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SINOPSIS
El Capitán Neuville va a casarse con la joven e inocente Pauline. Pero la guerra comienza y Neuville es llamado a la lucha debiendo abandonar a la chica unos días antes del enlace. Como pasa el tiempo y Pauline no tiene noticias del campitán cae enferma, por lo que su hermana decide hacerse pasar por el capitán y escribirle cartas pero todo se complicará cuando Neuville reaparece...
INTÉRPRETES
JEAN DUJARDIN, MÉLANIE LAURENT, NOÉMIE MERLANT, CHRISTOPHE MONTENEZ, EVELYNE BUYLE, CHRISTIAN BUJEAU, FÉODOR ATKINE, FABIENNE GALULA, LAURENT BATEAU, JEAN-MICHEL LAHMI, AURÉLIE BOQUIEN, HUGHES MARTEL, MATHILDE ROEHRICH
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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
UN SEDUCTOR A LA FRANCESA es una película de época y una comedia de aventuras, un género en el que ha destacado el cine francés en el pasado pero que parece haber perdido fuelle… ¿Qué le ha llevado a recuperar este género?...
Patrice Leconte me contó hace poco que un periodista le preguntó por qué ya no se hacían películas como 'Ridicule' (1996), que salió hace 20 años. Yo también me lo pregunto, y esa es una de las razones por las que quería embarcarme en este filme: ya no se hacen filmes así y, como espectador, las echo de menos. Clouzot (el realizador, no el inspector) decía que el primer espectador de una película es su director, y creo que lo que más me motiva al empezar un proyecto nuevo es rodar una película que me gustaría ver pero que no encuentro en salas. Las películas de época, y más aún las comedias de acción, como las de Jean-Paul Rappeneau o Philippe De Broca, hicieron felices a generaciones enteras de espectadores y despertaron en mí el deseo de ser director. No sé por qué han desaparecido de nuestras pantallas, pero sí puedo confirmar que ha sido muy complicado conseguir financiación para UN SEDUCTOR A LA FRANCESA. Cuando nos reunimos con las cadenas de televisión y con los inversores nos dijeron que al público ya no le interesaba este tipo de películas. No me lo creo del todo, la verdad, aunque entiendo que el cine francés actual se centra en comedias sobre inquietudes cotidianas retratadas desde una perspectiva muy “realista” y directa en la que el aspecto visual no tiene tanto peso. Es como si un supuesto modernismo hubiera dictado que solo pueden tratarse los problemas contemporáneos a través de un retrato de la vida cotidiana. Como si el público no pudiera, o no quisiera, distanciarse de la realidad. No sé si tiene que ver con los gustos actuales o si es una decisión que tiene más que ver con el departamento de finanzas (porque es muy caro rodar una película de época). En todo caso, suelo tirar hacia un clasicismo formal, con un toque visual elegante, que no me impide tratar temas actuales.
¿Pero la idea de rodar UN SEDUCTOR A LA FRANCESA no surgió solo del deseo de recuperar el género?...
No, claro que no. El proceso creativo es todo un misterio y sería incapaz de decir de dónde surge una idea o por qué surge en un momento determinado… Intento por todos los medios no caer en el autoanálisis (me temo que cuestionar tanto mis decisiones me haría sentir cohibido), pero sí veo que aparecen unos temas recurrentes en mi obra: la imaginación, la creación, la mentira, la duplicidad… No suelo darme cuenta al empezar un proyecto, pero al ver el producto acabado lo veo clarísimo. Por ejemplo, si comparamos UN SEDUCTOR A LA FRANCESA con mi debut 'Mensonges et trahisons et plus si affinités…' (2004) se encuentran un montón de parecidos. Podríamos decir, incluso, que es la misma película pero con un disfraz diferente. De hecho, creo que la única decisión consciente que tomo al empezar una película es qué disfraz voy a utilizar. Creo que estoy rodando una película sobre Molière pero en realidad estoy hablando de mis propias inquietudes como autor mientras me oculto detrás de la estatua de Molière. Creo que estoy adaptando El pequeño Nicolás pero en realidad estoy hablando de mi infancia vista a través del mundo de Sempé y Goscinny. Es como si tuviera un armario enorme lleno de disfraces y lo recorriera pensando, “¿Cuál no he usado todavía? ¿Cuál me pega más en esta ocasión?”. En UN SEDUCTOR A LA FRANCESA fusioné dos universos que me gustan mucho: el mundo de Jane Austen, con ese estilo y elegancia y con esos personajes tan limitados por los códigos sociales, y el mundo de las comedias de aventuras francesas, con ese dinamismo, el ritmo alocado y los personajes picarescos. Me pareció que combinar los dos mundos podría crear un choque cultural muy interesante.
La clave de UN SEDUCTOR A LA FRANCESA –o de 'Astérix y Obélix: Al servicio de Su Majestad' (2012), 'El pequeño Nicolás' (2009) y 'Las aventuras amorosas del joven Molière' (2007)– es que son películas de época que retratan temas muy actuales, como el afán por conseguir dinero y estatus social a través de la mentira y las apariencias...
En primer lugar, creo que habría que distinguir entre “películas de época” y “películas de recreación”. En mi opinión, una película de época es aquella que intenta retratar con realismo la vida de una persona o cómo era la vida de una persona en determinado momento histórico. En ese tipo de producciones, la fidelidad (si están basadas en hechos reales) es muy importante. Por el contrario, una película de recreación usa un vestuario de época como un disfraz y una época histórica como recurso para hablar del mundo actual de una manera indirecta. Es una forma más sutil de provocar una reflexión sobre el mundo que nos rodea. Así, 'Marie Antoinette' de Sofia Coppola (2006) no era una película de época, sino una recreación en la que una figura histórica y el Palacio de Versalles sirvieron de trasfondo para hablar de la soledad que la directora sufrió durante su juventud en Beverly Hills. UN SEDUCTOR A LA FRANCESA también es una película de recreación y resulta bastante desconcertante ver la importancia que nuestra sociedad le da a la capacidad de reinventarnos (que es el tema principal de la película). Las redes sociales nos permiten magnificar nuestras vidas y convertirnos en héroes virtuales. Todos somos impostores en cierta medida, o al menos la tecnología nos permite serlo, y mucha gente se aprovecha de ello incluso sin darse cuenta. Pero el arte de reinventarse no es nada nuevo, de hecho Jane Austen, cuyo padre era cura y no se le conoce ninguna relación sentimental, tenía certificados de matrimonio falsos en los que se inventaba un marido. ¡Salieron a la luz cuando murió la escritora!
