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SINOPSIS
Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Tóth llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura. Pero amasar poder y forjarse un legado tiene su precio...
INTÉRPRETES
ADRIEN BRODY, FELICITY JONES, GUY PEARCE, JOE ALWYN, RAFFEY CASSIDY, ISAACH DE BANKOLÉ, JONATHAN HYDE, EMMA LAIRD, STACY MARTIN, ALESSNADRO NIVOLA, PETER POLYCARPOU, MATT DEVERE, MICHAEL EPP, ROBERT JACKSON, MARIA SAND
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LA PRODUCCIÓN...
Lo importante no es el viaje, sino el destino.
El guionista y director Brady Corbet (Vox Lux: El precio de la fama, La infancia de un líder), ganador del León de Plata al Mejor Director en el Festival de Cine de Venecia de 2024, nos presenta en esta ocasión la historia de László Tóth, un arquitecto judeohúngaro que, tras sobrevivir al Holocausto, emigra a Estados Unidos para emprender una nueva vida mientras aguarda el regreso de su esposa, Erzsébet, atrapada junto a su sobrina en la Europa oriental de posguerra.
Lo que László encuentra a su llegada al mundo occidental es una América muy diferente a la que esperaba. La promesa del sueño americano demuestra ser una mera ilusión y su prominencia y su reputación como arquitecto de éxito en Budapest no parecen resonar en el aristocrático entorno de Pensilvania.
«László Tóth es un arquitecto judeohúngaro que huye de Europa tras la guerra y que llega a Estados Unidos para comenzar una nueva vida y reconectar con su esposa, de la que se ha visto obligado a separarse», dice Adrien Brody, que interpreta el papel protagonista en THE BRUTALIST. «Es el viaje de un refugiado conectado con su pasado, pero a quien también han despojado de ese pasado. Está tratando de abrirse camino en un nuevo país con normas que no conoce».
«Examina el modo en que la experiencia inmigrante refleja la artística, en el sentido de que, cuando emprendes algo atrevido, audaz o nuevo —como lo que crea el Instituto László en el transcurso de la película—, sueles recibir críticas por ello», asegura Corbet, que ha invertido siete años en hacer realidad esta película. «Y luego, cuando pasa el tiempo, te idolatran y te rinden homenaje por lo que has hecho», añade.
Añade Mona Fastvold, coguionista de THE BRUTALIST, así como de los largometrajes de Corbet La infancia de un líder y Vox Lux: El precio de la fama. «Nos encantó la relación de camaradería, amistad y amor que se iba desarrollando entre László y Erzsébet a medida que escribíamos el guion. Esas fueron las primeras chispas e ideas que dieron origen a THE BRUTALIST».
LOS CIMIENTOS...
La arquitectura brutalista se puso de moda en Reino Unido en los años 50 entre los proyectos de reconstrucción de la posguerra. Con edificaciones minimalistas que muestran elementos desnudos como ladrillo visto o cemento al descubierto, el Brutalismo enfatiza lo estructural sobre el diseño decorativo, como queda patente en la obra de Le Corbusier, Marcel Breuer, William Pereira, Moshe Safdie, Denys Lasdun y Alison y Peter Smithson.
Corbet y Fastvold se confiesan fascinados por la arquitectura brutalista y su relevancia física y psicológica. «Para nosotros, la psicología y la arquitectura de posguerra, incluido el Brutalismo, son realidades íntimamente conectadas, y es algo que plasmamos en la película mediante la construcción del Instituto, una manifestación del trauma de 30 años de László Tóth y la consecuencia arquitectónica de las dos guerras mundiales», explica Corbet. «Nos pareció poético que los materiales desarrollados para la vida durante la guerra se incorporasen luego a proyectos corporativos y residenciales en los 50 y 60 por obra de figuras como Marcel Breuer y Le Corbusier».
Corbet añade: «El Brutalismo puede ser austero, pero también es un estilo monumental; crea extraños objetos de amor y desprecio a partes iguales y que lleva un tiempo desplegar en el imaginario colectivo, porque la gente no es capaz de asimilarlos en el momento. Esto, para mí, es un reflejo de la experiencia inmigrante, y el Brutalismo es un estilo arquitectónico principalmente creado por inmigrantes. Tanto en alcance como en escala, los edificios brutalistas piden visibilidad, pero a quienes los diseñan o construyen les toca luchar por su derecho a existir».
Corbet había hecho dos películas anteriormente, ambas de carácter histórico: La infancia de un líder (2015), que narra la historia de un joven estadounidense en Francia que acaba convirtiéndose en un dictador fascista, estaba ambientada entre 1918 y 1940; su continuación, Vox Lux: El precio de la fama (2018), se desarrollaba entre 1999 y 2017 y seguía la pista del ascenso de una estrella norteamericana del pop con un trasfondo de violencia armada y los ataques terroristas del 11-S.Las películas de Corbet son un pulso a momentos claves del siglo XX. THE BRUTALIST, su obra más expansiva hasta la fecha, se centra principalmente en los años de mitad del siglo pasado en la vida de Estados Unidos y de Europa, la década inmediatamente siguiente a las dos guerras mundiales. «Es un periodo de la historia que siempre me ha fascinado, principalmente por el modo tan extraordinario en que la psicología de posguerra ha influido y dejado huella en la arquitectura de posguerra», dice Corbet. «Una cosa que tienen en común mis tres películas es que tratan en gran medida de la naturaleza cíclica de la historia. THE BRUTALIST una película histórica y los personajes están escritos adaptándolos a sus circunstancias. La película tiene mucho que decir sobre la experiencia de la inmigración en Estados Unidos y sobre cómo fracasa el sueño americano con László y Erzsébet Tóth».
