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NOTAS DEL DIRECTOR...
Con Los Radley he querido hacer una película sobre lo que pasa cuando nos dejamos llevar por nuestros instintos más animales.
Esta comedia negra de vampiros, ambientada en la Inglaterra más tradicional, combina terror gótico, realismo de clase obrera e historia moralista.
En apariencia, los Radley son una familia modélica, de esas que van a clubes de lectura y montan cenas y quedadas en el jardín con otros padres del cole. Pero ese civismo oculta una realidad bien diferente, llena de deseos reprimidos, triángulos amorosos y una insaciable sed de sangre.
He querido que los hermanos fueran gemelos en el filme, aunque no lo son en la novela de Matt Haig, porque así podría explorar cómo el libre albedrío lleva a cada uno a tomar decisiones morales diferentes.
Damian Lewis, intérprete versátil donde los haya, da vida a Peter, un médico estirado y pijo, y también a Will, un sórdido profesor caído en desgracia. Kelly Macdonald se caracteriza por darle una enorme intensidad emocional a sus personajes, pero en Los Radley demuestra que no se le resiste ningún género y descubrimos que tiene una capacidad cómica impecable.
Quería ambientar la película en un mundo que resultase familiar y elegí un pueblo costero inglés para mostrar el conflicto entre civilización y naturaleza salvaje. Azotado por el revuelto mar del Norte y rodeado por el verdor de los campos, las tradicionales calles residenciales poco protegen de las fuerzas salvajes del mundo natural.
Gran parte del largometraje transcurre al caer el sol, cuando la luz va dando paso a la oscuridad. Las casas y el vestuario de los vampiros se inspiran en la penumbra, con una paleta de colores apagados, y el rojo se usa con moderación para indicar adicción, deseo y transgresión.
El resto de habitantes de este tranquilo lugar desconocen el oscuro secreto de sus convecinos y visten colores pastel.
Bendita ignorancia.
Quería captar a los vampiros a través de visillos, de ventanales ahumados y de los reflejos de los árboles para hacer referencia a su naturaleza quimérica.
Asimismo, los planos aéreos son un guiño a los vuelos de los vampiros, si bien el estilo de vida abstemio de esta familia los mantiene con los pies en la tierra en este tranquilo barrio de las afueras, rodeados de la arquitectura geométrica característica de la década de 1970, encajonados entre tanto adosado.
El equipo de maquillaje y peluquería decidió utilizar colores claros, anémicos, para los vampiros durante su fase abstemia, pero en cuanto sucumben a la sangre, se transforman para convertirse en seres apasionados, llenos de energía y con buen color. Los efectos visuales y el CGI son fotorrealistas, para dar la sensación de que los vampiros son reales y conviven con nosotros.
Los Radley le da un giro al clásico género vampírico y se centra en explorar las costumbres de una familia de clase media y los ritos de paso de unos adolescentes que descubren su verdadera naturaleza. Es una película sobre el deseo sexual, la lealtad, la culpa, el egoísmo, el sacrificio y, por encima de todo, el amor.