La película está ambientada a finales del reinado de Napoleón Bonaparte, que coincidió con el fin de un ciclo revolucionario, cuando la burguesía utilizó maniobras y abusos para hacerse con el poder. Un tema que sigue muy presente en el siglo XXI...
Sí, es muy divertido usar esta época para hacer guiños a los problemas del mundo actual. Por ejemplo, el “esquema piramidal” que se inventa Neuville en el filme, es una referencia directa al esquema Ponzi de Bernie Madoff y durante la negociación de Elisabeth y Neuville se habla de la desigualdad salarial entre mujeres y hombres. Incluso el hecho de que Elisabeth sea célibe por decisión propia y no porque sea una amargada también refleja una situación actual.
El diálogo suena muy moderno, pero no desentona demasiado con la forma de hablar de la época...
Siempre me guío por el instinto. Cuando escribimos Las aventuras amorosas del joven Molière nos empapamos del estilo de sus obras pero sin caer en la teatralidad, porque sabíamos que se le atragantaría al público. Lo difícil fue dar con un tono que remitiera a la musicalidad de Molière sin rechinarle demasiado al oído moderno. Hemos abordado UN SEDUCTOR A LA FRANCESA de igual manera: como no es una recreación histórica, queríamos captar el encanto de la época pero pensando en los espectadores actuales. Le dimos muchas vueltas a los diálogos, sobre todo a los de Elisabeth, el personaje que interpreta Mélanie. Queríamos que resultara moderna para la época... Teniendo en cuenta la situación de la mujer en el siglo XIX, Elisabeth se permite muchas libertades para acabar con las restricciones impuestas por la sociedad de aquel momento. Es una mujer de armas tomar y queríamos que su forma de hablar la distinguiera de su familia y conocidos.
¿Por qué esta época histórica?...
El romanticismo estaba en pleno apogeo en el siglo XIX, por lo que me parecía la época perfecta para ambientar una película de aventuras que se desdobla en comedia romántica. ¡Si la hubiera rodado en inglés me hubiera decantado por un Western! De hecho, mis referencias cinematográficas saltan a la vista. Por ejemplo, la escena del principio de la película, cuando Elisabeth camina por el vestíbulo del castillo y llega Neuville a caballo, es un homenaje a 'Centauros del desierto' (John Ford, 1956): recrea perfectamente esa sensación de aventura, los espacios muy abiertos… La escena en la que Pauline relata los logros de su héroe sentada en el salón rodeada de invitados tiene un aire a 'Lo que el viento se llevó' (Victor Fleming, 1939), y la secuencia en la que Neuville llega en un carruaje parece sacada de una película de Sergio Leone. El ataque de los cosacos que ocurre al final de la película se inspira en 'Mi nombre es Ninguno' (Tonino Valerii, 1973)...
Habéis rodado en algunos lugares históricos. ¿Qué modificaciones habéis tenido que hacer?...
En primer lugar me gustaría hacer hincapié en el increíble trabajo del diseñador de producción (Françoise Dupertuis) y el diseñador de vestuario (Pierre-Jean Larroque). Nos documentamos mucho antes empezar a rodar. Les comenté mi visión y ellos han logrado hacerla realidad. Llevamos trabajando juntos desde Molière y los dos saben cómo me enfrento a este tipo de películas: quiero que sean realistas, que transmitan la sensación de la época, pero no me importa que se alejen un poco de los hechos...
En UN SEDUCTOR A LA FRANCESA, ¿los vestidos de Mélanie Laurent y el uniforme rojo de Jean Dujardin son recreaciones históricas o creaciones originales del departamento de vestuario?...
Todo el vestuario del reparto principal se ha diseñado de cero para el filme. Quería que ese uniforme militar de Neuville fuera muy vistoso. En las novelas de Jane Austen, los soldados siempre llevan uniformes rojos del ejército británico. Les da mucha presencia. Así que pedí que Neuville llevara una casaca hussar roja sin detenerme mucho en la precisión histórica. Quería que los espectadores entendieran quién es el personaje de Jean nada más verlo. Lo mismo con los vestidos de Mélanie: a Pierre-Jean le gusta trabajar con saris y materiales de la India. Los usa de tal manera que transmite las tendencias de la época, quizá porque son diseños un tanto exóticos con los que da la sensación de que las telas han viajado desde lugares muy remotos...
Volviendo a los decorados, habéis tenido la oportunidad de rodar en castillos increíbles sin tener que construirlos de cero, aunque para ello hayáis tenido que lidiar con los problemas de los espacios protegidos y las limitaciones que eso supone para un rodaje...
Curiosamente, hay un montón de castillos privados. Como no están tan bien conservados, acoger un rodaje le suele salir bastante rentable a los propietarios porque al meterle tanta mano, solemos dejarlo mejor de lo que lo encontramos. También hay algunas mansiones muy bien conservadas en las que hay que cumplir un montón de restricciones y los problemas surgen porque para un rodaje necesitamos contar con mucha gente y mucho equipo. ¡A veces incluso teníamos que ponernos una especie de cubrezapatos para no estropear el suelo! De todas formas, las restricciones fomentan la creatividad. Cuando solo puedes rodar desde un ángulo, con una iluminación determinada, te ves obligado a encontrar la mejor solución con los recursos que tienes. Así surgen algunas de las mejores escenas. Rodar en estos emplazamientos le dan un encanto impresionante a la película… Por ejemplo, el castillo de Nandy, en la región de Seine-et-Marne, que sirve de residencia de los Beaugrand en la película. Rodamos la escena del baile en el castillo de Grosbois, en la región de Val-de-Marne, que es un bien histórico... y en el pueblo de Gerberoy, en la región de Oise, que es tan bonito que podría ser un decorado en sí mismo.