Mientras investigaba para THE BRUTALIST, Corbet consultó con el experto en arquitectura Jean-Louis Cohen, cuya obra sobre Le Corbusier y Frank Gehry es de las más veneradas. Al visitarlo en Princeton, donde da clase, Corbet le preguntó a Cohen si conocía alguna figura histórica que hubiera fundado una firma arquitectónica en una parte del mundo y que acabara siendo víctima del desplazamiento y del exilio en una guerra hasta el punto de obligarlo a volver a empezar en el extranjero.
Cohen fue incapaz de pensar en un ejemplo real, así que Corbet y Fastvold se propusieron crear los componentes de ficción que se convirtieron en László y Erzsébet Tóth. «La historia narra 30 años en la vida de un arquitecto que estaba muy bien establecido antes de la Segunda Guerra Mundial», nos cuenta Corbet. «Su mujer y él acaban atrapados en el lodazal de la guerra y emigran por separado a Estados Unidos; László a finales de los años 40 y Erzsébet a finales de la década de los 50. THE BRUTALIST trata esencialmente de László intentando reestablecerse en Estados Unidos tras pasarse una década separado de su esposa».
Con una dosis de imaginación de Corbet y Fastvold, las experiencias de László en Estados Unidos reflejan las de artistas claves del Brutalismo, como Louis Kahn, Mies van der Rohe y, sobre todo, Marcel Breuer, de procedencia húngara, que diseñó en Museo Whitney de Nueva York, actualmente conocido como el Met Breuer. «La verdad del caso es que casi todos los arquitectos judíos de Europa oriental o Europa central que se quedaron atrapados en Europa no salieron de allí con vida», dice Corbet. «En el caso de Breuer, era un académico muy bien considerado que recibió una invitación para trabajar con Walter Gropius in Estados Unidos en 1937».
A medida que investigaban y escribían, Corbet y Fastvold sintieron un interés cada vez mayor por la relación de Breuer con su mujer, por no hablar de su volátil relación con sus propios críticos, que, a menudo, eran verdaderamente despiadados con su obra, tanto en Europa como al otro lado del charco. «En los últimos años de su vida, Breuer no fue un arquitecto especialmente aplaudido», asegura Corbet. «Ahora se le considera uno de los mejores arquitectos del siglo XX».
THE BRUTALIST es la historia de cómo el sueño americano se vuelve tóxico a ojos del matrimonio Tóth después de que László se encuentre y acepte el mecenazgo del rico empresario industrial Harrison Lee Van Buren a cambio de construir un monumento conmemorativo a la difunta madre de este en la enorme propiedad del oligarca, en el estado de Pensilvania. En el transcurso de la película, ese monumento se convierte en todo un símbolo de la genialidad de Tóth, de todo el sufrimiento que le acarrea la guerra y de la épica batalla en la que se enzarza con el capitalista Van Buren para poder construirlo.
LOS INTÉRPRETES...
Uno de los mayores desafíos de la producción fue reunir a un equipo de actores y actrices con el talento necesario para cumplir las exigencias emocionales y técnicas que presentaba THE BRUTALIST.
«Fue un casting inmenso y recibíamos a grupos nuevos de gente todos los días en el set, pero tuvimos mucha suerte porque logramos juntar a un elenco de intérpretes que comprendió el material implícitamente y vino preparado», asegura Corbet. «Ayudaron a llevar a buen puerto de forma fluida un proceso difícil e incluso aparentemente imposible».
En una historia en la que se emplean múltiples idiomas, dialectos y acentos, entre ellos el húngaro, con algunos monólogos que se extendían a lo largo de varias páginas en el guion, los actores protagonistas Adrien Brody y Felicity Jones tuvieron que aprender húngaro, un idioma conocido por lo difícil que es dominarlo, y luego incorporar acentos húngaros a sus diálogos, predominantemente en inglés.
Para Brody, no era la primera vez que trabaja con material histórico y con acentos de Europa del Este, dado el Oscar® al Mejor Actor que conquistó en 2003 por interpretar al compositor judeopolaco y superviviente del Holocausto Wladyslaw Szpilman en El pianista. Brody nos cuenta: «Para poder encarnar a László Tóth, tuve que construir un personaje basado en una base verídica. Me basé en dos profundas influencias de mi vida: crecer como hijo de una refugiada húngara y representar las memorias de Wladislav Szpilman tal y como se narran en El pianista. Aunque se trata de dos personajes totalmente distintos, los meses invertidos en investigar y conectar con el pasado de Szpilman y los horrores de esa época es una experiencia que sigue atormentándome y que me ha brindado una comprensión emotiva de las desgarradoras experiencias y pérdidas que conforman el viaje de László a Estados Unidos como refugiado».
La conexión de Brody con Hungría es anterior a la película. Su madre, la fotógrafa Sylvia Plachy, nació en Budapest y se vio obligada a huir de joven en plena Revolución Húngara en 1956. Se convirtió en refugiada y emigró a Estados Unidos y, al igual que László, persiguió su sueño de ser artista. «Vi en THE BRUTALIST una historia de silenciosa perseverancia y de alguien con la necesidad de luchar por alcanzar la excelencia», asegura Brody. «Incluso cuando te arrebatan la propia tierra que pisas».
