch, el personaje de Uma Thurman, llevo a mis hijos a un colegio público bastante hippie de la zona y también me he metido visto envuelta en luchas encarnizadas por un sitio en el que aparcar, me he enfrentado a turistas, a madres juiciosas, he llegado a la pastelería más moderna del barrio sólo para encontrarme que habían escrito mal el nombre en la tarta de cumpleaños y me he tenido que morder la lengua para no matar a los dependientes estirados. Por no hablar del típico neoyorquino que siempre siente la necesidad de contarte un par de cosas o darte un par de consejos, sobre todo si eres madre (que a veces viene a ser el equivalente a llevar un pin que ponga “Ríete de mí”). Por encima de todo, sé que yo, y espero que muchos otros padres (y espectadores que no sean padres también), puedan sentirse identificados con Eliza y con la valentía con la que se esfuerza por generar y mantener su creatividad incluso cuando siente que las tareas domésticas le superan, día tras día. Quizá no estemos hablando de tareas extremadamente difíciles, pero, se mire como se mire, ser madre conlleva enfrentarse a problemas a diario.
Como realizadora intento explorar todo el universo de mis personajes apoyándome en el humor y la empatía tanto como me sea posible y presentando circunstancias sociales reales. Los directores masculinos a menudo utilizan metáforas deportivas o bélicas para hablar del rodaje de sus películas (“¡Fue como ir a la guerra!”), pero para mí el proceso está más ligado a la cocina o al corte y confección: se usan diferentes ingredientes o elementos que se combinan para crear un todo sugerente y atractivo. A la hora de rodar una película, me gusta estar abierta a sugerencias, me gusta que el equipo proponga y me gusta cuidar de ellos, incluso si ese comentario me reduce a una hippie “buenrollera”. Si con sólo decir eso ya provoco una mueca de desprecio, como suele ocurrir con el tema de la maternidad propiamente dicho, creo que esta película es todavía más necesaria de lo que hubiera pensado.