Hablemos ahora de los actores. Antes de repasarlos uno a uno, nos podrías hablar de cómo planteaste la relación de Elisabeth Beaugrand y el capitán Neuville, interpretados por Mélanie Laurent y Jean Dujardin...
Todo empezó con Jean. Nos llevamos genial cuando nos conocimos en 'Un hombre de altura' (2016) y quería volver a trabajar con él. Le hablé de una idea que me rondaba la cabeza desde hace unos años y le dije que me encantaría que la protagonizara. Le dije que visualizara el choque cultural que causaría un personaje a lo Belmondo en un ambiente discreto como surgido de la mente de Jane Austen. A Jean le entusiasmó la idea, así que escribimos la película pensando en él. De hecho, él ha participado en el desarrollo del personaje. Con Elisabeth fue más complicado porque, aunque no fuera consciente de ello, creo que ese personaje me representa: es introvertida, pero tiene un mundo interior muy rico, y tendrá que lidiar con las consecuencias de un producto de su imaginación… En resumidas cuentas, y sin querer citar a Flaubert, ¡podría decirse que Elisabeth, c'est moi! Por eso me costó tanto dar con una actriz para interpretar este papel. Además, elegir a Mélanie también fue arriesgado, porque nunca había trabajado en comedia.
¿Así que fue todo un reto?...
Sí, y ha sido genial. Tirar por la vía fácil es muy cómodo, pero arriesgar es mucho más emocionante… Nos arriesgamos al elegir a Mélanie, pero ha resultado ser una gran idea. Y más allá de que sea una gozada verla por primera vez en pantalla con Jean (la química entre los personajes tiene muchísimo peso en una comedia romántica), los espectadores también descubrirán una faceta de Mélanie que no conocían.
Tiene un talento natural para la comedia, mide muy bien los tiempos...
¡Y tanto! Cuando la conocí descubrí a una mujer muy divertida que siempre había interpretado papeles dramáticos o románticos. Me confesó que le imponía mucho trabajar en una comedia, pero que a la vez le apetecía muchísimo. Como todos los actores, buscaba un reto y por eso decidimos confiar el uno en el otro. Después de una semana de rodaje, Mélanie vino y me dijo que las comedias eran agotadoras. No se había dado cuenta de que requirieran tanto esfuerzo físico ni del desgaste psicológico que supone mantener ese nivel de energía constante. Le ha gustado mucho la experiencia porque es una mujer muy trabajadora.
Jean Dujardin es un clásico de la comedia. En esta ocasión sorprende lo contenido que está su personaje, porque hubiera sido muy fácil tirar por la exageración...
Jean clava las escenas de acción, es como una especie de Jean-Paul Belmondo del siglo XXI. También es encantador y autocrítico, lo cual le hace entrañable en cualquier circunstancia, ya sea cuando interpreta a ladrones, impostores o a idiotas, como en las películas 'OSS 117' (Michel Hazanavicius, 2006 y 2009). Pero en UN SEDUCTOR A LA FRANCESA no buscábamos la parodia. Neuville hace reír al público durante casi todo el filme, pero al final los espectadores tienen que verle como algo más que un personaje divertido. Esa es una característica de todas mis películas: los personajes son entrañables. Quiero que el público se identifique con ellos y que puedan redimirse al final, a pesar de lo que hayan hecho a lo largo de la historia. En este caso, el capitán Neuville es un delincuente sin escrúpulos muy divertido (porque todos soñamos con ser tan transgresor como él), que acaba por caernos bien. Esa es la clave de la comedia, porque no basta solo con reírse, también se necesita un fuerte componente emocional.
¿Cuándo te diste cuenta de que la pareja que habías ideado funcionaba muy bien en pantalla?...
No lo supe hasta que llegamos al plató. Solo hicimos un par de lecturas de guion “planas”, sin que los actores se metieran en el papel. Al segundo día de rodaje ya vi que había muchísima química entre Mélanie y Jean. Rodamos la escena en la que Neuville vuelve después de llevar tanto tiempo fuera, cuando parece un vagabundo y Elisabeth le reconoce y le cuenta lo que ha estado haciendo en su ausencia… Estuvimos todo el día rodando este encuentro, porque es crucial para la historia, y ahí vimos que la relación de los personajes iba viento en popa.
Hablemos también de los personajes de Noémie Merlant y Christophe Montenez, que interpretan a Pauline de Beaugrand y a Nicolas, su marido “por defecto”. Estos dos jóvenes actores interpretan a personajes secundarios que resultan fundamentales para la historia...
Tenía muy claro que quería que dos caras desconocidas le dieran la réplica a las dos estrellas del filme. Christophe viene del teatro de la Comédie Française, pero nunca había hecho cine. Noémie ha trabajado en 'La crème de la crème' (Kim Chapiron, 2014), 'Una semana en Córcega' (Jean-François Richet, 2015) y Le ciel attandra (Marie-Castille Mention-Schaar, 2016), por la que optó a un premio César a la mejor actriz novel. Me encanta la idea de darle un empujón a los nuevos talentos, como ocurrió con Alice Taglioni, que saltó a la fama gracias a su papel en 'Mensonges et trahisons et plus si affinités'.
Esa mezcla la vemos en todas tus películas: actores reconocidos como Evelyne Buyle, Féodor Atkine o Laurent Bateau comparten cartel con jóvenes promesas.
Sí, recupera una antigua tradición de los papeles secundarios que ha desaparecido un poco en el cine francés. En parte tiene que ver con las cadenas de televisión y los inversores que financian las películas, porque piden actores de renombre incluso para los papeles más pequeños... Pero creo que a los espectadores les gusta ver a actores que les suenan, aunque no siempre sepan cómo se llaman, hacer un buen trabajo incluso cuando solo están en pantalla un par de minutos… En inglés se les llama el supporting cast y me parece un término muy acertado, porque son actores que apoyan la trama...