Brody añade: «Es maravilloso contar con un enfoque narrativo que ofrece suficiente tiempo con un personaje como para ver y experimentar una vida al completo, que es lo que Brady y Mona han conseguido en THE BRUTALIST. A menudo, te adentras en el meollo de la acción y ocurren cosas en una historia, pero no conoces realmente a la persona con la que estás haciendo ese viaje. Esta película abarca 30 años de la vida de un hombre».
Felicity Jones sintió una conexión similar con Erzsébet Tóth en cuanto leyó THE BRUTALIST. «Conecté al momento y, aunque sentía que era un personaje procedente de otra era, fue como si sus sentimientos tuvieran un doloroso y afilado eco contemporáneo», afirma Jones, que fue nominada por su interpretación de Jane Hawking en La teoría del todo.
«La historia también representa que sobrevivir a una vida en un campo de concentración conlleva fuertes repercusiones a lo largo de los años», continúa Jones. «Hay mucha violencia en la película, tanto emocional como física, pero fue la combinación de violencia, humanidad y romance lo que me atrapó de verdad en THE BRUTALIST».
«Erzsébet aparece a mitad de la película tras haber vivido separada de László durante muchos años», nos cuenta Jones. «Cuando se reúnen en la estación de tren, es un momento extraordinario porque su amor por él es lo que verdaderamente le ha permitido seguir viviendo todos esos años de trauma en el Holocausto».
Jones se pasó meses trabajando su acento húngaro y adentrándose en los oscuros recovecos de la vida de Erzsébet para poder representar en pantalla su sobrecogedor dolor y su sufrimiento. Pero fue ese vínculo profundo y amoroso entre László y Erzsébet lo que la ayudó a crear un personaje lleno de complejidad y matices.
«Hay una honestidad inquebrantable en ella y es una persona muy observadora, en el sentido de que absorbe todo como una esponja cuando llega a Estados Unidos para reunirse con su esposo», dice Jones. «A lo largo de la película, la vemos ganar en salud, seguridad en sí misma y ánimo. Había un enorme abanico de emociones que explorar e interpretar en ella. El amor que comparte con László le permite mejorar física y anímicamente».
«Felicity es una actriz con muchísimo talento; aportó una fuerza maravillosa y discreta y una veracidad inmensa al personaje que hace las veces de pilar de apoyo para László», dice Brody. «Representa la poderosa fuerza de una pareja que es capaz de mantener a la familia unida hasta en las circunstancias más extremas mientras lidia con la agitación de un artista muy apasionado que lucha por dejar un legado con su obra. Erzsébet consigue apoyar a László a pesar de su propio sufrimiento, y Felicity supo representarlo de un modo muy honesto y conmovedor».
En ausencia de László, Erzsébet centra su energía en proteger a la hija de su hermana, la delicada Zsófia, interpretada por Raffey Cassidy. «Erzsébet confía en Zsófia y ambas ejercen de soporte emocional para la otra, especialmente Erzsébet», dice Jones. «Las dos comparten una comunicación y un lenguaje muy particular entre ellas, algo que va más allá de las palabras».
De regreso a las órdenes de Corbet tras interpretar un doble papel en Vox Lux: El precio de la fama, tanto del personaje de Natalie Portman en su juventud como de la hija de Portman en escenas posteriores, Raffey Cassidy ha alcanzado la mayoría de edad actuando en películas de Brady Corbet. «Es la protagonista junto con Natalie en Vox Lux: El precio de la fama y es interesante verla seis años después como adulta, lidiando con un personaje lleno de desafíos con mucha profundidad y oscuridad implícitas», asegura Fastvold. «Es maravilloso ver esa transformación».
Oscuridad es el denominador común de muchos de los personajes de THE BRUTALIST, pero el que esconde esa oscuridad a la vista de todos es el cortés y voluble empresario industrial Harrison Lee Van Buren, interpretado con una amenazante caballerosidad por el veterano actor Guy Pearce. Aparentemente un hombre de negocios progresista que está forjando su legado en su extensa finca rural de Pensilvania, se convierte en el salvador y el tormento de Tóth en el transcurso de una historia que abarca varias décadas.
«Una de las cosas que más me gusta de actuar es la cuerda floja que recorres entre diferentes rasgos de personalidad y psicologías», dice Pearce, que aporta un cambiante temperamento al personaje más feroz y simbólico de toda la película. «Es un hombre de una determinada época que se puede definir como una persona inteligente, motivada y con muchas ganas de triunfar. Sabe lo que significa ser un hombre en un mundo poderoso».
Pearce también se vio atraído por la ternura de Harrison Van Buren, que solo vislumbramos en pequeños destellos, en los que vemos al actor casi como un niño. Pero fue la naturaleza voluble del personaje combinada con sus ansias de poder y control lo que le dio a Pearce el grueso del material con el que trabajar a la hora de dar forma a su interpretación.
«Parte de su poder es ser encantador y ganarse a la gente», dice Pearce. «Está turbado, pero también hay un gran corazón en el fondo; alguien que está dispuesto a apoyar económicamente a un inmigrante con problemas como László, cuyo talento arquitectónico sabe reconocer. Tiene buen gusto y, mientras controle a todo el mundo a su alrededor, todo va bien. Toda su fachada está construida en torno a eso».
En la relación entre Harrison Van Buren y László Tóth, THE BRUTALIST también afronta la incómoda cuestión de quién permite que se cree arte y el impacto que el sistema de mecenazgo puede tener sobre un artista y su visión. «Nos interesaba contar una historia sobre un inversor o benefactor y el artista al que contrata para crear», dice Fastvold. «Y lo complicada que puede ser su relación».
Para dar vida a las complejidades de Van Buren, Pearce tuvo que entender la naturaleza de las apariencias en el enrarecido mundo de un empresario industrial de la América de mediados de siglo perteneciente a la clase oligarca. Aparentemente complaciente, pero tendente a sufrir ataques de ira y violencia, Van Buren se convierte en un símbolo de los excesos más atroces del capitalismo.
«El modo en que alguien como Van Buren se presenta, con su atuendo y su actitud, es muy revelador, y Kate Forbes supo prepararle un vestuario deslumbrante, porque es alguien que derrocha estilo», asegura Pearce. «La artista de peluquería y maquillaje Gemma Hoff creó una peluca y un bigote para mí, y usamos un mechón de pelo canoso para envejecer al personaje y conferirle cierta autoridad. Hay un cierto aire sofisticado como de actor de los viejos tiempos que va de la mano del encanto, la fuerza y el poder de Van Buren. En cuanto me ponía el traje, me metía de lleno en el personaje». Interpretando a los hijos adultos de Van Buren, Harry Jr. y Maggie, los actores Joe Alwyn y Stacy Martin aportaron una ambigüedad contrastada a una familia profundamente compleja.
Ambos se esfuerzan por complacer a su padre de diversas formas en un intento desesperado por ganarse su afecto y su respeto. «Stacy Martin es una actriz con la que he trabajado ya en múltiples proyectos y es maravilloso colaborar con gente en repetidas ocasiones, porque con un mero gesto saben exactamente lo que quieres que hagan», dice Fastvold. «En cuanto a Joe Alwyn, es la primera vez que trabajamos con él y, cuando comencé a ver su labor a diario, percibí una cualidad casi trumpiana en su actuación».
CONSTRUCCIÓN DEL INSTITUTO...
THE BRUTALIST recrea con destreza la vida urbana y rural de Estados Unidos en la Pensilvania de mitad de siglo, lo que requería un diseño de producción específico en cuanto a la época y el enclave. También fue necesario crear la imponente y altamente simbólica visión arquitectónica conocida como el Instituto, que László va construyendo en diferentes fases y que comienza sobre una colina de Pensilvania para para luego ir desarrollándolo en el transcurso de muchos años.
«THE BRUTALIST trata de muchas cosas, entre ellas construir un edificio, aunque también es una película sobre hacer una película», asegura Corbet. «La arquitectura y el cine tienen mucho en común porque hace falta más o menos el mismo número de personas para construir un edificio que para hacer una película. THE BRUTALIST para mí ha sido una forma de hablar sobre el aspecto más burocrático del proceso artístico».
La diseñadora de producción Judy Becker ya conocía a fondo la América de mediados de siglo tras trabajar en el diseño de la película de Todd Haynes Carol, ambientada en la Nueva York de esa época. THE BRUTALIST sigue una trayectoria similar, recorriendo una Nueva York y una Filadelfia de mediados del siglo pasado, para pasar también por la Pensilvania más rural para culminar en el epílogo de Venecia en la década de los 80.
«Este proyecto estaba en mi lista de anhelos incluso antes de recibir el guion porque, para alguien que se dedica al diseño, hacer una película sobre un arquitecto es un sueño hecho realidad», asegura Becker. «Además, adoro la arquitectura brutalista, y el enorme desafío que suponía esta película concreta no era simplemente diseñar enclaves y sets específicos de la época, sino construir el Instituto, que simboliza la historia y la lucha que László ha vivido».
Becker tuvo que crear un diseño que no solo pareciese auténticamente brutalista, sino que se antojase algo que un arquitecto formado en la Escuela de la Bauhaus pudiera haber fraguado en la vida real. Su construcción, además, debía ser factible dentro del ámbito de la producción sin necesidad de levantar un edificio realmente, lo cual requirió una enorme dosis de magia cinematográfica por parte de su equipo de diseño.
«El punto crucial de la película son los problemas que László se va encontrando al diseñar y construir el Instituto, pero no es una cuestión meramente de arquitectura, diseño o construcción, porque guarda relación con asuntos de mayor envergadura», explica Becker. «Cuando alguien te está allanando el camino, como Harrison Lee Van Buren cuando financia la visión de László, ¿cuánto poder puede ejercer sobre ti?».
Para construir el Instituto, Becker investigó la arquitectura brutalista y modernista y los encargos adscritos a estos estilos, pero también recurrió a personas, cosas y eventos específicos de su propia existencia. «La estructura debía guardar relación visual con un campo de concentración, así que estudié imágenes de esos lugares, algo que fue muy duro pero necesario para entender la historia de László», asegura Becker. «Cuando era niña, en Nueva York, recuerdo nuestra sinagoga local, en la que había una estrella de David elevada. Fue un momento muy revelador darme cuenta de que el Instituto debía tener forma de cruz, elevándose sobre la planta inferior del edificio, que se asemejaba a los búnkeres de los campos de concentración».
El talento para diseñar de László en THE BRUTALIST queda de manifiesto por primera vez con los muebles que crea para el negocio en Filadelfia de su primo Attila. De nuevo, planificar el aspecto de esos objetos fue una labor que recayó sobre Becker. «Tuve que aventurarme en muchos ámbitos novedosos para mí en este proyecto, más allá incluso de diseñar edificios metiéndome en la piel de un arquitecto», dice Becker. «László también diseña un enorme sistema de muebles de almacenaje para la biblioteca de Van Buren, lo que me brindó la ocasión de reunir todas mis fuentes de inspiración en lo que a diseño respecta y hacer que cobrasen vida en la película».
CÓMO VESTÍAN...