Hablemos también de la sorprendente música de UN SEDUCTOR A LA FRANCESA. Es envolvente y lírica pero no acapara el protagonismo...
Lo más fácil hubiera sido componer una banda sonora de música clásica de la época en la que está ambientada la película, pero como te comentaba, ¡mientras escribía el guion me venían a la cabeza todo el rato imágenes de Westerns! Estaba escuchando composiciones de Ennio Morricone y le dije al compositor Mathieu Lamboley que buscaba algo así. Empezamos a trabajar en la música antes de comenzar el rodaje. Mathieu me invitaba a su estudio y tocaba cosas que había compuesto hasta que un día le dije ,"¡Eso es! ¡Ahí tenemos la música!". Normalmente las cosas no funcionan así, pero ha sido genial rodar con la música ya en la cabeza… Mathieu me ha acompañado durante todo el proceso, desde el plató hasta la sala de montaje, y ha compuesto una banda sonora que mezcla el estilo barroco con el Western. Es un cóctel sorprendente que refuerza la idea tan original y moderna que presentamos. Me gusta mucho combinar diferentes géneros cinematográficos (como hace Tarantino, por ejemplo) para crear algo nuevo.
Hablando del rodaje, ¿alguna escena se os atragantó? ¿Recuerdas alguna que fuera complicada y con la que solo te hayas reconciliado ahora al ver la película?...
Hay que estar bastante loco para lanzarse a la aventura de hacer una película. Si uno se parase a pensar en todas las complicaciones que le esperan, en todos los problemas que habrá que afrontar, creo que nunca se rodaría nada. Las películas requieren muchísimo trabajo pero afortunadamente se persigue un sueño que te mantiene motivado incluso en los momentos más difíciles. Y ese sueño te da felicidad, a pesar del agotamiento, de las dudas y de todos los problemas que a veces parecen insuperables. Es como si hubiera una vocecita en tu interior que te dice que vas a crear algo que podría inspirar a miles de personas, que va a hacer felices a los espectadores y que incluso tiene la capacidad de cambiarle la vida a alguien. Y es una suerte tener un trabajo tan increíble como este. Disfruto mucho del proceso. Escribir puede ser una tarea muy solitaria, en la que se te plantean muchas dudas. Como dice mi coguionista Grégoire Vigneron, a veces uno se hunde en el “valle de la desesperación”, pero ese también es el punto en el que el sueño es más potente. Cuando empieza el rodaje y las ideas se convierten en algo tangible, el sueño se enfrenta a una realidad física, material y humana. Esa fase me encanta, porque nos alimentamos de una energía colectiva. También me gustan las limitaciones de los plazos, que te obligan a darlo todo bajo presión. Soy una persona muy ansiosa y para mí es genial estar en esa situación, en la que no existe nada más que el rodaje, la escena, los actores y la cámara. Los problemas cotidianos dejan de importar. En cuanto al montaje, que es la tercera etapa de guion, ahí solemos estar más relajados. Todavía hay dudas, claro, pero ya no están tan presentes como en la fase de guion puro y duro. Y también está el subidón de dar con soluciones que salvan una escena o formas de subrayar determinado momento. Cuando la película está terminada empieza la fase del pavor: el pavor de saber si será bien acogida, que es algo que ya no está en nuestra mano.
UN SEDUCTOR A LA FRANCESA es tu cuarta película en ocho años. Algunas han sido un bombazo, otras no tanto… Al echar la vista atrás, ¿qué sacas de este periodo tan intenso de tu vida?
¡Que necesito tomarme un respiro! Es verdad que siempre he encadenado proyectos. He dirigido siete películas en los últimos quince años y además he rodado la aventura de Astérix, que nos llevó tres años… Vivo en una especie de frenesí que solo se explica por el hecho de que a los 13 años decidí que quería ser director y no he parado desde que debuté con 36 años. Me viene una idea nueva cada mes, y las apunto todas en cuadernos. La mayoría nunca llegaré a rodarlas, pero algunas ya están en proceso… Hace dos años conocí al escritor inglés Jonathan Coe. Me contó que uno de sus mayores miedos era quedarse sin ideas y le dije que a mí me pasaba todo lo contrario: ¡me da miedo morirme antes de rodar todas las películas que se me ocurren! Pero hacer una película requiere mucho tiempo y muchas energía, dos elementos que no son ilimitados. Tengo que ser más disciplinado y aprender a ir más despacio para ganar la carrera… En 2018 voy a dedicarme a descansar y a pensar. Voy a disfrutar de la vida, de mi familia, mis hijos y mis amigos, y voy a intentar poner orden en los dieciocho proyectos que tengo aparcados (cine, series, animación y hasta un documental) para decidir qué encaja mejor como próxima aventura. La llegada de plataformas como Netflix, Amazon y Apple ha revolucionado el cine y todo va a cambiar. La manera en la que se consume contenido ya está cambiando y el proceso no va a hacer más que acelerar. Sería un suicidio negar este fenómeno y luchar contra él sería ridículo. Tenemos que adaptarnos y entender cómo seguir produciendo contenido de calidad dentro de la nueva realidad del mercado. Da un poco de miedo, pero también es muy emocionante, como todas las revoluciones.
ENTREVISTA A JEAN DUJARDIN...
¿Qué te llamó de esta película? ¿Fue el tema o la posibilidad de volver a trabajar con Laurent Tirard?...
Las dos cosas. Habíamos terminado el rodaje de Un hombre de altura y la experiencia de trabajar con Laurent había sido muy positiva... Me propuso que nos reuniéramos en un restaurante para hablar de otro proyecto y en diez minutos me contó toda la trama de UN SEDUCTOR A LA FRANCESA. Me pareció un proyecto muy interesante, ¡así que acepté allí mismo! Todavía no había ni guion. Lo escribió con Grégoire Vigneron y me producía mucha curiosidad saber cómo quedaría finalmente. Me gusta mucho la manera en la que construyen sus historias. El primer borrador ya me pareció bastante completo… Con Laurent no me hace falta hablarlo todo porque nos conocemos bien y sabemos que compartimos un sentimiento que no es nostalgia pura y dura, pero sí un muy buen recuerdo de las películas que veíamos de pequeños. Esos filmes de Jean-Paul Rappeneau, Jean-Paul Belmondo o Vittorio Gassman. Crecimos con esas comedias amables y creo que esta película nos ha permitido reinterpretar y actualizar el género...
¿Por qué crees que el género ha desparecido de las pantallas teniendo en cuenta la relevancia que tuvo para el cine francés?...
Es ley de vida, los gustos van evolucionando con el tiempo y llegan otras tendencias que sustituyen a las anteriores. Hubo una época en la que las comedias francesas se consideraban productos para toda la familia, pero eso cambió con el desarrollo de la televisión y más aún con las redes sociales y el contenido online. Hoy en día el público se sumerge más en las historias que consumen. En toda esta vorágine nos hemos olvidado de las películas de época o del recurso de ambientar una película en una época pasada para hablar de un problema actual. Y eso es justo lo que hicimos en 'OSS 117'... Dicho esto, creo que es muy importante actualizar este tipo de películas porque es peligroso quedarse anclado en el pasado. ¿Qué sentido tiene meterse en un proyecto así si no va a haber personajes femeninos modernos ni se van a tocar temas que preocupan a la sociedad actual? Una película de este tipo no se hace solo como excusa para lucir vestidos de gala y uniformes o para montar a caballo por los jardines de un castillo impresionante. ¡Esas cosas le dan igual al público en general! Como espectador, cuando veo una película como UN SEDUCTOR A LA FRANCESA, me dan ganas de preguntar: "Vale, estamos en otra época histórica. Ahora quiero saber quién es este personaje y qué se juega en esta historia. ¡Quiero saberlo todo!". Laurent utiliza las películas de época para ahondar en temas que le importan a los espectadores de hoy en día. Es decir, reflejan nuestra época actual al tratar temas como la relación entre hombres y mujeres... El programa 'Un gars, une fille' (Guy A. Lepage, 1999-2003) tuvo tanto éxito porque había muchas combinaciones posibles. Al igual que 'La guerra de los Rose' (Danny DeVito, 1989)... Y cuando además te lo pasas en grande con una compañera tan estupenda como Mélanie, sabes que va a quedar una película de 90 minutos muy divertida.
La película también aborda otros temas modernos como nuestra preocupación por la imagen, nuestra relación con el dinero...
Sí, la obsesión actual por el aspecto físico, por presumir y por tener dinero. La película está llena de guiños al siglo XXI, como el esquema Madoff, los trepas, los aduladores y todas esas cosas que nunca pasarán de moda.
¿En qué te inspiraste para crear al personaje del capitán Neuville? Un hombre que reúne muchas de estas características…
En primer lugar quería divertirme. ¡Suelo empezar por ahí! Luego tiré de literatura. Volví a leer unos poemas de Víctor Hugo y, de hecho, los usamos en la película en la escena en la que Neuville cuenta que la batalla contra los austriacos fue una masacre. La idea la tomé de la película 'Corazones indomables' (John Ford, 1939), en la que Henry Fonda vuelve de la Guerra de la Independencia contra Inglaterra y relata la carnicería que ha visto mientras está de pie apoyado contra una pared. ¡Qué gran idea! Encaja muy bien porque hemos conseguido una secuencia potente sin gastarnos todo el presupuesto en rodar una escena de guerra con caballería. Pero más allá de los aspectos económicos, me gusta trabajar con limitaciones…
Sobre todo porque la escena a la que te refieres ocurre al final de la película y afecta la percepción que tenemos de Neuville...
Desde luego y, en realidad, si lo pensamos fríamente, esa escena no es nada típica de una comedia. Le da credibilidad a Neuville, quien ya no parece un chiste. Al principio era todo boquilla, pero al final sí vivió la guerra de cerca… Entendió lo que era el miedo y, bueno, todos sentiríamos congoja en una situación así… Imagínate la situación de asomarte al parapeto, pasar por encima de la trinchera y cargar contra el enemigo... ¿En nombre de quién? ¿Para qué? ¿Por Francia? ¿Por el emperador? ¿Qué es toda esta historia? Me gusta el cóctel de géneros, porque la película no es solo una comedia. Queríamos sorprendernos y lo logramos. Estamos a caballo entre el mundo de Georges Feydeau y una obra muy moderna. Me gustó plantear esta mezcla de registros en una película de época...
Hablando del vestuario. El tuyo es bastante llamativo: el bigote, la barba, el uniforme rojo intenso… ¿Ha sido divertido llevar esa ropa?...
¡Y tanto! ¡No me falta de nada! No suelen llegarme proyectos de este tipo, así que lo he dado todo. El bigote de Neuville es como el de Harvey Keitel en 'Los duelistas' (Ridley Scott, 1977): es un mostacho muy masculino. No tiene nada que ver con el bigotito fino que llevé en The Artist. El aspecto parece sacado de un cuadro de Jean Murat, aunque su forma de vestir era un poco afeminada. Abordamos el mito del héroe, nos inspiramos en las leyendas de aquellos caballeros y fuimos probando cosas sin saber si llegarían a funcionar. Tuve que dejar que me creciera una barba salvaje durante varios meses para luego recortarla y que quedara así: esa es la magia del cine, no se puede predecir todo. Sé que en principio me quedan bien los uniformes y me gusta la idea de convertirme en un capitán del ejército de Napoleón o un agente secreto o un surfero rubio. Me lo paso en grande con estas cosas, así que me lanzo de lleno. Hay una conexión directa con mi infancia y me encantaría que UN SEDUCTOR A LA FRANCESA hiciera que este género volviera a ganar popularidad.