La diseñadora de vestuario Kate Forbes (Juego limpio) recibió el guion de THE BRUTALIST a finales de 2022 e inmediatamente conectó con el alcance y la escala de lo que presentaba en esencia una producción tan modesta. «Me encanta el modo en que Brady y Mona combinan el humor con la oscuridad», dice Forbes. «El mayor desafío fue representar todas las épocas históricas que abarca la película con un presupuesto ajustado, todo ello rodando principalmente en Budapest, lugar donde, por cierto, es la primera vez donde trabajo en una película».
Corbet quería implementar una autenticidad muy natural en el vestuario de THE BRUTALIST sin dejar por ello de rendir tributo a las películas y las estrellas de la época de la posguerra, lo que animó a Forbes, nacida en Gran Bretaña, a ver docenas de películas, visitar archivos sobre vestuario y adquirir un sólido conocimiento de la estética norteamericana de mediados del siglo pasado, que es diferente de la europea de la misma época. Durante la preproducción, compró en firmas de Londres, París, Madrid y Berlín, acumulando montones de atuendos para los personajes protagonistas y para el extenso elenco de secundarios.
«Siempre tiendo a documentarme con prendas existentes que me sirven de inspiración para, más tarde, crear aquella ropa especial que sea imposible de encontrar», dice Forbes. «Dada las limitaciones de tiempo y presupuesto en THE BRUTALIST, trabajamos casi exclusivamente con piezas originales, replicando solo un par de trajes y camisas de época para los protagonistas. Antes de la producción, mandamos 20 cajas de vestuario de Londres a Budapest, además de furgonetas desde Berlín y Madrid para comenzar las pruebas y ajustes de prendas».
El primero de los desafíos para Forbes fue dar con prendas en Europa confeccionadas al estilo americano de esa época... y el segundo fue dar con ropa en condiciones presentables. «Muchas de las prendas de esa época ya no están en muy buen estado o, al menos, no para mostrarse en cámara», asegura Forbes. «Hacer que todo tuviera un aspecto inmaculado era clave, sobre todo para las escenas en las que aparece la adinerada familia de los Van Buren».
Forbes disfrutó especialmente vistiendo a Adrien Brody de László Tóth con todas las prendas de punto posibles para acentuar su constitución desgarbada. «Adrien tiene un físico maravillosamente anguloso y queríamos resaltarlo, enfatizando las dificultades físicas que había tenido que había tenido que soportar en la guerra en Hungría», nos cuenta Forbes. «Las prendas de punto transmiten suavidad y una sensación casi vulnerable, respecto a los trajes y las chaquetas. Por eso, parecían prendas más adecuadas para László, sobre todo al comienzo de su viaje y más adelante, cuando se topa con los Van Buren, siempre ataviados con costosos trajes a medida».
Para el estilo de László, Forbes se centró en looks de mediados de la década de los 50, inspirándose en la Generación Beat y en ídolos de la pantalla como Gregory Peck, y usando chaquetas deportivas con cuello en V y prendas de punto para transmitir a grandes rasgos la independencia del personaje y su inconformismo. No es, pues, casual que László no aparezca vistiendo de traje hasta el final de la película. «Durante nuestra primera sesión de prueba de vestuario, convencí a Adrien de que László nunca llevaría un traje con corbata. No porque quiera desafiar a los personajes más convencionales de THE BRUTALIST, sino porque su visión modernista y su formación Bauhaus le confieren esa modernidad intemporal», asegura Forbes. «La esencia de gran parte del armario de László era dar con las prendas adecuadas que reforzasen su estado mental y todos sus altibajos».
En manos de Forbes, los tonos monocromáticos y la falta de ornamentos en el estilo de vestir de László eran factores tan intencionados como simbólicos. «Que diera la impresión de que “faltase” algo en su atuendo era un guiño intuitivo y subconsciente al mobiliario, los interiores y los edificios modernistas que él mismo diseña», dice Forbes. «La confrontación del modernismo sirviéndonos de la nostálgica arquitectura precedente era un aspecto importante de la apariencia de nuestro protagonista.
Queríamos contrastar el perfil “diferente” de László en la arrolladora presencia de Harrison Lee Van Buren, representar el poderío dinástico y el capitalismo feroz más descarado y despiadado. Inevitablemente, los dos personajes se enzarzan en una batalla simbólica que se hace feroz en las canteras de Carrara, Italia. «Harrison es un titán de la industria que juega al capitalismo y que no tiene el talento creativo de László», nos cuenta Forbes. «Como los Van Buren son una familia con muchos medios, su forma de vestir, aunque no resulte especialmente ostentosa, es cara pero convencional. Es alguien a quien, secretamente, le encantaría poseer ese encanto irreverente de László; lo malo es que, por mucho que derroche carisma, esa cualidad no la posee, de modo que, en lo que a vestir respecta, su seguridad depende contratar a los sastres más exclusivos. Quiere que la gente que lo rodea conozca su poderío económico, su poder y su estatus».
Cuando Forbes tenía ya los looks y el vestuario decididos para los personajes principales, encaró la difícil tarea de vestir al reparto de fondo de las escenas en THE BRUTALIST, que eran cientos. Eso significaba llegar al set a primera hora de la mañana para vestir meticulosamente a todos y cada uno con el traje, el vestido y hasta la ropa interior adecuada. «Su vestuario tenía que ser tan consistente como el del reparto principal y toda la ilusión se podría derrumbar fácilmente», asegura Forbes. «”¡Dios bendiga a los extras y todo lo que aportan a una producción!».
Forbes también recurrió a marcas de ropa de trabajo como Levi’s y Pendleton para que pudieran tener presencia en la producción, sobre todo en escenas ambientadas en obras de construcción o en torno a ellas. «Gran parte del rodaje tiene lugar en enclaves de obras, así que contar con la presencia de estas clásicas marcas norteamericanas tan presentes en este territorio fue de tremenda ayuda para que el presupuesto diese más de sí», revela Forbes.
VISTAS DRAMÁTICAS...
Trabajando a partir del guion de 168 páginas de Corbet y Fastvold, el equipo grabó una media de 7 a 10 páginas al día, con Hungría como localización principal de gran parte del rodaje de la producción, un país donde Corbet ya había grabado su primer largometraje, La infancia de un líder, hacía diez años. Aunque la acción en pantalla se desarrolla sobre todo en Estados Unidos, el rodaje de THE BRUTALIST se llevó a cabo en concreto en Budapest, donde el protagonista Adrien Brody tiene raíces familiares. «Rodar aquí me ayudó a arraigar mi labor de un modo muy distinto a si lo hubiéramos hecho en Pensilvania», afirma Brody. «Budapest es un lugar precioso y la arquitectura es increíble. Hay estructuras admirables allá donde dirijas la vista».
Como Brody y Jones tienen que hablar mucho en húngaro en la película, Corbet quería que sus protagonistas estuvieran rodeados de vistas y sonidos que sus personajes habrían experimentado antes de que una guerra mundial los separase. «El húngaro es un idioma muy peculiar con sonidos bastante agresivos; el mero hecho de posicionar bien la boca es todo un desafío para quien no sea nativo», explica Corbet. «Sabía que sería de gran ayuda para Adrien y Felicity vivir inmersos en ese entorno durante el periodo de preparación, antes de que las cámaras comenzaran a grabar, aunque no pudieran retroceder en el tiempo a la época de la película».
La modernidad y el alto coste de rodar en ciudades de Estados Unidos mantuvo a Corbet y a su equipo en Hungría durante gran parte de los tres meses de rodaje. La Filadelfia de hoy en día es ya tan diferente del centro neurálgico industrial que fue en el siglo XX que Budapest se convirtió en la sustituta de la «Ciudad del Amor Fraternal».
«Ahora hay una gran autopista que atraviesa el centro de Filadelfia y la silueta de la ciudad también ha cambiado enormemente; los edificios altos ya no son tan prominentes y hubiéramos tenido que borrar cosas en la fase de posproducción», asegura Corbet. «Budapest tiene mucha arquitectura neutral, tuberías vistas y almacenes. Es una ciudad industrial del mismo modo que lo era Filadelfia antes de que se modernizase».
La Pensilvania rural, donde el adinerado clan de los Van Buren tiene una imponente mansión en una inmensa extensión de terreno verde, podíamos representarla fácilmente a las afueras de Budapest, donde las suaves lomas y las grandes fincas son elementos comunes. «El estilo colonial de la arquitectura que queríamos para las escenas de Pensilvania no existe en Europa del Este, pero fuimos capaces de ocultar ciertos detalles arquitectónicos», dice Corbet. «Pudimos ampliar los sets de la película con efectos visuales muy mínimos, detalles en la periferia de las escenas, cosa a la que normalmente suelo oponerme porque tiende a dar una impresión poco orgánica. Pero las ventajas de rodar en Hungría superaban a los inconvenientes».
Otro elemento crucial a la hora de elegir Budapest como principal localización para la película fue el hecho de que el épico y deslumbrante tercer largometraje de Corbet se rodase enteramente en celuloide por menos de 10 millones de dólares. «Además de los increíbles enclaves que ofrece Hungría, hay dos laboratorios cinematográficos en Budapest, por lo que resultaba más sencillo para nosotros procesar nuestro metraje localmente», explica Corbet. «Nos daba tranquilidad mental poder entregar todo el material que íbamos filmando en un sitio a 20 o 30 minutos de nuestras localizaciones».
Para convertir en realidad su épica visión de esta experiencia de excavación, construcción y vivencia migrante, Corbet recurrió por tercera vez al director de fotografía británico Lol Crawley, que también había trabajado en las anteriores películas de Corbet. «Nos entendemos a la perfección», desvela Corbet. «Es un auténtico poeta y un ser humano extraordinario».
THE BRUTALIST se rodó con diferentes cámaras y lentes distintas, en un formato conocido como VistaVision, que Alfred Hitchcock empleó en obras clásicas como Con la muerte en los talones y Vértigo (De entre los muertos). VistaVision, una variante panorámica de mayor resolución que el formato de cine de 35 mm, fue creado por ingenieros de Paramount Pictures en 1954 para la presentación de Navidades blancas en el Radio City Music Hall, durante el boom de los televisores que había provocado un declive en la asistencia a los cines.
VistaVision se quedó obsoleto en los 60, cuando CinemaScope y los 70mm se alzaron para convertirse en el formato panorámico dominante; la última producción norteamericana rodada enteramente en VistaVision fue la película de Marlon Brando El rostro impenetrable en 1961. Sin embargo, el formato sí que siguió utilizándose en producciones internacionales durante los 70 y hasta la entrada del nuevo siglo; en la película de Nagisa Oshima El imperio de los sentidos (1976), en la de Shohei Imamura La venganza es mía (1979) y también en 2 hermanas (2003), de Kim-Jee Woon. Además, se ha empleado para escenas de efectos especiales en todo tipo de títulos, desde la trilogía original de Star Wars a la película de Yorgos Lanthimos Pobres criaturas, de 2023.