También habéis rodado en castillos y lugares con muchísima historia. ¿Esas localizaciones motivan al equipo y al reparto?...
Por supuesto porque lo convierten en algo real: no te ves en un plató, sino que estás caminando por suelo de madera, con velas y todo resulta auténtico. Todo resulta más creíble, incluso los extras y el attrezzo. No resulta nada anacrónico. Esa autenticidad me ayuda mucho. Me gusta jugar con el attrezzo, necesito tocar las cosas. Estoy en una película, por lo que no soy yo mismo. Vuelvo a ser el chaval de 12 años que iba al cine los domingos por la tarde… Creo que esa sensación la compartía todo el equipo, tanto Laurent Tirard, el director de fotografía Guillaume Schiffman, el diseñador de vestuario Pierre-Jean Larroque. Fueron ocho semanas de rodaje muy intensas con un presupuesto muy ajustado.
En esta película montas a caballo, bailas… ¿Disfrutaste del componente físico del personaje?...
¡Sí! Monté a caballo en 'Lucky Luke' (James Huth, 2009), pero ahora que han pasado unos añitos me da nostalgia pensar en los inicios de mi carrera. Hace quince años aprendí a montar a caballo, aprendí a pelear para 'OSS 117', y luego me di cuenta de que ya no me pedían que aprendiera cosas nuevas… Soy un tipo trabajador y muy meticuloso: quería que todo quedara perfecto en la película. Por eso practiqué los bailes con el minueto, monté a caballo, me preparé para manejar las armas. Todo forma parte de ser actor y lo he disfrutado mucho. Confieso que lo echaba un poco de menos...
Lo que comentas me recuerda a lo que dijo Jean-Paul Belmondo sobre el oficio de actor. En algunas escenas de la película te pareces muchísimo a él. ¿Te gusta el parecido o puede llegar a imponerte a veces?...
Para nada. Hace poco comimos con unos amigos y con Jean-Paul en casa y comentó lo mucho que admiraba al actor Jules Berry... Después volví a ver algunas de sus películas y me di cuenta de que desde luego hay un poco de Jules Berry en Jean-Paul Belmondo... La admiración no conlleva imitación. Admiro a Jean-Paul pero nunca he intentado imitarlo. Lo único que me he apropiado (como él hizo con Jules Berry) es el placer de la interpretación, ese disfrute infantil y travieso que transmite al verlo en pantalla. Eso es lo que no une… Todos admiramos a alguien en este gremio: Vincent Cassel mencionó a Patrick Dewaere. De niño vi a un hombre adulto pasándolo en grande en la pantalla, cuando pensaba que los adultos tenían que ser personas responsables. ¡Jean-Paul a veces era totalmente irresponsable en sus películas! Me ayuda a ser mejor. Cojo lo que me divierte, lo que me hace sentir bien, y además me doy cuenta de la suerte que tengo de dedicarme a esto y hacer feliz a otras personas. No quiero perderme nada que Jean-Paul pudiera darme. Algunas cosas las baso en mi padre, otras en mis hermanos y me inspiro en Jean-Paul para eso... Cuando trabajé con Martin Scorsese (El lobo de Wall Street, 2013), ¡tuve que pensar en Jean-Paul para conseguir tranquilizarme! Imagínate todo lo que ha vivido él. Rodó Cartouche (Philippe de Broca, 1962), Gracias y desgracias de un casado del año II (Jean- Paul Rappeneau, 1971) durante seis meses con presupuestos enormes. Seguro que se lo pasó en grande. Pero no me quejo, desde luego. Me alegro mucho de que UN SEDUCTOR A LA FRANCESA haya logrado financiación y hayamos podido rodar una comedia tan sofisticada, popular y redonda.
Para los espectadores también es divertido descubrir una nueva pareja cinematográfica, la que formas con Mélanie Laurent, que interpreta a Elisabeth Beaugrand. Imagino que fue todo un reto, siendo este el primer papel cómico de Mélanie. ¿Cómo se enfrentó al proyecto?...
Mélanie llegó con ganas de quitarse muchos miedos y con la emoción de una niña que quiere disfrazarse y pasárselo bien. La experiencia fue parecida con Jocelyn Quivrin en el rodaje de 13,99 euros (Jan Kounen, 2007): acababa de participar en una película de Eric Rohmer y pensaba que no iba a ser capaz de hacer comedia... Desde la primera lectura de guion Mélanie demostró ser muy ingeniosa, aguda y eficiente. Enseguida dio con la clave: interpretar al personaje sin intentar ser graciosa ni exagerada. Le vino de manera natural, al ir ensayando las escenas. Hablamos de nuestros personajes, le di un par de consejos, pero tampoco muchos porque ya iba bastante preparada. Le salía de manera natural mirarme a los ojos, y eso es fundamental para la comedia porque al mirarnos a los ojos sabemos cómo responder a lo que nos da el otro. Mélanie ha sido una compañera maravillosa y cogimos confianza enseguida. Nos quedábamos en el plató mientras cambiábamos de escena sin salirnos del papel. Además de ser muy divertido, nos ayudó a formar una dinámica entre Elisabeth y Neuville, como una especie de partida de ping-pong. Tampoco nos daba miedo alejarnos del guion e improvisar porque sabíamos que encontraríamos la manera de volver al texto. El diálogo es bastante literario, con lo que no es fácil aprendérselo de memoria. ¡Por eso a veces lo simplificábamos! En UN SEDUCTOR A LA FRANCESA Mélanie le ha dado al personaje parte de su personalidad, un lado de sí misma que la gente no conoce. Tiene un gran sentido del humor y puede ser un poco payasa. A veces me decía: “Necesito salir de mi zona de confort”. A lo que le contestaba: “Atácame. Me tienes que morder. Yo simplemente reacciono a tus actos”. Lo ha dado todo. Es una actriz estupenda. Lo pilla todo al vuelo y es como una esponja. Había trabajado en Dikkenek (Olivier Van Hoofstadt, 2006) hace mucho, pero estoy seguro de que esta vez no va a tardar tanto en volver a la comedia.