Corbet y Crawley se sintieron atraídos por el formato precisamente por haber surgido a mediados del siglo pasado y por su amplio campo de visión, que estudiaron antes de lanzarse a esta producción analizando una escena de Vértigo (De entre los muertos) que incorporaba una amplia visión del puente Golden Gate. «Su campo de visión es extraordinario. Podrías estar junto a un edificio con una lente de 50 mm en la cámara, la que normalmente se emplea para rodar rostros humanos, y verías desde el cemento hasta el cielo con la amplitud que abarca», dice Corbet. «Para la arquitectura es increíble, porque puedes estar físicamente cerca de la estructura que estás grabando y apreciar todos los detalles. Puedes ver los gránulos del cemento y, al mismo tiempo, capturar todo el edificio que tienes en tu encuadre».
Lo malo de rodar en VistaVision es la escasez de estas cámaras (Paul Thomas Anderson usó algunas en su película de próximo estreno poco después de que THE BRUTALIST concluyera su producción), por no mencionar lo mucho que abultan y pesan. «Se trata de un gran formato bastante exigente que requiere que los técnicos sepan cómo trabajar con él», asegura Corbet. «En Hungría pervive la cultura de rodar en celuloide, a diferencia de gran parte del mundo. Para nosotros, supuso una gran ventaja y fue una de las principales razones por las que quise volver a rodar en ese país».
Para las sobrecogedoras escenas en las minas de Carrara, Italia, donde László y Van Buren viajan con el objetivo de conseguir mármol para el Instituto, Corbet quería representar el devastador alcance del capitalismo en todos los rincones del mundo. «Para mí, Carrara es un claro indicativo de lo dañino que ha sido el capitalismo para el planeta, de modo que el paisaje refleja el interior del personaje», explica Corbet. «Toda la película trata del mundo interior de mi personaje, que se manifiesta en los espacios que László crea en la película y los espacios que habita. También refleja la voracidad de Van Buren; es un recordatorio visual de cómo ese tipo de gente devora y saquea cuanto se cruza en su camino».
«El elemento del medio ambiente siempre es muy revelador e informativo en la obra de Brady», dice Guy Pearce, cuyo personaje revela la intensidad de su maldad y su depravación en las cuevas de mármol agotadas en montañas remotas de Italia. «Rodar en las canteras de mármol excavadas de Carrara fue impactante y devastador a la par».
«Capturar la majestuosidad de Carrara es precisamente para lo que se creó un formato como VistaVision; fue por esas vistas dramáticas», añade Corbet. «Pero también nos dimos cuenta de lo poderosos que resultaban los rostros humanos en ese formato. Para nosotros, fue una forma de acceder a los primeros planos tal y como se hacía en los 50, cuando nacieron la cámara y el formato».
BLOQUES DE SONIDO...
La potente banda sonora de THE BRUTALIST tenía que ser minimalista y maximalista a la vez para reflejar la visión de diseño general que se convirtió en una fuerza guía para Corbet y su equipo durante el periodo de gestación de siete años de la película. «Representar la arquitectura en pantalla fue difícil porque es un elemento inanimado y nunca me ha resultado sencillo rodar objetos inanimados. En vez de limitarnos a presentar la arquitectura en la película, el desafío para nosotros fue representarla», confiesa Corbet. «THE BRUTALIST es un proyecto inmenso e imponente, pero sin dejar de ser enormemente austero, y creo que la banda sonora juega un papel crucial a la hora de transmitir los temas centrales del film».
Para la banda sonora, Corbet recurrió al músico experimental británico Daniel Blumberg, que ha grabado tres álbumes para Mute Records con el productor Peter Walsh, quien ayudó a crear muchos de los álbumes en solitario de Scott Walker de mediados y finales de su carrera, entre ellos Climate of Hunter y The Drift, además de álbumes de Peter Gabriel, Simple Minds y Heaven 17.
Durante los siete años de gestación de la película, Corbet y su equipo de artesanos, entre ellos Blumberg, se emplearon a fondo en representar del mejor modo posible el Brutalismo en la cinta, tanto sonora, como fotográfica y psicológicamente. «El Instituto no queda acabado hasta los últimos 25 minutos de una película de 215 minutos, así que la banda sonora, incluso el propio proceso de creación de la película, debía reflejar el método brutalista», explica Corbet. «Grabamos de cerca tanto espacios como personajes, de modo que, cuando por fin abrimos el plano en Carrara y en las obras para ver cómo el Instituto va tomando forma, el público por fin recibe lo que estaba anhelando, el efecto psicológico al fin poder respirar».
Corbet añade: «Del mismo modo que la arquitectura usa bloques de hormigón, Daniel y yo queríamos bloques de sonido en la banda sonora de THE BRUTALIST, como barras que resonaran e invadieran todo, pero de una forma medida y minimalista. Sonic Youth tiene unos versos famosos que duran siete minutos con coros que duran apenas 30 segundos, pero el coro adquiere otra dimensión precisamente por lo mucho que el oyente tiene que aguardarlos. Sentí algo similar en los edificios de Marcel Breuer, como el Met Breuer en Nueva York, donde, en lugar de entrar a un vestíbulo palaciego, te encuentras en un espacio restrictivo donde hay el espacio justo para quitarte el abrigo con unos techos de menos de 2 metros y medio de altura. Cuando accedes a los espacios principales del edificio, es como si se abriera de par en par».
Antes de la producción, el compositor Daniel Blumberg viajó en múltiples ocasiones por Europa para grabar a un gran elenco de músicos de primera fila improvisando (figuras legendarias como Evan Parker, Axel Dörner y Sophie Agnel, entre ellos). También estuvo presente durante gran parte del rodaje para capturar secuencias musicales clave como la actuación en vivo del club nocturno en el propio set. «Brady y yo estuvimos dialogando constantemente sobre la banda sonora desde el momento en que comenzó a escribir el guion», dice Blumberg. «Estuvimos viviendo juntos y trabajábamos en demos por las tardes durante la preproducción, y luego hasta entrada la noche cuando volvía del set».
Corbet añade: «Hubo algo crucial para nosotros a la hora de crear la banda sonora de THE BRUTALIST, más allá de evocar los años 50 incorporando instrumentos de metal y jazz en algunas de nuestras grandes piezas orquestales. Ese elemento crucial para nosotros fueron las piezas exclusivamente de piano. La música de piano siempre me ha resultado muy sentimental en las bandas sonoras cinematográficas, pero quería incorporar este tipo de actuación de estilo improvisado que conectaba con la vida interior de László».
Trabajaron con el pianista John Tilbury, afincado en el Reino Unido y ampliamente conocido por sus interpretaciones del compositor clásico Morton Feldman. Ahora octogenario, Tilbury alojó a Blumberg en su casa-estudio de Kent para trabajar en equipo en la parte de la banda sonora compuesta de solos de piano. «En mi opinión, John es uno de los artistas más importantes del siglo XX», dice Blumberg. «Me parecía vital contar con esa fuerza a lo largo de la película para reflejar el carácter de László y sus actos con el transcurso de los años y las décadas».
La película acaba en un set diferente, a modo de epílogo, enclavado en la Bienal de Venecia en 1980, donde se rinde homenaje a la obra de László Tóth. Para crear el sonido de esta nueva era, Blumberg viajó a Nueva York para colaborar con Vince Clarke, que definió el sonido de los 80 cargado de sintetizadores con su trabajo para Depeche Mode, Yaz y Erasure. Peter Walsh se encargó de mezclar y coproducir junto con Blumberg.
«Es una película dedicada a Scott Walker, el compositor de mis dos anteriores películas, que falleció mientras THE BRUTALIST estaba en fase de preproducción», prosigue Corbet. «Estoy convencido de que a Scott Walker le hubiera encantado esta película y la extraordinaria banda sonora de Daniel».
UN PEQUEÑO DESCANSO...
Para añadir un cierto respiro al extenso metraje de THE BRUTALIST, Corbet y Fastvold incorporaron una pausa de 15 minutos en el guion que llega a mitad de la película, separando en dos capítulos diferenciados la llegada de László a Estados Unidos de la de su esposa. «Es un intermedio integrado en el propio metraje porque es una historia larga que se extiende a lo largo de varios años y décadas», dice Corbet. «No queríamos que los exhibidores tuvieran que detener la película y encender las luces, cosa que puede interferir con su rutina».
Para el proceso de montaje, Corbet recurrió a Dávid Jancsó, su colaborador en La infancia de un líder y en la película de Fastvold El mundo que viene. Nacido en Hungría, Jancsó es hijo del laureado cineasta Miklós Jancsó, que alcanzó la fama internacional en los 60 por sus alegorías históricas que incluían largos planos-secuencia. Miklós Jancsó acabó siendo una gran influencia para el cineasta más famoso de Hungría, Béla Tarr, que convirtió el cine contemplativo en todo un fenómeno artístico.
«David era la persona ideal para este proyecto porque hay muchos diálogos en húngaro y, además, ha demostrado una sensibilidad única con sus montajes. No le cuesta dar espacio y oxígeno a una escena o secuencia», dice Corbet. «Hay muchas escenas en esta película con diálogos y conversaciones; David lo dio todo para destilar cada una de ellas a su esencia».
Para Jancsó, la monumental obra de László Tóth en la película se convirtió en la referencia estilística para pensar cómo estructurar el también monumental metraje de la película: «Los motivos arquitectónicos también se reflejan en el estilo de montaje», explica. «La precisión limpia y geométrica de la arquitectura brutalista influyó en los patrones de montaje, con tomas largas, ininterrumpidas, combinadas con cortes abruptos y súbitos, creando un ritmo que reflejaba las tensiones de la vida de László».
También le brindó a Jancsó la oportunidad de volver a ver y repensar un amplio abanico de obras cinematográficas de Hollywood e internacionales de los últimos sesenta años, películas que, de forma similar, han contado algo de una generación y una nación siguiendo las historias de sus ambiciosos y decididos protagonistas: desde la gélida y espeluznantemente modernista El conformista, de Bernardo Bertolucci, con «recuerdos y flashbacks entremezclados imperceptiblemente con el presente», a la mítica El padrino, de Francis Ford Coppola, que fue toda una lección para montadores profesionales de «la habilidad de William Reynolds y Peter Zinner para generar tensión lentamente en escenas silenciosas y cargadas de emociones». El profundo conocimiento de Jancsó del proceso de creación en celuloide, con experiencia grabando en el anticuado formato VistaVision, ayudó a Corbet y a Crawley a disfrutar de cierta paz mental durante los 18 meses que duró el proceso de posproducción. «La película no podría haber estado en mejores manos, porque la destreza técnica de David en la sala de montaje es inigualable», confiesa Corbet. «Poca gente está tan versada en el proceso de posproducción analógico como David, lo que le dio mucha calma a Lol a la hora de dejar en sus manos todo lo grabado. David manejó el material con la máxima profesionalidad».