Los protagonistas estáis estupendos, pero los actores de reparto tampoco se quedan atrás. Hay gente buenísima incluso en los papeles más pequeños...
¡Es una maravilla! Noémie Merlant y Christophe Montenez están impresionantes. Al igual que Jean-Michel Lahmi, que es un fijo en las películas de Laurent Tirard, y Laurent Bateau, con quien trabajé en 'OSS 117'... Siempre he trabajado con muy buenos actores, para mí es como si todo encajara como un puzle sideral. El peligro está en que a veces me dejo llevar y me tengo que contener para no soltar una carcajada. Dicho lo cual, si no estoy riéndome en el plató algo va mal. Todos los actores han contribuido algo al filme, lo han apoyado a muerte, como un grupo de teatro. De hecho, UN SEDUCTOR A LA FRANCESA funcionaría muy bien como obra de teatro. Eso no suele ocurrir, más bien es al contrario. Me gusta llegar al rodaje y descubrir las personalidades de los actores, como por ejemplo comprobar el entusiasmo con el que de Noémie Merlant y Christophe Montenez descubrieron la inocencia y después la rabia de sus personajes. Hay que echarle valor para pasar miedo al rodar una película: me dieron miedo algunos de los diálogos más difíciles del guion, porque algunos días me notaba más lento, menos avispado... Algunas tomas tuvimos que repetirlas un par de veces por las restricciones logísticas y costaba hacerlas una y otra vez y que siguieran resultando divertidas. ¡Cuando llevas siete horas de rodaje cuesta un poco estar fresco y ser divertido!
¿Cómo definirías a Laurent Tirard como director?...
Lo mejor de Laurent es que no se anda por las ramas. No se tira horas pensando dónde va a colocar la cámara. Lo tiene todo clarísimo. Es muy meticuloso, creativo y sensible. Siempre nos hemos entendido de maravilla. Hemos trabajado mucho juntos, hemos compartido muchas cosas, nos hemos equivocado y hemos acertado. Como director te da el espacio que necesitas y siempre está abierto a escuchar propuestas. Confía en los actores y tiene muy buen ojo, con lo que si le gusta algo, lo hace sin pensárselo dos veces. Michel Hazanavicius también es así. Los dos son directores que dirigen, que saben lo que quieren, pero que también dejan que los actores tengan libertad.
Te lo has pasado en grande interpretando al capitán Neuville, pero seguramente habrá gente a la que le sorprenda esta elección de papeles por parte del ganador de un Oscar.
El tiempo pondrá las cosas en su sitio. Habrá gente que piense que debería haber hecho las cosas de otra manera: seguir la carrera de un actor oscarizado, convertirme en la imagen de una colonia… Pues no fue así. ¡No hay una regla que diga cómo se tiene que comportar el ganador de un Oscar! Elijo los proyectos con total libertad y sinceridad y por eso no tengo problema con que la gente critique mis películas, pero sí me molesta que critiquen mis decisiones. Me la jugué al aceptar Brice de Nice (James Huth, 2005), pero me volqué de lleno en el proyecto. Lo di todo, fui tan entusiasta y payaso como siempre… No hay que tomarse el cine a al ligera, pero tampoco es un tema tan trascendente. Soy bastante fatalista y soy mortal. Sé que la muerte llegará algún día. Tengo 45 años. ¿Quién sabe cuánto me queda de vida? Pero después de mí llegarán otros. Sabía que me tocaría aguantar esa matraca durante dos o tres años y luego me dejarían tranquilo. Me ha llevado un poco más, porque no basta con posicionarte, la gente piensa que es una actitud. Si hay un actor que no se piensa las cosas, ese soy yo. Nunca me planteo qué quieren ver los espectadores. Me encantaría trabajar con los hermanos Dardenne, pero la verdad es que no me han llamado. Nadie te espera, ni en Francia ni en EE. UU. Nadie me esperó jamás, ni siquiera en el café-théâtre, así que sigo guiándome por el olfato y probando cosas nuevas. De vez en cuando opto por un proyecto divertido, como Brice de Nice, Un hombre de altura o UN SEDUCTOR A LA FRANCESA. Por otra parte, acabo de rodar con Gustave Kervern y Benoît Delépine, porque quería catar su universo
anárquico y poético.
ENTREVISTA A MÉLANIE LAURENT...
Al verte en UN SEDUCTOR A LA FRANCESA salta a la vista tu talento natural para la comedia, aunque esta película es prácticamente tu debut en el género porque han pasado 20 años desde que rodaras Dikkenek...
Además mi papel en Dikkenek tampoco es que fuera muy cómico, la verdad. Las situaciones y los demás personajes sí eran graciosos, pero mi interpretación fue bastante seria. De hecho, me he dado cuenta de que UN SEDUCTOR A LA FRANCESA es mi primera comedia. Llevo un montón de años trabajando como actriz, pero es como si me diera miedo acercarme al género. No ha sido a propósito, solo estaba esperando un papel como el de Elisabeth Beaugrand...
¿Cuál fue tu primera impresión al leer el guion de Laurent Tirard y Grégoire Vigneron?...
Sentí como si estuviera leyendo Gracias y desgracias de un casado del año II, una de esas comedias de aventuras en las que los personajes no se aguantan porque se gustan demasiado, pero no saben cómo declararse su amor. Los diálogos entre los personajes principales dan mucho juego desde los primeros minutos de metraje. "Te busco, te consigo, te hago daño, te quiero". Es un juego amoroso como en las obras de Georges Feydeau, y un proyecto así de alocado es muy divertido. También me llamó la atención la personalidad de Elisabeth: suelo hablar muy rápido y este personaje comparte esa misma energía. Fue amor a primera vista. Me encanta esta mujer que está bastante grillada pero también es un personaje muy fuerte. Por fin he podido interpretar un papel divertido en una comedia. La verdad es que es un papel muy loco.
Lo interesante de Elisabeth, más allá de su lado cómico, es que lucha por mejorar la posición social de la mujer en la sociedad machista de principios del siglo XIX. ¡Es una feminista adelantada a su tiempo!...
Desde luego que no se calla en la película. No tiene pelos en la lengua. Siempre me atraen los personajes femeninos con una personalidad y unos valores firmes… Creo que nunca he interpretado a una víctima. Siempre han sido mujeres luchadoras. Al empezar a preparar una película impone bastante la idea de crear un personaje de cero. Suelo buscar elementos que me ayuden a ofrecer una interpretación realista. Hasta la fecha me habían propuesto comedias en las que la historia me parecía demasiado alocada. No me veía capaz de dar con el ritmo ni los tiempos, que es algo que depende totalmente de los actores. En este filme, Elisabeth sin duda es un personaje feminista. Tiene recursos para defenderse, es una artista a su manera y es graciosa sin esforzarse por serlo...
Hablemos del componente físico de tu papel: hay escenas en las que te lanzas de lleno para seguir el ritmo frenético del que hablabas antes. ¿Ha sido agotador?...
¡Más que agotador! El primer día de trabajo rodamos la escena en la que Elisabeth reconoce a Neuville, que llega en un carruaje, vestido con harapos y con esa barba desarreglada… ¡Había un montón de diálogo! Allí estaba, repitiendo mis frases una y otra vez en mi cabeza, cuando de repente me di cuenta de que también requería mucho esfuerzo físico: tenía que correr, caerme, coger a Jean, ponerme casi histérica... Me sabía el guion de memoria, llevaba un mes preparándolo, pero tener que hacerlo combinado con todas esas cosas y a la vez mantener el ritmo según decía mis frases, ¡acabé agotada! Cuando Laurent gritó "Corten" a las cinco de la tarde, me fui directa a la cama... Es la primera vez que me pasa algo así, no suelo acabar tan cansada. Pero después del primer día, me metí en la habitación, me tumbé en la cama y me levanté al día siguiente. Recuerdo
haberle preguntado a Jean: "¿Trabajar en comedia es así? ¡Ni siquiera te da para cenar y tomarte una copa de vino!”. Y me contestó: "Así es. Bienvenida a nuestro mundo...".
¿Has disfrutado también metiéndote en el papel de Elisabeth con esos vestidos y peinados de época?...
Sí, pero hablé con Pierre-Jean Larroque, el diseñador de vestuario, y desde el principio tuvimos claro que no queríamos que Elisabeth tuviera demasiados modelitos. De hecho, repite vestido en un par de ocasiones… En cuanto a la peluquería, les pedí que fueran peinados sencillos. Queríamos encontrar un buen equilibrio porque es una película de época sobre la alta burguesía, pero esta mujer no sigue los códigos sociales típicos de su entorno. Además, a principios del siglo XIX las mujeres no usaban casi maquillaje en comparación con esa tendencia anterior de empolvarse tanto la cara que parecía camuflaje. A principios del siglo XIX la gente empezó a darle valor a la higiene y a la limpieza. Fue casi como un deseo de alcanzar la pureza… Fue una gozada no tener que pasarme horas en la sala de maquillaje sobre todo porque, como dije anteriormente, los días eran muy largos y agotadores. Bueno, una cosa sí me hizo sufrir: los corsés. No es fácil respirar y eso te complica bastante la vida cuando tienes muchas páginas de diálogo...
Hablemos del otro protagonista de UN SEDUCTOR A LA FRANCESA: Jean Dujardin...
Admiro mucho a Jean como actor. Había coincidido un par de veces con él pero no le conocía personalmente. Ya en la primera lectura me pareció atento y amable. Me hizo sentir que sería un buen apoyo y pareció un actor muy centrado y sincero. Esa sensación me quedó todavía más clara cuando empezó el rodaje: ha sido una de las mejores experiencias de mi carrera. Jean ha sido un compañero fantástico, nunca me ha decepcionado, siempre me ha ayudado cuando tenía alguna duda. De hecho, ha sido mi maestro para la comedia. Me enseñó a ir siempre más lejos y a soltarme y pasármelo bien... Nunca dejó de darme consejos pero lo hacía sin que me sintiera presionada. Nos lo hemos pasado genial, ¡como si fuéramos niños pequeños! Había oído que trabajar en comedia podía ser un rollo porque es muy exigente y requiere mucha precisión con los tiempos, lo cual es verdad, pero nos lo hemos pasado en grande. Nos hemos reído mucho y no podría haber tenido un compañero mejor. ¡Me encanta Jean!
El otro compañero de aventuras ha sido el director Laurent Tirard...
Cada vez tengo más claro que en el mundo de la interpretación todo depende de la gente que se va cruzando en tu camino y de los votos de confianza que te dan. La última vez que un director confió tanto en mí como Laurent fue Philippe Lioret (con Je vais bien, ne t’en fait pas, 2006). Los dos me animaron a salir de mi zona de confort y probar cosas nuevas... Ha sido un rodaje complicado, Laurent le da mucha importancia a la puesta en escena. Tenía una visión y quería hacerla realidad... Es inteligente e instintivo y cuando vio la química que teníamos Jean y yo, entendió que podía dejar que nos divirtiéramos. También estaba abierto a nuestras propuestas. Da gusto trabajar con un director que confía tanto en sus actores...
Y ahora que ha terminado esta aventura, ¿te apetece volver a rodar una comedia?...
Es muy adictivo. Después de aquel primer día tan agotador, mientras estaba tirada en la cama mirando el techo, estaba exhausta pero me lo había pasado genial. Me estaba encantando la experiencia. Las películas de arte y ensayo me han hecho muy feliz todos estos años. He disfrutado con esos personajes tan duros que requerían un gran esfuerzo emocional, que me hacían buscar en mi interior para transmitir algo sincero delante de la cámara. Pero al final es duro llevar la carga de todo ese dolor. A veces enfermaba después de terminar un rodaje. En esta ocasión, según terminamos de rodar ya estaba pensando, “¿Cuándo repetimos?”.
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